De la sangría a la alegría

Todos los recursos humanos y materiales que dedicamos a protegernos reinvirtámoslos en que no haya quien nos atemorice.

Circula por Internet un bello artículo de Leire Saitua Iribar, una especialista en yoga, titulado “¡Alto el fuego, pero todos! ¡Todo el mundo a trabajar!” Habla de tiempos remotos, de la era de la agricultura sin armas y de cuando los nómadas pensaron que robar ganado y mujeres sería más fácil robar que sembrar, ¡qué pobres! Reprocha que algunos hayan sido como niños con armas, matando pájaros, supuestamente para defender "la casa de la madre".

Habla también de otros “mayores” que usan artefactos bélicas, epidémicos, mortales, en forma de patentes económicas de comercio injusto sobre propiedades inmorales como la del agua. Advierte: ¡Eh, vosotros, los grandes, vosotros también, a soltar las armas, que ya sois mayores! Que os queremos, os amamos y os necesitamos. Llenaos de amor, a rebosar.

Sugiere: Hacer el amor, eso es cosa de hombres, lo otro es pura amargura, puro miedo, pura impotencia, pura miseria. Que os comprendemos. Que todo esto ha sido seguramente cuestión de evolución. Que ya estamos en un punto de inflexión, listas y listos para traer el reino de los cielos a la Tierra. A trabajar todo el mundo, ahora más que nunca cada uno en su tarea.

Sigue… Es hora de reparar el entuerto,… Como primera medida, reciclemos las armas en herramientas de trabajo, que vienen tiempos de bonanza y sigue habiendo mucho estómago vacío, que vergüenza nos debería de dar. Y termina: Y a amarnos, como locos, como niños, jugando a vivir, libres, con alas, plácidos en el regazo de la madre, a descansar. Un beso, hermanas y hermanos. Maite zaituztet, oso eta oro (Os quiero, a todas y a todos y por todo).

La inmensa mayoría de quienes hemos sufrido la violencia hemos soñado con una sociedad justa, libre, democrática, centrada en lograr una convivencia pacífica, donde todos podamos ejercer nuestros derechos y desarrollar una vida feliz. Han sido largos años de hemorragia, de personas, de recursos, de tiempo, de no dedicarnos a remediar los problemas de fondo, de equidad y solidaridad. Ahora es el tiempo de las grandes soluciones, de una universal educación generosa a lo largo de la vida, que nos enseñe el camino de la verdad, de la fraternidad, de la alegría. Así, quizá, muy pronto sea verdad nuestro anhelo de poder decir una dichosa alborada: Hoy, sin nadie que nos amenace, amanece.

Versión final en: http://www.agirregabiria.net/mikel/2006/hogar.htm

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