Cuando ya se peinan canas, es hora de revisar las ocasiones más felices e inolvidables de toda una vida.
Del nacimiento nadie se acuerda, pero sí de los primeros años de una infancia feliz. El parque, los juegos, los hermanos, los primos, las vacaciones en el pueblo, todo fue muy agradable y digno de recordar. El día de la primera comunión, con la sensación de ser el protagonista por una jornada. Los estudios acabados, el ingreso en bachillerato, las reválidas superadas, la selectividad, la universidad, la carrera, el inicio de los diferentes trabajos, el progreso profesional, las oposiciones ganadas,… todo memorable.
Mucho antes, desde la universidad, el descubrimiento del amor, el hechizo de la pasión, el compromiso, la boda, los años sin hijos, el nacimiento de la primera hija, del segundo hijo,… todo insuperable. Verlos crecer, sus estudios, sus amores,… todo inmejorable. Un largo matrimonio dichoso, una pareja enamorada con quien compartir todo,… algo inigualable. De las cosas uno se acuerda, los coches, las casas,… pero lo indeleble son las personas, las ya desaparecidas y las que nos hacen felices todavía.
Pero si hubiese que elegir unos instantes deliciosos, casi gloriosos, en este momento elegiríamos aquellos en los que con los hijos pequeños se revive la historia de la infancia, el descubrimiento de lo nuevo, los viajes, lo novedoso, las fiestas de celebración. Oír cómo aprender tus hijos e hijas, verles comprender conceptos complejos, sentir su inteligencia en desarrollo,… eso es lo más maravilloso que ha sido otorgado a la humanidad. Ése sentimiento también se emula en la docencia, con el alumnado que aprende ante nosotros. A quienes ya vivimos esa etapa con los hijos, nos queda esperar para revivir la existencia, por tercera vez, con los nietos.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2006/masgozosa.doc
4 comments:
El placer más grande es la alegría de entender...
¿esta soñando? !que dice!
Un niño...mientras miles se mueren de hambre, no tienen recuerdos felices.
Publicado en Noticias de Gipuzkoa" del 23-11-2006.
Bueno Mikel, estoy de acuerdo con vos, al menos los que hemos vivido esos momentos, los recordamos con tanto gusto, con deleite. Yo recuerdo en este momento cuando mi hijo mayor empezó a caminar, cuando mi hijo menor sonrió por primera vez, cuando vinieron las preguntas, las primeras reflexiones frente al mundo, la alegría del primer amigo, todo eso estaba recordando en este momento. Pero recuerdo tambien tantas veces las charlas con otros que no son son mis hijos, las luchas, las fatigas, los logros y los fracasos, los llantos y decepciones, las alegrías y euforias. No hace falt tener un hijo para sentir todo eso, solo hace falta acompañar a los hijos de nuestros amigos, vecinos, hermanos, de quien sea que te esté cerca. Siempre creí en aquella frase tan conocida 'nuestros hijos son los hijos de la aldea'.
Los docentes son privilegiados en ese sentido, porque enseñando aprenden y se enriquecen. Un saludo Mikel
Publicar un comentario