Las reglas de la vida

Para ser felices, los jóvenes deben comprender y observar las leyes que rigen el juego de la vida, y los mayores conocer incluso sus excepciones.

La jovencita dijo a su madre: “No quiero volver a clase; esos estudios ya no me interesan”. A continuación, le contó con detalle sus… vagos proyectos. Prefería abandonar el ciclo de grado medio, a mediados de curso, para ‘descansar’ seis meses y después abordar un bachillerato y un ciclo de grado superior. En sus fantasiosos sueños, se iba a preparar para un gran esfuerzo… relajándose durante medio año sin más dedicación que haraganear de lunes a domingo.

No es un caso aislado entre nosotros. La familia no logra disuadirla, porque ella sabe combinar muy favorablemente su doble vertiente de niña y mujer. Al borde de la mayoría de edad, su mentalidad infantil le permite suponer que la vida es un juego, donde las decisiones no provocan consecuencias, y su soberbia actitud de casi adulta la lleva a reivindicar su libre capacidad de decisión.

La realidad es muy diferente a lo que ella supone. Unos meses sin obligación alguna marca negativamente su porvenir. Nadie que se acostumbra a la molicie recobra la actividad, simplemente porque llegue una fecha en el calendario. Aquel abandono prematuro, sin más argumentos que la simple y común pereza, en muchas ocasiones no puede ser corregida por progenitores y tutores, y significa el fin de los estudios en la etapa más propicia.

Hemos de saber explicar al sector menos estudioso de nuestra juventud que no merece paga ni vacaciones quien no trabaja, y estudiar es el trabajo de niños y jóvenes, quienes han de cumplir con su derecho y su deber de educarse. Si alguien no hace nada por los demás, ni siquiera por sí mismo (porque estudiar a quien más beneficia es a uno mismo), no puede esperar nada de la vida. Existe una regla básica en la naturaleza: todo cuesta un esfuerzo y quien no está dispuesto a aportar su contribución, a corto, medio o largo plazo cuenta con un negro futuro.

Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/reglas.DOC

6 comentarios:

Anónimo dijo...

A pesar de que el artículo parece que tiene un aire de moralina .............tiene mucha parte de razón.

Estoy cansado de ver, y vivo en lo que podíamos llamar un barrio obrero, a la "nueva aristocracia juvenil". No estudia, no trabaja, su diversión consiste en "ordeñarle la pasta" a los papas para: comprar pintura para grafitear, gasolina "pal horterocoche", gimnasio, en ropa y zapatos nuevos cada temporada, tabaquito, alcohol y "otras hierbas" etc.

Sentados charlando todo el día y sin llegar a la veintena parecen más un grupo de jubilados que un grupo de jóvenes.

Esto choca porque el nivel económico de sus padres no es, ni mucho menos boyante. Y es curioso porque a veces los padres no pudieron terminar la primaria o bachillerato por ponerse a trabajar muy jóvenes y ellos son la primera generación que tal vez hubiera podido ir a la universidad sin haber encontrado trabas de tipo económico.

Y choca más cuando en una gran parte del mundo el trabajo en edad infantil campa a sus anchas e impide que niños que si estarían interesados en estudiar y dejar de trabajar no pueden hacerlo.

O sea, la "nueva aristocracia juvenil" consume sin producir.

Salud

Anónimo dijo...

Creo que a los hijos se les mima demasiado y les ponemos la vida demasiado fácil, razonamos demasiado y hay cosas que no son discutibles

Anónimo dijo...

La chica no quiere estudiar porque es más vaga que la chaqueta de un guardia. No entro a valorar el sistema educativo estatal, pero sí me gustaría destacar que, desde bien pequeños, nuestros jóvenes están acostumbrados a pedir por esa boquita y conseguir lo que les de la gana. No saben lo que cuesta conseguir las cosas, no valoran el esfuerzo, porque todo les es concedido.

Yo recuerdo a mi madre diciéndonos, desde bien pequeños, que en casa cada uno tenía su labor; mi padre iba a la oficina, nosotros teníamos que estudiar y ella se encargaba de llevar la casa. El ocio era la excepción, no la norma.

Un saludo

Anónimo dijo...

...bastante irreal, la chica no quiere estudiar porque el sistema educativo español es una farsa. Si fuera de la clase social para la que esta pensado todo el tinglado ni se lo plantearía, Ahora bien si es de clase baja o en el borde, todo su esfuerzo podría se inútil o no. Dependería del azar.

Anónimo dijo...

Lo mejor que podría haber hecho la madre es observar esos vagos proyectos y considerar a ver si detrás de ellos hay una interesante inquietud y animar a la jovencita a perseguir todo aquello que la haga crecer y la llene con sinceridad y sin ánimos de competir. La madre debería saber que no son los estudios ni el trabajo lo que nos hacen crecer especialmente, sino la comunicación entre nosotros (así dicho muy general). Que el derecho a educarse exista, pero no en un camino obligado y marcado por la sociedad que persigue el éxito público. Muchos educadores habéis olvidado esto.

Anónimo dijo...

Publicado en Diario de Noticias", del 14-3-2007.

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