Se puede discrepar (nosotros lo hacemos en gran parte de lo expuesto), pero hay que reconocer que el actor y director de cine Clint Eastwood en la convención de Tampa de hoy, ante una silla vacía y el candidato republicano nos ha recordado algunas de las grandes verdades de la democracia:
"El país es nuestro (de la ciudadanía), los políticos son nuestros empleados y si no cumplen con su trabajo, hay que despedirlos".
La clase política nos ha de servir, nos ha de dar cuenta del cumplimiento del mandato que les hicimos cuando los elegimos, y somos el pueblo es soberano. Desde el rey al presidente, pasando por todos los cargos electos, todos son meros sirvientes del mandato popular y deben cumplir exacta y puntualmente con lo encomendado. Y, cuando no lo hagan, deben desaparecer para siempre de los cargos públicos, siendo sustituidos por caras nuevas, dado que seguirá habiendo muchos ciudadanos y ciudadanas que lo pueden hacer mejor.
Quizá estas licencias, las de decir en alto exactamente lo que se piensa y se comparte en privado, es algo reservado a los genios, los ancianos, los famosos, los locos o los niños (o los bloggers de políRica ;-). Clint Eastwood es suficientemente independiente para opinar como mejor le parece (y sin duda se advierte que como más le conviene a un multimillonario como él).
En Estados Unidos hay cosas que van bien y otras no tanto, como en Europa, pero aún se pueden escuchar críticas abiertas a la clase política (y no sólo desde la perspectiva más neoliberal). Tampoco es nuevo que el mundo del cine intervenga en las campañas electorales (desde los diferentes ángulos).
Lo envidiable es que los distintos sectores sociales (cultura, educación, sanidad, economía,...) apelen y argumenten sobre política ante quienes votarán con argumentos adicionales a los contados eslóganes que se predicarán insistente y reiteradamente desde la partitocracia galopante, reduciendo el discurso de la alta política. Todo ello, aprovechando el analfabetismo político del pueblo, al que se distrae con deportes, informaciones irrelevantes de chismes y polítiqueos de bajo nivel.
Quizá estas licencias, las de decir en alto exactamente lo que se piensa y se comparte en privado, es algo reservado a los genios, los ancianos, los famosos, los locos o los niños (o los bloggers de políRica ;-). Clint Eastwood es suficientemente independiente para opinar como mejor le parece (y sin duda se advierte que como más le conviene a un multimillonario como él).
En Estados Unidos hay cosas que van bien y otras no tanto, como en Europa, pero aún se pueden escuchar críticas abiertas a la clase política (y no sólo desde la perspectiva más neoliberal). Tampoco es nuevo que el mundo del cine intervenga en las campañas electorales (desde los diferentes ángulos).
Lo envidiable es que los distintos sectores sociales (cultura, educación, sanidad, economía,...) apelen y argumenten sobre política ante quienes votarán con argumentos adicionales a los contados eslóganes que se predicarán insistente y reiteradamente desde la partitocracia galopante, reduciendo el discurso de la alta política. Todo ello, aprovechando el analfabetismo político del pueblo, al que se distrae con deportes, informaciones irrelevantes de chismes y polítiqueos de bajo nivel.
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