Los múltiples efectos que toda nueva tecnología induce a escala personal y social, se pueden clasificar y analizar con el "tetraedro de McLuhan", según una propuesta del gran comunicador, filósofo y educador Marshall McLuhan.
El impacto se un artefacto o una tecnología ha de ser estudiado en cuatro vértices:
- ¿Qué aumenta, qué preserva o qué facilita? ¿Qué genera, crea o posibilita?
- ¿Qué disminuye o hace menos probable? ¿Qué reemplaza o deja obsoleto?
- ¿Qué recupera o revaloriza? ¿Cómo promueve el desarrollo de otras tecnologías?
- ¿Cómo cambian los efectos originales que prestaba la técnica preexistente?
Todo ello visto desde perspectivas diversas, con -al menos- los siguientes enfoques:
- Práctico: ¿Qué problema práctico resuelve? ¿Qué permite hacer que sin ella sería imposible?
- Medio ambiental: ¿El uso de qué recursos aumenta, disminuye o reemplaza? ¿Qué residuos produce? ¿Qué efectos tiene sobre la vida animal y vegetal?
- Simbólico o expresivo: ¿Qué representa? ¿Qué connota?
- Epistemológico: ¿Qué conocimientos previos cuestiona? ¿Qué nuevo campo de conocimientos abre o potencia?
- Ético: ¿Qué necesidad humana básica expresa o induce? ¿Qué deseos genera o potencia? ¿Qué daños reversibles o irreversibles causa? ¿Qué alternativas más beneficiosas hay?
Una propuesta de debate interesante ante el tsunami de la digitalización que está llegando a uno de los sectores sociales más grandes y determinantes, la educación. Quizá será el último ámbito donde la revolución (como en el mundo de la información,... o del taxi) llegue, por su estructura, componentes y relaciones,... Pero también, posiblemente, sea donde la mutación será más profunda y drástica.
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