Leer "No-Cosas: Quiebras del mundo de hoy" de Byung-Chul Han cambia la perspectiva. Las cosas, las reales, cobran importancia. Esos objetos cotidianos, que componen nuestra realidad, de pronto se ven dotados de alma. Como esos llamativos aros salvavidas anaranjados que observan inmóviles el paso de las estaciones en nuestras piscinas.
De nombre rimbombante, salva-vidas, su trascendente misión es más improbable que el riesgo cierto de ser robadas o usadas en alguna gamberrada. Pero ahí están, por normativa y seguridad.
Su incierto destino es una buena metáfora: Representan a tantas y tantas personas a quienes habitualmente no recurrimos, pero que están ahí para ayudar decisivamente si fuera necesario. Personas como los abuelos o personas mayores, a quienes en algunos casos no se acude a menos de que sea imprescindible.
¡Ah, pero si nos faltan en momentos críticos! Ahí sí entenderíamos hasta qué punto su existencia y proximidad eran esenciales en nuestras vidas.
Volviendo a los flotadores salvavidas,... Ellos, si van por parejas, al menos se ven en equipo. Cada uno en su rincón, cubriendo una zona de auxilio,... Y sí, creo que me ha parecido ver que se cruzan miradas para sentirse acompañados en su trascendente soledad.
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