Recordando a los hijos, lejos en los arrabales de capitales lejanas, buscándose la vida y pagando una vivienda muy cara, con hipotecas que nunca se acaban. Pocos nietos, algunos en casa, con futuro incierto que la escasa educación no despejaba, pero tampoco era esto lo que más le atormentaba. Él se informaba: las radios por la mañana, y en las comidas los telediarios de la Primera y de las privadas. Hasta algunos titulares de la prensa local en el bar comentaban, y allí, como el Aznar pregonaba, estaba lo que más le torturaba: Las Vascongadas.
¿Vas con gafas?
Recordando a los hijos, lejos en los arrabales de capitales lejanas, buscándose la vida y pagando una vivienda muy cara, con hipotecas que nunca se acaban. Pocos nietos, algunos en casa, con futuro incierto que la escasa educación no despejaba, pero tampoco era esto lo que más le atormentaba. Él se informaba: las radios por la mañana, y en las comidas los telediarios de la Primera y de las privadas. Hasta algunos titulares de la prensa local en el bar comentaban, y allí, como el Aznar pregonaba, estaba lo que más le torturaba: Las Vascongadas.
Con su MIA (Maragall, Ibarretxe, Aznar)
Estampas veraniegas
Para proseguir el día, ya en otra escala acústica, pasaron todos los vendedores ambulantes: panaderos, meloneros, mieleros, afiladores, tapiceros,… tres o cuatro veces por si habíamos olvidado revestir algún sofá entre pasada y pasada. Por último, aparecieron los que no habíamos visto en todo el verano: los timadores a domicilio. La misma pareja joven, acompañada de un tercer miembro por si había que escabullirse en un santiamén. Llaman a los timbres con desparpajo, y al asomarnos les reconocimos. Les preguntamos que si era publicidad o ventas que no nos interesaba. Que no, respondieron. Bajamos y ya con ellos delante les anticipamos que nada de huerfanitos, animales protegidos, ni apoyo ecologista. Que no, repitieron. "Bueno, ¿de qué se trata esta vez [el timo, no añadimos]?" ¡Venimos de parte de la "ciudad de los muchachos"! "¡Ya era hora!", contestamos exaltados con prontitud. Se sobresaltaron un poco y más cuando dijimos: "Les esperábamos hace días. ¿Vienen a recoger los nuestros?, porque no sabemos qué hacer con ellos". Palidecieron y huyeron más presurosamente que si hubiesen topado con algún infrecuente policía municipal de servicio que insólitamente estuviese fuera del cómodo coche policial de paseo.
Jardinería urbanita
Una buena instalación de riego automático te funcionará perfectamente, si lo supervisas diaria y manualmente. En cualquier caso comprobarás que es compatible que las plantas se sequen mientras el murete se agrieta por exceso de agua. El abono artificial que venden debe ser magnífico, porque se lo comerán los gorriones antes que la tierra lo absorba. El instrumental conviene que sea abundante, pero siempre necesitarás pedir prestada la última herramienta que era exactamente la que precisabas este año. El tamaño de los aperos nunca será el apropiado, o bien son demasiado pequeños o excesivamente grandes. Asegúrate de prever un almacén de utillaje que duplique al jardín, para no quedarte sin espacio.
Recuerda que la flora siempre viene acompañada de fauna, y que los insecticidas demuestran una alta cualidad como herbicidas, mientras que los herbicidas son manjar exquisito para esos seres animados que científicamente se denominan "bichos". La fumigación sólo conseguirá eliminar las escasas hojas sanas, mientras se duplican los gorgojos. Acéptalos como demostración de la biodiversidad de tu ecosistema, y hazte amigo de ellos. Cualquier intento de exterminarlos sólo provocará su hostilidad, profusión y engorde.
Definitivamente las posibilidades de que un ciudadano urbanita controle un jardín son inferiores a las de un aldeano dirigiendo la Gran Manzana de New York. El mítico jardín del Edén estaba supervisado por Dios, y Caín sólo acertó a crear la primera ciudad. Aunque compartas nuestra creencia de que la felicidad consiste en una casa llena de libros y un jardín lleno de flores, pronto deducirás que es preferible que el vergel sea competencia municipal.
¿Caluroso o bochornoso?
Las pompas fúnebres españolas, al servicio de los más "vivos", no facilitan datos que podrían desorientar a los siempre bien informados ciudadanos. Los periódicos se aprestan a investigar, pero no encuentran nada que rebase el ámbito de lo local. Por no hallar, ni dan con la ministra de turno, que afortunadamente parece que no ha sufrido ni un golpe de calor ni siquiera un ataque de vergüenza. No ha dimitido ningún Director General de Salud, por tres razones: no se han percatado que pase nada fuera de lo habitual; nadie dimite nunca; y jamás es cesado alguien nombrado por tan sublime gobierno. Cierto es que todavía no se han apuntado el tanto de la menor mortalidad por la eficacia del sistema…, pero todo se andará.
¡Ah, tampoco ha habido incendios (eran barbacoas lo que vio por ahí), ni sequías, ni restricciones! Todo esto ha afectado a Alaska que se derrite o a una desorganizada Europa, pero no a la bien gestionada España. Tampoco persiste el chapapote, ni nada que lo que desean los malvados que pretenden empañar la perfecta gestión del PP… en la mayoría de los medios de comunicación.
Verano veterano
Un caso que hemos vivido demuestra la gravedad y precariedad de la vida de muchas personas de edad avanzada. En esta misma zona de playa viven muchos extranjeros jubilados, que eligieron residir aquí fundamentalmente porque "así sobreviven a sus compatriotas que quedaron en su tierra", como ellos mismos declaran. Están bien organizados generalmente, y aunque les cuesta aprender el idioma local se defienden con un inglés que conocen aceptablemente. Hace una semana, unos amigos pidieron a mi hija que les ayudase a entenderse con su vecina noruega, octogenaria cuyo comportamiento se había vuelto extraño, dejando abierta la puerta de su apartamento incluso de noche, y apareciéndoseles a gritos por el balcón contiguo la noche anterior. Mi hija habló con esta demacrada anciana, quien le explicó en un idioma debilitado por las circunstancias que su mejor amiga había viajado por una semana a Suecia, y que se encontraba sin ese apoyo esencial. Ella cada día, a primera hora para evitar el bochorno, se acercaba al lejano supermercado, pero le costaba transportar la pesada agua mineral, necesaria aquí donde la dureza del agua suministrada a las viviendas no permite su consumo. Esta mujer se había encontrada tan débil y deshidratada los dos días anteriores, que sólo acertó a abrir su puerta para esperar ayuda y gritar desde el balcón. Tras esta simple conversación, rápidamente la ayudaron con provisiones de agua y le acompañaron al consultorio médico, comprobando cómo recobraba su vitalidad y aspecto de distinguida dama con tan minúscula atención.
Hemos de asumir todas las responsabilidades, institucionales y familiares, con nuestros mayores. A ellos les debemos todo, comenzando por la vida. Seamos sinceros: No mata el calor: extermina la desatención sanitaria, geriátrica y asistencial (en Francia donde se reconocen 5.000 muertes, su insuficiente asistencia domiciliaria triplica a la nuestra), la pasividad de una administración que se ralentiza o paraliza por vacaciones, y el abandono familiar que debiera apoyarse con financiación colectiva para facilitar la excedencia temporal por cuidado de familiares. En definitiva, mata el egoísmo de quienes disfrutamos el verano ignorando los derechos de nuestros abuelos. Maldita será la familia o la sociedad que se olvide de sus ancianos, que les relegue u olvide, que no reconozca su inmensa aportación y que no les cuide y proteja hasta el final de sus días.
Don Tancredo Zapatero
La ciudadanía quería ver al maestro Zapatero torear y doblegar al bruto animal con alguna suerte de arte lidiador, pero el novillero parecía arredrado por un apoderado traidor que, además de robarle los cuartos, le desanimaba con excesivas precauciones: atención al pitón izquierdo, nada por el norte, evita la muleta en corto, cuidado con las declaraciones a la prensa,… Zapatero decidió que sólo le quedaba hacerse el don Tancredo. Se subió al pedestal urdido con las pancartas, y se quedó quieto tras haberse presentado en el paseíllo como un esperado matador, el relevo natural del gran Felipe y el Guerra. La sosería insípida de no mover un músculo se le daba bien, y el toro le respetaba sin cornadas, pero el paso del tiempo comenzaba a ensombrecer el traje de luces, inapropiado para tal función. Había dejado pasar demasiados tranvías de decretazos, Perejiles, chapapotes y guerras, impávido en la parada, en pose inmóvil (nunca se sabrá si por estrategia o de purito pánico) ante el rugiente bovino que salía en estampida cada día al ruedo de la opinión pública. Su lema parecía ser "pasá desapercibio pa que no te den la corná". Pero el respetable no se contentaba con el leve cambio que supuso pasar del compadreo, esperando ser recibido en La Moncloa para sentarse en el sofá del Presidente, al tancredismo de aquí te espero hasta que te vayas con tus pitones a otra parte.
¡Zapatero a tus zapatos! Si quieres pasar a la historia como algo diferente a un maniquí político despierta ya aunque sea verano y otros estén vacacionando. Las estatuas no merecen períodos de asueto.
Dinero: Sal de mi vida
Hace poco alguien me preguntó directamente cuánto dinero ganaba en mi profesión de educador, con intención de apartarme de mi vocación al proponerme un empleo mejor retribuido. Sólo acerté a responderle que ganaba… lo suficiente y rechacé una oportunidad laboral que me hubiese permitido ciertos lujos que jamás obtendré. Días después, se me ocurrió una respuesta preferible que le hago llegar a través de estas líneas, en la confianza de que las leerá mi interlocutor, que era de ese tipo de personas inteligentes pero despistadas, que se pasan la vida haciendo cosas que detestan para conseguir dinero que no necesitan y comprar cosas que no quieren para impresionar a gente a la que odian.
Al principio me quedó la duda de si había sido justo con mi familia, negándoles algunas oportunidades al optar por permanecer en mi campo profesional, que nunca ha estado bien retribuido en comparación con otras actividades. A lo largo de mi vida sólo he descubierto un modo cierto de conseguir dinero: trabajando, con el único inconveniente de que es cansado. Y cuando has elegido una carrera que te apasiona, ya no es fácil dar saltos profesionales sólo para ganar más dinero.
La misma palabra dinero proviene del ´denario´ romano, al igual que salario procede de la sal, sustancia escasa que desde la edad del hierro se usaba como valor de pago, porque servía tanto para condimentar como para curar heridas y conservar la carne o el pescado. A aquel empresario que creía que el dinero es la lámpara de Aladino, le debía haber repreguntado cuánta sal tenía en su casa. Se hubiese sorprendido, al igual que lo hice yo con pregunta tan absurda, para terminarme respondiendo lo mismo: Suficiente. El dinero debe ser como la sal, o el azúcar… Debes preocuparte si te falta el necesario para vivir, pero obsesionarse con acumular más de la cuenta sólo conduce a la arteriosclerosis o a la diabetes. El dinero es como el tiempo: si no lo pierdes, tienes bastante. Muchos preferimos contar los recuerdos y las gratificaciones que nos aporta nuestro oficio elegido, como si fuera el mejor dinero contante y sonante.
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