El milagro del trabajo

Si hubiese que elegir la historia humana real más épica, lírica y dramática sin duda sería una con dos heroínas: Anne Sullivan y Helen Keller.

La “Historia de la Humanidad” está tejida con millones de semblanzas personales, con héroes y heroínas cotidianos cuyo esfuerzo, fe, valor y voluntad crean un universo ético de valor incalculable. Son casi infinitas las acciones y las vocaciones que diariamente se despliegan por todo el mundo, para que la vida funcione tal y como la conocemos. Siempre son noticias de primera plana las desgracias y los males que aquejan a nuestro tiempo, pero por cada acto de maldad humana existe montañas de heroicidad, valentía y ternura de los grandes seres humanos anónimos que construyen animosamente la verdadera realidad.

Los ídolos que habitualmente se ensalzan en los medios de comunicación generalmente son hombres, con gran preparación, que alcanzan fortuna y prestigio, y cuyas vidas se exhiben como modelo social del triunfo. Casi siempre parece que fueron elegidos y señalados desde su cuna de nacimiento, disponiendo de posibilidades únicas por su origen singular y por sus extraordinarias dotes personales. Por todo ello, al leer sus vidas ejemplares puede parecer que estaban predestinados para el éxito sin mayor ahínco por su parte.

La mejor historia real de todos los tiempos, en opinión compartida por muchos, fue la odisea de la maestra Anne Sullivan y su alumna ciega y sorda Helen Keller. Justamente porque sus dos modestas protagonistas parecían sentenciadas irremediablemente al fracaso y por construirse su doble conquista personal con el único material del que están forjados todos los sueños: el milagro del trabajo esforzado, continuado y perseverante.

El relato de sus vidas es universalmente consabido por textos y películas, por lo que no lo repetiremos aquí. Sólo resaltaremos que Anne Sullivan provenía de un ambiente pobre, se había quedado casi ciega los 5 años y fue enviada a un orfanato donde su hermano murió. Helen Keller perdió la vista y el oído a los 19 meses, convirtiéndose en una niña salvaje y agresiva a quien su desesperada familia pensó en internar. El 3 de marzo de 1887, Anne llegó a la casa de Helen y comenzó su comunicación en lenguaje de signos trazada con sus manos. Tras una ingente labor, llegó el día en el que Anne llevó a Helen a la bomba de agua, y tras mojar su mano deletreó varias veces A-G-U-A en la palma de la niña. Al fin Helen comprendió que todo en el mundo tiene un nombre. Helen, acompañada hasta 1911 por su maestra y amiga Anne, aprendió a leer y escribir en el sistema creado por Louis Braille, se instruyó para ‘oír’ de los labios de las personas, tocando con sus dedos y sintiendo las vibraciones, llegó a hablar, sostener conversaciones y dictar conferencias en público, obtuvo un título universitario con mención Cum Laude, escribió libros y viajó con gran celebridad por todo el mundo hasta su muerte en 1968.

Cuando nos encontramos con situaciones domésticas o escolares difíciles para familias, alumnado o profesorado, siempre es oportuno recordar estas dos biografías de dos personajes con una cualidad insuperable al alcance de todos nosotros: el empeño voluntarioso que todo lo vence. Quizá lo más difícil entre estas dos fabulosas mujeres sería destacar a una preferida entre ambas: A los docentes permítasenos que distingamos a la "maestra milagrosa", porque ella hizo posible -con el esfuerzo de su alumna- la hazaña de Helen Keller.

Para concluir, oigamos una reflexión final de Helen: "Quien dispone de una mente que pueda ser educada y una mano que pueda ser entrenada, poseerá ideales realizables. El trabajo de la gente es ayudarle a que pueda ser mejor por sí mismo y pueda ganar méritos a través de su trabajo”.
[Abajo, foto de Helen Keller]

Tiempo de gerundios

Gerundiando, que es doblemente gerundio y una castiza expresión panvocálica, con las cinco vocales una sola vez.

Dos memorables anécdotas del gerundio triunfal: 1ª El poderío de compatibilidad del gerundio, que se observa en la célebre disputa jesuítica sobre el tabaco, que declaraba que no es lícito fumar mientras se reza, pero sí rezar mientras se fuma. Al final resultan concurrentes los gerundios rezando y fumando. 2ª La superioridad del gerundio sobre el participio, como cuando durante la Restauración el Jefe del Gobierno Francisco Silvela, ocupando el primer escaño del banco azul, cerró los ojos y un ujier le advirtió: “Su Señoría está dormido”. Don Francisco le respondió: “No estoy dormido, estoy durmiendo, que no es lo mismo estar bebido, que estar bebiendo”. El Premio Nobel Camilo José Cela también tuvo una réplica similar en el Senado, utilizando el escandaloso verbo ‘poder’ con la jota inicial.

Somos muchos quienes pensamos que el gerundio es la forma verbal por excelencia. Siempre acabando en -ando o -iendo. Expresando una acción de duración limitada en procesos de ejecución, sin determinación de persona ni de número, ni variación en la terminación para expresar el tiempo, si bien manteniendo formas compuestas expresando el pasado y el futuro: amando, habiendo amado, habiendo de amar. Todos los verbos teniendo gerundio y, gramaticalmente, todos pudiendo adoptar la forma durativa.

Una enseñanza más del gerundio que resulta parodiando a Lope de Vega: ‘¿Cómo compones? Leyendo,/ y lo que leo imitando,/ y lo que imito escribiendo,/ y lo que escribo borrando,/ de lo borrado escogiendo’. ‘¿Cómo vives? Aprendiendo,/ y lo que aprendo emulando,/ y lo que emulo mejorando,/ y lo que mejoro perfeccionando,/ de lo perfeccionado eligiendo’.

Es el momento del gerundio. Para los políticos: Dialogando, negociando, acercando, entendiendo, aceptando, renunciando, avanzando, pactando, progresando,… Para todos los seres humanos: Respirando, creciendo, aprendiendo, comprendiendo, trabajando, votando, gozando, sufriendo, enseñando, publicando, ayudando, cooperando, amando, cuidando, sembrando, compartiendo, legando,...

Adivina y asimila

Elogio de una dama curalotodo, de blanca cara redonda, amiga diaria de mucha gente en los cinco continentes.

Con centenares de millones de devotos, que invocan diariamente su poder para aliviar dolores y penas, se ha extendido por todas las culturas. Prácticamente no existe un ser humano que ignore su existencia. Está presente en todas los hogares del mundo desarrollado, en un número de 10 o 20 unidades, y se considerada un equipamiento tan esencial que hubo de ser incluido en el exiguo equipaje del Apolo 11 en el primer viaje a la Luna.

Esta señora milagrosa ha ganado un Premio Nobel (1982), forma parte del Libro Guinness de los Records y fue elegida -junto al automóvil, la bombilla, la televisión y el teléfono- como uno de los cinco inventos imprescindibles legados por el siglo XX, aunque nació el 10 de agosto de 1897. Su progenitor fue el científico alemán Felix Hoffmann, quien la hizo nacer cuando él contaba con 29 años. El apodo popular de nuestra protagonista se inspiró en una planta llamada “Spirea”, porque su ilustre nombre completo es demasiado largo con 21 letras.

Con algunas de las mejores websites del ciberespacio Internet (en decenas de idiomas), esta venerable anciana de 108 años, sigue representando un signo de modernidad. Como cuando la destacó Ortega y Gasset en 1930: "La vida del hombre medio es hoy más fácil, cómoda y segura que la del más poderoso en otro tiempo. ¿Qué importa no ser más rico que otros si el mundo lo es y le proporciona magníficos caminos, ferrocarriles, telégrafos, hoteles, seguridad corporal y (nuestra heroína)…?" Los actuales medios de comunicación y de transporte han experimentado insospechadas innovaciones, pero esta diosa por excelencia continúa siendo la misma criatura sorprendente y reluciente.

Por si aún no lo han descifrado, aportaremos más datos. Se calcula que en sus escasos 100 años de historia reconocida se han fabricado más de 350 billones de reproducciones en todas las lenguas civilizadas, y que se consumen unos 216 millones de copias cada día. En cada minuto que pasa, más de 123.000 personas distribuidas por todo nuestro planeta deciden probar sus cualidades prodigiosas.

Ha demostrado su saludable poder como producto analgésico, antiinflamatorio y antipirético. Los continuos descubrimientos sobre sus inéditas aplicaciones verifican nuevos efectos preventivos e insospechadas propiedades que se añaden a la interminable lista de usos de este producto, sobre el que se efectúan 3.000 investigaciones anuales. Un estudio reciente publicado en The Journal of the American Medical Association, llega a asegurar que “su empleo diario reduce el riesgo de muerte por cualquier causa en más de un tercio". En todo caso, este fármaco –el más consumido del mundo- , llamado ácido acetilsalicílico o aspirina es una medicina y mejor si solicita con receta facultativa.

Del sílex al silicio

La herramienta universal, que fue el hacha de sílex, se ha transformado en una agenda electrónica con GPS.

Nuestro primer antepasado, bípedo con pies no prensiles y primer dedo alineado con los restantes, que presentaba hipercefalización (cabeza creciente) y una verticalización completa del cráneo, fue el “Homo erectus” o pitecántropo. La evolución humana trascurrió por las etapas de “Homo floresiensis”, “Homo rudolfensis”, “Homo habilis” y “Homo antecesor”, hasta llegar al “Homo ergaster”, que puede ser el primer homínido con capacidad para un lenguaje articulado. La capacidad craneal siguió aumentado con el “Homo heidelbergensis”, hasta llegar al “Homo sapiens fossilis”, “Homo sapiens neanderthaliensis” y “Homo sapiens sapiens”, el hombre de Cro-Magnon u hombre actual.

El “Homo sapiens sapiens” (Hombre que sabe que sabe) es una subespecie del “Homo sapiens” (Hombre que sabe), la única que sobrevive de todo el género de los homínidos, sin más parientes vivos que los grandes simios como el gorila, el orangután o el chimpancé. El “Homo sapiens sapiens” es de origen africano y apareció hace unos 45.000 ó 100.000 años. Su expansión por todo el planeta, coincidió en Europa con la extinción de su coetáneo, el hombre de Neandertal.

Los Neanderthales usaban útiles de sílex, elemento que se encontraba fácilmente, creando las primeras hachas, azuelas y hoces. Con estos instrumentos se inició la civilización gradual de la humanidad. Las máquinas comenzaron a rodear a los seres humanos, a integrarse en sus vidas, a componer sus hábitats. La inventiva se tecnificó, y hemos llegado hasta la llamada generación-i (Internet Generation).

Actualmente vivimos inmersos en ayudas tecnológicas, que incluso portamos personalmente en todo momento. Reloj, gafas o lentillas, llaves, móviles,… son parte de nuestro equipamiento imprescindible. Nuestras mentes se han educado, se han entrenado, se han sofisticado y recurrimos a ordenadores y toda clase de recursos audiovisuales para mejorar nuestras opciones de información y comunicación. Pero, quizá, nos faltaba algo que potenciase nuestra capacidad intelectual, como el hacha amplificaba nuestra fuerza física. Algo que se pueda asir, que se pueda llevar en todo momento, que resuelva nuestras dudas existenciales más profundas: ¿Quiénes somos? ¿Dónde estamos? ¿Adónde vamos? Como una primera respuesta, filosóficamente poco relevante, hoy podemos saber que somos quienes aparecemos en pantalla TFT (Thin Film Transistor) con 65.536 colores al encender el PDA, estamos donde el GPS nos indica y vamos hacia donde queramos del mapa por la ruta sugerida.

La solución se llama PDA con GPS incorporado. PDA (Personal Digital Assistant) es un pequeño ordenador en forma de agenda electrónica, compatible con los sistemas informáticos estándar, y el sistema GPS (Global Positioning System ) es un sistema de posicionamiento mediante satélites que permite localizar instantáneamente nuestra posición terrestre. Productos que caben en la palma de la mano como Acer N35, basado en Microsoft® Windows® Mobile™ 2003 Pocket PC y con un completo sistema de navegación GPS integrado. En el bolsillo, con sólo 165 gramos, llevamos Explorer®, Outlook®, Word® (con El Quijote para leer en tiempo muertos), Excel®, MSN Messenger®, Windows Media Player®, Destinator (con los mapas peninsulares preinstalados),…

Un regalo de Olentzero, Papá Noel o de los Reyes Magos como una PDA con GPS, todavía algo caro (400 €, con todo tipo de accesorios adicionales), nos permite saber nuestra latitud y longitud, no perdernos, y llevar todo tipo de datos personales. Además las posibilidades son incontables. A modo de ejemplo trivial, con un programa astronómico gratuito conoceremos la hora de amanecer y de atardecer en nuestra ubicación, las fases de la luna, las mareas, la posición de cada astro en el cielo visible,…

Desde aquel ancestral cuchillo paleolítico de bordes afilados, viajamos hacia un útil universal único con PDA, teléfono móvil, capacidad de navegación Internet de altas prestaciones, cámara digital y reproductor de fotografía, música y vídeo, que sirva como sistema de pago (dinero virtual), identificación (Documento de Identidad), sistema de seguridad (llaves),… Pronto lo veremos: sólo falta que las multinacionales nos vendan previamente todos esos dispositivos con una integración incompleta… Ya se sabe, el mercado manda.

Comunicándonos por quintuplicado

Descubriendo la múltiple dimensión de un verbo de moda que ha multiplicado varias veces su significado.

El término ‘comunicar’ recogía hasta hace pocos años, un solo sentido como verbo transi­tivo: ‘Fulano comunica algo a Mengano’. Hasta ese momento, comunicar requería al menos dos personas,… y un medio de transmisión. Pero después surgió la modalidad in­transitiva, sin necesidad de complemento directo ni indirecto, aceptándose por ejemplo: ‘Fulano comunica bien’. Incluso se emplea como verbo reflexivo: ‘Fulano se comunica bien’ (indicando que sabe comunicarse). Parecía que no cabían más desarrollos para este vocablo cuando alcanzó la categoría de tridimensional.

El concepto de ‘comunicación’ (común i acción) era demasiado prodigioso y poderoso para no continuar creciendo. Una misteriosa ‘cuarta dimensión’ apareció y parecía definitiva, la voz pasiva: ‘De­jarse comunicar por otros, por la familia, por las amistades, por el entorno’. Los gurús explican a directivos en costosísimos cursos que, en esta acepción, estriba el éxito empresarial, en aceptar la comunicación que proviene del mercado, en ‘escuchar’ a la demanda, a la clientela, al público.

Pero todavía queda una quinta dimensión, la autorreflexiva: ‘Cómo se comunica cada uno consigo mismo’. El polimorfismo de la comunicación se ha despiezado, y puede centrarse en quien comunica o en quien escucha, que además pueden ser la misma persona. Cada uno de nosotros, en cada instante, ‘se cuenta lo que le pasa a su modo’. La comunicación, que se sobreentendía siempre como interpersonal, alcanza su mayor repercusión cuando es intrapersonal. La forma de interpretar las circunstancias de la vida, la calidad de esa intracomunicación, puede ser más significativa que las propias contingencias sufridas. Un mismo fracaso objetivo puede ser sentido como un estímulo o como un lastre; o un mismo éxito parcial, puede actuar de forma variable, en función de cómo se comunica a uno mismo.

Examinémonos: ¿Comunicamos bien lo que queremos expresar?, ¿comunicamos acertadamente?, ¿nos comunicamos debidamente?, ¿nos dejamos comunicar?, y especialmente ¿nos comunicamos correctamente con nosotros mismos? Recordemos que ‘por la boca muere el pez’, y que con una entrenada y quíntuple capacidad de comunicarnos podremos mejorar sustancialmente nuestras vidas.