"... Y a ti te encontré en un blog". |
Dicen... |
Obesidad: ¿veleidad o realidad?
La obesidad, que amenaza a más del 30% del mundo occidental, es la epidemia del siglo XXI.
Estamos, casi todos, demasiado gordos… excepto quienes padecen hambre crónica. Paradójicamente la pobreza mundial se manifiesta con alta mortalidad por hambrunas… o por gorduras. En el “Primer Mundo” se nos dice que la obesidad mata más gente que el cáncer. En EE.UU. 300.000 muertes anuales se imputan a la gula y a la falta de ejercicio, el 30.4% de la población es obeso, el 64% tiene sobrepeso y se anuncia que la obesidad puede ser ya la primera causa de mortalidad. Pero quizá la noticia sólo sea atribuible a que el mercado de la dietética supera al negocio de la alimentación, y que los intereses de las multinacionales aconsejan sugerirnos que adelgazamos… lo que antes nos hicieron engordar.
Porque fue el poderoso lobby de los productores de cereales, con amplia representación en el Congreso norteamericano, quien históricamente consiguió suculentos subsidios para sus plantaciones, lo que les permitió vender a precios sumamente bajos a ganaderos bovinos y avícolas. Luego la Unión Europea, igualmente sobreprotegió al sector primario, por lo que la superproducción de alimentos, que difícilmente puede acumularse por largos períodos y que nadie traslada solidariamente al “Tercer Mundo”, sólo puede ser consumida con publicidad agresiva que instala hábitos anglosajones de “comida basura” (fast food) entre la población mundial menos informada. Todo ello ha provocado un aumento desbordante de las raciones que nos ofrecen, así como de las personas que no pueden combatir el consumismo fomentado.
Los datos comparativos son escalofriantes. Se han entre duplicado y quintuplicado el peso y las calorías de los productos en unas pocas décadas: Una hamburguesa ha pasado de 79 gramos a 122, subiendo sus calorías desde 202 a 210; las patatas fritas que le acompañan, de 68 a 198 gramos, esto es de 210 a 610 calorías; las chocolatinas, de 57 a 198 gramos, o de 297 a 1000 calorías; el botellín de refresco de cola, de 192 a 473 mililitros, de 79 a 194 calorías; y, en el caso límite de las palomitas se decuplica su masa, pasando de 174 a 1.700 calorías.
Lo más preocupante es que esta pandemia de grandes raciones y sobrepeso está afectando de lleno a los más pequeños, ofreciéndose datos incontestables como el incremento en adolescentes de la diabetes tipo 2, quedando expuestos a complicaciones como enfermedades cardíacas y renales, ceguera o degeneración neurológica de las extremidades.
Nos conviene aplicarnos urgentemente algunos consejos de los nutricionistas, fundamentalmente por razones sanitarias, además de las económicas (las compañías de seguros comienzan a elevar sus primas a los “gruesos”) o estéticas (que pueden llevar a la anorexia). Algunas recomendaciones básicas para una alimentación sana, avaladas por las agencias gubernamentales más fiables, son las siguientes:
1º Huir de la publicidad agresiva, tanto de productos alimenticios como adelgazantes. El mercado no es un consejero fiable para la salud: Mejor consultar cada caso concreto con el médico o el especialista.
2º Hacer tres comida diarias, sin olvidar el desayuno, consumiendo con moderación alimentos naturales variados, con preferencia a los de origen vegetal (o marino).
3º Comer cinco piezas diarias de frutas y hortalizas crudas o cocidas, como núcleo central de una dieta equilibrada y saludable que sacia y aporta nutrientes esenciales con pocas calorías.
4º Beber mucha agua, al despertarse y al acostarse, antes y después de las comidas, hasta un total diario en torno a los 1,5 litros.
5º Disminuir el consumo de sal, alcohol y alimentos energéticos ricos en grasas saturadas (normalmente de origen animal, mantequilla, margarina, grasas, carne roja,…) o azúcares refinados (dulces y bollería industrial).
6º Aprovechar el tiempo de las comidas para el encuentro y el diálogo con familiares y amigos.
Estamos, casi todos, demasiado gordos… excepto quienes padecen hambre crónica. Paradójicamente la pobreza mundial se manifiesta con alta mortalidad por hambrunas… o por gorduras. En el “Primer Mundo” se nos dice que la obesidad mata más gente que el cáncer. En EE.UU. 300.000 muertes anuales se imputan a la gula y a la falta de ejercicio, el 30.4% de la población es obeso, el 64% tiene sobrepeso y se anuncia que la obesidad puede ser ya la primera causa de mortalidad. Pero quizá la noticia sólo sea atribuible a que el mercado de la dietética supera al negocio de la alimentación, y que los intereses de las multinacionales aconsejan sugerirnos que adelgazamos… lo que antes nos hicieron engordar.
Porque fue el poderoso lobby de los productores de cereales, con amplia representación en el Congreso norteamericano, quien históricamente consiguió suculentos subsidios para sus plantaciones, lo que les permitió vender a precios sumamente bajos a ganaderos bovinos y avícolas. Luego la Unión Europea, igualmente sobreprotegió al sector primario, por lo que la superproducción de alimentos, que difícilmente puede acumularse por largos períodos y que nadie traslada solidariamente al “Tercer Mundo”, sólo puede ser consumida con publicidad agresiva que instala hábitos anglosajones de “comida basura” (fast food) entre la población mundial menos informada. Todo ello ha provocado un aumento desbordante de las raciones que nos ofrecen, así como de las personas que no pueden combatir el consumismo fomentado.
Los datos comparativos son escalofriantes. Se han entre duplicado y quintuplicado el peso y las calorías de los productos en unas pocas décadas: Una hamburguesa ha pasado de 79 gramos a 122, subiendo sus calorías desde 202 a 210; las patatas fritas que le acompañan, de 68 a 198 gramos, esto es de 210 a 610 calorías; las chocolatinas, de 57 a 198 gramos, o de 297 a 1000 calorías; el botellín de refresco de cola, de 192 a 473 mililitros, de 79 a 194 calorías; y, en el caso límite de las palomitas se decuplica su masa, pasando de 174 a 1.700 calorías.
Lo más preocupante es que esta pandemia de grandes raciones y sobrepeso está afectando de lleno a los más pequeños, ofreciéndose datos incontestables como el incremento en adolescentes de la diabetes tipo 2, quedando expuestos a complicaciones como enfermedades cardíacas y renales, ceguera o degeneración neurológica de las extremidades.
Nos conviene aplicarnos urgentemente algunos consejos de los nutricionistas, fundamentalmente por razones sanitarias, además de las económicas (las compañías de seguros comienzan a elevar sus primas a los “gruesos”) o estéticas (que pueden llevar a la anorexia). Algunas recomendaciones básicas para una alimentación sana, avaladas por las agencias gubernamentales más fiables, son las siguientes:
1º Huir de la publicidad agresiva, tanto de productos alimenticios como adelgazantes. El mercado no es un consejero fiable para la salud: Mejor consultar cada caso concreto con el médico o el especialista.
2º Hacer tres comida diarias, sin olvidar el desayuno, consumiendo con moderación alimentos naturales variados, con preferencia a los de origen vegetal (o marino).
3º Comer cinco piezas diarias de frutas y hortalizas crudas o cocidas, como núcleo central de una dieta equilibrada y saludable que sacia y aporta nutrientes esenciales con pocas calorías.
4º Beber mucha agua, al despertarse y al acostarse, antes y después de las comidas, hasta un total diario en torno a los 1,5 litros.
5º Disminuir el consumo de sal, alcohol y alimentos energéticos ricos en grasas saturadas (normalmente de origen animal, mantequilla, margarina, grasas, carne roja,…) o azúcares refinados (dulces y bollería industrial).
6º Aprovechar el tiempo de las comidas para el encuentro y el diálogo con familiares y amigos.
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Oído por ahí... |
Final de ETA… o de Batasuna
Análisis electoral vasco a dos meses de la cita del próximo 17 de abril. Puede alcanzarse la anhelada paz: Hay suficientes voluntades, tiempo y espacio para ello.
Como preámbulo de toda consideración, quede explícito nuestro rechazo ético a toda forma de violencia, y menos aún si cabe para negociar o convencer políticamente. Sea una vez más toda nuestra solidaridad con las víctimas de cualquier forma de barbarie, y quede reiterado nuestro ferviente deseo de pacificación y normalización de la vida en Euskadi. Pero la política siempre requiere elevadas dosis de realismo y reflexión conjunta, especialmente cuando una plural ciudadanía ha de compartir un futuro común que resulte democrático, armónico y compatible con la diversidad y complejidad de la sociedad vasca.
Tras la tramitación por la vía de urgencia en el Congreso de los Diputados del Nuevo Estatuto para la Comunidad de Euskadi, el Lehendakari Ibarretxe decidió adelantar la cita con las urnas en tres semanas. Simplemente el ciclo legislativo estaba casi concluido (excepto las ultimadas Leyes del Suelo y de Igualdad para hombres y mujeres), y el proyecto de Nuevo Estatuto debía ser valorado en las urnas por la ciudadanía de la Comunidad Autónoma Vasca para dictaminar su apoyo social, que será determinante de su futuro en las negociaciones que, en un sentido u otro, se avistan por el horizonte.
El electorado vasco es relativamente estable, con dos únicas variantes de relieve en las últimas décadas. Por una parte, la variación en vasos comunicantes entre el PP y el PSOE del voto ‘españolista’ o constitucionalista, según quién gobierne en Madrid. La segunda incógnita es el fluctuante voto de Batasuna, en función de que pueda o no presentarse, así como de las instrucciones que dirijan a su base electoral, que existe en una dimensión cada vez más difícil de evaluar por las votaciones en blanco de las últimas convocatorias electorales.
Ambas variables, subida del PSOE a costa del PP y el efecto directo o inducido de Batasuna, son las que dificultan pronosticar el reparto final de escaños en el Parlamento Vasco. La mayor incertidumbre actual reside en la presencia directa o no de Batasuna. Su queja, ante el PNV, por el adelanto de 21 días es simplemente demagógico, porque todos sabemos que llega el calendario de las autonómicas y que este mínimo anticipo deriva más del trámite sumarísimo sufrido por el Nuevo Estatuto en Madrid, por decisión del PSOE y del PP, que por preferencia del tripartito vasco.
Los principales partidos políticos mantienen unas expectativas bastantes predecibles. PNV acude en decidida coalición con EA, bajo la figura de Ibarretxe y con el programa electoral más nítido que nunca. EAJ-PNV se ha movido históricamente entre 30 y 33 parlamentarios, olvidando los 25 de las primeras elecciones de 1980 con el CDS y contabilizando la suma con EA tras su secesión de 1986. Actualmente dispone de 33 parlamentarios, 26 de EAJ-PNV más 7 de EA. Cuenta con optimistas perspectivas sólo limitadas por su ya altísimo porcentaje en Bizkaia y Gipuzkoa, con el 43,7% y el 44,7% de un electorado con ocho opciones posibles (incluidos los partidos Aralar y UA). En Araba, la coalición PNV-EA con el 33,8% del electorado fue la de mayor representación en 2001, pero la nada proporcional cuota de 25 parlamentarios por territorio no favorece a la coalición para rozar o superar la mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria-Gasteiz. Además, al igual que la coalición con EA ha sido designada como estratégica por Josu Jon Imaz, también el Lehendakari parece apreciar la participación de Ezker Batua (Izquierda Unida) como un elemento transversal de continuidad, aunque existan otras posibilidades como algún parlamentario de Aralar que pudiera completar un tripartito exclusivamente nacionalista (PNV-EA-Aralar).
PSOE y PP intercambiarán posiciones, porque su techo de 19 representantes del PP fue una excepción que produjo la polarización de Aznar, Oreja… y Redondo. El PP volverá a su intervalo entre 2 y 16, incluida la facción de Unidad Alavesa (UA), con una insumisa parlamentaria. El PSOE con 13 escaños actuales, mantuvo 19 parlamentarios en 1984 y 1988, pero desde entonces oscila entre 12 y 16 parlamentarios, y ello a pesar de su proceso de fusión con parte de Euskadiko Ezkerra en 1992. IU-EB, tras su creación desde el PCE, ha variado entre 6 y 2 representantes en 1994 y 1998, por lo podrá mantener o quizá mejorar sus 3 presentes parlamentarios.
La gran cuestión es lo que sucederá con los 7 escaños de Batasuna. Está en la cuerda floja su visibilidad pública institucional, que no sus potenciales votantes excluidos por la Ley de Partidos Políticos de 2002. Sería deseable su participación, y mejor aún que fuese por el ocaso final de ETA, que afortunadamente no ha causado víctimas mortales desde el 30 de mayo de 2003 cuando asesinó con una bomba lapa a dos policías en Sangüesa. Paradójicamente, sus postreras demostraciones de “capacidad o de fuerza”, como las recientes bombas en Getxo, Denia y en Madrid, podrían estar jalonando su final no anunciado.
Algunos entienden que existen posibilidades ciertas de una tregua definitiva de ETA en estas semanas inmediatas. La rapidez, y la sorpresa como con el voto partido del 30 de diciembre, empieza a ser el último recurso de una Batasuna cada vez más encerrada (en varios sentidos del término). También cabría, pero es sumamente dudoso por no decir imposible, que Batasuna se desmarcase de ETA, pero eso en Euskadi prácticamente nadie se lo cree. Asimismo podría ser que, manteniéndose la inacabable amenaza etarra, Batasuna presentase unas “listas limpias”, lo que sería técnicamente mucho más factible que en elecciones locales y forales, por tratarse únicamente de tres candidaturas, una por cada territorio histórico.
Incluso con escapatorias de dobles listas, una más ‘contaminada’ y otra ‘pulcra’ que podría superar la acción fiscal, cualquier opción que no implique el cese de ETA (o la desvinculación de Batasuna) es azarosa para el porvenir político de Batasuna. Ha de superar una inercia de décadas y, aunque disponga de “listas presentables”, podría encontrarse únicamente con sólo 2 o 4 parlamentarios si ETA persiste. En 2001, tras la ruptura de la tregua de ETA, la representación de Batasuna se redujo de 14 a 7 parlamentarios justamente por la gran movilización del electorado que no se abstuvo, cuando Herri Batasuna se había movido siempre con un intervalo entre 11 y 14 escaños.
Todas las estrategias posibles de Batasuna entrañan serios inconvenientes para su continuidad: Plantear nuevamente el voto en blanco para contabilizar los nulos y sus “hipotéticos parlamentarios”, es demasiado reiterativo y puede desviar votos hacia alternativas más pragmáticas, sin que lo detecte el control de voto depositado. Predicar la abstención para contener la fuga de votos, refutaría su historia anterior, obstaculizaría el cálculo de su presencia social y podría hastiar a su último reducto electoral.
ETA debe desarmarse irrevocablemente. Primeramente por razones morales válidas desde siempre y por la degradación ética que supone su existencia. Además, y es un argumento menor pero al que podrían ser más sensibles sus simpatizantes, porque el canibalismo político de ETA –que tanto daño ha causado al nacionalismo vasco democrático- está aniquilando también a su única opción partidista, Batasuna. Máxime cuando concurren otras circunstancias históricas, como la presencia incipiente de Aralar o el liderazgo reforzado de Ibarretxe tras la gestión de una nueva iniciativa política de calado, con un recorrido futuro innegable aunque difícil de predecir en plazos y en resultados.
Batasuna no ha sabido medir ni siquiera el hartazgo de “su” electorado, cuyos votos –como todos- tienen fecha de caducidad y un máximo de 4 años. Sólo un final inmediato y definitivo de ETA, sin dilación, trampa ni cartón, podría aliviar el negro futuro político que espera a Batasuna. Y lo que es mucho más relevante, sólo la desaparición de ETA aliviaría el inmenso dolor generalizado de toda la ciudadanía vasca que lleva décadas reclamando y exigiendo la paz.
Como preámbulo de toda consideración, quede explícito nuestro rechazo ético a toda forma de violencia, y menos aún si cabe para negociar o convencer políticamente. Sea una vez más toda nuestra solidaridad con las víctimas de cualquier forma de barbarie, y quede reiterado nuestro ferviente deseo de pacificación y normalización de la vida en Euskadi. Pero la política siempre requiere elevadas dosis de realismo y reflexión conjunta, especialmente cuando una plural ciudadanía ha de compartir un futuro común que resulte democrático, armónico y compatible con la diversidad y complejidad de la sociedad vasca.
Tras la tramitación por la vía de urgencia en el Congreso de los Diputados del Nuevo Estatuto para la Comunidad de Euskadi, el Lehendakari Ibarretxe decidió adelantar la cita con las urnas en tres semanas. Simplemente el ciclo legislativo estaba casi concluido (excepto las ultimadas Leyes del Suelo y de Igualdad para hombres y mujeres), y el proyecto de Nuevo Estatuto debía ser valorado en las urnas por la ciudadanía de la Comunidad Autónoma Vasca para dictaminar su apoyo social, que será determinante de su futuro en las negociaciones que, en un sentido u otro, se avistan por el horizonte.
El electorado vasco es relativamente estable, con dos únicas variantes de relieve en las últimas décadas. Por una parte, la variación en vasos comunicantes entre el PP y el PSOE del voto ‘españolista’ o constitucionalista, según quién gobierne en Madrid. La segunda incógnita es el fluctuante voto de Batasuna, en función de que pueda o no presentarse, así como de las instrucciones que dirijan a su base electoral, que existe en una dimensión cada vez más difícil de evaluar por las votaciones en blanco de las últimas convocatorias electorales.
Ambas variables, subida del PSOE a costa del PP y el efecto directo o inducido de Batasuna, son las que dificultan pronosticar el reparto final de escaños en el Parlamento Vasco. La mayor incertidumbre actual reside en la presencia directa o no de Batasuna. Su queja, ante el PNV, por el adelanto de 21 días es simplemente demagógico, porque todos sabemos que llega el calendario de las autonómicas y que este mínimo anticipo deriva más del trámite sumarísimo sufrido por el Nuevo Estatuto en Madrid, por decisión del PSOE y del PP, que por preferencia del tripartito vasco.
Los principales partidos políticos mantienen unas expectativas bastantes predecibles. PNV acude en decidida coalición con EA, bajo la figura de Ibarretxe y con el programa electoral más nítido que nunca. EAJ-PNV se ha movido históricamente entre 30 y 33 parlamentarios, olvidando los 25 de las primeras elecciones de 1980 con el CDS y contabilizando la suma con EA tras su secesión de 1986. Actualmente dispone de 33 parlamentarios, 26 de EAJ-PNV más 7 de EA. Cuenta con optimistas perspectivas sólo limitadas por su ya altísimo porcentaje en Bizkaia y Gipuzkoa, con el 43,7% y el 44,7% de un electorado con ocho opciones posibles (incluidos los partidos Aralar y UA). En Araba, la coalición PNV-EA con el 33,8% del electorado fue la de mayor representación en 2001, pero la nada proporcional cuota de 25 parlamentarios por territorio no favorece a la coalición para rozar o superar la mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria-Gasteiz. Además, al igual que la coalición con EA ha sido designada como estratégica por Josu Jon Imaz, también el Lehendakari parece apreciar la participación de Ezker Batua (Izquierda Unida) como un elemento transversal de continuidad, aunque existan otras posibilidades como algún parlamentario de Aralar que pudiera completar un tripartito exclusivamente nacionalista (PNV-EA-Aralar).
PSOE y PP intercambiarán posiciones, porque su techo de 19 representantes del PP fue una excepción que produjo la polarización de Aznar, Oreja… y Redondo. El PP volverá a su intervalo entre 2 y 16, incluida la facción de Unidad Alavesa (UA), con una insumisa parlamentaria. El PSOE con 13 escaños actuales, mantuvo 19 parlamentarios en 1984 y 1988, pero desde entonces oscila entre 12 y 16 parlamentarios, y ello a pesar de su proceso de fusión con parte de Euskadiko Ezkerra en 1992. IU-EB, tras su creación desde el PCE, ha variado entre 6 y 2 representantes en 1994 y 1998, por lo podrá mantener o quizá mejorar sus 3 presentes parlamentarios.
La gran cuestión es lo que sucederá con los 7 escaños de Batasuna. Está en la cuerda floja su visibilidad pública institucional, que no sus potenciales votantes excluidos por la Ley de Partidos Políticos de 2002. Sería deseable su participación, y mejor aún que fuese por el ocaso final de ETA, que afortunadamente no ha causado víctimas mortales desde el 30 de mayo de 2003 cuando asesinó con una bomba lapa a dos policías en Sangüesa. Paradójicamente, sus postreras demostraciones de “capacidad o de fuerza”, como las recientes bombas en Getxo, Denia y en Madrid, podrían estar jalonando su final no anunciado.
Algunos entienden que existen posibilidades ciertas de una tregua definitiva de ETA en estas semanas inmediatas. La rapidez, y la sorpresa como con el voto partido del 30 de diciembre, empieza a ser el último recurso de una Batasuna cada vez más encerrada (en varios sentidos del término). También cabría, pero es sumamente dudoso por no decir imposible, que Batasuna se desmarcase de ETA, pero eso en Euskadi prácticamente nadie se lo cree. Asimismo podría ser que, manteniéndose la inacabable amenaza etarra, Batasuna presentase unas “listas limpias”, lo que sería técnicamente mucho más factible que en elecciones locales y forales, por tratarse únicamente de tres candidaturas, una por cada territorio histórico.
Incluso con escapatorias de dobles listas, una más ‘contaminada’ y otra ‘pulcra’ que podría superar la acción fiscal, cualquier opción que no implique el cese de ETA (o la desvinculación de Batasuna) es azarosa para el porvenir político de Batasuna. Ha de superar una inercia de décadas y, aunque disponga de “listas presentables”, podría encontrarse únicamente con sólo 2 o 4 parlamentarios si ETA persiste. En 2001, tras la ruptura de la tregua de ETA, la representación de Batasuna se redujo de 14 a 7 parlamentarios justamente por la gran movilización del electorado que no se abstuvo, cuando Herri Batasuna se había movido siempre con un intervalo entre 11 y 14 escaños.
Todas las estrategias posibles de Batasuna entrañan serios inconvenientes para su continuidad: Plantear nuevamente el voto en blanco para contabilizar los nulos y sus “hipotéticos parlamentarios”, es demasiado reiterativo y puede desviar votos hacia alternativas más pragmáticas, sin que lo detecte el control de voto depositado. Predicar la abstención para contener la fuga de votos, refutaría su historia anterior, obstaculizaría el cálculo de su presencia social y podría hastiar a su último reducto electoral.
ETA debe desarmarse irrevocablemente. Primeramente por razones morales válidas desde siempre y por la degradación ética que supone su existencia. Además, y es un argumento menor pero al que podrían ser más sensibles sus simpatizantes, porque el canibalismo político de ETA –que tanto daño ha causado al nacionalismo vasco democrático- está aniquilando también a su única opción partidista, Batasuna. Máxime cuando concurren otras circunstancias históricas, como la presencia incipiente de Aralar o el liderazgo reforzado de Ibarretxe tras la gestión de una nueva iniciativa política de calado, con un recorrido futuro innegable aunque difícil de predecir en plazos y en resultados.
Batasuna no ha sabido medir ni siquiera el hartazgo de “su” electorado, cuyos votos –como todos- tienen fecha de caducidad y un máximo de 4 años. Sólo un final inmediato y definitivo de ETA, sin dilación, trampa ni cartón, podría aliviar el negro futuro político que espera a Batasuna. Y lo que es mucho más relevante, sólo la desaparición de ETA aliviaría el inmenso dolor generalizado de toda la ciudadanía vasca que lleva décadas reclamando y exigiendo la paz.
Cambiantes cuestiones
"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas". |
Mario Benedetti |
Muerte al inteligente
En EE.UU. parece reeditarse el exabrupto de Millán-Astray frente a Unamuno: ¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!
El condenado a muerte, Daryl R. Atkins, evitó la inyección letal hace tres años porque su sentencia quedó suspendida por el Tribunal Supremo norteamericano al establecer la prohibición de ejecutar a reclusos cuyo coeficiente intelectual (CI) corresponda a la categoría de retrasado mental. Su célebre dictamen estableció que la ejecución de “retrasados” es inconstitucional, porque atenta contra la Octava Enmienda, que prohíbe los "castigos crueles" (sic). No se pronunciaron sobre la crueldad de la ejecución de los “normales”. Al menos, se creó una jurisprudencia de salvaguarda para “los deficientes” en esta extraña democracia que mantiene la pena de muerte en algunos Estados.
En 1998 Atkins sólo obtuvo un cociente intelectual de 59, siendo el promedio de la población 100 y estando fijado en 70 el umbral del retraso mental en el Estado de Virginia. Daryl, a quien en sus 27 años de existencia ni su familia, ni la educación recibida, ni el Estado lograron desarrollar su inteligencia, ahora parece que se ha “espabilado” por el trato con sus abogados para luchar por su vida. En su última evaluación ha alcanzado –desgraciadamente- un CI de 76. Haber llegado a ser “tonto estadístico”, pero no “retrasado”, le puede llevar finalmente a ser “matado legalmente” según el inhumano sistema judicial virginiano.
El psiquiatra forense encargado del caso, Evan S. Nelson, declaró el pasado noviembre que el convicto "Atkins recibió más estímulo intelectual en la prisión que durante toda su infancia y adolescencia, incluyendo las capacidades académicas teóricamente obligatorias de lectura y escritura, así como la competencia para aprender conceptos legales abstractos en su comunicación con los profesionales del Derecho que le defendieron”.
El disparate legal es inconmensurable: Establece una retroactividad para quien era un manifiesto “deficiente mental” cuando cometió su crimen. Se le condena a morir,… o a no progresar jamás en su vida, a pesar de haberse demostrado que podía hacerlo y que nadie se preocupó de él antes de iniciar su carrera criminal. Resulta bochornoso para todo el autodenominado “Primer Mundo” que, en el supuesto país líder mundial, las insuficiencias e ineficiencias de todo el gigantesco sistema social, en su escala familiar, educativa, sanitaria y de seguridad, la paga una víctima, que a su vez causó otra muerte aún más inocente.
El condenado a muerte, Daryl R. Atkins, evitó la inyección letal hace tres años porque su sentencia quedó suspendida por el Tribunal Supremo norteamericano al establecer la prohibición de ejecutar a reclusos cuyo coeficiente intelectual (CI) corresponda a la categoría de retrasado mental. Su célebre dictamen estableció que la ejecución de “retrasados” es inconstitucional, porque atenta contra la Octava Enmienda, que prohíbe los "castigos crueles" (sic). No se pronunciaron sobre la crueldad de la ejecución de los “normales”. Al menos, se creó una jurisprudencia de salvaguarda para “los deficientes” en esta extraña democracia que mantiene la pena de muerte en algunos Estados.
En 1998 Atkins sólo obtuvo un cociente intelectual de 59, siendo el promedio de la población 100 y estando fijado en 70 el umbral del retraso mental en el Estado de Virginia. Daryl, a quien en sus 27 años de existencia ni su familia, ni la educación recibida, ni el Estado lograron desarrollar su inteligencia, ahora parece que se ha “espabilado” por el trato con sus abogados para luchar por su vida. En su última evaluación ha alcanzado –desgraciadamente- un CI de 76. Haber llegado a ser “tonto estadístico”, pero no “retrasado”, le puede llevar finalmente a ser “matado legalmente” según el inhumano sistema judicial virginiano.
El psiquiatra forense encargado del caso, Evan S. Nelson, declaró el pasado noviembre que el convicto "Atkins recibió más estímulo intelectual en la prisión que durante toda su infancia y adolescencia, incluyendo las capacidades académicas teóricamente obligatorias de lectura y escritura, así como la competencia para aprender conceptos legales abstractos en su comunicación con los profesionales del Derecho que le defendieron”.
El disparate legal es inconmensurable: Establece una retroactividad para quien era un manifiesto “deficiente mental” cuando cometió su crimen. Se le condena a morir,… o a no progresar jamás en su vida, a pesar de haberse demostrado que podía hacerlo y que nadie se preocupó de él antes de iniciar su carrera criminal. Resulta bochornoso para todo el autodenominado “Primer Mundo” que, en el supuesto país líder mundial, las insuficiencias e ineficiencias de todo el gigantesco sistema social, en su escala familiar, educativa, sanitaria y de seguridad, la paga una víctima, que a su vez causó otra muerte aún más inocente.
Gran patrimonio
"Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ése era todo su patrimonio". |
Rafael Sabatini (1875-1950)Scaramouche. |
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