Con-vencedores y con-vencidos

Algunos prefieren ser vencedores con - vencidos. Muchos preferimos que todos pasemos de vencidos en la violencia a convencidos en la paz.

Es eterno el tema de vencedores y vencidos. La ley del universo y de la historia es contundente: ¡Ay de los vencidos! Pero los vencedores más célebres parece que se sorprendieron de lo significa vencer sin convencer. Napoleón señaló: “Lo que más me extraña de este mundo es la impotencia de la fuerza. De los dos poderes, fuerza e inteligencia, a la larga el sable siempre es vencido por el espíritu” o “Un gobierno que sólo se sostiene en las bayonetas es un gobierno vencido”. Su gran adversario, el Duque de Wellington, también opinaba que “Únicamente una batalla perdida puede ser más triste que una batalla vencida”.

Más recientemente otros han hablado de vencedores y vencidos. Pinochet se delató cuando declaró: “Aquí no hay ni vencedores ni vencidos, pero sepan estos últimos”... Más cercanamente, Fraga Iribarne declaró: “La victoria en la guerra sólo se consigue cuando se hace ganar también a los vencidos”,… en la etapa de la transición. El mismo Juan Carlos I recordaba que “No quería, a ningún precio, que los vencedores de la guerra civil fueran los vencidos de la democracia”. Pero la mejor cita es la de un clásico (Lucano): “¡Tan miserable es salir vencedor en una guerra civil!”.

La humanidad no ha conocido hasta la fecha sino una historia de odio, donde no cabían más que dos héroes: Hamlet, el impotente, y Macbeth, el vencedor. Y ambos son atormentados por espectros. Con ese maniqueo esquema bipolar, de buenos y malos, de vencedores y vencidos,… hemos crecido. Los filósofos lo mitigaron, pero no lo superaron. Nietzsche sugirió “También los vencedores son vencidos por la victoria”, o Maquiavelo creyó “Los pueblos sométense voluntariamente al imperio de quien trata a los vencidos, no como enemigos, sino como hermanos”.

Son insuficientes consejos como éstos, porque suponen que debe haber vencidos: “Con la misma mano con que vence, protege a los vencidos. El vencedor siempre honra al que ha vencido. Es perdonar al vencido, el triunfo de la victoria. La mayor satisfacción del vencedor consiste en perdonar al vencido. La paz es conveniente al vencedor y necesaria al vencido”. Ya no queremos victorias, ni victorias ni victoriosos que impliquen vencidos. La concordia crea invencibles, invencibles convencidos y sin vencidos. Quien domina por la fuerza no ha vencido a su enemigo. Preferimos el amor, en cuyas contiendas es indiferente vencer o ser vencido, porque siempre se gana.

Quizá, en ocasiones, la vida nos vence, y el sentimiento de vencidos se mantiene. Pero no es vencido sino quien creer serlo. Ya no aspiramos a ser vencedores de otros, sino de nosotros mismos como Buda predica: “vencedor es quien se vence a sí mismo”. Sin necesidad de que nos enfrentemos los unos con los otros, la vida nos somete a una escuela de adversidad, frente a la desigualdad, frente a la enfermedad, frente a la muerte. La naturaleza humana nos orienta hacia la solidaridad con las víctimas, con quienes generosamente no buscan revancha sino el fin del infortunio para todos.

El concepto vencer es propio del caduco lenguaje militar: en una civilización madura el gran verbo es convencer. En la guerra, sea quien sea el que se pueda llamar vencedor, no hay ganador, sólo perdedores, sólo hay vencidos; en la paz, todos somos ganadores y vencedores de nosotros mismos. Una sana democracia no acoge vencedores y vencidos, sino que sólo caben convencedores y convencidos. Pidamos a nuestros dirigentes que se transmuten, yVersión .DOC para imprimir convirtámonos cada uno de nosotors, en vendedores de paz ante nuestros convecinos.

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Re-solución vasca

Al final todos hemos entendido que primero es la paz y después la política. Sólo falta que también deduzcamos que el interés partidista viene detrás de la convivencia democrática en una sociedad plural.

Batasuna se enorgullece de que cuando ellos lo entendieron (el 14 de noviembre de 2004 en Anoeta y proclamaron su compromiso de usar vías "exclusivamente políticas y democráticas"), lo entendieron todos. Aunque no es mérito alguno ser el último de la clase (política) en comprender el problema, sí es motivo de satisfacción para todos y un hito histórico que, al final, la esencia de la cuestión sea indiscutible.

ETA sobraba y estorbaba, como decíamos casi todos antes y ahora absolutamente todos. ETA desperdició, una vez más, la penúltima tregua que ofreció en septiembre de 1998, poco después de aquel viernes santo (10-4-98), fecha en la que pudo sincronizar con el IRA el cese definitivo de la violencia política en Europa.

11 +11 =22. Después vendrían los trágicos 11-S de 2001 y el 11-M de 2004, que resaltaban hasta el infinito la aberración ética y política de la violencia, incluso ante las conciencias más aletargadas o ideologizadas. Aquello, de impacto en el panorama internacional, provocó este feliz 22-M de 2006, cuando se comunicó el alto el fuego permanente.

El fin del latrocinio. Se ponía final a un insufrible robo de vidas humanas, de familias rotas, de personas mutiladas, y de daños personales irreparables. Pero el rapto había sido inconmensurable en otros aspectos también decisivos: la violencia nos había hurtado una inmensidad de recursos humanos y materiales, de tiempo de reflexión, de espacios de debate, de incalculables frutos de una convivencia abierta y dialogante que no disfrutamos.

De la regresión hacia el progreso. Ahora se abre una etapa acelerada de reconversión de enfrentamientos en sinergias, y de escoltas en educadores. Confiamos que nuestros hijos puedan olvidar y que todos vivamos una fase de relanzamiento de una sociedad puntera que cierra una profunda herida, y que pone a la política en su lugar propio, pero no en el centro de toda nuestra existencia como ciudadanos.

De la alta política a la gestión política. Queremos que se traten y resuelvan, con políticas sectoriales, nuestros problemas cercanos y que nos afectan a todos (educación, sanidad, pensiones, vivienda, economía,…), y de ahí se derivará la necesidad de revisar periódicamente los marcos políticos o administrativos.

Participación política por las urnas. Estamos hartos de tanta manifestación histórica… cada semana. Las manifestaciones que queden para las grandes ocasiones. Nos sobran muchos de esos compulsivos convocadores de desfiles callejeros cada sábado. Nos reservamos el voto, que es lo que cuenta, para el intenso calendario electoral que se avecina en 2007-2008-2009, y para alguna consulta popular final bien pergeñada.

Panorama partidista simplificado. El cóctel político vasco se va remansando, y se encaminan mejor aquellas formaciones que buscan el voto sereno, en las convocatorias electorales previstas o en una consulta popular final prevista para un nuevo Estatuto o Estatus político. Probablemente se reordenará el escenario de partidos, desapareciendo rarezas coyunturales (como EHAK) y la desproporcionada representación de algunos partidos testimoniales (como EA, EB o Aralar).

La definitiva solución del problema vasco está cada día más cerca… porque es firme, unánime e imparable nuestra resolución de buscarla, acordarla y construirla sobre cimientos de paz.
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