Somos simios: amé-monos

Esforcémonos en ampliar el monopolio de la monomanía monótona del monólogo de monos sin pelo que sólo piensan en sí mismos.

El “Proyecto Gran Simio” (PGS o Great Ape Project) fue definido en 1993 por etólogos y filósofos. Proclamó una Declaración de los Grandes Simios Antropoideos, un ambicioso texto inspirado en la Declaración universal de los derechos del animal que la UNESCO aprobó en 1977 y fue ratificada en la ONU.

Coloquialmente la evolución se ha descrito como el nacimiento de la especie humana cuando un grupo de monos bípedos se volvió envanecido y consideró que comer carne era lo más adecuado para sobrevivir. Aunque todavía queden creacionistas que niegan a nuestros antepasados, todos los científicos saben que procedemos del mono.

Los monos que hemos “humanizado” en los zoológicos imitan nuestras modas y la malicia es su pasión dominante. Pero esos monos se burlan de nosotros y emulando nuestros gestos -sobre todo los más escabrosos- quieren recordarnos que sólo somos monos desnaturalizados que aunque nos vistamos de seda, monos quedamos. Seguramente los primates son tan inteligentes que no hablan como nosotros para evitar que les hagamos trabajar, aplicándoles deberes antes que derechos.

Alentar un proyecto, cuyo loable objetivo es promover la igualdad más allá de la Humanidad, parece algo tan futurista como meritorio. Pero el presente pasa por una premisa que aún no hemos alcanzado: Apreciarnos y respetarnos los homínidos más semejantes, que somos todos los seres humanos sin importar credo, color o pasaporte. Mientras tanto es imaginable suponer que los simios prefieran no ser confundidos con los humanos.
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Acertijo infantil

Una habilidad que perdimos al crecer, pero que podemos recuperar reflexionando sobre qué es más importante.

A varias clases de Educación Primaria, con alumnos de seis años, se les preguntó: "¿En qué dirección viaja el autobús del dibujo?" Todos ellos, en grupos o por separado, pronto respondieron acertadamente. A su edad, el grado de abstracción de su inteligencia puede llevarles a pensar que la Luna está más cerca que China, porque la Luna se puede ver. Pero, esa misma ingenuidad les permite resolver instantáneamente esta adivinanza.

Los adultos dudamos cuando tratamos de averiguar la solución, aunque sólo caben dos únicas posibles respuestas, que son hacia la izquierda o hacia la derecha. Vale la pena dedicar tres minutos para saber si la edad nos ha cegado. ¿Lo adivinamos? En caso afirmativo, enhorabuena, todavía disponemos de esa inigualable lucidez infantil.

Todos los escolares contestaron que viaja hacia la izquierda el autobús, porque no se ven sus puertas de entrada. La inteligencia infantil, así como las mentes entrenadas para mantener esa clarividencia, analizan tanto lo que se observa como lo falta en un cuadro o en una situación. Definitivamente, casi siempre lo más revelador no es lo que se ve, sino lo que se oculta.Versión .DOC para  imprimir


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Si sabes leer, y lees, todo es posible.

Enseñar a leer, tal será el solo y verdadero fin de una educación bien entendida. Que el lector sepa leer, y todo se salvará.

Detener el tráfico peligroso

Tras un largo recorrido en coche se sugiere una fórmula que frenaría las altas velocidades en las autopistas.

Viniendo desde el Mediterráneo al Cantábrico, hemos observado algo habitual para cualquier viajero de largo recorrido. Un lujoso deportivo nos ha adelantado arriesgadamente a una velocidad superior a 180 km/h. A esa velocidad en medio de La Mancha muchos automovilistas hemos sido testigos de su temeridad. Al cabo de un rato, le hemos visto detenido en el arcén siendo multado (según las tarifas actuales con 200€ si le han medido hasta 186 km/h y sólo 140€ si iba a menos de 163 km/h). Pocos minutos después y apenas unos kilómetros más adelante, nos ha vuelto a pasar a todos a la misma imprudente velocidad.

Para algunos irresponsables pagar unos euros no es suficiente penalización (quizá lo sea la futura pérdida de puntos). Pero si junto a la multa se le impusiese una inmovilización temporal de dos o cuatro horas (con un control por GPS de obligada devolución en una delegación de tráfico), con un llamativo cono en el techo que indicase tal correctivo, seguro que muchos se lo pensarían mejor cuando tratan de ganar unos minutos en una carrera que pone en peligro sus (y nuestras) vidas. Sería una sanción ejemplarizante para recordar que la prisa conductora causa miles de muertos y heridos. Versión .DOC para imprimir



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