El Beirut de Picasso


Picasso expresó en negros entintados sobre un sepulcral blanco el horror de la guerra, como la que hoy desgarra Beirut.

Picasso convirtió cada trazo del Gernika en un símbolo antibelicista. Su lienzo cubista proyecta una tragedia violenta y devastadora. El empedrado de una calle desolada, y a la luz de un bombilla que las bombas han respetado, una escena terrible propia de cualquier guerra. Un ser humano troceado, con los ojos abiertos y la mano crispada de indignación, que coge con el puño del otro brazo seccionado una espada rota, de donde nace una flor. Un caballo con el vientre atravesado por una lanza. Un toro observa, removiendo la cola, a una mujer que llora la muerte de su hijo. Otra mujer desesperada sale por la ventana iluminada por un quinqué; una tercera mujer se arrastra, y huye mirando los aviones asesinos. La cuarta mujer clama al cielo con los brazos levantados ante su casa en llamas. Todos gritan de sufrimiento, incluso los animales.

No desaparece la fórmula bélica de hacer política con el masivo exterminio de civiles. Así lo atestiguan Gernika, Londres, Varsovia, Dresden, Hiroshima, Nagasaki, Hanoi, Bagdad,... Quienes han sufrido un genocidio de la magnitud del “holocausto judío”, un “Coventry” o el “ataque a New York", debieran ser los primeros en comprenderlo. Israel, Reino Unido y Estados Unidos deben unirse al resto de la ONU para aplicar un inmediato alto el fuego en el Líbano.
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La cita del día

"No hay más que una cosa necesaria: las personas a las que somos necesarias".

Paul Claudel
(Poeta, dramaturgo y diplomático francés, 1868-1955)


[Puede releerse el artículo "Necesitar, desear, intentar, obtener y merecer ", del pasado 6 de febrero.]

Charlas veraniegas

Las vacaciones permiten encuentros entrañables donde compartir vivencias ajenas, oír otras opiniones y percibir distintas visiones.

Dos agudas observaciones de Claudia, una joven maestra murciana con alguna experiencia docente en sustituciones. La primera es relativa al mundo laboral, que le parece desorganizado y mal diseñado, se supone que comparado con el ámbito universitario donde todo está programado y el alumnado sabe exactamente lo que le espera en el curso siguiente tras acabar el verano.

La segunda escuchada en boca de uno de sus alumnos de 6 años, cuando preparaban ideas para construir un mundo mejor. Un niño señaló que "habría que inventar una máquina para... matar inmigrantes". Desolador, pero verídico.

Todo ello sugiere algunas reflexiones, que dejamos a la imaginación y al buen criterio del lector.

No hay nada más divertido que ser joven

Dime cómo te diviertes y te diré quién eres.

Sucedió por segunda vez y ello significaba algo más que una casualidad. Primero me contaron lo que había dicho un alumno a su profesor: “Profe, esta asignatura no me divierte”. Luego fue en la piscina. Tras llamar la atención a unos jóvenes veinteañeros por jugar a fútbol en el césped, lo que estaba expresamente prohibido en carteles por doquier, se enfadaron y concluyeron proclamando a voces: “Ahora, ¿cómo nos divertimos?”.

En ambos casos fue así mismo, sin acritud ni mala fe, tal cual. Sólo fruto de una simpleza absoluta, labrada tras años de, aparentemente, ser divertidos por padres, profesores y adultos en general. Ello les había conducido a la creencia de que todo el mundo está aquí sólo para hacerles feliz. Sólo les resta divertirse o quejarse del incumplimiento del edicto universal de felicidad a favor de sí mismos.

Es para preguntarse: ¿Qué les hemos enseñado a parte de la actual juventud? ¿Que el mundo fue creado, con todas las personas, sólo para proporcionarles diversión,… mientras son jóvenes? ¿Qué su único deber es divertirse, mientras la obligación de los adultos es facilitarles la diversión no recíproca? El resultado final es que quienes sólo aspiran a divertirse terminan aburriéndose,… de tanto divertirse.

Trabajo y diversión no están reñidos en absoluto, sino todo lo contrario: Forman una pareja perfecta. La mejor diversión se alcanza tras un trabajo bien hecho. Cuando se descubre el valor del trabajo se prueba que siendo necesario trabajar, trabajar puede ser menos tedioso que divertirse. En todo caso, divertirse y trabajar son necesarios para alcanzar un destino propio, forjarse una identidad personal y apreciar la vida como una aventura en la que sonreír resulta infalible.
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Gentes del verano

El verano es tiempo de estar entre la gente.

Las vacaciones permiten ver nuevas gentes. Abundan y se hacen ver algunas personas mal educadas, peor aún, sin la menor educación, ni un mínimo deseo de educarse. Gritan, molestan y no aceptan la menor recriminación, lo que constituye un preocupante síntoma social indicativo de que ya nadie corrige, de que pasamos casi todos y que quien no abandona la utopía de enseñar modales es un raro espécimen.

Olvidando a esas gentes maleducadas, que no son sino caricaturas de sí mismas, el estío también es fuente donde nacen otros fascinantes seres animados, que tienen de vida un mes. Entre libélulas y mariposas, florecen algunas personas maravillosas. Son gentes que conocemos, alegres y despreocupadas, hasta que el síndrome de vuelta al trabajo y a la rutina les comienza a apagar.

Así siempre es el verano: movido, familiar, cálido, lúdico, delicioso, intenso, distinto, positivo,… entre gentes de aquí y de allá, entre gentes que se sienten más libres y menos solas.
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Políticos en la mesa

Están de moda las mesas políticas, y quiénes han de sentarse. Recuerdan un problema clásico de computación propuesto por Edsger Dijkstra

La pacificación en Euskadi ha abierto un debate sobre la conveniencia de una o dos mesas de negociación, entre quiénes y con qué objetivo. A quienes estudiamos informática nos ha rememorado, tanto por su enunciado como por su posible solución (aplicable en política) a un tema básico que se relata con una alegoría: filósofos cenando espaguetis.

La metáfora se formuló para representar el conflicto de la sincronización de procesos en un sistema operativo. Describe a varios filósofos sentados a una mesa redonda para cenar. Cada filósofo tiene su plato de espaguetis y un tenedor. Pero para comer los espaguetis son necesarios dos tenedores. Sólo puede comer un filósofo si toma su tenedor (a la izquierda) y el de la derecha de su colega, pero dejando a éste en ayunas.

Lo peor que puede suceder es que cada uno alcance únicamente “su” tenedor, y que todos se queden esperando que alguien libere el tenedor que les falta. En informática este bloqueo mutuo se denomina traba mortal (deadlock), y puede colapsar un microprocesador si no se previene.

Las soluciones técnicas son múltiples. Comer por turno cíclico, o en varios turnos,… pero lo mejor es un portero de comedor. Se trata de un modesto sirviente que indica a los filósofos que abandonen la mesa cuando no tengan hambre y que no regresen hasta que vuelvan a sentirla. Su misión es simple: limitar los comensales a menos que los tenedores, para que coman por rondas sin esperar al último,… y quedarse todos sin cenar.

La normalización vasca es una tarea compleja, más que comer espaguetis. Los agentes políticos necesitan mano izquierda, además de la mano diestra, para manejarla. Esperar que el último partido quiera colaborar quizá sea perder una oportunidad histórica. Mejor que los más dispuestos vayan rumiando el conflicto poco a poco, que al final ya nos aprovechará a todos.
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Hoy, una cita


“Los libros hacen libres a quienes los quieren”.
Vicente Espinel, poeta español del siglo XVII.