Un ballenero vasco del Siglo XVII
El Aita Guria puede visitarse en Bermeo. Reservas: Tel.94 617 91 54; correo electrónico: aitaguria@bermeo.org WEB: www.aitaguria.bermeo.org
Getxo: Las viviendas más caras del Estado tras Donostia 2007
Sombreros para pensar mejor (Edward De Bono)
Sombrero rojo (emocional). Simboliza la perspectiva de la intuición y la emoción para tratar de comprender cómo será la reacción y opinión subjetiva desde fuera del conocimiento o razonamiento del problema.
Sombrero negro (crítico). Insta a plantearse los aspectos negativos de una decisión, y a observarla con cautela y defensivamente. Trata de buscar las pegas, puntos débiles y riesgos para poder eliminarlos o preparar planes de contingencia.
Sombrero verde (creativo). El color de este sombrero pretende impulsar la perspectiva de la creatividad y el pensamiento paralelo y libre de restricciones para plantear una búsqueda de soluciones a los problemas.
Steve Jobs: Tecnólogo y filósofo
Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo — las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso — se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir al corazón...
... La Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Ahora mismo lo nuevo sois vosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, os iréis convirtiendo en lo viejo, y seréis apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto.Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otro. No os dejéis atrapar por el dogma — que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.
¿Y por qué no?
En una reciente conferencia organizada por EITB (Euskal Irrati Telebista) en el Museo Guggenheim Bilbao, el prestigioso Edward de Bono, especialista mundial en creatividad, ante un selecto auditorio concluía con este agudo mensaje de colofón: “Habitualmente existen tres etapas intelectuales en el ser humano: De 0 a 5 años, la edad del ¿por qué?; de 5 a 11 años, la fase del ¿por qué no?; y desde los 11 años en adelante, la época de porque (es así, siempre ha sido así,…)”.
Muy descriptivo y exacto. Todo padre, madre o docente reconoce perfectamente las tres etapas. En la primera infancia, nada parece imposible, todo se quiere conocer y se cree que es posible entenderlo todo. Pronto aparecen los primeros límites, y los niños se preguntan por qué no son factibles determinadas metas. Luego, antes de entrar en la adolescencia, ya parece que todo ha sido definitivo de modo inmutable y para siempre… Pero NO es así…
Conocer gradualmente el porqué de lo que nos rodea, implica advertir las dificultades e, incluso, sopesar los efectos indeseables de algunos desiderata. Sin embargo, sería conveniente proseguir con las preguntas de por qué y por qué no, porque sólo así avanza la historia de la humanidad. Preocupémonos por que la creatividad de la infancia sea mantenida y fructifique en la superación de los problemas antiguos y crónicos, a fin de alcanzar la paz, la justicia, la solidaridad,… Como señaló Bernard Show: “Algunos ven las cosas como son y se preguntan ¿por qué? Yo sueño cosas que nunca fueron y me pregunto: ¿Por qué no?”.
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Aprendiendo con Edward de Bono
La tercera facultad humana
Los seres humanos somos complejos y ambiciosos. Ansiamos mucho de una corta vida. Quizá, porque sabemos que estamos dotados de varios y poderosos talentos. El primero es la capacidad de pensar, potencia de la estamos especialmente orgullosos. Somos animales “racionales”, porque estamos dotados de inteligencia. Es algo único en la naturaleza y ha permitido a la especie humana un desarrollo sin parangón.
La segunda aptitud es igualmente exclusiva: la fuerza de amar. El afecto, la amistad, la ternura, la pasión nos convierte en gigantes espirituales, en seres que desean amar y ser amados, un exclusivo don místico que nos proyecta por encima de lo físico y de lo material, que recrea nuestras vidas y nos alza hacia el cielo.
El corto y reciente tramo feliz de la Historia de la Humanidad arranca cuando la Razón comienza a imperar en la ciencia, en la filosofía y en la política. Incluso, siendo optimistas, podríamos llegar a creer que vislumbramos una nueva etapa histórica de fraternidad, de solidaridad y de justicia si el Amor estuviese presente en todos nuestros objetivos y actos.
Existe una tercera potestad inigualable. Quizá crecientemente olvidada en nuestra vanidosa civilización, especialmente en las clases sociales más frívolas, seguramente por quiénes son sus mejores intérpretes. Esta potencia humana nos dota de una dimensión inigualable, proyectando nuestra existencia más allá del tiempo y del espacio. Este máximo poder que nos asegura la continuidad, la ubicuidad y la eternidad es… la maternidad o la paternidad, en todas sus formas, incluida la docencia, que crean y transmiten a nuestros descendientes todo nuestro legado genético, educativo y cultural para su perpetuación y perfección.
Según Víctor Hugo, cada uno de nosotros posee en sí tres centros para cumplir su función terrenal: el cerebro, el corazón y el vientre. Cada uno de estos centros es augusto para una gran función: pensamiento, amor y concepción. Son tres poderes con muchas semejantes: son dolorosos inicialmente, cuesta aprender, amar y procrear; infinitamente gozosos cuando se descubre la alegría que encierran; y son irreversibles porque marcan nuestro destino definitivo. Sólo con el desarrollo de estas tres posibilidades, al máximo posible, humanizaremos nuestra realidad y nuestro futuro.
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