Por herencia familiar siempre he creído en las esencias vascas, de jugadores nacidos o criados en Euskadi, y en aquella maldición de que a los demás equipos, “el diablo los llenó de extranjeros”. Pero, mi trabajo de educador, en Bizkaia, me ha obligado a reconsiderar esta posición.
En nuestra labor docente de interculturalidad con alumnados y colectivos de tantos países, hemos dispuesto de un argumento menos que nuestros colegas guipuzcoanos o alaveses. Ellos han recurrido a futbolistas extranjeros, como Karpin, como personajes referenciales en pro de una integración plena en nuestra sociedad vasca.
En el título, he empleado deliberadamente el término inmigrantes y no extranjeros, porque un recién llegado puede dejar de ser foráneo si así lo decide y porque son palabras intercambiables, sin connotación peyorativa ninguna de ellas. Seguramente los necesitamos, a todos ellos, extranjeros e inmigrantes, jugadores y niños.
En este siglo XXI de globalización y emigración, un Athletic multiétnico y plurilingüe quizá sea un referente más representativo de la actual sociedad vasca. De paso, así no tendremos que ampliar las vitrinas con trofeos… de segunda división.
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