Al comienzo mismo de la película "Adiós, pequeña, adiós", el protagonista al tiempo que nos muestra el suburbio marginal donde nació y vive, dice con voz en off: "No se elige lo que más nos define, nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestra familia". Podríamos añadir más. Tampoco escogemos todo lo que aparece en nuestro carnet de identidad: nombre, apellidos, lugar y fecha de nacimiento (es determinante la época que nos ha tocado vivir), sexo, o el rostro que ilustra el pasaporte, sin citar altura, color de ojos o las posibles minusvalías (que se detallan en muchos casos). En el fondo, la suerte pesa decisivamente. Apenas nos queda nada más que una tímida elección entre la felicidad de los sentidos y la paz del alma. Casi siempre no nos queda sino la elección del objeto de nuestras lágrimas.
Pero hemos de jugar nuestra cartas. Sí podemos elegir qué hacemos con nuestras circunstancias. Podemos esforzarnos, podemos estudiar, podemos trabajar, podemos superar nuestras limitaciones. Sólo hay perfección donde hay elección.
Pero hemos de jugar nuestra cartas. Sí podemos elegir qué hacemos con nuestras circunstancias. Podemos esforzarnos, podemos estudiar, podemos trabajar, podemos superar nuestras limitaciones. Sólo hay perfección donde hay elección.