La edad suele dificultar la vista de cerca, pero permite ver lo lejano.Hacen falta años para comprender que la sabiduría de la vida se aprende con el tiempo, con la experiencia y con el esfuerzo. La conciencia que el saber popular atribuye a las canas, igualmente podría hoy otorgarse a las gafas de “vista cansada” propias de las personas mayores. Actualmente, la ciencia comienza a comprender, con teorías como la de la
neuroplasticidad, que el cerebro puede mejorar con la edad. Parece demostrado que la actividad neuronal moldea la mente.
Así, por su trabajo, los taxistas desarrollan más la memoria espacial que el resto de humanos. Y esa capacidad no menguaba, sino que se desarrollaba con la profesión. Lo mismo se ha demostrado con áreas cerebrales de músicos, personas bilingües,… Se confirma que, al igual que el ejercicio físico mantiene el cuerpo, la actividad cognitiva preserva y aumenta la inteligencia. Con la experimentación se incremente notablemente la habilidad para reconocer patrones, lo que permite abordar y anclar lo nuevo mediante referentes pasados. Esta es una forma de maestría, aparentemente intuitiva, que sólo se alcanza con grandes dosis de práctica vital.
La edad dispensa tolerancia, sencillez, sinceridad y enseña a reírse de sí mismo, comprendiendo mejor a los demás tras reconocer los errores propios. La madurez concede sensatez, juicio y enjundia. Veamos a nuestros mayores, y cuanto más mayores mejor, como los sabios del momento. Unas gafas de
presbicia son anteojos de saber y pericia.