Después de 34 años dedicado a la docencia, creo haber descubierto la fórmula para convertirnos en referentes mundiales de la Educación.
Las familias poseen un tesoro cuyo potencial desconocen. Los progenitores están dispuestos a hacer todo tipo de sacrificios por el bien de su prole, confiando en su capacidad de ser protagonistas del éxito. Saben que el entrenamiento les convertirá en líderes admirados en el mundo entero. Los medios de comunicación ayudan con información continua sobre quienes supieron alcanzar la excelencia y que son los modelos para la infancia y la juventud.
¿No parece verosímil lo expuesto? ¿Cuál es el truco para lograrlo? Bastaría convertir al estudio… en un deporte más o, mejor aún, en el deporte-emperador (por encima del deporte-rey). De entrada, cumple la definición de deporte: “Toda aquella actividad que se caracteriza por tener un requerimiento físico, estar institucionalizado, requerir competición con uno mismo o con los demás y mantener un conjunto de reglas perfectamente definidas”. El aprendizaje es muy duro física y psíquicamente, está fuertemente organizado, exige una gimnasia diaria para competir con uno mismo y con los demás en un marco muy bien reglado.
Si los mayores pusiesen el mismo empeño en la educación que en destacar en deportes, el alumnado progresaría muchísimo más rápido. Los esfuerzos de las familias se orientarían a que practiquen (el estudio) en los ratos libres de tardes, fines de de semana y verano. Toda la prensa y la televisión dedicaría más de la mitad de sus espacios a informar del avance, de quienes sobresalen, cuánto ganan,… Los hijos verían a sus padres leer todos los días sobre los héroes de este nuevo deporte y sobre sus equipos. Hasta las cadenas basura emitirían anuncios de cómo desarrollar “musculatura mental” con raros aparatos (libros y cosas así). Una ventaja colateral sería que, al unificar Educación y Deporte, algún presidente se interesaría por ello y por su selección nacional.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2009/solucion.doc
Las familias poseen un tesoro cuyo potencial desconocen. Los progenitores están dispuestos a hacer todo tipo de sacrificios por el bien de su prole, confiando en su capacidad de ser protagonistas del éxito. Saben que el entrenamiento les convertirá en líderes admirados en el mundo entero. Los medios de comunicación ayudan con información continua sobre quienes supieron alcanzar la excelencia y que son los modelos para la infancia y la juventud.
¿No parece verosímil lo expuesto? ¿Cuál es el truco para lograrlo? Bastaría convertir al estudio… en un deporte más o, mejor aún, en el deporte-emperador (por encima del deporte-rey). De entrada, cumple la definición de deporte: “Toda aquella actividad que se caracteriza por tener un requerimiento físico, estar institucionalizado, requerir competición con uno mismo o con los demás y mantener un conjunto de reglas perfectamente definidas”. El aprendizaje es muy duro física y psíquicamente, está fuertemente organizado, exige una gimnasia diaria para competir con uno mismo y con los demás en un marco muy bien reglado.
Si los mayores pusiesen el mismo empeño en la educación que en destacar en deportes, el alumnado progresaría muchísimo más rápido. Los esfuerzos de las familias se orientarían a que practiquen (el estudio) en los ratos libres de tardes, fines de de semana y verano. Toda la prensa y la televisión dedicaría más de la mitad de sus espacios a informar del avance, de quienes sobresalen, cuánto ganan,… Los hijos verían a sus padres leer todos los días sobre los héroes de este nuevo deporte y sobre sus equipos. Hasta las cadenas basura emitirían anuncios de cómo desarrollar “musculatura mental” con raros aparatos (libros y cosas así). Una ventaja colateral sería que, al unificar Educación y Deporte, algún presidente se interesaría por ello y por su selección nacional.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2009/solucion.doc