Decidme si os suena familiar. Recibes la factura de los móviles de tu familia. Sueltas una maldición contra los nuevos dioses: las operadoras de telefonía móvil. Decides darte de baja o, al menos, pedir una explicación. Llamas a tu archiconocido número de tu compañía. Sabes lo que te espera, pero insistes. Te descuelga un robot. Antes de que te llegue a preguntar a ver qué tripa se te ha roto, te suelta la consabida retahíla del anuncio promocional, justamente lo que más te interesa (es ironía) del tipo: "Si paga por adelantado tropecientos euros podrá reenviar un semanal SMS los martes y jueves que no sean capicúas a móviles de las compañías categoría 1 (que vaya usted a saber qué es)". Cuando ya te han dejado anonadado tratando de recordar de dónde vienes y qué esperas de la vida, sigue el mareo.
- "Diga usted con claridad qué desea". Aunque lo pronunciase el mismo Cervantes está programado que te acusen de farfullar, con un primer aviso: "Hable usted con precisión". Llegado a ese punto te recriminas por no haber comprado aún un robot amigo que pueda discutir con el engendro al que te enfrentas con manifiesta inferioridad. Tras obligarte a teclear varias enciclopedias, suplicar que se ponga algún humano (¡como si los hubiera!) y hartarte del diálogo de besugos entre la más elaborada "inteligencia artificial" dispuesta a torearte y tu magullado cerebro, decides darte de baja. Cuando parece que quiere entenderte, es cuando ya te has caído con todo el equipo. Redoblan sus fórmulas de oscurecimiento y distracción hasta que renuncias. Cuando a la mañana siguiente vas a algún concesionario, la cola da la vuelta a la esquina con rebaños de ingenuos dispuestos a ser esquilmados y esclavizados de por vida. La web de Canal Cliente que ofrecen es más tercermundista que la del anciano tendero del barrio. Sólo te queda cortar en cachitos la maldita tarjeta y escribir un desahogo en tu blog.