El Mindset (la mentalidad) es una teoría creada por la Dra. Carol Dweck, profesora de psicología en la Universidad de Stanford. Ella explicó en su libro «Mindset: la nueva psicología del éxito», que los seres humanos pueden tener dos tipos de mentalidades:
Fixed Mindset, mentalidad fija o, Growth Mindset, mentalidad de crecimiento.
Según Carol Dweck, existen dos tipos de mentalidades:
De acuerdo con la autora, el Mindset es una percepción (a veces inconsciente) que las personas tienen sobre sí mismas y sus capacidades. Además, en sus estudios demostró cómo el tipo de mentalidad prepara el terreno tanto para el aprendizaje como para el desempeño.
Pero ¿de qué tratan en realidad?
En pocas palabras, la gente con mentalidad fija está convencida de que la inteligencia y las habilidades son talentos naturales que no se pueden desarrollar.
Estas personas, se caracterizan por la necesidad de parecer más listos y tienden a:
evitar los retos;
darse por vencido fácilmente ante obstáculos;
visualizar el esfuerzo como algo improductivo;
ignorar las críticas, incluso las constructivas;
se sienten amenazados con el éxito de los demás.
Esta ubicación mental resulta en que los individuos abandonen rápidamente las tareas y no alcancen su potencial.
A diferencia, encontramos la mentalidad incremental del conocimiento, la cual asegura que la inteligencia y talentos sí se pueden desarrollar.
Su forma de ver el mundo y enfrentarse a situaciones se fundamenta en el esfuerzo, trabajo constante y la idea de que todo se puede aprender en las condiciones adecuadas.
El Growth Mindset conduce al deseo de aprender y a:
aceptar retos;
ser persistentes a las dificultades;
crear hábitos dirigidos al éxito;
comprender que el esfuerzo es el camino a la destreza;
tomar, positivamente, las críticas.
Si bien, estas mentalidades no son permanentes y varían dependiendo de las distintas situaciones a las que se enfrenten en la vida, cuando se interiorizan, traen resultados significativos en el desarrollo profesional y personal.
Como pudiste descubrir, el Growth Mindset es mucho más ventajoso que el Fixed Mindset.
Existe un consejo garantizado de una buena educación familiar, que además es muy fácil de utilizar por los progenitores en el seno hogareño. A los hijos se les debe facilitar todo aquello que mejore su potencialidad y sus capacidades, pero luego dejar que consigan sus objetivos por sí mismos, sin adelantárselos sin su esfuerzo personal. Expliquémoslo con casos concretos: No les compremos un coche, sino que ayudémosles a que obtengan el permiso de conducción, o no les paguemos unas vacaciones en el extranjero sino que asuman los costes de que ellos aprendan idiomas y vayan a trabajar a otros países. O sólo les ayudemos a adquirir un vehículo si lo necesitan para proseguir sus estudios o para iniciarse en un empleo.
Todas las personas valoramos las metas conseguidas en función de nuestra participación directa en su logro y del precio pagado en persona. Un bocadillo ganado duramente tras colaborar en la recolección de fruta, sabe mejor que un banquete pagado por los padres. Demos a nuestros hijos todo aquello que les haga más capaces, más preparados, más competentes, pero recordemos que si les ofrecemos sus objetivos finales sólo les convertiremos en inútiles insatisfechos que no conocerán el valor del trabajo y la alegría del esfuerzo.
Hemos de ayudar a nuestros hijos al máximo antes de la carrera de la vida, pero luego deben correr solos, y aprender que sólo se gana con el esfuerzo propio. Cuando descubren el infinito potencial de voluntad y de creatividad que atesoran, se transforman. La existencia es deseo, es coraje, es dolor, pero cualquier energía que se invierta para sacar lo mejor de uno mismo viene acompañada de alegría. Goethe dijo que una persona se conoce a sí misma no por la reflexión, sino mediante el esfuerzo. Tratemos de cumplir nuestro deber y pronto conoceremos quiénes somos. Nada grande se ha conseguido sin entusiasmo, que siempre es un éxito, porque nunca hay esfuerzos inútiles. Hasta Sísifo desarrollaba sus músculos. Enseñemos a nuestros hijos que se ama más lo que con más esfuerzo se ha conseguido.
Si hubiese que elegir la historia humana real más épica, lírica y dramática sin duda sería una con dos heroínas: Anne Sullivan y Helen Keller.
La “Historia de la Humanidad” está tejida con millones de semblanzas personales, con héroes y heroínas cotidianos cuyo esfuerzo, fe, valor y voluntad crean un universo ético de valor incalculable. Son casi infinitas las acciones y las vocaciones que diariamente se despliegan por todo el mundo, para que la vida funcione tal y como la conocemos. Siempre son noticias de primera plana las desgracias y los males que aquejan a nuestro tiempo, pero por cada acto de maldad humana existe montañas de heroicidad, valentía y ternura de los grandes seres humanos anónimos que construyen animosamente la verdadera realidad.
Los ídolos que habitualmente se ensalzan en los medios de comunicación generalmente son hombres, con gran preparación, que alcanzan fortuna y prestigio, y cuyas vidas se exhiben como modelo social del triunfo. Casi siempre parece que fueron elegidos y señalados desde su cuna de nacimiento, disponiendo de posibilidades únicas por su origen singular y por sus extraordinarias dotes personales. Por todo ello, al leer sus vidas ejemplares puede parecer que estaban predestinados para el éxito sin mayor ahínco por su parte.
La mejor historia real de todos los tiempos, en opinión compartida por muchos, fue la odisea de la maestra Anne Sullivan y su alumna ciega y sorda Helen Keller. Justamente porque sus dos modestas protagonistas parecían sentenciadas irremediablemente al fracaso y por construirse su doble conquista personal con el único material del que están forjados todos los sueños: el milagro del trabajo esforzado, continuado y perseverante.
El relato de sus vidas es universalmente consabido por textos y películas, por lo que no lo repetiremos aquí. Sólo resaltaremos que Anne Sullivan provenía de un ambiente pobre, se había quedado casi ciega los 5 años y fue enviada a un orfanato donde su hermano murió. Helen Keller perdió la vista y el oído a los 19 meses, convirtiéndose en una niña salvaje y agresiva a quien su desesperada familia pensó en internar. El 3 de marzo de 1887, Anne llegó a la casa de Helen y comenzó su comunicación en lenguaje de signos trazada con sus manos. Tras una ingente labor, llegó el día en el que Anne llevó a Helen a la bomba de agua, y tras mojar su mano deletreó varias veces A-G-U-A en la palma de la niña. Al fin Helen comprendió que todo en el mundo tiene un nombre. Helen, acompañada hasta 1911 por su maestra y amiga Anne, aprendió a leer y escribir en el sistema creado por Louis Braille, se instruyó para ‘oír’ de los labios de las personas, tocando con sus dedos y sintiendo las vibraciones, llegó a hablar, sostener conversaciones y dictar conferencias en público, obtuvo un título universitario con mención Cum Laude, escribió libros y viajó con gran celebridad por todo el mundo hasta su muerte en 1968.
Cuando nos encontramos con situaciones domésticas o escolares difíciles para familias, alumnado o profesorado, siempre es oportuno recordar estas dos biografías de dos personajes con una cualidad insuperable al alcance de todos nosotros: el empeño voluntarioso que todo lo vence. Quizá lo más difícil entre estas dos fabulosas mujeres sería destacar a una preferida entre ambas: A los docentes permítasenos que distingamos a la "maestra milagrosa", porque ella hizo posible -con el esfuerzo de su alumna- la hazaña de Helen Keller.
Para concluir, oigamos una reflexión final de Helen: "Quien dispone de una mente que pueda ser educada y una mano que pueda ser entrenada, poseerá ideales realizables. El trabajo de la gente es ayudarle a que pueda ser mejor por sí mismo y pueda ganar méritos a través de su trabajo”.
Imaginemos que se imponga un control de calidad del trabajo, por el cual se evalúe a todos los empleados y se decida si cobran, si se les rebaja de categoría o si se les obliga a quedarse sin vacaciones. Supongamos que esos exámenes avisados o por sorpresa son inapelables y que diariamente cada rezagado se queda horas adicionales no pagadas para concluir la tarea inacabada o, incluso, se la lleva a casa para terminarla de noche. Imaginemos que si se determina que un asalariado ha sido un gandul, debe permanecer un año entero trabajando sin sueldo, y que es despedido si acumula valoraciones negativas, indicándose en el expediente su incompetencia. Supongamos que los operarios más improductivos son considerados unos inútiles hasta que ellos mismos asumen esa tasación. Imaginemos que toda la sociedad acepta que las inspecciones de trabajo establezcan inequívocamente y para siempre que un tercio del personal es inservible, otra mitad cumple a duras penas y sólo un sexto merece el aprecio colectivo.
¿Habría que rebelarse ante este inaceptable sistema? ¿Una situación tan despótica sería un caso de manifiesta prepotencia y abuso de autoridad? ¿Y si además esto se hiciese con menores de edad, y los hijos de los menos favorecidos estuviesen condenados casi con total seguridad y perpetuamente a ser rechazados y tildados como malos empleados -al igual que sus padres- desde sus primeras experiencias profesionales?
Pues ESTO ES EXACTAMENTE LO QUE SUCEDE con la infancia y la juventud en el sistema educativo. A un adulto, ¿que le parecería que periódicamente debiera llevar a casa un boletín de notas sobre su trabajo, para ser firmado y conocido por toda su familia, que se sentirá también parcialmente inculpada si la valoración no es positiva? Con calificaciones sobre múltiples y variadas tareas de concentración, memoria, razonamiento, idiomas, esfuerzo físico,… que poco o nada tienen que ver con las facultades e intereses del examinado, y que descarnadamente podrían indicar: Actitud, poco dispuesta. Rendimiento, muy deficiente. Observaciones, será expulsado una semana si se despista otra vez en el taller. Deberá recuperar en verano si no progresa adecuadamente, y si aún así fuese insuficiente, se recomienda que repita un año sin sueldo, hasta completar el trabajo encomendado que se corresponde con su edad. Si con todo ello tampoco mejora, deberá abandonará la empresa. Resumen del control: Esta persona es un retrasado laboral y un fracasado social. Su familia, significadamente culpable, deberá ver cómo corrige esta situación, castigándole, enviándole a clases de refuerzo y de ayuda psicológica para que vuelva a examinarse en espera de avances que permitan su reingreso.
Necesitamos modificar profundamente el sistema de evaluación escolar para que no resulte traumático para el alumnado, para que no estigmatice a las familias, y para asegurar el éxito escolar de toda la comunidad escolar. Es inadmisible y desatinado un modelo que ofrece tanto “fracaso” (al concluir la ESO, con O de Obligatoria, el 18% en Euskadi, el 28,6 % en el Estado,…). Estos datos miden bien, pero no al alumnado, sino a las insuficiencias de un sistema escolar que debe ser remodelado, reformulando su didáctica y su sistema de valoración. Quizá una real evaluación continua extensiva en todos los niveles educativos y mediante un sistema de créditos sea la prescripción idónea. Un innovador sistema activo, acorde con cada etapa escolar, analizando aspectos cognitivos, actitudinales, procedimentales, sociales,… Sin abusar de los exámenes convencionales, pero permitiendo al alumnado y a las familias una exacta visualización del progreso escolar. Sólo así apostaremos por una Escuela superadora de desigualdades y ofreceremos un camino real de rescate temprano, verosímil y cierto al alumnado con el “futuro robado”, porque de otro modo ellos y toda nuestra sociedad estaremos predestinados al desastre. ---- Aldez aurretik preparaturiko porrota
Eman dezagun gizartearen aurrerabidearen izenean lanaren kalitatearen kontrola ezartzen dela eta, horri segika, hiru hilean behin langile guztien ebaluazioa egiten dela eta horren arabera erabakitzen dela soldata kobratuko duten edo ez, kategoria aldatuko zaien edo ez eta oporrak kenduko zaizkien edo ez. Eman dezagun azterketa horiek lehendik jakinaraziak zein ezustean eginak ezin aldatuzkoak direla eta bizi guztirako ezartzen direla. Are gehiago: makalenak ordu gehiago egin beharko ditu, kobratu gabe, bukatu gabeko lana bukatzeko, eta, behar balitz, etxera eramango du lana, gauean bukatzeko. Eman dezagun oso maiz erabakitzen dela soldatapeko bat alferra izan dela eta, beraz, horren ondorio latzak sufritu beharko dituztela bai berak eta bai familiak: urtebetean kobratu gabe lan egingo du; azkenean, kaleratu egingo dute, ebaluazio ezkor gehiago egiten badizkiote, eta espedientean, gainera, lan egiteko ez duela balio adieraziko dute. Eman dezagun metodo horri segika langilerik ahulenak ezertako ez diren alprojatzat jotzen dituztela ingurukoek, eta azkenerako haiek ere halakotzat jotzen dutela beren burua. Eman dezagun gizarte guztiak onartzen duela lan ikuskarien neurri horiek hutsik egin gabe eta betiko ekar dezaketela hiru langiletik batek ez duela ezertarako balio, bitik batek ozta-ozta betetzen duela lana eta seitik bat bakarrik moldatzen dela ondo, gainerakoek estimatzeko moduan.
Kontra egin beharko litzaioke sistema ezin onartuzko horri? Halako egoera despotikoa agintekeria nabarmenaren erakusgarri izango litzateke? Eta hori adingabeei egingo balitzaie eta pobreenen seme-alabak ia kondenaturik egongo balira beti baztertuak izatera eta langile txartzat hartuak izatera gurasoak bezala, lanean hasi eta segituan?
Bada, horixe egiten zaie haurrei eta gazteei hezkuntza sisteman. Zer irudituko litzaieke helduei tarteka lanari buruzko buletina etxera eraman beharko balute, familia guztiak ikus eta sina dezan familiari ere eragingo dio, neurri batean, balorazioa ez bada baikorra? Kalifikazioak izango lituzke hainbat eta hainbat arlori buruz: kontzentrazioa, oroimena, arrazoitzea, hizkuntzak, ahalegin fisikoa... Horiek, beharbada, ez dute batere zerikusirik izango azterturiko pertsonaren gaitasunekin eta interesekin, baina gordin-gordin esan dezakete: «Jarrera: Ez da saiatzen. Emaitza: Oso txarra. Oharrak: Berriz ere arreta galtzen badu, etxera bidaliko dugu astebeterako. Orain hobera egiten ez badu, udan lan egin beharko du, eta hori aski ez bada, lehengoan urtebete egin beharko du, ezer kobratu gabe, bere adinari dagokion lana bete arte. Hala eta guztiz ere hobera egingo ez balu, enpresatik alde egin beharko du. Kontrolaren laburpena: Urlia lan aldetik atzeratua da, eta gizartean porrot egin du». Familiak hura ere errudun izanik aztertu beharko du nola konpondu arazoa: zigortuz edo sendotzeko eskolak harraraziz eta laguntza psikologikoa emanez, berriz ere azterketa egin eta gainditzeko.
Guztiz aldatu behar dugu eskolako ebaluazio sistema, ikasleentzat trauma iturri izan ez dadin, familiei estigmarik ekar ez diezaien eta eskola komunitate guztiak ondo jardun dezan. Ezin onartuzko okerra da hainbeste porrot ekartzen duen sistema (Derrigorrezko Bigarren Hezkuntza bukatzean, %18 Euskadin, %28,6 Estatuan...). Datu horiek ondo neurtzen dituzte, ez ikasleak, baizik eta eskola sistemaren hutsuneak. Sistema aldatu beharra dago, didaktika eta ebaluazio sistema moldatuz. Beharbada, hezkuntza maila guztietan etengabeko ebaluazio egiazkoa egitea da onena, kreditu sistemaren bitartez. Sistema berritzaile aktiboa behar da, eskola epe bakoitzera egokitua, eta jakintza, jarrera, prozedura, gizarte alderdia eta beste aztertu behar dira. Azterketa arruntak ez dira gehiegi erabili behar, baina modua egin behar da ikasleak eta familiak argi jakin dezaten eskolako bilakaeraren berri. Beste biderik ez dago, aldeak gainditzeko eskola baten alde egiten badugu eta «etorkizuna lapurtu dieten» ikasleei lehenbailehen bidea zuzentzeko aukera egiazkoa eman nahi badiegu. Hala egin ezean, haiek eta gizarte guztiak porrot egingo dute erremediorik gabe.
Continuando con las 100 Ideas para la Educación, en Twitter #100i4e, abrimos un debate sobre propuestas específicas para motivar y animar a la consecución de un alumnado responsable y que apueste con su propia educación. Podríamos haberlo titulado como medidas que contrariarán a "determinado alumnado" (luego seguirán decálogos destinados a familias, profesorado, sindicatos y patronales, editoriales,... y anteriormente hubo 10 medidas generales y 10 sugerencias disruptivas), algo que llamaría más la atención, pero preferimos un tratamiento en positivo.
En el decálogo del alumnado, protagonista de la educación, más proyectado en las etapas desde infantil hasta educación terciaria (FP o universitaria recomendable para la totalidad), sugeriríamos los siguientes enunciados:
1. Cada alumna y cada alumno debe saber, con la consciencia que su edad les permita, que el factor más decisivo de su éxito escolar es ella o él mismo (cada miembro del propio alumnado). Así como es en primera persona el beneficio que se logre de por vida como resultado de su proceso educativo.
2. En el denominado "'éxito escolar" (debidamente entendido como se explicaba en el post inicial de la serie), la actitud hacia el aprendizaje y el esfuerzo dedicado del alumnado es másdeterminante que sus aptitudes teóricas. La "cultura del esfuerzo" y la perseverancia en la tarea educativa serán emblemas del alumnado que hemos de promover, y aspectos a valorar en una "evaluación continua por créditos".
3. El alumnado conocerá sus derechos y deberes vigentes en cada momento, así como proponer modificaciones y mejoras para actualizar la normativa vigente. Fórmulas como los "contratos educativos de aprendizaje" permitirían visualizar el compromiso recíproco que el alumnado contrae con la sociedad, a través del sistema educativo.
4. Se reconocerá socialmente el estatus de estudiante (y, en su caso, el de becario) a través de un carnet individual a partir de una edad mínima. Estar estudiando de modo reglado es un estado personal que debe disfrutar de algunas ventajas en el seno de la sociedad, por el beneficio que redundará de ello al conjunto de la ciudadanía.
5.El alumnado asumirá responsabilidades crecientes, acordes con su edad y formación, en las aulas, los centros y otros ámbitos escolares. Estas tareas incluirán la atención hacia sus condiscípulos y condiscípulas, de edad semejante o inferior, así como alcanzar su propia y máxima autonomía personal tan precozmente como sea posible, siempre con la seguridad de no asumir riesgo innecesario alguno.
6. El alumnado participará en las decisiones de la Comunidad Escolar de modo directo tan pronto como su edad lo permita, con todo el peso propio que corresponde para quien es el centro y la razón educativa, asumiendo las responsabilidades que conlleve las resoluciones adoptadas. Se revalorizará de la figura discente de Delegado de Grupo, y de la Comisión Escolar de Representantes del Alumnado, dotando detrascendencia las elecciones anuales de Representación del Alumnado en los centros escolares, con campaña de presentación de candidaturas y como inicio a la participación democrática.
7. El alumnado garantizará, como el primer interesado, el clima de orden u disciplina del aula y del centro y el trato respetuoso general, de modo que el entorno facilite el aprendizaje conjunto con una estructura de roles diferenciados entre menores y mayores de edad.
8. El alumnado comprenderá el valor de contribuir, cooperar y beneficiarse del grupo de condiscípulos y condiscípulas del que forma parte (presencial o no), reconociendo que su influencia es crucial a corto, medio y largo plazo.
9. El alumnado, alcanzada la edad legal,podrá compatibilizar sus estudios con el trabajo (además, por supuesto, de las prácticas establecidas y de otras meritorias fórmulas de voluntariado a promover). El sistema educativo favorecerá, al máximo, esa formación dual, a fin de minimizar el paro juvenil y eliminar el porcentaje de personas que ni estudian ni trabajan.
10. El alumnado, de acuerdo con su edad, conocerá la inversión social que se destina a su propio crecimiento y a su preparación personal, social y profesional, correspondiendo con su actitud definida y su voluntad decidida al esfuerzo que la sociedad le dedica.
Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.
A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.
William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.
Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .
El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.
En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".
Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general.
Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.
A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.
Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados por el capitalismo.
Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.
Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.
Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:
Desde los trenes subterráneos en Central,
se toma un transbordo y se va
a Allston o Brighton o
a Somerville, ya sabes;
En los automóviles desde Brighton, haga transbordo
al metro de Cambridge este
y tome un tren hasta Park Street
o Kendall Square, al menos.
"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".
Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.
William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.
William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.
Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.
Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.
Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".
―Jared L. Manley (James Thurber) 1
1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.
2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".
4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".
¿Qué personas nos inspiran? ¿Qué modelos de personas ensalzamos como sociedad? ¿El esfuerzo, el trabajo, los retos, la superación, el compromiso, el arriesgar, el exprimir el tiempo, el perseguir la excelencia desde la pasión, el decidir sin la influencia de los “likes” que nos den otras personas…. están sobre el tapete como herramientas para construir vidas plenas, felices?
Y nos dijimos: lo que impacta de verdad son las personas, la veracidad de su ejemplo. Pongamos sobre el tapete PERSONAS que son modelos de vidas forjadas sobre esos valores. Vecinos nuestros que inspiran, que son ejemplo, que son personas GRANDES, como: Begoña Beristain, Joaquín Achúcarro, Adolfo López de Munain y Alberto Iñurrategi.
VALORES, ESFUERZO, SUPERACIÓN, COMPROMISO, TRABAJO… son los valores que nos mueven. Hagamos algo desde WOP y con toque “rockero”. Y aquí está. Lo hicimos.
Es nuestro primer congreso. Estamos tremendamente ilusionados y el aforo está completo con chavales y chavalas de entre 15 y 18 años de 7 colegios (Lauaxeta Ikastola, Colegio La Salle, Colegio salesianos, Colegio AMMI, Esclavas SC, UPV-EHU Sarriko). El año que viene lo haremos mucho más grande. Mañana disfrutaremos mucho; seguro.
Nos sorprende que en horario laborable haya mucha gente paseando cuando cabría suponer que todo el mundo está trabajando.
El trabajo permanece vergonzantemente oculto en ámbitos cerrados y privados, mientras la vagancia se exhibe descaradamente en espacios públicos y abiertos. Mientras muchos sudan la gota gorda en la profundidad de una mina picando carbón, otros muchos airean su holganza por los parques de las ciudades.
La imagen global que se proyecta ante los más jóvenes es falsa, privilegiándose el alarde de la vida regalada de algunos privilegiados que inducen a su imitación, mientras que quienes denodadamente se afanan preparando oposiciones, despiezando reses en un matadero o fabricando piezas en un recóndito taller son personajes desconocidos, de cuya existencia no se conoce detalle alguno.
Este desnivelado fenómeno no es sólo perceptible en la vida real, sino que los medios de comunicación de masas lo amplifican con insólito y perverso efecto. En horario de máxima audiencia sólo se programan y visualizan la existencia de indolentes vagos profesionales, famosillos cuya único mérito es el desparpajo de vivir a costa de otros.
Una perspectiva integral y completa de la realidad demostraría que suelen y deben ser consecutivas ambas etapas, la del esfuerzo y la del descanso. Sólo tras una fase invisible de estudio, de prácticas, de voluntad, de energía aplicada y de años de oficio se merece y se consigue un justo período de pausa, de descanso o de jubilación.
La próxima que circulemos por las calles en horario laboral y veamos a viandantes de paseo o de turismo, imaginemos cuánto empeño pusieron ellos anteriormente para alcanzar ese rato de asueto. Nada se logra sin desvelo y merecimiento; incluso no se disfrutaría lo mismo si algo sólo se lograse por casualidad o mediante atajos no basados en el mérito propio. Sería recomendable destacar todo el trajín social necesario de tantos trabajadores para que las cosas parezcan funcionar por sí solas. Sólo para cuando desayunamos, ya ha intervenido (en la leche, cacao, azúcar,…) más de medio mundo, entre agricultores de varios continentes, transportistas, comerciantes,...
Todos, y especialmente los niños y jóvenes en formación, debiéramos ser más conscientes de cómo el vivir en comunidad nos permite vivir tan gratamente, gracias al esfuerzo coordinado de tantas personas, profesiones y oficios, que armónicamente se organizan en lo que constituye el nunca suficientemente valorado “milagro social”.
Si algo ha caracterizado a Europa ha sido la presencia de una numerosa clase media, centrista y protegida. Esto hoy está en peligro.
Clase media: Está menguando, no sólo por el fracaso de las medidas de redistribución de la riqueza, sino por profundos efectos demográficos. Actualmente para animarse al lujo de tener hijos, hay que ser muy rico,… o muy pobre. La “cultura del subsidio” (que llega a superar el salario mínimo) se está extendiendo peligrosamente, incluso entre los foráneos recién llegados, lo que no facilita la voluntad solidaria de que todos colaboremos, y especialmente los más pudientes.
Fiscalidad intermedia: La mayor y creciente contribución de recursos comunitarios procede de los trabajadores por cuenta ajena de niveles medianos, siendo las capas sociales altas (y bajas) quienes eluden secundar el esfuerzo colectivo. El fiasco de un fisco poco copartícipe en función de las posibilidades de cada uno, sigue tolerando y condescendiendo con los beneficios empresariales de las grandes corporaciones (como la banca), con las invisibles ganancias de las profesiones liberales y… con la inmensa economía sumergida (incluyendo repugnantes sectores como la pr0s****ción).
Edad media: El progresivo envejecimiento de la ciudadanía y la extensión universal de la asistencia social en las edades tempranas y finales recarga en las etapas de la treintena a la cincuentena todo el trabajo. Más aún por el retardo en la primera incorporación laboral y el irresponsable adelantamiento de las prejubilaciones. Ahora existe un considerable porcentaje de gente con la perspectiva de comenzar a trabajar con más de 30 años, jubilarse a los 50-60 y vivir otros 30 años a costa de los demás.
Política de centro: Cuando ya la civilización griega aconsejaba que “en el centro está el equilibrio”, en nuestros días priman las opciones políticas radicales, orientándose alarmantemente los partidos hacia la extrema derecha o la extrema izquierda. La moderación, el acuerdo, las “terceras vías” están en peligro de extinción, o son meras artimañas de políticas nada centristas (véase el caso de Tony Blair). La propia “pirámide poblacional”, hoy más casi un cilindro, inclina la orientación de las cúpulas dirigentes más hacia el (neo) conservadurismo, o contrariamente hacia la ruptura, que hacia la responsabilidad con el presente y el futuro. Hoy se habla de “seguridad”, y no de paz, justicia o sostenibilidad.
A quien corresponda: Algo habrá que hacer, antes que sea demasiado tarde. Sin clases medias, sin la labor de todos los que sean capaces, sin solidaridad y justicia equitativa, sin una cultura de trabajo, el porvenir no se presenta halagüeño. Sólo con el máximo respeto hacia nuestro prójimo, el cercano y el lejano, combatiendo la pobreza entre todos, llegaremos a buen puerto. Hay que arrimar más el hombro, todos, ricos y pobres, cada uno en función de sus capacidades y posibilidades, porque en esta vida nada es gratis, ni eterno.
Para ser felices, los jóvenes deben comprender y observar las leyes que rigen el juego de la vida, y los mayores conocer incluso sus excepciones.
La jovencita dijo a su madre: “No quiero volver a clase; esos estudios ya no me interesan”. A continuación, le contó con detalle sus… vagos proyectos. Prefería abandonar el ciclo de grado medio, a mediados de curso, para ‘descansar’ seis meses y después abordar un bachillerato y un ciclo de grado superior. En sus fantasiosos sueños, se iba a preparar para un gran esfuerzo… relajándose durante medio año sin más dedicación que haraganear de lunes a domingo.
No es un caso aislado entre nosotros. La familia no logra disuadirla, porque ella sabe combinar muy favorablemente su doble vertiente de niña y mujer. Al borde de la mayoría de edad, su mentalidad infantil le permite suponer que la vida es un juego, donde las decisiones no provocan consecuencias, y su soberbia actitud de casi adulta la lleva a reivindicar su libre capacidad de decisión.
La realidad es muy diferente a lo que ella supone. Unos meses sin obligación alguna marca negativamente su porvenir. Nadie que se acostumbra a la molicie recobra la actividad, simplemente porque llegue una fecha en el calendario. Aquel abandono prematuro, sin más argumentos que la simple y común pereza, en muchas ocasiones no puede ser corregida por progenitores y tutores, y significa el fin de los estudios en la etapa más propicia.
Hemos de saber explicar al sector menos estudioso de nuestra juventud que no merece paga ni vacaciones quien no trabaja, y estudiar es el trabajo de niños y jóvenes, quienes han de cumplir con su derecho y su deber de educarse. Si alguien no hace nada por los demás, ni siquiera por sí mismo (porque estudiar a quien más beneficia es a uno mismo), no puede esperar nada de la vida. Existe una regla básica en la naturaleza: todo cuesta un esfuerzo y quien no está dispuesto a aportar su contribución, a corto, medio o largo plazo cuenta con un negro futuro.
Ya hemos concluido la lectura de la tercer parte de la obra, dedicada a Julia, la hermana menor. Una historia del abordaje masculino a una bastilla femenina, donde el amor tenaz de un enamorado desarbola la resistencia de una mujer cuya conquista bien valía la pena. El formato de diálogo intercalado con la reflexión del pretendiente, presentando a Julia en tercera persona, en una sincronía desfasada que acaba para él (y para el lector) en el momento del arranque de ella. Incluso esta modalidad de relato confirma, en mi humilde opinión, la preferencia del autor por esta protagonista, aparentemente en la medianía... Porque, en la vida, todos somos tres personas: La que nos creemos (relato en primera persona), la objetiva (diálogos transcritos) y la que dejamos en el recuerdo de los demás. Y ésta, la persona proyectada en nuestros allegados es, seguramente, la más importante. Porque constituye nuestro legado definitivo, nuestra aportación perdurable,... La obra completa resulta recomendable. Podría sintetizarse como una narración simple, personificada por tres hermanas y otros personajes secundarios, para destacar lo esencial de cualquier vida. Porque toda biografía, y quizá en el orden inverso a los tres subcontextos, consta de amor, vocación y familia; Emma, responsable y perseverante, relata el milagro de la maternidad (también vale para la paternidad); Celina, inteligente y retraída, el destino laboral y Julia, rebelde y postergada, el descubrimiento del amor. Poco importa la secuencia de amor-trabajo-familia, y menos aún las formas, amor tardío y dubitativo, trabajo mediante una ONG o maternidad por adopción. Las claves de una biografía feliz se desmenuzan magistralmente en este libro de Fernando García Pañeda. Todo el texto proyecta un mensaje de optimismo, y desde el fracaso se concibe y se construye con fe y esfuerzo un final esperanzador. [Abajo, un vídeo de la presentación de la obra, en la que no pudimos estar, pero sí otr@s buen@s amig@s de Aprendices] Web oficial de la obra. Technorati tag: Fernando García Pañeda.
Se podrá participar y preguntar cuestiones en directoen ese mismo canal.
En el dinámico equipo de InTertulia seguimos innovando formatos. Iniciamos el 2022 con una sesión sin personas invitadas en esta ocasión de enero. Será una tertulia entre cinco generaciones sobre Cinco Temas que cada contertuliana o tertuliano desvelará en directo.
Se trata de presentar una hipótesis, que se confirmará o no por el resto de miembros, sobre una idea, una práctica, un fenómeno o un hábito social sobre el que cada generación, genéricamente aún en su diversidad, creemos que se comporta con un sesgo de edad. Las temáticas pueden ser en torno a la familia, la economía, la educación, la política, la sanidad,.... tan abiertas como se quiera.
Dando por supuesto que cada generación cuenta con sus puntos fuertes y débiles, una propuesta podría ser simplificando mucho: La fórmula intergeneracional casi perfecta sería juntar la
resiliencia y el esfuerzo de la Generación Perdida, la dedicación al trabajo de
los Baby Boomers, la competitividad de la Generación X, la movilidad laboral de
la generación Y junto a la digitalización de la Generación Z.
Por ejemplo: Alguien puede aventurar que sospecha que en el cumplimiento de las normas fijadas por la autoridad, las generaciones más veteranas eran más cumplidores que las generaciones más jóvenes -en función de la edad de sus sucesivas etapas. Pregunta tipo: ¿En su juventud eran más rebeldes o disciplinadas las personas de las generaciones del Baby Boom o la Silenciosa que quienes pertenecen a las Generaciones X o Millennials?
Se plantea en dos minutos y se debate en los 10' siguientes. Este proceso se repetirá cinco veces, hasta completar una hora de conversación. Tratamos que descubrir discrepancias o variaciones en las pautas sociales según la fecha de nacimiento.
El pasado miércoles 1 de junio de 2016 fue un día laboral, parecido a otros, pero que nos trajo por sus diferentes fases una fuerte sensación de pertenencia a redes humanas. Los seres humanos, persona a persona, somos poca cosa. Solamente junto a otras gentes podemos soñar con dejar un legado.
Tras madrugar pude estar un rato con la FAMILIA, con algunos componentes más de lo habitual en ese horario. El grupo familiar, la cordada familiar, es el primer y máximo equipo de referencia desde el nacimiento hasta la muerte.
Poco después, la rutina laboral nunca lo es para quien está despierto. El TRABAJO(o el APRENDIZAJEa tiempo completo durante algunos años)es otro entorno determinante donde somos nudos de una red tejida que permite aportar a la sociedad parte de lo que ella te dio.
Casualmente, una de las reuniones era para representantes del SINDICALISMO, otro referente imprescindible para mantener la Europa que conocemos y el modelo de "estado de bienestar" que supo exportar a todo el planeta y que se encuentra en crisis.
El atardecer coincide con un funeral. La iglesia con su despliegue multisensorial, incienso, cánticos y órgano, vidrieras de colores, grandiosidad espacial,... nos retorna a nuestra RELIGIÓN. Otra trascendente comunión de personas.
Así superamos nuestra efímera existencia, formando parte, siendo nidos de familia, nudos de aprendizaje y nodos de trabajo, eslabones de sindicalismo y de política, almas mortales que buscan pervivir con nuestra descendencia, con nuestra (poco o mucha) obra, con nuestro esfuerzo siempre útil,...