El reciente reportaje emitido por el Antena 3 sobre el 23-F nos ha permitido revivir nuestros recuerdos de aquellos acontecimientos. Las conversaciones telefónicas que el fantoche de opereta García Carrés mantuvo con Tejero y con Miláns del Bosch nos retrotraen al estilo cuartelero con sus abundantes ‘co*ones, co*os y por España’. Sus grotescos diálogos no debían ser de tan trasnochado patrioterismo cuando prácticamente todos los participantes en tan espeluznante ‘hazaña’ salieron de ‘rositas’. Todavía un guardia civil que intervino en el golpe y presente en el plató de A3 comentó que Tejero, aparte de dos incidentes aislados –Operación Galaxia y el 23F- tenía un historial envidiable. Con ese argumento se podría discurrir que Hitler, antes de provocar esa guerra mundial con 150 millones de muertos, fue un admirable bohemio amante del arte.
En aquella aciaga tarde-noche de tricornios y de vergüenza ajena, muchos que habíamos cumplido obligatoriamente el servicio militar nos preguntábamos qué tipo de disciplina seguían aquellos asaltantes que apuntaban con sus armas a la representación popular, y qué tipo de cultura política vivíamos (y vivimos) que les exculpó porque actuaban a las órdenes de un mando, ante todo el gobierno, el congreso, y la cúpula militar. Allí nadie demostró verdadero patriotismo defendiendo con su vida la democracia, ni los guardaespaldas ni algún verdadero miembro de la Benemética que se opusiese a lo planeado y por inteligencia y valentía –al menos- desertase. Quiero pensar que la mayoría de nosotros nunca entendimos, no ya que tres fascistas montasen ese circo, sino que una nutrida troupe les siguiese, porque no se nos ocurriría ni secuestrar a parlamentarios, ni retener a persona alguna contra su voluntad, sólo porque nos lo ordene un impresentable déspota en nombre de… España o de lo que sea. Porque creemos en la responsabilidad personal que debe ajustarse a valores como democracia, ética, libertad, derechos humanos, respeto a la voluntad popular,…
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