Nostalgia de Pulitzer

Joseph Pulitzer nació en Hungría en 1847, donde recibió una selecta educación. Abandonó su hogar tratando de alistarse en el ejército austriaco, en la legión extranjera de Francia y en la armada inglesa, siendo rechazado por la “debilidad ocular” y por el asma que padecía desde su infancia. Supo que en EE.UU el Ejército de la Unión solicitaba voluntarios para la Guerra de Secesión, por lo que emigró y logró enrolarse en la caballería de Cork, adquiriendo la ciudadanía estadounidense. Fascinado por el periodismo, comenzó a trabajar en un periódico alemán, el Westliche Post, de San Luis (Missouri), llegando a director. Tras licenciarse en Derecho y trabajar como corresponsal del New York Sun, compró el Evening Post y el St. Louis Evening Dispatch, que fusionó para fundar el Post-Dispatch. En 1887 adquirió el New York World, que bajo su dirección se convirtió en un periódico distinguido, célebre por sus revelaciones, sus cruzadas anticorrupción, sus extensos y detallados reportajes, y por su opinión editorial. Continuó comprando diarios locales hasta crear una cadena editorial. El poder mediático de Pulitzer, en rivalidad con el imperio de William Randolph Hearts, fue paradigmático de una época en la que sensacionalismo llegó incluso a inventar noticias.

En 1902 Pulitzer propuso fundar la Escuela de Periodismo en la Universidad de Columbia (Nueva York), con el fin de contribuir a elevar la calidad informativa estableciendo un código deontológico orientado a dignificar la profesión periodística. Esta institución creó los prestigiosos premios Pulitzer, tras su muerte y donación de un millón de dólares.

Pulitzer proponía a sus redactores un consejo cuádruplo: “Un artículo debe ser breve para ser leído, sencillo para ser entendido, original para ser recordado y sincero para ser creído”. Pero también declaraba que un periodista nunca debe darse por satisfecho sólo con dar noticias, porque contar lo que pasa es sólo el comienzo y lo más elemental en periodismo. Una noticia que se comunica reducida a su mínima expresión, sólo a la luz de los sentidos, es una versión incompleta, empobrecida y sospechosamente semejante a un chisme, cuando debería llegar al lector enriquecida con la inteligencia de una mirada múltiple y amplia de análisis, ofreciendo una comprensión perspicaz y panorámica de los antecedentes y consecuentes del hecho relatado. Pulitzer: ¡Cuánto te añoramos en este siglo XXI, donde a veces parece que sólo la trivialidad compite con la manipulación!

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