Para vivir felizmente sólo es necesaria una condición ineludible: la compañía de otros.
Todos, en ocasiones, nos quejamos de la gente. Las muchedumbres, a algunos, nos aterran. Somos incapaces de acudir a esos recintos cerrados como estadios de fútbol y sentirnos rodeado de decenas de miles de personas hasta el punto de sospechar que el oxígeno circundante será insuficiente para tantos. O esas playas abarrotadas donde parece que la tierra seca se ha agotado y que algunos nos tendremos que reconvertir en la especie acuática que fuimos para refugiarnos bajo el mar todavía despejado.
Algunos refranes abundan en la idea que la soledad no es tan negativa, como el proverbio de origen italiano de que “mejor solo que mal acompañado”. Pero esta sugerencia no hace sino resaltar el valor de una buena compañía, obviamente cuando el grupo aporta valor positivo para todos sus componentes. Tras las fiestas navideñas apreciamos especialmente la inconmensurable aportación de los equipos humanos que la naturaleza y la sociedad nos proporcionan: nuestra familia, siempre en primer término; pero también las amistades, los vecinos o quienes comparten con nosotros su tiempo de trabajo o de ocio. La compañía que procura una pareja apropiada, o unos padres, hermanos o hijos, es infinitamente más gratificante que todas las posesiones materiales gozadas en soledad.
Especialmente meritorio es el compromiso ético de quienes reconociendo el tesoro de la compañía, ofrecen parte de su vida para acompañar a los más desamparados, muchas veces abandonados en la pobreza, la enfermedad o el olvido. Una faceta de esta solidaridad, anecdótica pero entrañable, radica en la sabiduría popular de esas acogedoras comunidades de paisanos extravertidos que, según nos consta, salen a la calle para ver si encuentran algún forastero a quien acompañar.
Sabemos que nunca estarán solos quienes viven acompañados de sí mismos y de nobles intenciones. De acuerdo, pero muchos deseamos vivir más acompañados. Desayunar acompañados, trabajar acompañados, comer acompañados, aprender acompañados, disfrutar acompañados, dormir acompañados,… incluso morir acompañados, como todos nacimos acompañados.
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