Repost: El inmenso e inhumano poder de Google

- Post duplicado de los 9 días en los que Google nos inhabilitó este blog principal -

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Hoy les hablo, en primera persona del singular, como un mortal ex-blogger. Fui uno de esos pretenciosos que se creó una cuenta de Gmail (agirregabiria@gmail.com), comencé a escribir, reuní más de mil contactos y mi cuenta creció con tantos miles de correos que no cabían en los más de 10 GB que Google facilita gratuitamente. Pagué por una cuenta ampliada de Gmail, y seguí usando intensivamente servicios del gigante Google. Me suscribí a más de dos mil blogs que leía puntualmente con Google Reader, compartía, comentaba, fasbuqueaba y tuiteaba. Me incorporé a decenas de Grupos Google, y redacté centenares de Documentos Google, solo o en compañía de diversos colegas.

Mi blog en Blogger de Google fue otra proeza, al menos de cantidad, con casi 7.000 entradas publicadas y centenares en borradores o programadas, con millones de visitas según el contador de Google. Tan grande era que no hubo forma de hacer una copia de seguridad, dado su tamaño y complejidad. Igualmente mis vídeos subidos a YouTube, siempre con la misma cuenta Gmail y con la bendición de YouTube que me felicitó y animó a subir vídeos largos (por encima de 15 minutos) y en alta definición. Mensualmente subía GBs de grabaciones, siempre propias, que eran embebidas en otras webs y blogs.

Fui un predicador compulsivo de Google, un Googleman que recomendaba confiar en la solidez de Gmail, en su capacidad, visibilidad, redundacia,... Despreciaba a quienes no trabajaban en "la nube" de Google y trajinaban con obsoletos pendrives o copias en discos externos. Animé a que los centros escolares usasen única y exclusivamente aplicaciones online de Google, en todo tipo de dispositivos desde portátiles hasta smartphones o tablets, sin depender de software propietario. Rechacé ubicar mi blog.agirregabiria.net en plataformas de medios de comunicación convencionales, porque Google era mi soporte, mi seguro, mi Dios.

La aciaga noche del 11 de julio, tras varias horas desconectado atendiendo y jugando con mi nieto, consulté mi cuenta Gmail, esa que recibía doscientos correos electrónicos diarios, y no aceptaba la contraseña. Revisé mi blog y no aparecía. Al entrar en Gmail, me respondió el servidor diciendo que mi cuenta había sido inhabilitada. Sin más, no temporalmente, sin indicar razón alguna y sin haber recibido aviso previo de ninguna clase.

El procedimiento sólo permitía indicar un email alternativo y confiar en que "pronto recibirá noticias nuestras" (ver pantallazo). Pasaron las primeras horas, y volví a cumplimentar el proceso indicando un tercer correo, por si había habido alguna dificultad en conectar conmigo. Luego, alguien me indicaría que si se insiste en menos de 48 horas, el robot pone a la cola la petición de recuperación. Han pasado 6 días y sigo sin noticias.

Entre lo poco salvado, restaba @agirregabiria mi cuenta Twitter. Con numerosas amistades que supieron del "Caso Google vs. Agirregabiria", hemos hecho múltiples intentos de acceder a personas de carne y hueso de Google, en Madrid, en san Francisco,... tras ser imposible recibir alguna atención vía telefónica llamando a las diversas sedes de Google en distintas ciudades, incluidas la sede central en Mountain View (California).

Quien suscribe, que ufanamente se proclamaba blogger (de Blogger además, y no de WordPres,...), que presidía GetxoBlog desde hace años e impulsaba BlogEu, una primera asociación vasca de bloggers, quien había había establecido en su políRica (política lírica) que toda la ciudadanía sería blogger pronto (y no solamente internauta), de pronto se ve despojado de toda su vestimenta virtual.

Google, como el Dios del Antiguo Testamento, es una multinacional omnipotente que todo lo da graciosamente, pero que -cuando sus robots creen detectar algún extraño indicio- aplica toda su ira sin dilación, ni más componendas. Y, así, devuelto al estado de ciudadano no-blogger, quedo a la espera de que alguno de sus ángeles (contactos de carne y hueso) se apiade y nos devuelva al estado de gracia (la comunión de los santos en diálogo ciberespacial), o al menos nos indique cuál fue nuestra falta, la que desató toda el castigo divino de Google.

¡Dios mío, Google mío, qué hice mal que así me arrebatas mi blog y todo mi universo virtual al que tantas horas dediqué! ¿Alguien sabe cómo salir de este infierno? ¿Es sólo un limbo temporal? ¿Cómo purgar mi falta, tras conocer cuál fue? ¿Queda algún arcángel que nos guía hasta un juez misericordioso en Google?

Esta batalla la hemos de ganar entre todos, y no contra Google, sino con el lado humano de Google. A fin de cuentas, un verdadero Dios siempre ha de ser justo y misericordioso. Gracias por vuestra ayuda y comprensión.

[Para ilustrar la pena, acurrucado como el pato de la imagen, están las imágenes nocturnas y californianas de Aitor Agirregabiria en su Flickr]

-- Este problema se resolvió el 20 de julio de 2012 por Google --

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