¿Cosmopolitas vs arraigados? Somewheres vs anywheres?

Hay dos tipos de personas en el mundo, la gente de algún lugar y la gente de cualquier lugar, o eso dice el autor británico David Goodhart, quien acuñó los términos "Somewheres" y "Anywheres" para explicar las divisiones de la sociedad británica que provocaron el Brexit y el aumento de la política populista.

Según Goodhart, los Somewheres son personas más arraigadas y conservadoras a nivel local que los Anywheres, que son globalistas que están bien adaptados al cambio. Los Somewheres atribuyen una gran parte de sus identidades a su lugar de origen o comunidades locales y es menos probable que se muden. Los Anywheres, por otro lado, forman una identidad basada en sus experiencias de vida más que en un lugar de origen; son una población muy móvil que generalmente se congrega en grandes ciudades urbanas como Nueva York, Londres o Tokio.

Esta división no es exclusiva de Gran Bretaña, sino que se aplica a todas las sociedades modernas. Con el auge de la globalización, se ha vuelto más fácil ser una persona en cualquier lugar, ya que el fortalecimiento de las redes globales permite una mayor movilidad a través de las fronteras. 

Mis antepasados, como la inmensa mayoría de sus coetáneos eran inequívocamente Somewheres. Mis descendientes, hijos y nietos, son Anywheres y, francamente, no por elección en muchos casos sino por razones laborales. 

Gracias a sus conocimientos de varias lenguas y alta cualificación académica, disponen de una visión del mundo multidimensional, además de fuertes habilidades de adaptación y amistades en todo el mundo de culturas originarias muy diversas.

Estas circunstancias y vivirlas como una elección, por desgracia, es un privilegio del Primer Mundo, con pasaportes que les permiten viajar por el mundo y asentarse en el país de su elección.

A nadie se le deben negar las oportunidades de avance simplemente por la ubicación geográfica en la que nació y el pasaporte que posee. Es hora de que los gobiernos de todo el mundo reconsideren el sistema actual de gestión de la movilidad para que las oportunidades globales estén disponibles para todos, en lugar de solo para unos pocos privilegiados, la mayoría de los cuales simplemente por la suerte de nacer con tal prebenda. Sólo entonces se materializará verdaderamente la igualdad de la que hablan.

Es comparativamente fácil para una persona de Anywhere convertirse en una persona de Somewhere si así lo desea, pero generalmente es una batalla cuesta arriba para una persona de Somewhere convertirse en una persona de Anywhere.



La división entre los Somewheres y Anywheres no es solo política. También tiene dimensiones económicas y sistemáticas a escala global.

El peso decreciente, pero aún dominante, de los Somewheres condujo en 2017 a la derrota de Hillary Clinton y el fracaso de los británicos que defendían la permanencia en la UE. Seguramente porque sus valedores no supieron comprender a los llamados somewheres o arraigados. Esta es la tesis del polémico y best seller libro de David Goodhart, The road to Somewhere,  que sostiene que esta distinción dicotómica es más importante que la de clase social o la de derecha e izquierda para entender la proliferación del populismo.

Los arraigados suelen ser votantes conservadores, y algunos ex-laboristas, que viven en ciudades pequeñas a las que sienten que pertenecen, poseen un nivel medio o bajo de ingresos y, en general, un nivel educativo intermedio. Culpan a Europa de sus infortunios, derivados de la inmigración o las restricciones a la pesca. Representan el 60% de la población y creen que cerrando fronteras Reino Unido volverá a ser lo que era.

Tras la universidad, los cosmopolitas no vuelven a sus ciudades de origen. Los hay progresistas y de centroizquierda y derecha, profesionales leídos y viajados que entienden la globalización en positivo o la contemplan como un fenómeno imparable. Eran sólo el 20% en 2017 en el Reino Unido pero, hasta ahora, según Goodhart, sus élites adoptaban decisiones sin pensar demasiado en los arraigados y creaban opinión sobre lo políticamente correcto.

Los arraigados estaban enfadados, temían por su futuro pero ni siquiera podían opinar abiertamente sin ser acusados de retrógrados. De repente, algunas élites, como Farage o Trump, les dieron voz y les dijeron que su forma de pensar no era deplorable sino realista. Ahora las élites cosmopolitas no saben cómo frenarles.

David Goodhart ha sido criticado por caricaturizar a los cosmopolitas y afirmar que desprecian sin más las preocupaciones de los arraigados. Sin embargo, plantea un dilema para la izquierda. Acaso hay que mostrarse comprensivo con las necesidades más y menos razonables de los arraigados, exhibiendo también alguna pizca de populismo, o deben rechazarse como regresivas. Lo primero ha demostrado ser peligroso porque supone abrir la veda al nativismo, a lo incorrecto y a lo desconocido; lo segundo, ineficaz para ganar elecciones o referendos.

Post, aún en elaboración, que estuvo en borrador desde el 20-4-2017. 
Recuperado retrospectivamente cuatro años después.

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