Un doble descubrimiento, de dos realidades que conocíamos parcialmente: La obra "El balcón en invierno" de Luis Landero, a través de una locución de Carmen Pardo y su proyecto de "Lectura expresiva". Os comparto un par de vídeos para que disfrutéis como ha sido nuestro caso. Un canal YouTube de Carmen Pardo para deleitarse con estas narraciones y su web con locuciones antológicas.
Esta revelación proviene del grupo de WhatsApp del blog colectivo "Despertar a la escritura", fruto de un taller organizado por BBK Sasoiko en la primavera del 2020. Purificación Mínguez, una de las componentes del dicho blog, ya nos había comentado la labor de Carmen Pardo y su proyecto de "Lectura expresiva", al ser una discípula suya.
Cuando la prosa fluye, con una selección de "El balcón en invierno" la impaciencia nos conduce irremisiblemente a leer la novela, en el caso de no haberlo hecho ya,... "El balcón en invierno" es la narración
emocionante y autobiográfico de una infancia
en una familia de labradores
en Alburquerque
(Extremadura), y una
adolescencia en el madrileño
barrio de la Prosperidad.
Es
también el relato de por qué
oscuros designios del azar
un chico de una familia
donde apenas había un libro
logra encontrarse con la
literatura y ser escritor. Y de
sus vicisitudes laborales en
comercios, talleres y oficinas,
mientras estudia en
academias nocturnas,
empeñado en ser un hombre
de provecho. Pero dispuesto
a tirarlo todo por la borda
para ser guitarrista, y vivir
como artista. Y en ese
universo familiar de los
descendientes de
hojalateros, surge un
divertidísimo e inagotable
caudal de historias y
anécdotas en el que se
reconoce la historia reciente.
El texto de Luis Landero comienza así: Apoyado en el balcón de su casa, vacilando entre la vida agitada del exterior y la novela que ha comenzado a redactar pero que no acaba de gustarle, el autor se ve sorprendido por la memoria de una charla que ocurrió hace más de cinco décadas, en un balcón distinto a éste, con su madre.
«Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había fallecido en mayo, y ahora se venía un porvenir dudoso pero al mismo tiempo halagüeño».
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