Las cabinas telefónicas han dejado de formar parte del sistema universal de telecomunicaciones de España desde el 1 de enero de 2022. Transcurrido casi el primer mes de este año, se puede comprobar cómo ya han desaparecido en muchas localidades y grandes ciudades del país. Quedan once meses por delante para que las 14.800 cabinas telefónicas que aún quedan desaparezcan totalmente a finales de este año. Telefónica desmantelará este icono del siglo XX a lo largo de este año, ya que en su totalidad reciben menos de una llamada semanal.
Tras varias moratorias, el desmantelamiento cambiará el perfil de nuestras calles y quedarán en el olvido millones de historias en torno al teléfono con cable.
Durante casi un siglo, las cabinas han formado parte de nuestro paisaje urbano. De hecho, durante algún tiempo fueron imprescindibles para comunicarse desde la calle.
Hoy, en cambio, acumulan telarañas, grafitis y anuncios. Muchas de ellas han sido además vandalizadas, y ni siquiera tienen terminal.
Los municipios pueden contactar a través de Telefónica, pedir la cesión de la cabina y reconvertirla en un punto de información digital con WiFi, carga de móvil...".
Las cabinas comenzaron a instalarse en España en 1961. La primera ciudad que contó con ellas fue Madrid, tras ella Barcelona y después, ya en 1962, llegaron a Bilbao y Burgos, entre otras ciudades. Finalizó la penetración completa en el país en 1968, cuando aparecieron en ciudades como Logroño o Vitoria.
Por un bajo precio, cualquiera podía llamar a quien quisiera lejos del control familiar. También fueron una magnífica solución para aquellos ciudadanos que por entonces emigraban a Cataluña, Madrid o País Vasco. El elevado precio del servicio telefónico en el hogar no era asequible para aquellas gentes que buscaban la bonanza económica lejos de sus hogares.
Las cabinas telefónicas ofrecían la oportunidad de continuar en contacto con las familias que habían quedado en Extremadura, Galicia o Castilla.
Muchas veces los usuarios debían esperar largos periodos de tiempo para poder hablar, pero la espera merecía la pena.
Es necesario recordar que las primeras cabinas solo permitían llamar a abonados que estuvieran en la misma localidad o ciudad que aquel que efectuaba la llamada. Fue necesario esperar hasta 1970 para disponer de cabinas que permitieran realizar llamadas entre dos localidades diferentes. Desde las cabinas telefónicas también se pudo llamar desde entonces a destinos internacionales.
El método de pago de las llamadas fue poco a poco evolucionando. Desde las fichas que se utilizaban los primeros años se llegó a las monedas que las cabinas tragaban en muchos casos sin control. En los últimos años, las modernas aceptaban tarjetas prepago.
También los modelos de cabinas experimentaron una evolución a lo largo de los años. De las primeras cabinas altas y grises se pasó poco después a los cómodos modelos azules que se instalaron los últimos años. En ellas, las puertas que guardaban la conversación habían desaparecido y era obligatorio hablar sin ninguna protección.
El viernes 4 de diciembre de 1998, Euskaltel instaló en Las Arenas - Getxo, la primera cabina telefónic (ver post). Era primera cabina pública de España ajena a Telefónica cuando Euskaltel (que había iniciado sus actividades el 23-1-98) se adelantó a su socia Retevisión e inauguró el primer teléfono público de España que no pertenecía a Telefónica. José Luis Larrea, Presidente del segundo operador vasco, estrenó la cabina. Para llamar desde las cabinas de Euskaltel, con formas redondeadas y que se gestionaban por energía solar y electricidad, había una tarifa mínima de 15 pesetas para las llamadas urbanas y 30 para las provinciales, no era necesario usar el prefijo 050 y las comunicaciones competían siendo entre un 15% y un 20% más baratas que las del primer operador.
Alrededor de 1998 comenzaron a aparecer los primeros teléfonos móviles y con ellos las primeras compañías telefónicas que vendían aquellos primigenios terminales muy básicos en cuanto a servicios.
Los teléfonos móviles experimentaron una rápida y completa evolución en cuanto a modelos, cada vez más económicos y con mayores prestaciones. Esto trajo dos inmediatas consecuencias: el desuso de los teléfonos fijos que la mayoría de los españoles tenían en sus domicilios y de las cabinas telefónicas.
Las cabinas dejaron poco a poco de ser utilizadas. No podían competir con la comodidad que proporcionaba los teléfonos móviles. Un cúmulo de historias y sensaciones que quedarán en la memoria de algunos ciudadanos. Sería una buena idea que algún museo institución se hiciera cargo de estas particulares piezas de nuestra historia para que su recuerdo no desaparezca.
El inventor de las cabinas que casi todos hemos conocido se llama William Gray. En 1889, era un empresario escocés emigrado a Estados Unidos. Una noche de 1887, su esposa enfermó y él recorrió las casas de todos sus vecinos pidiendo un teléfono para avisar al médico. Nadie pudo ayudarle porque era una época en la que el teléfono aún no estaba desarrollado en los pequeños pueblos estadounidenses. Por fortuna, su esposa se recuperó de su enfermedad y Gray comenzó a pensar en la posibilidad de disponer de un teléfono público en la calle.
La cabina, un mediometraje de 1972 tan inquietante como inolvidable, y enlace a un vídeo recopilatorio de AT&T.
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