Acaba de cumplir los 100 años, pero Beryl Carr se niega a ser jubilada. Cuatro horas a la semana, sirve en la cafetería del Hospital Ealing, en Londres. Puede que no sea tan ágil como el resto, pero su simpatía es toda una luz para quienes viven día a día rodeados de enfermedad. Quería ser útil para los demás, así que decidió realizar un voluntariado.
Una labor altruista que se ha alargado en el tiempo. Lleva 18 años haciéndolo y no tiene intención de parar. Para ella, seguir trabajando mientras ayuda a los demás, ha sido "un salvavidas". Su sonrisa es un bálsamo para los familiares de los ingresados. Una alegría que también contagia al personal del hospital. Tras un turno agotador, la energía de Beryl Carr siempre les levanta el ánimo. Una vitalidad envidiable que tiene secreto, pero que no está dispuesta a revelar.
0 comments:
Publicar un comentario