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Veinte días de prensa ante el retorno triunfal de Napoleón

Veinte días de prensa ante el retorno triunfal de Napoleón
Denominado como  el "Vuelo del Águila" (le "Vol de l'Aigle"), es el regreso triunfal de Napoléon Bonaparte escapado el 26 de febrero de 1918 de su exilio en la la Isla de Elba en el navío L'Inconstant hasta su llegada al Palacio de las Tullerías de París, provocando el exilio del rey Louis XVIII el 20 de marzo. 

Tras el exilio forzoso de Napoléon a la isla de Elba (1814), en calidad de príncipe, con un séquito de 400 personas y una generosa pensión vitalicia, donde no llegó su estancia a un año, los borbones se instalaron en el poder en Francia, pero el pueblo francés rechazaba enérgicamente la restauración monárquica. La prensa en general también estaba a favor de Napoleón, pero estaba sometida a la censura de los periódicos realistas,…
Veinte días de prensa ante el retorno triunfal de Napoleón
Así fue, cronológicamente, la forma en que los periódicos franceses anunciaron la huida de Napoleón de la isla de Elba, su marcha a través de Francia por los Alpes (evitando la Provenza, región mayoritariamente borbónica), su rápida aproximación y, finalmente, su entrada en la capital. Se nota que, a medida que se acercaba el emperador a París, los editores de prensa iban perdiendo el temor a la censura real,… o ganando el miedo a Napoléon.

Titulares de periódicos, mejor calificarlos de miserables libelos, como "Le Moniteur Universel" o "Journal des Débats" de esa veintena de días desde principios de marzo de 1815, según Alejandro Dumas:
  • Finales de febrero de 1815: “El caníbal ha escapado de su guarida (la Isla de Elba)”
  • 1 de marzo: “El ogro corso ha desembarcado en Golfe-Juan
  • 5 de marzo: “El Tigre ha desembarcado en Gap”. Había llegado Napoléon con apenas  40 soldados de caballería y 10 granaderos.
  • 7 de marzo: Napoleón dijo, "Antes de Grenoble, yo era un aventurero. En Grenoble, ya era Príncipe«Avant Grenoble, j’étais aventurier. À Grenoble, j’étais Prince ». Imagen lateral.
  • 12 de marzo: “El Monstruo ha pasado la noche en Grenoble”
  • 13 de marzo: “El tirano ha cruzado Lyon
  • 14 de marzo: “El usurpador de dirige hacia Dijon, pero los bravos y leales borgoñeses le rodean por todos lados”
  • 18 de marzo: “Bonaparte está a sesenta leguas (266 km) de la Capital, ha tenido la habilidad de escapar de sus perseguidores”
  • 19 de marzo: “Bonaparte avanza rápidamente, pero nunca entrará en París
  • 20 de marzo: “Mañana Napoléon estará bajo nuestras murallas”
  • 21 de marzo: “El Emperador está en Fontainebleau
  • 22 de marzo de 1815: “Su Alteza Imperial y Real Majestad hizo su entrada la pasada noche en el Palacio de las Tullerías, en medio de alegres aclamaciones de adoración y fidelidad de la gente”.
  • Ante la imposibilidad de los soldados franceses de disparar un solo disparo contra su Emperador y la defección de mariscales como Ney que volvía a quedar bajo el mando de quien fuera su líder durante veinte años, un letrero aparecido en la Plaza de Vendome decía así. "De Napoléon a Luis XVIII: No es necesario que me mandes más tropas, ya tengo bastantes".
Y el resto de la historia ya la conocemos: Napoléon recuperó el poder y armó de nuevo su ejército, que fue derrotado en la Batalla de Waterloo (18 de junio de 1815). Apenas fue lo que se designó como "el imperio de los cien días" desde su salida de Elba. Acabó desterrado y recluido en la remota isla de Santa Helena, donde falleció el 5 de mayo de 1821 (pero esto seguro que es otro próximo post).
Veinte días de prensa ante el retorno triunfal de Napoleón
Desde la página 156 se relata la estancia en la isla de Elba y desde la 170 los 100 días hasta su segundo exilio.

Napoleón y el coronavirus

Napoleón y el coronavirus
Hay metáforas del pasado que explican realidades del presente y del futuro. La anécdota del campanario es apócrifa, y se atribuye a distintos personajes, en diversos lugares y diferentes épocas. Pero dado que a nuestros nietos, medio franceses, les gusta Napoleón, situamos la historia en la época gloriosa de los avances imparables de los ejércitos del Emperador Bonaparte.

Se había instaurado la costumbre ya protocolaria de que cuando las tropas de Napoleón cruzaban por cualquier población, doblasen las campanas para anunciar su gloriosa presencia. Pueblos y ciudades repicaban desde sus campanarios, dando noticia de las conquistas del Imperio.

En cierta ocasión, sin embargo, nada resonó desde desde una aldea por cuyas inmediaciones pasaron las tropas incumpliendo la norma ya generalizada. Mandaron oficiales a recoger al párroco del lugar  para recriminar su conducta. Ante uno de los 26 mariscales que tuvo Napoleón, el cura de aquel poblacho se atrevió a defenderse, aduciendo que había cien razones para que las campanas no sonaran.

Le conminaron a que contase, uno a uno, los cien argumentos. El curilla expuso que, primero, la trascendencia eterna de la iglesia no se somete al poder temporal de los hombres, aunque sean reyes,... Siguió desgranado explicaciones,... Cuando llegaba al final, ya casi sin más ideas, apuntó que no había campanero, ni soga para voltear las campanas. El enfurecido general que le interrogaba, vociferó que aquellas 99 excusas eran improcedentes. El clérigo, con voz casi inaudible, ante el solemne tribunal militar solamente acertó a susurrar una razón última y, quizá, definitiva: "Las campanas no resonaron... porque no existen en nuestra ermita sin campanario".

Esta historieta me resuena cada vez que escucho a los responsables políticos y sanitarios explicando que las mascarillas son convenientes pero no necesarias, o recomendables pero no obligatorias. ¿Por qué no dicen, desde hace ya meses y semanas, que no exigen la obligatoriedad de las mascarillas  cuando estemos en cualquier lugar público simple y llanamente porque NO TENEMOS mascarillas para todos? 

Seguimos con la campaña de  #MascarillaObligatoria #MasquesPourTous #Mask4All.
Concluimos con la videoconferencia BBKsasoiko de hoy sobre "Relaciones laborales y COVD-19" con Francisco Javier Arrieta Idiakez.

Por la tarde, "El sentido de la escuela" del Canal YouTube de la Fundación SantillanaSimultáneamente, entre las 17 y las 19 horas, nos hemos asomado a otras CINCO conferencias como hemos ido tuiteando en nuestra cuenta @agirregabiria.

Ambulancia y triaje, inventos de Dominique-Jean Larrey y Pierre-François Percy

Ambulancia y triaje, inventos de Dominique-Jean LarreyAmbulancia y triaje (trillaje o cribado), inventos de Dominique-Jean Larrey

Vivimos tiempo de coronavirus, donde el concepto de triaje se ha popularizado, ante la sospecha (confirmada al corregirse) de que con el colapso de las UCIs se haya incorporado la edad avanzada como un razón de exclusión. Ello, una noticia reciente pero incompleta y una historia que mis nietos contada a mis nietos (siempre interesados en Napoleón y Francia), nos anima ha recordar y valorar la innovación médica doble e interrelacionada aportada por Dominique-Jean Larrey y Pierre-François Percy

El triaje según la mayoría de los historiadores tuvo su origen en los ejércitos napoleónicos, donde los primeros en implantar un sistema formal para determinar la prioridad terapéutica de un militar herido en el transcurso de un acontecimiento bélico fueron Dominique-Jean Larrey Pierre-François Percy
Ambulancia y triaje, inventos de Dominique-Jean Larrey
El cuadro representa a Larrey en la batalla de Borodino, del 7 de septiembre de 1812, que se convirtió en una enorme carnicería (Print Collector / Getty)

Como en otras muchas invenciones, la ambulancia y el triaje proceden de una solución militarPierre-François Percy fue quien, incluso antes que Dominique-Jean Larrey, promovió ambos conceptos. Si bien es correcto señalar que fue el cirujano Larrey y médico de Napoleón Bonaparte quien los desarrolló como un sistema conjunto hasta el final.

Larrey estuvo presente en la batalla de Spires, entre Francia y Prusia, entristeciéndole el hecho de que los soldados heridos no eran recogidos por las numerosas ambulancias, que Napoleón ordenó situar a algo más de 3 kilómetros del lugar de la batalla, hasta que las hostilidades no cesaran, por lo que pensó en desarrollar un nuevo sistema.​ Decidió utilizar el método utilizado por los normandos, de parihuelas y caballos, resolviendo que carros de dos o cuatro ruedas, tirados por caballos, portaran a los heridos del campo de batalla, después de que estos hubieran recibido cuidados paliativos en el propio escenario. Estas ambulancias volantes se estrenaron con el Ejército del Rhin de Napoleón, en 1793
Ambulancia y triaje, inventos de Dominique-Jean Larrey
Las ambulancias, inicialmente sólo para oficiales heridos, no soldados, fueron carruajes de dos o cuatro ruedas tirados por  caballos.  Por el impulso de Larrey a comienzos de 1792 también aparece por vez primera el concepto de triaje en un manual sanitario militar francés, y será a lo largo de los siguientes 9 años (1792-1801) cuando se desarrolle plenamente. 

Dominique-Jean Larrey fue extraordinariamente popular entre los soldados, quienes le denominaban «la Providencia del soldado» desde que fuera bautizado con este sobrenombre en la campaña de Egipto. Estableció un orden de prioridad en la asistencia a los heridos independiente del rango que ostentasen e incluso del ejército al que perteneciesen. Ello le salvó la vida cuando el mariscal prusiano en jefe, Gebhard Leberecht von Blücher, ante quien cayó prisionero, le reconoció por haber salvado a su hijo y le dio un salvoconducto. 

Fue durante estos 9 años cuando Napoleón realizó sus campañas militares en Egipto y Siria, donde sufrió los envites del mal tiempo, la aparición de plagas y el acoso del ejército británico. Al final de la campaña el balance fue desolador: una tercera parte de la tropa francesa había fallecido a consecuencia de las heridas de guerra o por enfermedades. La primera noticia que tenemos de la instauración del triaje en una contienda militar fue durante la batalla de Jena (1806). 

El sistema empleado categorizaba a los heridos en 3 grados, según la gravedad de las heridas de los soldados: herida peligrosa, herida menos peligrosa y herida leve. Con esta clasificación, aquellos que no tenían capacidad de recuperarse debían abandonarse a su suerte en el campo de batalla y solo debían llevar al hospital a los que pudiesen sobreponerse a las heridas. Con este novedoso sistema disminuyó de forma sustancial la mortalidad en el campo de batalla. 

En las memorias de Larrey sobre la campaña de Rusia (1812) el galeno establece una normativa para clasificar a los pacientes: “Los que están peligrosamente heridos deben recibir la primera atención, sin tener en cuenta rango o distinción. Los que están heridos en menor grado pueden esperar hasta que lleguen sus hermanos de batalla; los que están gravemente mutilados y no han sido operados y vestidos, no sobrevivirán muchas horas, rara vez hasta el día siguiente”.

Su hijo, Félix Hippolyte Larrey, prosiguió su carrera llegando a ser un médico general de todo el ejército francés y médico personal de Napoleón III.
Como todos estos días de confinamiento, el 29º Aplauso Sanitario de anoche en Getxo.

Los 129 caballos de Napoleón

Napoleón Bonaparte tuvo 129 caballos para su uso personal. La imagen de Napoleón montando un caballo blanco es un poco incierta, ya que la mayoría de sus equinos eran grises, bayos o alazanes. Sus caballos preferidos eran árabes (importados desde Egipto), los bávaros (animales colosales que lo hacían ver demasiado pequeño) y los rusos.

Napoleón gustaba de dar nombres clásicos o mitológicos a sus caballos como Cyrus, Taurus, Tamerlán, Nerón y Cerberé. También les otorgaba nombres de lugares geográficos o victorias importantes, tanto que Cyrus fue rebautizado como Austerlitz, también tuvo un Marengo, un Friedland un Wagram, un Montevideo y un Córdoba. Otros recibieron nombres más creativos como Roitelet, Intendant y Coquet.

Se dice que Napoleón era pésimo jinete. Su complexión (piernas cortas y torso prominente) no le favorecían en la equitación. Sus caídas fueron frecuentes y muchas están documentadas. Constant, su ayudante de cámara, dice en sus memorias que los caballos del emperador eran mansos, y entrenados para soportar toda clase de molestias. Una de sus caídas tuvo un significado muy intrigante. En la madrugada del 23 de junio de 1812, antes de iniciar la campaña de Rusia, Napoleón recorrió disfrazado de jinete polaco las orillas del Niemen, acompañado del mariscal Berthier y su caballerizo Caulaincourt. Mientras galopaba por un campo de trigo, una liebre corrió entre las patas de su caballo Friedland, que se asustó y lo tiró al suelo. Napoleón se levantó rápidamente, antes de que Caulaincourt pudiera ayudarle y montó de nuevo sin decir una palabra. Berthier dijo a Caulaincourt que esa caída era un mal augurio y que no deberían cruzar el Niemen. Aunque el emperador bromeó al principio sobre su caída, la verdad es que pasó el resto del día con mal humor y preocupación. La noticia corrió como un reguero por el cuartel general y algunos recordaron que los romanos, que creían en los augurios, jamás cruzaron el Niemen.
Napoleón cruzando los Alpes, obra de Jacques-Louis David.

Por tanto, estamos lejos de la imagen idealizada como la que le muestra sobre una fogosa montura galopando por los hielos del San Bernardo. Sin embargo, el emperador compensaba sus carencias como jinete con una energía y una resistencia que le hacían objeto de admiración incluso entre sus veteranos cazadores a caballo. Como botón de muestra, el siguiente suceso de su campaña en España: viéndose obligado a interrumpir la persecución de Moore para dirigirse a Francia, ante la creciente amenaza de Austria, Napoleón se lanzó a una épica cabalgata desde Valladolid hasta Burgos: 120 kilómetros en tres horas y media, por caminos infestados de guerrilleros. Llegó prácticamente solo, sin volver la cabeza, dejando atrás a sus cazadores de escolta, generales y mariscales.

Marengo es el nombre de uno de los caballos de Napoleón Bonaparte y el más famoso de todos ellos, destacando en la cuadra de Napoleón, que se componía de unos 130 ejemplares para su uso personal. Otros de sus más famosos corceles eran Vizir y Blanco. 
Marengo, el caballo más famoso de Napoleón

Era un caballo de constitución fuerte, pero de pequeña alzada, que era de 1,45 m. De raza árabe, debe su nombre a la batalla de Marengo que los ejércitos imperiales franceses ganaron en Marengo (Italia) el 14 de julio de 1800, fue importado desde Egipto en ese año. 

Marengo fue herido ocho veces en su carrera, llevó al emperador en la batalla de Austerlitz, en la batalla de Jena, en la batalla de Wagram, y en la batalla de Waterloo. También fue utilizado al galope entre Valladolid y Burgos por Napoleón, recorriendo la distancia de 130 kilómetros en cinco horas. Sobrevivió a la retirada de Moscú en 1812. El semental fue capturado en 1815 en la batalla de Waterloo por Guillermo Henry Francis Petre, 11º Barón Petre. Vivió alrededor de 38 años, entre 1793 y 1831. Su esqueleto se encuentra en Inglaterra, en el Museo Nacional del Ejército de Sandhurst.
Para su exilio en la isla de Santa Elena, a Napoleón soló le fue permitido llevarse un caballo con él, Vizir, mientras que a Elba se había llevado ocho. Napoleón gustaba de pasar largas horas cabalgando con Vizir por Longwood, pero pronto esta distracción le fue prohibida. Su cólera estalló en esta frase dirigida al cirujano inglés Arnott: «Me habéis encerrado entre cuatro paredes con un aire malsano. ¡A mí, que he recorrido a caballo toda Europa! ¡Qué lejanos parecían entonces aquellos tiempos pasados a lomos de Roitelet, Emir, Intendent o Marengo».

La organización es la mejor ventaja


Engels en el "Anti Dühring" explica la transformación de cantidad en calidad con la alegoría de la fuerza relativa de los soldados mamelucos y franceses. Una ley que Napoleón conocía antes de la victoria en la "Batalla de las Pirámides", cuando animó a sus tropas con la más célebre arenga: "¡Soldados! Desde lo alto de esas pirámides, cuarenta siglos de historia os contemplan". 

Bonaparte sabía de la debilidad de sus jinetes, pero de la fortaleza de su caballería francesa: "Dos mamelucos eran, sin discusión, superiores a tres franceses; 100 mamelucos equivalían a 100 franceses; 300 franceses eran en general superiores a 300 mamelucos, y 1.000 franceses aplastarían siempre a 1.500 mamelucos". Este episodio histórico sigue recordándonos cómo el éxito de los equipos, en una empresa o en un centro escolar, se asegura reclutando mamelucos y organizándose como franceses.

Activista derechista


Como Napoleón, la China y dos tercios del mundo, siempre he sido partidista y proselitista de guiarnos por la derecha.

La lista derechista es mayoritaria en el mundo actual. Según datos oficiales 3.824.562.670 de personas se conducen por la derecha (el 66,35%) y 1.939.854.524 prefieren la izquierda (el 33,65%). De los diez países más poblados del planeta, 5 son derechistas y 5 izquierdistas, si bien disponen de mayor censo los primeros: China, 1.210.004.956; Estados Unidos, 265.562.845; Brasil 162.661.214; Rusia, 148.178.487 y Nigeria 103.912.489; frente a los izquierdistas India 952.107.694; Indonesia, 206.611.600; Pakistán, 129.275.660; Japón 125.449.703 y Bangla Desh, 123.062.800.

Sólo al principio de los tiempos hubo centrismo en la conducción. La ancestral burocracia china reguló hacia el año 1100 AC el lado del camino para circular, fijando que los hombres debían marchar por la derecha, las mujeres por la izquierda y los carruajes por el centro. Desde el Imperio Romano, con una red de calzadas de más de 150.000 Km. y durante toda la Edad Media se circuló por la izquierda, probablemente para poder defenderse con la espada en la mano derecha y repeler a posibles asaltantes que se cruzasen en el camino.

La primera norma de “tráfico” la dictó en el Papa Bonifacio VIII en el año 1.300 con motivo de una multitudinaria peregrinación a Roma, reglamentando que los carros circularan por su izquierda. Cinco siglos después, la Revolución Francesa obligó a la aristocracia (que viajaba veloz por la izquierda mientras los campesinos debían caminar por la derecha), a juntarse con el pueblo llano y conducir por la derecha. Así pues, fue un ejercicio de democratización y fin de privilegios, la unificación mediante la regla universal de “guardar la derecha” que se introdujo en París en 1794.

Napoleón la aplicó en todos los países europeos ocupados por sus ejércitos, y la costumbre resistió tras el fin de sus conquistas. Los Estados que resistieron a Napoleón mantuvieron la conducción por la izquierda: Reino Unido, Portugal, Imperio Austro-Húngaro y Rusia. Al final del zarismo, Rusia cambió; Portugal en 1928 y Gibraltar en 1929. Tras la I Guerra Mundial, toda Europa continental unificó la circulación por la derecha, excepto Suecia, Austria, Checoslovaquia y Hungría. Fue Hitler, con su anexión de Austria en 1938 y de Checoslovaquia en 1939 y la invasión de Hungría en 1941, quien acabó con los ‘izquierdistas’ centroeuropeos. Suecia, en 1967, e Islandia en 1968, dejaron a Reino Unido e Irlanda como únicos países que “conducen bien”, dado que ellos dicen que los demás vamos por el lado incorrecto (“by the wrong way”).

En el continente americano sólo las antiguas Guayanas Británica y Holandesa (Guyana y Surinam), junto con algunas pequeñas islas del Caribe (Bermudas,…) prefieren viajar por la izquierda. Varias extensas regiones canadienses cambiaron entre la I y II Guerra Mundial, al igual que Panamá en 1943, mientras que Argentina y Uruguay normalizaron su tráfico en 1945.

En Asia, en 1946 China y las dos Coreas se pasaron a la conducción contraria a la japonesa, y en 1970 Birmania también se sumó al sistema derechista, al igual que siempre habían mantenido los países árabes y las ex–colonias francesas de Vietnam y Camboya. El resto del sudeste asiático, junto a Japón, Pakistán, India y Bangladesh, así como la mayoría de Oceanía (Australia, Nueva Zelanda,…) transitan por la izquierda. Hacia 1960 Pakistán desestimó el cambio por la dificultad de enseñar a los viejos… camellos, que de noche circulan en caravanas mientras sus conductores dormitan.

En África sólo resta con la conducción a la izquierda el Sudeste, desde Kenia hasta Sudáfrica, tras numerosos procesos de normalización que afectaron entre los años 60 y 70, a los países del centro como Nigeria, Ghana, Sudán, Etiopía, Somalia, Angola,…por el aumento del turismo y del comercio globales.

En las últimas décadas parecen haberse paralizado los costosos cambios en el sentido de conducción. Siempre fueron para pasarse a la conducción más extendida, por la derecha, excepto en la isla de Okinawa en 1978, para adecuarla al resto de Japón y borrar el recuerdo de 27 años de ocupación estadounidense, con un coste de más de 200 millones de euros. En 1982, los argentinos impusieron en las islas Malvinas la conducción por la derecha, hasta que los británicos volvieron a dirigir el tráfico. Como última reliquia del Imperio Británico queda Hong Kong, devuelto a China en julio de 1997 y donde se circula por la izquierda.

Sería aconsejable por razones de seguridad y estandarización que como automovilistas, motoristas o transportistas,… todos fuésemos siempre derechistas en las autopistas. A propósito, ello también significa circular por el carril más a la derecha que esté libre, dejando los restantes para quienes circulan más rápidos. Recuerden la norma: “Por la izquierda, sólo para adelantar”.