Viajando de Estocolmo a París, nuestra hija coincidió con un niño francés de nueve años. Muy inteligente, lo primero que él indicó es que no hablaría con nadie que no fuese una azafata. Pero -visto que ninguna de ellas conocía su idioma- pasó a charlar con Leire. Toda la conversación fue muy interesante, indicativa de los nuevos modelos de familias, pero lo mejor fue cuando para asegurar la verdad de una de sus afirmaciones, añadió:
- "Y si no es así, que me vaya al infierno".
Siendo de rasgos muy morenos, que podrían indicar algún antecedente norteafricano, Leire le preguntó:
- "¿De qué religión eres?", siendo inmediatamente contestada por el avispado niño...
- "De cuál voy a ser,... ¡soy de religión francesa!".
- "Y si no es así, que me vaya al infierno".
Siendo de rasgos muy morenos, que podrían indicar algún antecedente norteafricano, Leire le preguntó:
- "¿De qué religión eres?", siendo inmediatamente contestada por el avispado niño...
- "De cuál voy a ser,... ¡soy de religión francesa!".