Resulta inaceptable que quienes son menores de edad a todos efectos legales estén autorizados para adquirir o consumir alcohol libremente desde los 16 años. Los datos de consumo juvenil son escalofriantes: Según la Encuesta sobre Drogas a la Población Escolar de 2000, el 76% de los jóvenes del Estado español con edad comprendida entre 14 y 18 años ha bebido alcohol en el último año y el 58% incluso en el último mes. El sondeo revela que el inicio promedio al consumo de alcohol comienza a los 13,6 años y, a diferencia del tabaco o el cannabis, sólo un 42% de los jóvenes percibe el riesgo derivado de la ingesta de bebidas alcohólicas. Además, la gravedad del fenómeno alcanza a ambos sexos, siendo el porcentaje de chicas que consume alcohol superior al de los chicos.
El alcohol produce sobre el organismo un efecto tóxico directo y acumulativo, incluyendo un amplio rango de alteraciones del aparato digestivo, como úlceras, pancreatitis y cirrosis, así como lesiones irreversibles en los sistemas nerviosos central y periférico, originando desmayos, alucinaciones, temblores, síndrome de abstinencia y el delirium tremens, que puede ser mortal. Según datos clínicos, la peligrosidad de esta conducta tolerada socialmente alcanza una amenaza suplementaria por la vulnerabilidad mayor en los adolescentes que las personas adultas, incurriendo en riesgos considerables con consumos superiores a las 14 ó 21 unidades de bebida semanales respectivamente para chicas o chicos (una unidad equivale a una cerveza o un vaso de vino). Según los psiquiatras Rubio y Santo Domingo, autores de "Guía práctica de intervención en el alcoholismo", el consumo de alcohol que causa 13.000 muertes anuales en España se debe al cambio de hábitos, siendo la ingesta compulsiva de alcohol por parte de los jóvenes durante los fines de semana uno de los factores clave.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cantidad de jóvenes que consumen alcohol aumentó más de un 20 %, en los últimos 10 años. Igualmente se señala, en otras fuentes, que los problemas derivados del alcohol están aumentando en todo Occidente desde 1980, incluyendo Estados Unidos, la Unión Europea y la Europa oriental, así como en los países en vías de desarrollo. Según algunos autores, en los últimos años España ha pasado a ocupar el indecoroso segundo lugar en el mundo en tasas de alcoholismo.
Nos compete a todos los adultos, y especialmente a los representantes políticos, sanitarios, educadores y progenitores, abordar con decisión y urgencia medidas familiares, educativas y administrativas para atajar tan acuciante y extendido problema social. Es realmente apremiante una legislación –europea, central o autonómica- que prohíba y persiga el consumo de alcohol hasta los 18 años (en EE.UU. la edad legal para adquirir o consumir se eleva a 21 años). Inmediatamente es preciso aplicar con todo rigor la normativa vigente, mediante una eficaz inspección de todas las autoridades públicas implicadas, para desterrar esta tragedia que conocemos y que parece deseamos ignorar: la catastrófica embriaguez semanal de muchos de nuestros menores de edad. En la Comunidad de Euskadi desde el 25 de junio 1998 está prohibida la venta y suministro de todo tipo de bebidas alcohólicas, sin importar su graduación, a menores de 18 años, pero es preciso que se proscriba incluso su consumo y que se vigile la dispensación que innegablemente se practica en establecimientos de las zonas de diversión juvenil.
¿Qué hemos hecho los mayores para que gran parte de la juventud recurra al alcohol y no se extasíe con sus propias esperanzas, arrebatándose en sus legítimas e infinitas ilusiones?