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Lenore Skenazy, la peor madre del mundo

«Es un honor ser considerada la peor madre de América», afirmó Lenore Skenazy, quien dejó que su hijo de nueve años viajara solo en el Metro de Nueva York. Es precursora del movimiento Free Range Kids (Niños sin barreras, niños en libertad).

La sociedad americana se sobresaltó cuando conoció que la periodista Lenore Skenazy dejaba que su hijo de nueve años viajara solo en el Metro de Nueva York. Claro, que no le dejó completamente solo. Le dio un mapa, dinero de más para algún imprevisto y monedas para llamar por teléfono. Su hijo vivió su primera aventura personal con éxito y ganó mayor autonomía. Tras la experiencia, Lenore fue calificada como «la peor madre de América».

Pero lejos de acobardarse, Lenore Skenazy continuó con su método educativo e, incluso, escribió el libro «Free Range Kids» y un blog con el mismo título. Desde entonces (eso ocurrió en 2009), promueve un movimiento que cuestiona la sobreprotección a los hijos y defiende la necesidad de darles libertad para que asuman sus propios riesgos y exploren por sí mismos. Una nueva tendencia que siempre genera debate. Hoy día, dirige el programa «La peor mamá del mundo» que se emite en el canal Discovery.

—¿Cómo surgió la idea de dejar a su hijo Izzy viajar en el Metro de Nueva York con nueve años?
—Fue idea de él. Llevaba tiempo pidiéndomelo. Quería que le llevásemos a un lugar donde nunca hubiera estado y le dejáramos que encontrase él mismo el camino de vuelta a cada. Fue magnífico. Después, todos nos sentimos contentos y más confiados. «La mayoría de las personas están encantadas de ayudar a un niño»

—Imagino que confiaba en él.
—Sí, sabíamos que pediría ayuda a alguien si lo necesitaba. Y así fue. Le preguntó a un extraño en qué andén tenía que esperar. ¡Y el extraño no lo secuestró! Lo cierto es que mucha gente equipara extraño a peligroso. Pero la mayoría de las personas están encantadas de ayudar a un niño.

—Tras esta experiencia fue calificada como «la peor madre de América». ¿Cómo se sintió?
—Al principio no podía creer que todo el país, y más tarde el mundo, estuviesen criticando mi forma de educar a mi hijo. Pero luego empecé a pensar en ello como un honor. Ahora incluso tengo un sombrero en el que pone «la peor madre de América».

—Su hijo tiene ahora 15 años. ¿Cómo le ve, después de darle la oportunidad de asumir sus propios riesgos?
—Le sigue encantando hacer cosas por su cuenta. Los fines de semana coge un autobús y se va a una montaña cercana para pasar el día haciendo snowboard. Es un chico feliz al que le encanta el deporte y estar con sus amigos. Los deberes... no tanto.

—¿Qué aconseja a los padres para que afronten el miedo a que sus hijos corran riesgos?
- «Preguntarnos cómo nos sentiríamos si los hijos muriesen es un histerismo diario»—Preguntarnos cómo nos sentiríamos si nuestros hijos muriesen es una forma histérica de pensar en las actividades cotidianas, como por ejemplo ir andando al colegio. Es una manera de pensar que nos han inculcado los medios de comunicación, que descubren las historias más tristes y nos las presentan cada hora del día. Después nos dicen que mantengamos a salvo a los hijos, como si tuviésemos que estar pensando todo el tiempo en secuestros y asesinatos. ¡Y lo hacemos! La mejor manera de empezar a combatir este tipo de lavado de cerebro es apagar la televisión.
—¿Cómo empezar a dejar a un niño que corra sus riesgos?
—Piense en su propia infancia. ¿Le dejaban sus padres que jugase fuera en la calle, que trepara a los árboles o que fuese al bosque? Si no cree que sus padres fueran negligentes, entonces puede criar a sus hijos de la misma manera.
   
—¿No cree que es mejor que el adulto siempre esté cerca?
—Insisto: piense en los momentos más felices de su infancia, en el momento en que se sintió en la cima del mundo, tan orgullosa, tan feliz. Ese es el fundamento de quien es usted hoy día. ¿Estaba su madre justo a su lado? Probablemente, no. ¿Por qué estamos eliminando las experiencias más educativas, más importantes, para la formación del carácter de las vidas de nuestros hijos?

—¿Cree que los niños si no corren riesgos les convertimos en adultos débiles?
—No estoy segura de que tengamos la capacidad de convertir a nuestros hijos en algo. Gran parte de la personalidad está predeterminada, como le podrá decir cualquier madre o padre con más de un hijo. Aborrezco que se responsabilice a los padres de cualquier pequeño elemento de la constitución emocional de una criatura. En mi libro incluso hay un capítulo titulado «¡Relájate! No todas tus pequeñas decisiones tienen tanta influencia en el desarrollo de tu hijo». Sí pienso que cuando los niños saben que creemos en ellos —lo cual se demuestra confiando en ellos sin que estemos continuamente justo a su lado— entonces crecen sanos.
Post que estuvo en borrador desde el 10-7-2017. 
Recuperado retrospectivamente cuatro años después.

Viejo chiste de los 'problemas familiares"

Dos amigos se encuentran y comienzan esta conversación.
-"Estoy afligido, tengo problemas familiares",... El otro le responde:
- "¿Tú crees que tienes problema familiares? Escucha mi situación. Hace unos años conocí a una viuda con una hija y me casé con la madre. Poco después mi padre se casó con mi hijastra. Eso hizo que mi hijastra se convirtiera en mi madrastra y mi padre en mi hijastro. También mi esposa se convirtió en suegra de su suegro. Entonces la hija de mi esposa, mi madrastra, tuvo un hijo. Este chico es mi medio hermano, porque es el hijo de mi padre, pero al ser el hijo de la hija de mi esposa, es el nieto de mi esposa. Esto me hace el abuelo de mi medio hermano. Esto no fue nada hasta que mi esposa tuvo un hijo. Ahora la hermana de mi hijo, mi madrastra, es también su abuela. Así, mi padre es cuñado de mi hijo, cuya cuñada es la esposa de mi padre. Soy el hermano político de mi madrastra, mi esposa es la propia hija de la tía, mi hijo es el sobrino de mi padre y yo soy mi propio abuelo. ¿Y tú piensas que tienes problemas familiares?".

Plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro

José Martí (1853-1895) sentenció que “hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”. Martí fue un político y escritor que se convirtió en el gran héroe nacional cubano. Esta cita condensa en tres actos aparentemente simples un ideal de realización personal y trascendencia. Vamos a desarrollar la profundidad de cada elemento:

Plantar un árbol representa el vínculo con la tierra y el futuro. Es un acto de esperanza: el árbol que se planta hoy probablemente dará sombra o frutos a otras personas en el mañana (en la imagen un roble recién plantado). También simboliza:

- Cuidado y paciencia: El árbol no crece de inmediato, necesita tiempo, atención y condiciones favorables, como nuestras metas o relaciones.

- Conexión con la naturaleza: Nos recuerda que somos parte de un ecosistema y que nuestras acciones tienen consecuencias en el entorno.

- Legado silencioso: Un árbol puede durar generaciones. Plantarlo es una forma de dejar algo que continúe viviendo más allá de nosotros.

Tener un hijo se refiere, más que a la reproducción biológica, a la creación y transmisión de vida, valores y cultura. Simboliza:

- Continuidad de la especie y del linaje humano.

- Responsabilidad profunda: Criar a un hijo implica compromiso, educación y amor.

- Inmortalidad simbólica: A través de los hijos, una parte de nosotros (genes, ideas, enseñanzas) sigue adelante.

- Creación de futuro: Aportamos al mundo no solo una vida nueva, sino potencialmente una mejor sociedad si educamos bien

Escribir un libro representa la expresión del pensamiento, la creatividad y la trascendencia intelectual. No necesariamente se refiere a una obra literaria formal, sino a dejar huella con nuestras ideas, experiencias o conocimientos. Simboliza:

- Construcción de identidad: Al escribir, reflexionamos sobre quiénes somos.

- Comunicación con el mundo: El libro es una forma de diálogo entre autor y lector, incluso a través del tiempo. 

- Permanencia en la memoria colectiva: Las palabras pueden sobrevivirnos, influyendo a otros mucho después de nuestra partida.

La conexión de los tres actos. El legado de los tres gestos —plantar, procrear y escribir— son formas distintas de trascendencia, tanto en lo físico como en lo simbólico. Mientras el árbol se relaciona con la naturaleza, el hijo con la continuidad biológica y afectiva, y el libro con la mente y la cultura, los tres comparten una raíz: el deseo humano de perdurar, de contribuir, de dejar huella.

Juntos, proponen una vida equilibrada entre lo natural, lo humano y lo intelectual. Invitan a vivir con sentido, responsabilidad y propósito. 

Hoy en día la cita clásica se transforma en "cuidar un cactus, atender a un sobrino y escribir en Instagram", pero prefiero "plantar árboles, tener hijos y nietos y escribir libros".

Amor de hijo

Una anécdota real que nos demuestra cuánto podemos aprender de los más pequeños y humildes,… que -en definitiva- son los más sabios.

Ayer fuimos Carmen y yo de visita, y al entrar en el portal de la casa vimos a una joven mujer sudamericana fregando las escaleras. En el primer rellano estaba un niño de unos siete años, sentado en un escalón y con una camiseta del Athletic de Bilbao. Al pasar junto a él, se apartó y nos saludó muy simpático. Le pregunté si era del Athletic, y me contestó que sí. Luego añadió su nombre, que no citaré, y concluyó manifestando algo tan evidente como grandioso:

- “Y ésta, es mi mamá”, orgullosamente señalando a su madre, quien sonrió.

Pocas veces hemos escuchado en labios de un hijo, como somos todos, refiriéndose a sus padres con tanto amor, contento, confianza, optimismo, gozo, estimación,… ¡Gracias, madre e hijo, por la lección que nos brindáis! Algunos sólo verán en vosotros a unos inmigrantes más; nosotros, la inmensa mayoría, os reconocemos como maravillosos seres humanos, de la mejor calidad que en el mundo pueda existir.

Diálogo intergeneracional: Cat Stevens, Father And Son

Admira ver a un cantante 50 años (1970-2020) después cantando la misma canción.

Cat Stevens - Father And Son. La canción original de 1970 y es uno de los mayores éxitos de Cat Stevens. Pertenece al álbum Tea for the Tillerman, evoca melancolía y el adiós que un padre siempre da a su hijo cuando este abandona el nido. Esta canción nació de una historia ficticia creada por Cat Stevens -llamado Yusuf Islam tras su conversión al islamismo en 1977-. 

Cuenta la historia de una familia de Rusia en la que su hijo quiere unirse a la revolución rusa, pero su padre le pide que se quede en casa trabajando con él en la granja. A lo largo de la canción se desarrolla un diálogo entre las distintas personas involucradas en esta triste pero inevitable situación. 

Sin embargo, la narración no surge de una mera invención. La relación paterna que tuvo el propio Cat Stevens está retratada en esta canción, según contó en 2009 en el programa The Chris Isaak Hour. "Él estaba a cargo de un restaurante y yo era una estrella pop, así que yo no estaba siguiendo lo que él tenía determinado. Pero no tuvimos ningún antagonismo. Yo lo amo y él me ama", dijo el músico.

Esta canción ya una melodía clásica de nuestra memoria de los años '70 se convierte en una broma durante la pandemia, y surge el dueto con la cerveza como excusa. Nos gusta especialmente cómo se traslada el consejo entre tres generaciones, aunque no sea seguido exactamente. Ni Cat Stevens hizo caso a su padre en el negocio familiar, ni su hijo lo seguirá al pie de la letra al cantante. Pero se quieren, estiman su ejemplo de vida, se dan voz en el dueto de la versión COVID y así la vida se perpetúa con ánimo y humor. 
 
La parodia humorística en el confinamiento de la pandemia entre padre e hijo, Cat y Davey.
La traducción, frase a frase para degustar el poema, de la versión original.
La readaptación subtitulada en tiempos de pandemia.

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Anagnórisis y peripeteia, desde Ulises a Luke Skywalker


La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, «reconocimiento») o agnición es un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. La revelación altera la conducta del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea. 

También se produce anagnórisis cuando un personaje principal revela su identidad hasta entonces oculta o velada a otros personajes secundarios cambiando así la relación, normalmente de un nexo débil o inexistente (un mendigo o simple huésped) hacia un nexo fuerte (el hijo de un enemigo que clama venganza, el retorno de un rey por largo tiempo ausente,...), produciendo un punto de giro en la historia que la hace avanzar hacia su desenlace.

Al regresar a Ítaca Ulises se presenta o revela hasta en diez ocasiones su identidad a sus seres queridos, puesto que sus rasgos físicos han sido cambiados por los dioses y el tiempo y no siempre le reconocen. El término fue utilizado por primera vez por Aristóteles en su Poética. Aunque la anagnórisis es un recurso frecuente en muchos géneros, Aristóteles la describió en relación con la tragedia clásica griega, con la que está asociada de modo especial.

De acuerdo con Aristóteles, el momento ideal para la anagnórisis trágica es la peripecia (giro de la fortuna): en un momento crucial, todo se le revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores. Por ejemplo, el descubrimiento por parte del héroe trágico de alguna verdad sobre sí mismo, otras personas, o de algunas acciones que significan que, ahora que las sabe, toda la trama cambia de dirección como resultado de su reacción a las noticias. La revelación de esta verdad (que ya era un hecho, pero el protagonista ignoraba) cambia la perspectiva y la reacción del héroe, que se adapta y se acomoda aceptando su destino y en consecuencia ayudando a que este ocurra.
Ejemplos: Edipo, rey de Tebas descubre que el verdadero origen de las plagas que asuelan su polis son causadas por él mismo al cumplir sin saberlo con el oráculo de Delfos: "Matarás a tu padre y te casarás con tu madre", con quien ha tenido cuatro hijos. Un ejemplo clásico de anagnórisis en la tragedia griega se halla en el «Edipo Rey» de Sófocles, cuando Edipo se entera de que la persona que había matado era su padre y que su esposa es su madre. Otro caso especialmente emotivo es el de Ágave al final de «Las bacantes» de Eurípides, que llega a Tebas con lo que cree la cabeza de una fiera en su mano. A medida que el dios Dioniso se va retirando de su ser, comprende que se trata de su propio hijo, Penteo, al que ella y las demás bacantes han despedazado en una orgía de sangre.

En la comedia griega, la anagnórisis es también un recurso frecuente: en las obras de Menandro y sus imitadores latinos, abundan los personajes que han sido abandonados de pequeños y criados como miembros de una clase social inferior. Al entablar una relación con un personaje noble, su extracción humilde supone un estorbo; al final de la obra, se descubre por algún indicio (una marca de nacimiento, un objeto personal que la madre dejó junto al bebé) su verdadera identidad, y la pareja puede unirse felizmente en matrimonio.

En la épica griega tenemos un buen ejemplo de anagnórisis en los últimos cantos de la «Odisea», cuando Ulises vuelve a Ítaca, su patria, y varios personajes lo van reconociendo (su viejo perro Argos, su nodriza Euriclea, su hijo Telémaco, su padre Laertes,...), en una gradación que termina cuando su esposa Penélope, la más reacia a aceptar la revelación, lo somete a una última prueba para confirmar su identidad.

En la literatura española, la anagnórisis es moneda corriente en las novelas de caballerías, el teatro barroco (p. ej. «La dama duende», de Pedro Calderón de la Barca) y el drama romántico. Y también está presente en La gitanilla y en varias de las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes. En la literatura inglesa renacentista, William Shakespeare también utiliza las características asociadas a este término en sus obras dramáticas, específicamente en sus tragedias. A pesar del momento de anagnórisis, de reconocimiento, todo acaba mal por el hecho de la inclusión del fatalismo, propio de las obras trágicas.

En la literatura prehispánica, específicamente en el drama Ollantay encontramos una hermosa anagnórisis cuando el inca Túpac Yupanqui encuentra a Cusi Coyllur, prisionera, y reconoce que ella es su hermana.

El ejemplo más moderno sería en el episodio V de la Saga cinematográfica de Star Wars: Cuando Darth Vader revela a Luke Skywalker que él es su padre, la trama pasa de ser una batalla entre el bien contra el mal a ser un conflicto existencial del protagonista entre su deber de luchar contra el mal o redimir a su padre caído.
La peripeteia (en griego antiguo, περιπέτεια) o peripecia es el acontecimiento de una trama que supone un punto de inflexión, un giro en la suerte de los personajes. Este término especialmente se aplica a las obras dramáticas. Dicha historia se presenta como una adversa y repentina que sucede accidentalmente y sin previo aviso, lo cual provoca un cambio en la situación actual que se vive en lo relatado.

En las tragedias supone el punto en el que la trama toma el cariz propiamente trágico, es decir, el punto de inflexión en el que la suerte del héroe protagonista se trunca y comienzan las desgracias que le llevarán inevitablemente a un final desdichado.

Aristóteles define la Peripeteia como «un cambio por el cual la acción gira hacia su opuesto, sujeto siempre a nuestra regla de probabilidad o necesidad». Según Aristóteles, la peripecia, junto con el descubrimiento, es la más efectiva cuando se trata de drama, particularmente tragedia: «la mejor forma de Descubrimiento es aquella que asiste a Peripeteia, como la que conduce al Descubrimiento a Edipo».

La peripeteia incluye cambios en el personaje, además de cambios externos. Por ejemplo, si un personaje pobre y oscuro se ha vuelto rico y famoso, ha sufrido una peripeteia, incluso si su personaje sigue siendo el mismo. La peripeteia o peripecia se distingue de la anagnorisis o agnición, cuando un personaje descubre una información que previamente ignoraba. Esta distinción proviene de la Poética, que consideró que la anagnórisis, que lleva a la peripeteia, un aspecto superior de la tragedia. 

Dos de estas obras son Edipo Rey, donde la información proporcionada por el oráculo de Delfos (que Edipo mató a su padre y se casó con su madre) provocó la muerte de su madre, Yocasta y su propia ceguera y exilio, e Ifigenia entre los tauros, donde Ifigenia se da cuenta de que los extraños que ella debe sacrificar son su hermano y su amigo, lo que resultó en que los tres escaparan de Tauris. Consideró estas tramas complejas y superiores a las simples sin anagnórisis ni peripeteia, como cuando Medea decide matar a sus hijos sabiendo que lo son y aun así lo hace. Aristóteles identificó a Edipo Rey como la principal obra para ejemplificar la peripecia.
Otro recurso literario citado en este vídeo es el Arma de Chéjov: "Elimina todo lo que no tenga relevancia en la historia. Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí", indicó Antón Chéjov.

Precaución con el desconfinamiento del COVID-19

Comenzamos una semana de supuesta desescalada, que nos la tomamos con mucha calma y aislamiento, ante la falta de medidas como la Mascarilla Obligatoria en la calle. Dos vídeos, el primero lleno de ternura, que nos sugiere los ignotos tesoros de las cercanías que pasaban desapercibidas.

El segundo es un conmovedor vídeo viral de un padre del futuro que lee un cuento a su hijo sobre lo que fue el coronavirus El poeta británico Tomos Roberts ha conmovido a las redes sociales con el vídeo de un hombre que en el futuro lee un cuento para dormir a su hijo sobre lo que supuso la pandemia para la Humanidad.

Tomos Roberts es un artista británico dedicado a la poesía oral que desde el principio de la crisis del coronavirus se ha propuesto ayudar con mensajes constructivos que permitan a la sociedad afrontar la tragedia y encontrar la luz al final del túnel. Su último vídeo se ha convertido en un fenómenos viral. 

Utiliza un lenguaje poético y en verso y una puesta en escena sencilla para conectar con el espectador. Se llama “The Great Realisation”, algo así como el gran descubrimiento y en él utiliza a un padre y a su hijo para reflexionar sobre la pandemia del coronavirus. La escena ocurre en el futuro cuando un niño está a punto de dormir y pide a su padre que le lea su cuento favorito. Resulta que la historia trata sobre cómo el COVID-19 fue una tragedia que, a pesar de todo el dolor que causó, también permitió que la Humanidad reflexionar sobre lo que hacía mal y en qué podía mejorar.

Con peor calidad, pero hay otro vídeo subtitulado al español en este enlace.

Una gran programación (véase aquí) de #BBKsasoiko para esta semana, con el gran chef Fernando Canales @Etxanobe  el miércoles 13 de mayo y sobre #CoHousing el viernes 15.
Videoconferencias diarias de BBKsasoiko
La videoconferencia del pasado jueves 7 de mayo de 2020 sobre "Energías renovables", con Javier Marqués, Director Técnico del Ente Vasco de la Energía (EVE).
Conferencia de hoy en BBK Sasoiko: LA MAR Y LOS VASCOS, con Eduardo Araujo.
Hashtags: #MascarillaObligatoria #MasquesPourTous #Mask4All.

El libro total, una biblioteca gratuita que ofrece 50 mil obras

El libro total, una biblioteca gratuita que ofrece 50 mil obras
El Libro Total es la biblioteca digital más grande de América. Comprende 50.000 libros diferentes,  que son audio-libros que pueden escucharse, muchos de ellos traducidos a 13 idiomas, donde el lector tiene a su alcance más de 50 diccionarios distintos para absolver sus inquietudes. 

Están categorizados por país de origen pero dentro de cada nivel pueden también buscarse por autor o por título. La biblioteca digital El Libro Total facilita el acceso a mucho material que está disponible, que se presenta bajo licencia Creative Commons, lo cual habilita la copia y distribución gratuita siempre que se mencionen las fuentes.
Conviene hacerse una cuenta personal en El Libro Total, siempre de modo gratuito, para ir seleccionando los libros preferidos, como en la imagen superior. Los libros son versiones de bolsillo, sintetizados y muy orientados a lectores infantiles o juveniles, o a quienes prefieren versiones condensadas.
El abuelo y el nieto, de los Hermanos Grimm
A modo de ejemplo, el cuento de Los Hermanos Grimm, titulado "El abuelo y el nieto"

Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, le dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudilla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera le llenó de improperios a que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Compráronle por un cuarto una tarterilla de madera, en la que se le dio de comer de allí en adelante.

Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que había en el suelo.

–¿Qué haces? preguntó su padre.

–Una tartera, contestó, para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos.

El marido y la mujer se miraron por un momento sin decirse una palabra. Después se echaron a llorar, volvieron a poner al abuelo a la mesa; y comió siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad.
El libro total, una biblioteca gratuita que ofrece 50 mil obras
Web oficial: El Libro Total.
Disponible también en versión APP para móviles Android o Apple iOS.

Melancolía educativa

Dos anécdotas, verídicas y tristes, en homenaje a los educadores y desde la melancolía vacacional que acompaña al entusiasmo laboral.

Hace ya muchos años, unos alumnos que me seguían con gran fidelidad, me hicieron una pregunta que, a un mismo tiempo, me halagó y me desconcertó: “Tú, con lo que vales, ¿qué haces aquí,… enseñando?” Lo más doloroso fue que la pregunta no provenía de físicos o ingenieros en formación, sino de estudiantes de último año de Magisterio y, por tanto, de próximos profesores.

El segundo caso fue más reciente, trabajando en la administración educativa. El padre de un alumno de Educación Especial, un caso de Síndrome de Down, vino a cursar una petición. El padre, creyendo plena y meritoriamente en su hijo, llegó a confiarme sus expectativas máximas, lo que le enaltecía y demostraba que era un padre ideal. Pero lo hizo de un modo que transmitía su valoración de la acción educativa. Literalmente, y en la discreción de una conversación privada sin la presencia de su hijo, me confesó: “Ya sé, que Jon (nombre ficticio) nunca podrá ser médico o abogado. Pero aspiro a que mi hijo haga un trabajo sencillo, algo como lo que hacen ustedes, los funcionarios de educación”.

La docencia no ha encontrado aún la estima profesional y social que merece entre nosotros, comenzando por el propio profesorado. Si un futuro docente no cree que ejerce un puesto crítico para el futuro, probablemente no merezca ser educador. Si una familia no considera trascendental la labor del profesorado, posiblemente esté limitando la educación de sus hijos.

El mejor chiste de la vuelta al colegio

El mejor chiste de la vuelta al colegio
Este chiste es un clásico, pero siempre ha sido uno de nuestros preferidos, del eterno tema de la vuelta al colegio tras las vacaciones veraniegas. Arriba una versión para nuestro TikTok (en esta ocasión con Sara y su gran capacidad de improvisación teatral) y, abajo, otra posible transcripción.

Una madre despierta a su hijo por la mañana y le dice: 

- Vamos, hijo, levántate, que tienes que ir a la escuela. 

- Mamá, no quiero ir más al colegio. 

- ¿Y por qué no quieres ir? 

- Mira, te diré cuatro motivos: primero, porque no tengo ganas que yo le había agarrado tanto cariño a las vacaciones; segundo, porque allí me aburro mucho; tercero, porque los profesores no me quieren y cuarto, porque todos los niños se ríen de mí. 

- Vale, vale. Pues yo te daré cuatro razones por las que sí tienes que ir: 

Primera, porque te lo digo yo que soy tu madre, es septiembre y es tu obligación.
Segunda, porque ya han ido todos los alumnos.
Tercera, porque todo el claustro de profesores pregunta por ti.
Y cuarta razón, hijo mío, porque tienes cincuenta y cinco años, llevas 30 años dando clase y, además, ahora tú eres el director de la escuela.

El deseo de Teseo

La leyenda del Minotauro es muy esperanzadora para niños y adultos, que compartimos con Teseo el deseo de Paz.

El mito de Teseo, Ariadna, Fedra y el Minotauro procede de la cultura minoica de hace 40 siglos, si bien fue recogido literariamente por el poeta latino Publio Ovidio Nasón en el inicio de nuestra era, poco antes del nacimiento de Jesucristo. Esta compleja tragedia de célebres personajes ha sido objeto de atención continuada por autores como Nietzsche, Freud, Cortázar o Borges.

La crónica comienza en Creta cuando reinaba el poderoso rey Minos. Cnosos, la capital de la isla, era famosa por el laberinto de intrincados corredores, en cuyo interior vivía el cruel Minotauro, un engendro con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de la Reina Pasifae con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. Minos recibió la noticia de que su hijo Androgeo había sido asesinado cuando se dirigía a participar en unos juegos olímpicos. El monarca reunió un ejército y cercó Atenas que se rindió, aceptando la condición de que cada nueve años enviaría siete jóvenes y siete doncellas a Creta para que ser arrojados al Minotauro. Sólo si alguno de los atenienses mataba al Minotauro y salía del laberinto, Atenas sería eximida de la condena.

Teseo, hijo único del rey de Atenas Egeo, se ofreció como candidato cuando por tercera vez hubieron de pagar tan ominoso tributo, embarcando con las víctimas en una nave de velas negras. El monarca y su heredero convinieron en que si Teseo lograba la hazaña, el navío retornaría con velas blancas. Estando ya en la prisión cretense, Teseo fue visto por Ariadna y Fedra, hijas de Minos. Cautivada Ariadna por la valentía del príncipe, decidió ayudarle a derrotar al Minotauro, indicándole un ardid sugerido por el constructor Dédalo: un hilo tendido para encontrar la salida cuando acabase la lucha.

Teseo exterminó al temible Minotauro y pudo regresar hasta la puerta, salvando la vida de sus compañeros y liberando a su ciudad de tan horrible condena. Al reembarcar Teseo, también subieron a bordo en secreto Ariadna y Fedra, que acompañó a su hermana mayor. Durante la travesía se refugiaron en la isla de Naxos para protegerse de una pavorosa tormenta. Vuelta la calma, emprendieron el viaje sin Ariadna, al haber desaparecido tras dormirse en el bosque, extenuada por el cansancio. Dionisio, o Baco dios del vino, la rescató y le ofreció casamiento e inmortalidad.

En Atenas cundía la angustia por la tardanza y diariamente el anciano Egeo acudía a la orilla, esperando el retorno de su hijo. Cuando el barco apareció en el horizonte, traía las velas negras. El rey desesperado se suicidó arrojándose al mar, que desde entonces lleva su nombre. Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar el signo de su éxito, las velas blancas. Teseo fue elegido nuevo soberano, rigiendo los destinos atenienses por largos años, y casándose con Fedra (lo que originó nuevos dramas épicos).

Esta leyenda exhibe un torrente de enseñanzas sobre las cualidades y los defectos humanos. Destaca atributos como el altruismo y el valor de Teseo, o el amor y la inteligencia de Ariadna, junto a yerros como el abandono de Ariadna, el olvido de Teseo o la desesperación de Egeo. Las metáforas también son innumerables: un ideal con estrategia, la confianza en uno mismo, la superación del miedo a lo desconocido, la fe depositada por otra persona, la validez de un buen consejo, la salida por amor del laberinto, la descuidada gestión de la victoria,…

La Humanidad se ve reflejada en Teseo y Ariadna. Con amor, resolución y talento podemos superar al monstruo de la guerra (Minotauro), que reclama una continua matanza de víctimas inocentes. Sólo cuando la violencia desaparezca de nuestras vidas, saldremos del laberinto histórico de muerte y desolación. No desesperemos nunca, ni abandonemos nuestras convicciones, porque algún día, nosotros también, avistaremos las velas blancas de la paz.

El hijo del acordeonista

©Mikel AgirregabiriaUna lectura recomendada para el verano, junto a un breve análisis personal del libro y de la crítica suscitada.

Bernardo Atxaga es uno de mis autores contemporáneos habituales, y mi elección nada tiene que ver con la opción política que Joseba Irazu libre y legítimamente mantenga, aunque reconozco que me disgusta que este partido (Ezker Batua-Berdeak, Izquierda Unida) haya exhibido la imagen del escritor como uno de sus iconos en la última campaña electoral vasca.

Suelo reservar ciertas obras para su lectura estival, y este libro quedó adquirido desde septiembre pasado por un doble motivo: La calidad literaria reconocida de su autor, a mi juicio, y una excéntrica crítica de Ignacio Echevarría que hizo mucho ruido por aquellas fechas. La leí en Babelia el 4-9-2004 y, sin haber hojeado aún la novela, me sorprendió la descalificación total que suponía del escritor vasco, desde un paupérrimo análisis de sesgo politiquero con nula perspicacia bibliográfica. Pospuse a este verano el despejar mis dudas, tras escudriñar el contenido del texto.

No pretendo añadir una valoración adicional a los argumentados dictámenes literarios que generó su publicación hace algunos meses, y que oscilan en toda la escala desde algunos pocos desfavorables a otros más entusiastas. A mí esta lectura me ha absorbido (la he leído de un tirón en dos tardes), me ha emocionado, y he rememorado muchas vivencias de mi infancia y juventud. No sé si porque también soy vasco, porque amo las varias lenguas (5 ó 6) que maneja el relato, porque sólo un poco más joven que Atxaga o porque comparto su disgusto por la saturación política que impregna a muchos medios de comunicación.

“El hijo del acordeonista” no es un tratado de política, ni lo pretende; es un retrato de ficción de personajes que desatan ecos propios de cualquier ser humano en toda época o lugar. Recomiendo fervientemente esta última entrega de Atxaga y he adquirido varios ejemplares adicionales, en euskera y castellano, para regalarlos a personas muy cercanas en quienes creo que despertará el mismo aprecio que he sentido con su lectura.

Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2005/hijo.htm

El futuro no está en manos ajenas, de Juan Ignacio Pérez Iglesias

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Por su interés, reproducimos el artículo "Todos somos responsables" de Juan Ignacio Pérez Iglesias, ex rector de la Universidad del País Vasco, en los diarios del grupo Vocento.

Echar la culpa a otros de lo que nos ocurre difícilmente nos pondrá en disposición de encontrar solucione.

Dicen que Zapatero, el pasado 13 de mayo, en respuesta a un parlamentario de ERC, responsabilizó a «los mercados» (aunque quizás fue a los especuladores o, para el caso, al lado oscuro de la fuerza) de las medidas que se había visto obligado a tomar. Difícilmente puede encontrarse mejor imagen de una epidemia que se ha extendido por todo el cuerpo social: ésa que consiste en eximirnos de toda culpa y endosar a otros la responsabilidad de lo que hacemos. Es como si las decisiones que han conducido a que España tenga en la actualidad el enorme déficit público que tiene las hubiesen tomado entes ajenos al Gobierno. O como si decisiones tales como gastar 400 euros por contribuyente en alegre piñata, arreglar aceras y paseos en pueblos y ciudades o ayudar al personal a cambiar de coche y cocina hubiesen sido forzadas por esos malos tan malos que nos acechan sin descanso.
La desleal oposición culpa de todos los males a Zapatero y recuerda, con fingida añoranza, los años que estuvo en el poder. Pero lo cierto es que también a ellos cabe asignar su parte de responsabilidad en la situación que hoy vivimos: entre 1996 y 2004 malgastaron la oportunidad que brindaba la prosperidad de entonces para renovar la economía española y reorientarla hacia sectores más intensivos en conocimiento. En vez de apostar por la innovación, se acomodaron en la adormidera del ladrillo.
Pero los políticos no son diferentes del resto de ciudadanos. Al fin y al cabo, no son sino muestra representativa del conjunto de la población. También el común de los mortales echa la culpa a los demás de lo que le ocurre. Ahora resulta que la gigantesca deuda que acumulan España y los españoles debe de ser también culpa de otros. Cuenta el economista Tano Santos (en el blog Nada es gratis) que la deuda privada española es superior al 300% del PIB (para comparar, la pública se queda, de momento, cerca de un modesto 60%). Los deudores máximos son empresas no financieras (sospecho que muchas serán de la construcción), pero los particulares no nos hemos quedado atrás: acumulamos unas deudas que representan el 87% del PIB. Es, al parecer, la lógica consecuencia de la famosa burbuja inmobiliaria cuya existencia negaban nuestras autoridades contra toda evidencia.
Pues bien, habrá que suponer que de esa burbuja también tienen la culpa los malísimos especuladores. Como la deben de tener de que tantos y tantos ciudadanos hayan decidido pedir préstamos para cambiar de vivienda o de coche, que de todo hay. Cuando pidieron los préstamos pocos pensaron que el trabajo quizás no era para siempre. Porque se da la circunstancia de que no todos los ciudadanos que se endeudan son funcionarios o tienen uno de esos empleos fijos que con tanto ardor defienden los sindicatos. Sé que todos tenemos derecho a una vivienda digna, pero la cuestión es otra: nadie nos ha obligado a adquirir esto o aquello, y tampoco a endeudarnos de forma tan extravagante.
Esto de asignar responsabilidades a los demás y, a poder ser, a malignos entes de consistencia difusa y siempre ajenos o lejanos, se ha puesto muy de moda en asuntos de naturaleza económica, dadas las dramáticas circunstancias que vivimos. Pero tenemos otros ejemplos más habituales, aunque ahora los hayamos relegado a un cierto olvido. Pienso en la educación, por ejemplo. En eso no andamos muy bien que digamos, tampoco en Euskadi, aunque prefiramos mirar para otro lado. Los profesores universitarios echamos la culpa al Bachillerato de lo mal preparados que nos llegan los jóvenes. Claro que los profesores de Bachillerato hacen lo propio con los de ESO y éstos, a su vez, con los de Primaria. La cadena no acaba ahí: finalmente son los de Infantil los que los malean con tanto juego y tanta payasada. En resumen: nadie tiene la responsabilidad ni, claro está, el mérito. Y es curioso, porque a pesar de esa sensación general -justificada o no- de que nuestros jóvenes tienen ciertas carencias formativas, resulta que a las escuelas se les plantean cada vez mayores demandas y cada vez más absurdas, como si la escuela debiera ocuparse de todo y padres y madres sólo estuviésemos para procrear.
Echar la culpa a otros de lo que nos ocurre tiene un problema. Me contaba una amiga algo que, allá en los duros años 80, oyó a la madre de un adicto a la heroína en un pueblo de la costa vizcaína. El contexto era una reunión de madres de drogadictos, en la que había quienes afirmaban que la culpa de que sus hijos tuviesen aquella desgracia era de la Guardia Civil. Aquella madre, con coraje y clarividencia, dijo a las otras que la culpa de que su hijo fuera heroinómano la tenía, en primer lugar, el propio hijo, y después, quizás, su marido y ella. Dijo también que no quería engañarse a sí misma, y que si lo que le ocurría a su hijo era responsabilidad de otros, entonces también la solución estaría en manos de esos otros y que, por lo tanto, poco podría hacer por ayudarle. En definitiva, que quien piensa que la responsabilidad de algo es ajena a uno mismo, difícilmente se encontrará en la disposición adecuada para encontrar la debida solución. El corolario es que esa actitud escapista, por serlo, deviene fatalista, y nos conduce a pensar, con el lógico pesimismo, que el futuro está en manos de fuerzas que nos son ajenas, que no depende de nosotros.
Por esa razón, porque me parece que ésa es la peor de las maneras posibles de actuar ante los problemas, he querido traer aquí unas palabras de mi admirado Karl Popper, de la introducción a El mito del marco común. Dice: «El futuro está abierto. No está predeterminado y no se puede predecir, salvo accidentalmente. Las posibilidades que encierra el futuro son infinitas. Cuando digo tenéis el deber de seguir siendo optimistas, no sólo incluyo en ello la naturaleza abierta del futuro, sino también aquello con lo que todos nosotros contribuimos a él con todo lo que hacemos: todos somos responsables de lo que el futuro nos depare. Por tanto, nuestro deber no es profetizar el mal, sino más bien luchar por un mundo mejor».
«Todos somos responsables de lo que el futuro nos depare». Estaría bien que todos compartiésemos esas palabras y, sobre todo, que nuestros líderes las hiciesen suyas y actuasen en consecuencia.

Isabel Zendal, enfermera referencial como Florence Nightingale


Clara Estrems de GuruWalk interpretando a Isabel Zendal.

Isabel Zendalnacida en Santa Marina de ParadaÓrdenesLa Coruña, fue una heroína olvidada que entregó su juventud a la medicina y a la ciencia. Inmersa de lleno en el siglo XVIII, esta enfermera decidió abandonar su tierra natal para poner rumbo al Nuevo Mundo como parte de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Su apellido Zendal también se recoge como Sendalla, Zendalla, Sandalla, Cendalla, Cendales, Gandalla, Sendales o Cendala.

Es difícil de entender en una época donde las mujeres luchaban todavía por abrirse camino en la sociedad. A lo largo de un viaje que anhelaba erradicar la viruela en todos los recovecos del renqueante Imperio español, la gallega se encargó del cuidado de los niños inoculados con el virus; una tarea que le granjeó su cariño y un espacio en la Historia. 

Poco sabemos de la infancia de Isabel Zendal Gómez. Tan solo que nació en Santa Marina de Parada, allá por 1773 y que tuvo una infancia turbulenta. «Durante la epidemia de viruela de 1786 perdió a su madre y tuvo que abandonar una casa familiar con pocos recursos para ponerse a trabajar». Cuando sumaba una veintena de primaveras a sus espaldas nació su hijo, Benito Vélez, centro de su vida debido a que fue una madre soltera
Isabel Zendal, otra enfermera referencial como Florence Nightingale
La muerte de sus padres, «quasi pobres de solemnidad» según sus respectivas partidas de defunción, denotan que Isabel Zendal no provenía de una familia acaudalada. Pero esa condición no acabó con su ilusión de convertirse en enfermera y, ya en 1800, entró a trabajar como Rectora en una inclusa destinada a cuidar de niños abandonados. Aquel sería su sino en la vida, y lo llevaría como bandera en los siguientes años, como bien narra la «Asociación Isabel Zendal» en los muchos artículos sobre el personaje que albergan en su excelente página web

Así discurría su vida cuando, en 1803, Carlos IV, que había perdido a una hija por culpa de la viruela, ordenó que un convoy partiera desde la Península para extender la vacuna contra esta enfermedad por todos los territorios de ultramar. El resultado fue la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que puede considerarse como la primera misión humanitaria de la historia. Solo había un problema: ¿Cómo trasladar la muestra? La respuesta llegó de la mano del médico alicantino Francisco Javier Balmis, al frente de esta aventura, y consistió en transportar el suero dentro de 22 niños vivos. Para ser más concretos, veintidós huérfanos de La Coruña. 
Isabel Zendal en el telefilme '22 ángeles', sobre la expedición de la vacuna de la viruela.

Así lo narró la «Gaceta de Madrid»: «Son varios los facultativos comisionados, y llevan 22 niños, que siendo sucesivamente inoculados brazo a brazo en el curso de la navegación, conservarán el fluido vacuno vivo y sin alteración. No por eso se han omitido otros medios de conducirlo, así para mayor seguridad, como para experimentar cuáles son los que a largas distancias y en diferentes climas deben preferirse». 

Aunque en principio no se barajó la participación de una mujer en la expedición, se cambió de opinión al poco tiempo. Se pensó, y no sin razón, que los niños necesitarían una figura maternal que les diera confianza durante el trayecto. «El 14 de octubre de 1803, mes y medio antes de la partida, Javier Balmis, su director, la contrató con un sueldo igual al que disfrutaban los varones de su formación y funciones, tres mil reales con destino a su habilitación y un sueldo de quinientos pesos anuales. 

Fue la última expedicionaria que se incorporó al convoy humanitario». Así fue como comenzó su aventura en la corbeta «María Pita» con un Capitán nacido en Somorrostro (Bizkaia), que partió del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. Como enfermera, Isabel Zendal se encargó de cuidar a los niños tanto en tierra como en el mar. «La rectora tenía unas funciones privativas y específicas: cuidar, acompañar, entretener y serenar a los niños durante el viaje». Entre los más pequeños, por cierto, se encontraba su hijo Benito Vélez, que hizo las veces de «receptáculo vivo», como señalaron los medios de comunicación de la época. 
Isabel Zendal, otra enfermera referencial como Florence Nightingale
La coruñesa hizo bien su trabajo, pues recibió los elogios de unos superiores que, en los documentos, la definieron como «abnegada rectora», «madre de los galleguitos» y «mujer de probidad». Tras pasar, entre otras regiones, por Canarias, Puerto Rico, Caracas o México, Isabel Zendal partió en 1805 hacia el Pacífico. 

En ese caso junto a veintiséis niños mexicanos. Tras los últimos viajes, decidió quedarse en México a pasar el resto de sus días. Allí trabajó en un hospicio de Puebla de los Ángeles junto a su pequeño. «Del final de su vida conocemos poco. Lo último que sabemos de ella es que en 1811 continuaba solicitando una pensión de 3 reales mensuales a la que tenía derecho su hijo por ser uno de los niños de número que vino con la vacuna y no se la pagaban las Cajas Reales de Puebla donde se hallaba viviendo. Se desconoce la fecha y el lugar de su muerte».

Isabel Zendal es considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la primera enfermera de la historia en misión internacional. Es medio siglo anterior a la británica, aunque nacida en FlorenciaFlorence Nightingale (1820-1910), reconocida como “La dama de la lámpara” que salvó vidas con las matemáticas y fundadora de la enfermería moderna así como la primera teórica de la profesión. 
Entre otras las enfermeras más famosas de la historia pueden citarse a las diez siguientes: