Simone Weil, filósofa y mística, decía que “la atención es la forma más rara y pura de generosidad. Muy pocas mentes son capaces de descubrir que las cosas y los seres existen”. En un mundo saturado de estímulos en cada momento, detenerse a mirar, escuchar o sentir se ha convertido en un acto casi revolucionario. Prestar atención plena es regalar tiempo y cuidado sin esperar nada a cambio. Este simple acto es un modo de amar y de respetar profundamente al otro. Como apunta un análisis reciente, nuestra atención “da valor a las cosas; lo que atendemos se convierte en lo que importa” . Al dirigir nuestro foco con intención, otorgamos significado a lo cotidiano y hacemos sentir a los demás que existen en nuestra vida.
Atención en tiempos acelerados: La avalancha de mensajes y tareas diarias nos arrastra con facilidad. Simone Weil nos recuerda que al prestar atención elegimos qué lugar ocupan las personas y las cosas en nuestra existencia. En palabras de una experta, la atención es una energía sutil que da forma a nuestras vidas: “lo que miramos, lo que sentimos, lo que decidimos que importa… todo nace de nuestra capacidad de prestar atención” . En otras palabras, cada vez que atendemos a alguien o algo, lo validamos y lo hacemos crecer. Por eso la atención es un recurso tan valioso: convertir lo invisible en visible. En un mundo de prisas, la decisión de enfocarnos es un gesto de rebeldía contra la distracción generalizada. Es el hilo invisible que une lo que amamos y lo que soñamos, y lo transforma en algo real.
Atención: generosidad y amor. Prestar atención al otro es una forma de amor que humaniza la relación. No basta con dirigir la mirada; hay que detenerse, escuchar y hacer sentir al otro que tiene un lugar en nuestra vida . Cuando hablamos con alguien, renunciar al celular para mirarlo a los ojos es un regalo de respeto. Escuchar en silencio los miedos o alegrías de un amigo sin ofrecer consejos inmediatos es un acto de compasión. En ese gesto humilde reconocemos la dignidad ajena.
Simone Weil sostenía que este tipo de atención desinteresada equivale a una oración laica, un modo de orientarnos hacia lo divino que todos llevamos dentro . Al eliminar el “yo” del centro, la atención pura crea espacio para la presencia del otro o incluso de algo superior. Tal como escribía Weil, cada ejercicio de concentración disciplinada –sea resolver un problema o leer un texto– “se convierte en oración” cuando lo practicamos con verdadero deseo de verdad . La atención así entendida es iluminación mutua: nos abre a la belleza del mundo y a la profundidad de las personas a nuestro alrededor.
La atención en la vida cotidiana tiene poder transformador en lo pequeño y lo rutinario. Ejemplos sencillos muestran su alcance:
Escuchar sin interrupciones a un familiar o colega cuando habla de su día. Un silencio atento puede ser la mejor medicina para quien necesita contarse.
Mirar a los ojos con interés durante una conversación. Con solo enfocar la mirada y asentar con la cabeza se puede entregar apoyo y cercanía.
Ayudar con plena presencia: acompañar a una persona enferma o compartir una comida sin apuros. Estar ahí, sin prisa, es a veces el mejor regalo.
Observar la naturaleza o el arte con calma. Ver el amanecer o leer un poema con atención nos reconecta con lo esencial y expande el corazón.
Cultivar la atención a uno mismo, descansando el cuerpo y la mente. Cerrar los ojos unos minutos, respirar conscientemente o meditar son prácticas de auto-regalo que luego multiplicamos hacia afuera.
Estos gestos cotidianos de atención son formas discretas de generosidad. No se trata de grandes sacrificios, sino de presencia: ofrecer un poco de nuestro tiempo y de nuestra escucha genuina. Así manifestamos amor, respeto y responsabilidad ética. En cada detalle la atención crea un puente entre las personas y revela que el otro importa.
Conclusión inspiradora: Entender la atención como un acto de amor y de autenticidad nos invita a un cambio profundo. Simone Weil nos desafía a ver la atención no como algo mundano, sino como un camino ético y espiritual. Cada instante que damos con plena conciencia es un regalo: a los demás, al mundo y a nosotros mismos. Cultivar la atención transforma nuestras relaciones y nutre el alma. Al final, lo que más regala la vida son momentos de verdadera conexión: un silencio compartido, una escucha atenta, una mirada compasiva. Practicar la atención nos recuerda que estamos juntos en este viaje y que amar, en definitiva, es prestar la mejor de nuestras presencias.
— Mikel Agirregabiria (@agirregabiria) May 2, 2025
Un día como hoy, hace 79 años, falleció Simone Weil. Pese a su temprana muerte, con solo 34 años, consiguió dejar una producción filosófica que nos sigue fascinando.
¿Necesitas un “Manual de supervivencia para tratar con humanos” o te preguntas “Cómo no perder la paciencia (ni los amigos)”? Para gente como tú es este libro, que resume ideas como “No eres tú, son ellos (bueno, a veces eres tú)", o “Gente rara everywhere: y tú sin un manual”, o “Entender a los demás… antes de gritarles” o “No, no estás loco: ¡estás rodeado de idiotas!”
“Rodeado de idiotas” (Título original: Surrounded by Idiots) es una obra deThomas Erikson, publicada en 2014. Este libro de desarrollo personal y comunicación propone un modelo sencillo para entender las diferencias de comportamiento y personalidad en las personas, basado en el sistema de colores:
Rojo: Directos, decididos, líderes natos. Son dominantes y les gusta tener el control. Amarillo: Sociables, entusiastas, optimistas. Se enfocan en las relaciones humanas. Verde: Pacíficos, pacientes, confiables. Prefieren evitar conflictos. Azul: Meticulosos, analíticos, detallistas. Valoran la precisión y la lógica.
El objetivo del libro es ayudar al lector a identificar su propio color predominante y el de los demás, para mejorar la comunicación, reducir los conflictos y fomentar mejores relaciones personales y profesionales. El título provocador es una ironía: en realidad, todos tenemos formas distintas de ver el mundo, y entender eso nos ayuda a convivir mejor.
Thomas Erikson es un escritor sueco, conferencista y consultor en comunicación y desarrollo personal, nacido en 1965. Ha trabajado durante años con empresas y líderes, ayudándoles a mejorar sus habilidades de comunicación y liderazgo. Su enfoque se basa en adaptar el mensaje según el tipo de personalidad del interlocutor. Saltó a la fama internacional con “Rodeado de idiotas”, que ha sido traducido a más de 40 idiomas. Ha escrito otros libros con un enfoque similar, como “Rodeado de psicópatas” y “Rodeado de narcisistas”.
Veamos algunos casos de los 4 tipos:
Rojo – El Líder Decidido. Directo, competitivo, orientado a resultados, impaciente. Ejemplo: Ana es jefa de proyectos. Habla rápido, va al grano, odia perder el tiempo y siempre quiere resultados ya. Si alguien duda, ella toma la decisión por el equipo. Puede parecer autoritaria, pero es muy eficiente.
Amarillo – El Comunicador Entusiasta. Alegre, sociable, creativo, impulsivo. Ejemplo: Carlos trabaja en marketing. Siempre está contando historias, hace reír a todos y tiene ideas nuevas cada minuto. A veces se distrae o no cumple plazos, pero su energía contagia al equipo.
Verde – El Amable y Paciente. Tranquilo, leal, cooperativo, evita conflictos. Ejemplo: Laura es asistente administrativa. Siempre está dispuesta a ayudar, escucha a todos y rara vez se enoja. No le gustan los cambios rápidos. Es confiable y estable, pero le cuesta decir que no.
Azul – El Analítico Preciso. Perfeccionista, lógico, estructurado, crítico. Ejemplo: Javier es ingeniero. Revisa todo tres veces, ama los detalles y odia los errores. No habla mucho, pero cuando lo hace, es porque ha analizado bien el tema. Puede parecer frío, pero es muy competente.
¿Con qué tipología te identificas más? Existen tests que con una breve cuestionario te ubican en tu rol preferente. Leer en PDF.
¿Qué significa el eterno retorno o la perenne recurrencia? Es la idea de que el universo y nuestra vida se repiten eternamente en un ciclo infinito. Todo lo que hacemos, cada decisión y cada momento, se repetirá una y otra vez, sin fin.
Interpretaciones del eterno retorno:
Cosmológica: Algunos lo han entendido como una teoría física: si el tiempo es infinito y la materia finita, entonces todo lo que existe terminará por repetirse.
Existencial y ética: Nietzsche lo presenta como una prueba de fuego para la vida: ¿vivirías tu vida exactamente igual una y otra vez por toda la eternidad? Si la respuesta es "sí", significa que estás viviendo con autenticidad y plenitud. Si la respuesta es "no", deberías reconsiderar cómo vives.
Relación con el "Superhombre": El eterno retorno está ligado a su concepto del Superhombre, ya que solo aquel que ha superado los miedos, la moral tradicional y ha afirmado la vida con total valentía puede aceptar esta idea sin angustia.
En resumen, el eterno retorno no es solo una hipótesis cósmica, sino un desafío filosófico que nos plantea Friedrich Nietzsche: vivir de tal manera que desees repetir cada instante eternamente. Por el momento, mi respuesta a la gran pregunta sigue siendo,... "Sí".
La física del eterno retorno: ineluctable en tanto teorema es que el universo se repetirá a sí mismo. Cumpliendo la profecía de aquel demonio [ein Dämon] del que Nietzsche nos advierte en La gaya ciencia, la física demuestra que volverás a vivir tu vida una y otra vez. [Hilo] pic.twitter.com/V6p1FP62OL
“Although some commentators have tried recently to convince us that Nietzsche's doctrine of return was later dislodged and swept aside by his doctrine of will to power, we'd reply by demonstrating that the doctrine of will to power springs from nowhere else than eternal return, pic.twitter.com/auTy5hmsiF
El Síndrome de Vietnan o de Saigon es un término utilizado para describir las consecuencias políticas, sociales y psicológicas de la Guerra de Vietnam en Estados Unidos. Incluye dos aspectos principales: 1º Impacto psicológico en los veteranos: Muchos soldados que regresaron de Vietnam sufrieron trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión y dificultades para reintegrarse a la sociedad. 2º Efecto en la política estadounidense: Se refiere a la aversión del público y los líderes estadounidenses a involucrarse en conflictos militares prolongados después de la derrota en Vietnam. Esto influyó en la estrategia militar de EE.UU. en décadas posteriores.
El término se usó especialmente en los años 70 y 80 para describir la crisis de confianza en la política exterior de EE.UU. tras la guerra. El Síndrome de Vietnam es un término de la política estadounidense que se refiere a la aversión pública a las intervenciones militares estadounidenses en el extranjero tras la controversia interna sobre la guerra de Vietnam. En 1973, Estados Unidos puso fin a las operaciones de combate en Vietnam (muchos posts). Desde principios de la década de 1980, algunos de los posibles efectos del síndrome de Vietnam son la opinión pública contraria a la guerra, el fin del uso activo del servicio militar obligatorio, una relativa reticencia a desplegar tropas terrestres y la "parálisis de Vietnam".
En el debate interno sobre las razones por las que EEUU fue incapaz de derrotar a las fuerzas norvietnamitas durante la guerra, los pensadores conservadores, muchos de los cuales pertenecían al ejército estadounidense, argumentaron que EEUU tenía recursos suficientes pero que el esfuerzo bélico se había visto socavado en casa. En un artículo publicado en Commentary, "Making the World Safe for Communism", el periodista Norman Podhoretz afirmaba: ¿Nos falta poder? Desde luego que no, si el poder se mide en términos brutos de capacidad económica, tecnológica y militar. Según esos criterios, seguimos siendo el país más poderoso del mundo,...
A partir de entonces, el término "síndrome de Vietnam" proliferó en la prensa y en los círculos políticos como una forma de explicar el fracaso de Estados Unidos, una de las superpotencias mundiales, a la hora de repeler la invasión de Vietnam del Sur por Vietnam del Norte. Muchos conservadores de línea dura, como Ronald Reagan, estaban de acuerdo con Podhoretz. Con el tiempo, el término "síndrome de Vietnam" se extendió como abreviatura de la idea de que a los estadounidenses les preocupaba no volver a ganar una guerra y que su nación estaba en total decadencia.
En otoño de 1983, el Presidente Reagan puso en práctica sus convicciones ordenando la invasión de Granada. Una larga disputa interna en el seno del partido marxista-leninista gobernante en la isla del Caribe Oriental se había descontrolado repentinamente, provocando ejecuciones políticas y la muerte de civiles inocentes en la capital el 19 de octubre. Reagan llegó a la conclusión de que era necesaria una rápida acción militar estadounidense para proteger a unos 1.000 residentes estadounidenses en el microestado, y también para restaurar la democracia al estilo de Westminster y poner fin a la creciente influencia del bloque soviético sobre la antigua colonia británica. Reagan se sobrepuso a las dudas de los dirigentes del Pentágono, y a la previsible reacción nacional e internacional, y autorizó una intervención sorpresa liderada por Estados Unidos al amanecer del 25 de octubre. Su directiva presidencial ordenaba específicamente al Pentágono que adoptara estrictas medidas de secretismo para evitar cualquier acción preventiva por parte de los cubanos o los soviéticos. "Francamente, había otra razón por la que quería secretismo", confesó más tarde Reagan en su autobiografía. "Era lo que yo llamo el 'síndrome post-Vietnam', la resistencia de tantos en el Congreso al uso de la fuerza militar en el extranjero por cualquier motivo, debido a la experiencia de nuestra nación en Vietnam..... Sospechaba que si informábamos a los líderes del Congreso sobre la operación, incluso bajo los términos de la más estricta confidencialidad, habría alguien que lo filtraría a la prensa junto con la predicción de que Granada iba a convertirse en "otro Vietnam". .... No preguntamos a nadie, simplemente lo hicimos".
A finales de los setenta y en los ochenta, Ronald Reagan habló de los aspectos del síndrome de Vietnam, pero argumentó que podría superarse si los estadounidenses adoptaban una postura más confiada y optimista en el mundo, con él como líder. En el discurso a los Veteranos de Guerras Extranjeras (VFW), en el que utilizó el término "síndrome de Vietnam", Reagan alegó que era el momento adecuado para ese cambio de actitud y acción, ya que la Unión Soviética estaba superando a Estados Unidos en la carrera armamentística mundial, de modo que el poder global de este último estaba disminuyendo. Acusó a la administración Carter de ser "totalmente indiferente" a la amenaza soviética. Afirmando la necesidad de una política exterior más agresiva y activista, Reagan también sugirió que los estadounidenses podrían haber derrotado al Viet Cong y al ejército norvietnamita, alegó que el público estadounidense se había vuelto en contra de la guerra por la influencia de la propaganda norvietnamita y dio a entender que los funcionarios habían decepcionado a los soldados y habían tenido "miedo de dejarles ganar" la guerra.
Reagan equiparó el "síndrome de Vietnam" con una reticencia por parte de la opinión pública estadounidense a apoyar las intervenciones militares de Estados Unidos, pero también con sentimientos de culpa por la devastación provocada por la guerra de Vietnam y con sentimientos de duda sobre la moralidad de las intenciones y acciones de Estados Unidos durante la guerra. Reagan, sin embargo, argumentó que Estados Unidos había luchado por "una causa noble" y culpó de la guerra de Vietnam exclusivamente a la agresión de Vietnam del Norte.
Durante demasiado tiempo, hemos vivido con el "síndrome de Vietnam". Gran parte de ese síndrome ha sido creado por los agresores norvietnamitas que ahora amenazan al pacífico pueblo de Tailandia. Una y otra vez nos dijeron durante casi 10 años que nosotros éramos los agresores empeñados en conquistas imperialistas. Tenían un plan. Era ganar en el campo de la propaganda aquí en Estados Unidos lo que no podían ganar en el campo de batalla en Vietnam. A medida que pasaban los años, nos decían que la paz llegaría si dejábamos de interferir y nos íbamos a casa. Ya es hora de que reconozcamos que la nuestra era, en realidad, una causa noble. Un pequeño país recién liberado del dominio colonial buscaba nuestra ayuda para establecer el autogobierno y los medios de autodefensa frente a un vecino totalitario empeñado en la conquista.
Deshonramos la memoria de 58.169 jóvenes estadounidenses que murieron por esa causa cuando cedemos a sentimientos de culpa como si estuviéramos haciendo algo vergonzoso, y hemos sido mezquinos en nuestro trato a los que regresaron. Lucharon tan bien y con tanta valentía como ningún estadounidense lo ha hecho jamás en ninguna guerra. Merecen nuestra gratitud, nuestro respeto y nuestra preocupación constante. Vietnam nos enseña una lección a todos. Si nos vemos obligados a luchar, debemos tener los medios y la determinación para prevalecer o no tendremos lo que hace falta para asegurar la paz. Y ya que estamos, digámosles a los que lucharon en esa guerra que nunca más pediremos a los jóvenes que luchen y posiblemente mueran en una guerra que nuestro gobierno tiene miedo de dejarles ganar.
La administración Reagan esperaba que el éxito de la invasión de Granada ayudaría a disipar el síndrome de Vietnam para que el público estadounidense pudiera ser galvanizado con éxito para apoyar nuevas acciones militares de EE.UU., con el presidente Reagan declarando después de la invasión: "Nuestros días de debilidad han terminado. Nuestras fuerzas militares vuelven a estar en pie". La rápida victoria durante la Guerra del Golfo fue considerada por muchos como el fin del síndrome de Vietnam. El presidente estadounidense George H. W. Bush declaró triunfalmente tras la guerra: "Los fantasmas de Vietnam han descansado bajo las arenas del desierto de Arabia".
"Levantar y golpear" fue una política propuesta por la administración Clinton en 1993, que Bill Clinton había apoyado durante su exitosa campaña presidencial de 1992. La política pretendía mejorar las posibilidades de un acuerdo político en la sangrienta guerra de Bosnia, en la antigua Yugoslavia, llena de atrocidades, levantando el embargo de armas, armando a los bosnios (musulmanes bosnios) y golpeando a los serbios bosnios si se resistían al proyecto de rearme. Una combinación del síndrome de Vietnam y una oposición muy fuerte de los aliados estadounidenses en Europa acabó con la propuesta, que nunca llegó a promulgarse.
Otra evolución es el Somalia Syndrome, un término que describe la reticencia de Estados Unidos a intervenir militarmente en conflictos extranjeros después del fracaso de la misión en Somalia en 1993. El síndrome se originó tras la Batalla de Mogadiscio, donde 160 Rangers (soldados estadounidenses) fueron emboscados y murieron en un enfrentamiento con milicias somalíes. Las impactantes imágenes de los cuerpos de los soldados arrastrados por las calles generaron una fuerte reacción en la opinión pública y llevaron al gobierno de EE.UU. a reducir su participación en conflictos humanitarios o de mantenimiento de la paz. Este fenómeno influyó en la decisión de EE.UU. de no intervenir directamente en crisis como el genocidio en Ruanda en 1994 y refleja una tendencia similar al Síndrome de Vietnam, pero en un contexto más específico de operaciones de paz y misiones humanitarias.
Inolvidable aquel 29 de abril de 1975, cuando EEUU realizó la evacuación militar más grande de su historia. Se llamó Operación Viento Frecuente y marcó el final de la intervención norteamericana en la Guerra de Vietnam (muchos posts).
Los 50 minutos completos subtitulados. Interesante verlo todo para ver como evoluciona la charla... pic.twitter.com/4sXdtBqX9i
#MIRONEWS El Síndrome de Vietnam lo padecieron en los veteranos de esa guerra; obedecieron, los aplaudieron, pero al darse cuenta de que en realidad eran cómplices de algo malo sus conciencias los deprimieron para siempre ¿a quiénes les pasa ahora? Un aullido pic.twitter.com/9bQEqKsFg9
One of many by Christopher Hitchens: "The humanoid who came up with the shady term 'Vietnam syndrome' was of course Henry Kissinger, who had every reason to try to change the subject from his own hideous responsibility." pic.twitter.com/MzDK4l6ITz
El efecto de arrastre o de moda (Bandwagon Effect) es un fenómeno psicológico y social en el que las personas tienden a adoptar una creencia, comportamiento o decisión simplemente porque muchas otras personas lo están haciendo. Es decir, la popularidad o aceptación masiva de algo influye en la percepción y acciones individuales, a menudo sin un análisis crítico profundo. Este efecto está relacionado con la presión social y el deseo humano de conformarse o pertenecer a un grupo.
Cómo funciona este sesgo cognitivo que se expresa con el dicho popular, "¿Dónde va Vicente? Donde va la gente": ElBandwagon Effect se basa en la idea de que "si todos lo hacen, debe ser correcto o bueno". Esto puede afectar decisiones en diversos contextos, como política, consumo, moda o incluso opiniones personales. A menudo se ve amplificado por la visibilidad masiva, como en redes sociales o medios de comunicación. Se basa en la falacia o sofismo "Argumento ad populum".
Moda y tendencias: Si una prenda de ropa, como los jeans de tiro bajo, se vuelve extremadamente popular y muchas personas comienzan a usarla, otros pueden comprarla también, aunque no les guste particularmente, solo para no quedarse fuera de la tendencia.
Política: Durante elecciones, si un candidato parece estar ganando popularidad según encuestas o medios, más personas podrían apoyarlo, no necesariamente por sus propuestas, sino porque perciben que "todos" lo están haciendo y no quieren quedarse fuera del grupo mayoritario.
Consumo de productos: Cuando un gadget como el iPhone lanza una nueva versión y genera largas filas de compradores, otras personas pueden sentirse motivadas a adquirirlo porque "todos lo quieren", incluso si no lo necesitan.
Criptomonedas e Inversiones: Durante el auge del Bitcoin en 2017 y 2021, muchas personas compraron solo porque "todos lo estaban haciendo", sin comprender realmente cómo funcionaba el mercado. Algo similar fue el histórico fiasco de Terra que llegó a triplicar su valor en un solo día.
Redes sociales: Si un video o meme se vuelve viral y millones de personas lo comparten, otros podrían verlo o compartirlo también, asumiendo que debe ser gracioso o importante por su popularidad, sin evaluarlo por sí mismos.
Eventos deportivos: Cuando un equipo de fútbol empieza a ganar muchos partidos y atrae a una gran cantidad de seguidores, más gente puede subirse al "carro" del fandom, incluso si antes no les interesaba el equipo.
Por qué ocurre:
Conformidad social: Las personas quieren encajar o evitar el rechazo.
Sesgo cognitivo: Asumimos que algo popular tiene más valor o credibilidad.
En resumen, el efecto de arrastre muestra cómo la influencia del grupo puede moldear nuestras decisiones, a veces llevándonos a actuar más por impulso colectivo que por reflexión individual. Seguiremos profundizando con Otros posts sobre distintos sesgos cognitivos.
"Cuando estos discursos negacionistas llegan a la presidencia de EEUU, tiene una influencia muy grande, porque le siguen empresas, bancos... Es una reacción en cadena abandonando los compromisos climáticos.