El detector de engaños comienza a pitar constantemente: ¡Elecciones a la vista!
Las urnas despiertan la maquinaria electoral de propaganda, demasiado plagada de medias verdades, inexactitudes, falsedades e incoherencias.
El partido gobernante en el Estado es particularmente enervante. Sus reiterados embustes, que abarcan desde la megalomanía del acomplejado Aznar con la reciente tomadura de pelo de que “en mi país existen 43 millones de personas con alto poder adquisitivo” hasta las groseras farsas como “las playas idílicas” del Prestige o las aborrecibles patrañas sobre “la ayuda humanitaria” en Irak. A la dirección de este PP ultraderechista de la España imperial, cuya única liberalidad consiste en permitir chanchulleros negocios para sus amiguetes privatizando las escasas empresas públicas rentables y cuya única ideología no rancia reside en el control absoluto de los medios de comunicación para corear burdas consignas, demonizando lo vasco como distracción universal, convendría recordarle una reflexión obvia. Las mentiras provocan una triple indignación: ética por faltar a la verdad, social porque implícitamente supone que el electorado es despreciablemente estúpido, y personal por el descaro de presumir que los votantes íbamos a olvidar sus desmanes y comulgar con semejantes ruedas de molino.
El primer partido de la oposición, como pomposamente se denominan los bipartidistas, se derrota sola a sí mismo por sus estruendosas incoherencias, sin llevar ni siquiera la gestión de nada que no sean sus autonomías donde votar PP sería decididamente suicida. Este PSOE denota demasiada “vocación de vacación” como cómodo segundo partido perpetuo, dedicándose -mientras mantienen alguna poltrona parlamentaria antes de ser defenestrados internamente- más a que no haya terceros partidos, que a ser el partido gobernante. Sólo un botón de muestra de inconsistencia y servilismo: El anuncio de Rodríguez Zapatero de que sólo intentará formar Gobierno si el PSOE es el partido más votado el 14 M. Semejante dislate sólo se explica como buen subordinado al PP, que trata de amarrar votos de IU para continuar como líder opositor tras la derrota. Esta nueva postura política del PSOE, ratificada por la Chaves en Andalucía y cumplida parcialmente en Catalunya por Maragall (el más votado en votos, que no en escaños), debiera ser aplicada en todo el Estado, desde la sopa de letras balear hasta Euskadi donde Javier Rojo trató de gobernar siendo la tercera fuerza en la Diputación Foral alavesa, y donde sigue apoyando a la segunda fuerza. Todo ello sin entrar en la casuística de los innumerables contraejemplos municipales, como Gasteiz o de la margen izquierda vizcaína, como Portugalete o Santurtzi que veo frente a mi ventana. ¿Saldrá pronto Patxi López a sumarse al carro de quienes sólo aspiran a gobernar si son los más votados?
No a este PP que hace “oposición a la posición” y anuncia con costosas campañas publicitarias que “cumple” con sus obligaciones legales, señal inequívoca de que sabe perfectamente en cuántas otras materias (internacional, vivienda, educación, sanidad, empleo, pacificación,…) no ha cumplido ni tiene intención de cumplir, y que sigue manteniendo al Estado a la cola de Europa con Grecia y Portugal, aunque Aznar se codee con Bush. Tampoco a este PSOE reactivo que sigue la estela del retrógrado PP alternando pactos sumisos con retórico antagonismo, y sin un progresista proyecto propio. Siempre nos quedarán las opciones más apegadas a la realidad, como los partidos nacionalistas o IU, ante este desolador panorama de quienes pretenden imponer un bipartidismo estatal, con dos formaciones que parecen asumir el penoso cliché del “doberman y el faldero”, desgraciadamente porque suponen que les funciona bien ante sus respectivos electorados.
Los navarros no son vascos
La coalición UPN-CDN ha decidido impugnar ante el Tribunal Constitucional el acuerdo del pasado 25 de octubre por el que el Gobierno Vasco aprobó la “Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi”. El Ejecutivo Foral considera que debe evitar que “se lesionan gravemente la integridad del régimen foral, y se invadan sus competencias propias y sus instituciones” y que el Gobierno Vasco “se burla de los ciudadanos navarros". El portavoz de UPN-CDN adujo que “el Plan Ibarretxe desconoce la configuración como comunidad foral diferenciada a Navarra, con identidad propia”.
Paradójicamente son los ultraconstitucionalistas del PP ó UPN quienes se niegan siquiera a considerar algo perfectamente contemplado incluso en sus idolatrados textos legales: la unión política de la Comunidad Foral Navarra con la Comunidad Autónoma Vasca, siempre que la ciudadanía navarra así lo decidiese. Tal confederación conjunta está detalladamente prevista en la disposición transitoria 4ª de la Constitución, en el artículo 2º del Estatuto de Gernika, y en la disposición adicional 2ª del Amejoramiento. Pero UPN ó PP entienden que tal posibilidad es contraria a la Historia de Navarra.
Repasemos brevemente dicha Historia, que desde los primeros testimonios escritos de Polibio, Estrabón y Ptolomeo proporcionan una información que permite localizar a los Vascones en lo que hoy es la CFN, la provincia de Huesca hasta el Gállego y el este de Alaba. Durante el Imperio romano los vascones se extendieron a ambos lados de los Pirineos y una vez desaparecido éste, los enfrentamientos fueron continuos con los consecutivos poderes emergentes de visigodos, francos y musulmanes. Es en este escenario donde se produce la batalla de Roncesvalles (778), en la que la retaguardia de Carlomagno fue aniquilada porque había destruido Pamplona. En el año 824 nace el reino de Pamplona. El “Códice de Roda” del siglo X reflejará, bajo Sancho el Mayor calificado por los Omeyas como “Señor de los vascos”, un dominio que abarcará entre otras áreas geográficas la CAV, Baja Navarra, Labourd, y Bearne.
En el siglo XII el Reino de Pamplona pasa a llamarse Reino de Navarra y se iniciará su paulatina apropiación por Castilla. En el año 1199 las fuerzas de Alfonso VIII de Castilla tomarán Vitoria, conquistará Gipuzkoa al año siguiente, la Cofradía de Arriaga (Alaba) se entregará en 1332 y Bizkaia por sucesión matrimonial en 1376. De esta forma, los territorios de la Navarra marítima quedaron separados del resto del Reino. La apropiación definitiva se culminará con la conquista armada de Navarra por las tropas del duque de Alba en 1512. A partir de este momento la historiografía castellana denominará como intentos “franceses” la recuperación del Reino, cuando “tales franceses” no eran sino los únicos reyes legítimos navarros pertenecientes al otro lado de los Pirineos. La batalla de Noain (1521) es el testimonio del fracasado intento de recuperación del Reino por parte de los navarros con más de 5.000 muertos. Un grupo de escapados de esta batalla simbolizará en la fortaleza de Amaiur (1522), el último baluarte de la resistencia navarra contra los castellanos.
Si bien Navarra siguió conservando sus Cortes Generales, sus Tribunales de Justicia, el Consejo Real, la administración, la moneda, las aduanas y fronteras, competencias más amplias que las que goza hoy en día y paradójicamente no reivindicadas por los fervientes navarristas, el control castellano se materializó en la organización militar, en la administración civil y eclesiástica y en la castellanización progresiva. Este último punto, el de la lengua, ha sido tergiversado de tal forma que nos han hecho creer que el euskera siempre ha sido un reducto en Navarra, cuando precisamente los textos medievales denominan al euskera como “Lingua Navarrorum”. Si ya en la época árabe el historiador Al-Himyari comenta sobre los habitantes de Pamplona que la mayor parte hablan el vasco (al-bashkiya) lo que les hace incomprensibles, a finales del siglo XVI y según un Registro existente en el Seminario de Vitoria de las ciudades, villas y lugares de cada obispado del País Vasco, en el correspondiente a Navarra figuran 58 pueblos de habla castellana y 451 de habla vasca. A comienzos del siglo XVII está documentado el euskera como lengua usual en la región de Sangüesa, así como en el norte de Tafalla y en Tierras de Estella.
En 1841, después de haber finalizado la primera guerra carlista, entre otras características como expresión de la reivindicación foral, Navarra deja de ser Reino convirtiéndose en una mera provincia con ciertas facultades administrativas y fiscales, bajo la Ley Paccionada elaborada por el Estado español, que no recogía pacto alguno sino imposición.
En 1936 se aprueba el Estatuto de Lizarra (Estella) y se resaltó que en la elaboración de dicho Estatuto, los ayuntamientos navarros rechazaron ir junto a la CAV por un estrecho margen (123 contra 109). Hoy sabemos, gracias al historiador navarro Jimeno Jurio, que algunos ayuntamientos que supuestamente votaron en contra realmente lo hicieron a favor, lo que debió haber cambiado radicalmente el resultado.
En cuanto a los años de la Transición, en principio el PSOE estuvo a favor de un mismo Estatuto para la CAV y para Navarra, pero desistieron de tal pretensión por la presión de la cúpula militar franquista que adujo que Navarra disponía de mucha frontera con el Estado francés. A partir de ese momento, la CAV tendrá un marco jurídico diferente plasmado en el Estatuto de Gernika de 1979 y la Comunidad de Navarra en la Ley del Amejoramiento de 1982.
La “Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi” de 2003 recoge el antiguo Reino de Navarra, actualmente dividido en tres administraciones diferentes, para recuperar de modo pacífico y democrático por la voluntad libre de su ciudadanía aquel proyecto originario de comunes raíces lingüísticas y culturales. Para muchos, y desde el respeto foral hacia cada uno de los seis Territorios Históricos que forman Euskal Herria, los navarros no son vascos, sino que todos los vascos somos navarros.
Pedro Pablo Arrinda / Mikel Agirregabiria
Paradójicamente son los ultraconstitucionalistas del PP ó UPN quienes se niegan siquiera a considerar algo perfectamente contemplado incluso en sus idolatrados textos legales: la unión política de la Comunidad Foral Navarra con la Comunidad Autónoma Vasca, siempre que la ciudadanía navarra así lo decidiese. Tal confederación conjunta está detalladamente prevista en la disposición transitoria 4ª de la Constitución, en el artículo 2º del Estatuto de Gernika, y en la disposición adicional 2ª del Amejoramiento. Pero UPN ó PP entienden que tal posibilidad es contraria a la Historia de Navarra.
Repasemos brevemente dicha Historia, que desde los primeros testimonios escritos de Polibio, Estrabón y Ptolomeo proporcionan una información que permite localizar a los Vascones en lo que hoy es la CFN, la provincia de Huesca hasta el Gállego y el este de Alaba. Durante el Imperio romano los vascones se extendieron a ambos lados de los Pirineos y una vez desaparecido éste, los enfrentamientos fueron continuos con los consecutivos poderes emergentes de visigodos, francos y musulmanes. Es en este escenario donde se produce la batalla de Roncesvalles (778), en la que la retaguardia de Carlomagno fue aniquilada porque había destruido Pamplona. En el año 824 nace el reino de Pamplona. El “Códice de Roda” del siglo X reflejará, bajo Sancho el Mayor calificado por los Omeyas como “Señor de los vascos”, un dominio que abarcará entre otras áreas geográficas la CAV, Baja Navarra, Labourd, y Bearne.
En el siglo XII el Reino de Pamplona pasa a llamarse Reino de Navarra y se iniciará su paulatina apropiación por Castilla. En el año 1199 las fuerzas de Alfonso VIII de Castilla tomarán Vitoria, conquistará Gipuzkoa al año siguiente, la Cofradía de Arriaga (Alaba) se entregará en 1332 y Bizkaia por sucesión matrimonial en 1376. De esta forma, los territorios de la Navarra marítima quedaron separados del resto del Reino. La apropiación definitiva se culminará con la conquista armada de Navarra por las tropas del duque de Alba en 1512. A partir de este momento la historiografía castellana denominará como intentos “franceses” la recuperación del Reino, cuando “tales franceses” no eran sino los únicos reyes legítimos navarros pertenecientes al otro lado de los Pirineos. La batalla de Noain (1521) es el testimonio del fracasado intento de recuperación del Reino por parte de los navarros con más de 5.000 muertos. Un grupo de escapados de esta batalla simbolizará en la fortaleza de Amaiur (1522), el último baluarte de la resistencia navarra contra los castellanos.
Si bien Navarra siguió conservando sus Cortes Generales, sus Tribunales de Justicia, el Consejo Real, la administración, la moneda, las aduanas y fronteras, competencias más amplias que las que goza hoy en día y paradójicamente no reivindicadas por los fervientes navarristas, el control castellano se materializó en la organización militar, en la administración civil y eclesiástica y en la castellanización progresiva. Este último punto, el de la lengua, ha sido tergiversado de tal forma que nos han hecho creer que el euskera siempre ha sido un reducto en Navarra, cuando precisamente los textos medievales denominan al euskera como “Lingua Navarrorum”. Si ya en la época árabe el historiador Al-Himyari comenta sobre los habitantes de Pamplona que la mayor parte hablan el vasco (al-bashkiya) lo que les hace incomprensibles, a finales del siglo XVI y según un Registro existente en el Seminario de Vitoria de las ciudades, villas y lugares de cada obispado del País Vasco, en el correspondiente a Navarra figuran 58 pueblos de habla castellana y 451 de habla vasca. A comienzos del siglo XVII está documentado el euskera como lengua usual en la región de Sangüesa, así como en el norte de Tafalla y en Tierras de Estella.
En 1841, después de haber finalizado la primera guerra carlista, entre otras características como expresión de la reivindicación foral, Navarra deja de ser Reino convirtiéndose en una mera provincia con ciertas facultades administrativas y fiscales, bajo la Ley Paccionada elaborada por el Estado español, que no recogía pacto alguno sino imposición.
En 1936 se aprueba el Estatuto de Lizarra (Estella) y se resaltó que en la elaboración de dicho Estatuto, los ayuntamientos navarros rechazaron ir junto a la CAV por un estrecho margen (123 contra 109). Hoy sabemos, gracias al historiador navarro Jimeno Jurio, que algunos ayuntamientos que supuestamente votaron en contra realmente lo hicieron a favor, lo que debió haber cambiado radicalmente el resultado.
En cuanto a los años de la Transición, en principio el PSOE estuvo a favor de un mismo Estatuto para la CAV y para Navarra, pero desistieron de tal pretensión por la presión de la cúpula militar franquista que adujo que Navarra disponía de mucha frontera con el Estado francés. A partir de ese momento, la CAV tendrá un marco jurídico diferente plasmado en el Estatuto de Gernika de 1979 y la Comunidad de Navarra en la Ley del Amejoramiento de 1982.
La “Propuesta de Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi” de 2003 recoge el antiguo Reino de Navarra, actualmente dividido en tres administraciones diferentes, para recuperar de modo pacífico y democrático por la voluntad libre de su ciudadanía aquel proyecto originario de comunes raíces lingüísticas y culturales. Para muchos, y desde el respeto foral hacia cada uno de los seis Territorios Históricos que forman Euskal Herria, los navarros no son vascos, sino que todos los vascos somos navarros.
Pedro Pablo Arrinda / Mikel Agirregabiria
Puño ensangrentado
Queremos la paz definitiva, no treguas temporales.
Hace ya 22 siglos que, en una de sus obras teatrales, Tito Maccio Plauto alertaba a la ciudadanía para que no confiase en quien puede atacarla inopinada y engañosamente, con la frase “En una mano lleva la piedra y en otra enseña el pan”.
Arnaldo Otegi debería comprender que ETA no extiende una mano, sobre la que -en su opinión- los partidos nacionalistas democráticos escupen: ETA realmente sigue esgrimiendo un amenazador puño armado y manchado de sangre inocente. Aquí sólo ETA escupe a la ética, a la inteligencia y a la humanidad: escupe fuego y, al tiempo, escupe al cielo.
ETA lo que debe hacer es presentar sus dos manos abiertas, ambas sin pistolas humeantes, en alto y mostrando las palmas. Este mismo pueblo que clama por la paz desde hace décadas, y a la que Batasuna también debería sumar su voz sin ambages, podrá entonces -y sólo entonces- responder generosamente, como Séneca recomendaba: “Cosa inicua es no tender la mano al caído”. Toda nuestra solidaridad hasta ese momento debe estar reservada para las muchas víctimas de la violencia, incluidos los presos y sus familiares, y que también lo son los mismos agresores como podrá ser reconocido cuando abandonen definitivamente sus actividades de coacción, extorsión y asesinato. Y mucho mejor sería que fuese por su propia voluntad.
Hace ya 22 siglos que, en una de sus obras teatrales, Tito Maccio Plauto alertaba a la ciudadanía para que no confiase en quien puede atacarla inopinada y engañosamente, con la frase “En una mano lleva la piedra y en otra enseña el pan”.
Arnaldo Otegi debería comprender que ETA no extiende una mano, sobre la que -en su opinión- los partidos nacionalistas democráticos escupen: ETA realmente sigue esgrimiendo un amenazador puño armado y manchado de sangre inocente. Aquí sólo ETA escupe a la ética, a la inteligencia y a la humanidad: escupe fuego y, al tiempo, escupe al cielo.
ETA lo que debe hacer es presentar sus dos manos abiertas, ambas sin pistolas humeantes, en alto y mostrando las palmas. Este mismo pueblo que clama por la paz desde hace décadas, y a la que Batasuna también debería sumar su voz sin ambages, podrá entonces -y sólo entonces- responder generosamente, como Séneca recomendaba: “Cosa inicua es no tender la mano al caído”. Toda nuestra solidaridad hasta ese momento debe estar reservada para las muchas víctimas de la violencia, incluidos los presos y sus familiares, y que también lo son los mismos agresores como podrá ser reconocido cuando abandonen definitivamente sus actividades de coacción, extorsión y asesinato. Y mucho mejor sería que fuese por su propia voluntad.
Menos es más
¡Alto! ¿Adónde vamos con tanta precipitación?
Antecedido por profusas apelaciones de las diferentes religiones al ascetismo y a la sobriedad, fue el poeta Robert Browning quien acuñó la frase: "Less is more” (menos es más). Recientemente desde el vanguardista universo cultural californiano, la revista “Coevolution” de híbrida influencia budista-hippie mantuvo que la gran sabiduría era coexistir con simplicidad voluntaria y austeridad franciscana. El redescubrimiento postmoderno de los bíblicos lirios del campo y las aves del cielo. Así nació el neologismo “downshifting” (que podría traducirse por cambiar a menos o desacelerar), con la fuerza de que sólo un término anglosajón sabe condensar y propagar.
Fue un movimiento de reacción contra la cultura yuppie de los “workcoholics”, adictos al trabajo. La resurgida pintada del mayo del ‘68: “No consumáis, no trabajéis”, como respuesta a la estresada vida del trabajador contemporáneo, regida por lo que Max Weber definió como el espíritu protestante generador del capitalismo, según el cual para que Dios nos quiera y acepte en el cielo previamente hemos de demostrar el triunfo en la tierra. Dos autores, Vicki Robin y Joe Domínguez, aportaron su grano de arena en la lucha contra el consumismo con un libro-guía de título sugerente, “La bolsa o la vida”, best-seller durante años. Se convirtieron en portavoces de una forma de vida más sencilla, en busca de la frugalidad, renunciando a caprichos y, en su caso, proponiéndose literalmente vivir de las rentas. Con esta fórmula detectaron de cuánto se puede prescindir, en sueldo y horas de trabajo. Buscaron un equilibrio vital más satisfactorio, si bien la fórmula americana no es trasplantable a la mentalidad europea, donde lo laboral cumple funciones de autoafirmación y de contribución al desarrollo social.
Desde el empacho de la abundancia inventamos el “lujo” de prescindir, de vivir con modestia para pensar con grandeza. Renunciando a competitivos puestos de inacabable jornada laboral, para descubrir recónditas vocaciones idílicas de bajo rendimiento económico, pero alta gratificación personal. Incluso los hábitos más simples de alimentación cambian drásticamente, para ganancia de salud y tiempo. El giro nutricio pasa del rojo al verde, del sangrante filete de búfalo al verdor de la huerta ecológica, renunciando a la pesada dieta chamuscada de cancerígena barbacoa, rebozada en colesterol y endulzada con azúcares industriales. O la parquedad del hogar con espacios vacíos frente a la opulencia sobrecargada de cachivaches tan suntuosos como inútiles. La existencia relajante requiere silencios en estancias desiertas, como la arquitectura minimalista de Mies van der Rohe, para dar cabida a la vida humana.
El dinero no da la felicidad, decimos los pobres… y es verdad. Sólo tenemos una vida, que está sazonada de pequeñas alegrías. Nuestra existencia merece algo más que diez horas de trabajo, dos de atasco, una de engullir, otra para arreglarse (eso quienes tengan arreglo) y, con suerte, ocho de sueño, que suman veintidós horas diarias. Apenas restan 120 minutos de “vida” por jornada. El mandato se decanta hacia “vivir más con menos dinero”, cambiar nivel de vida por calidad de vida. En definitiva, la versión modernista del hombre feliz que no tenía camisa o de las comunidades fundadas sobre la pobreza.
Un consejo: Limpiemos nuestra vida de lo superfluo. Un método simple es la mudanza ficticia. Imaginamos que cambiamos de vivienda, y empaquetamos las pertenencias de un cuarto, dejando el aposento "lleno de aire, como vino al mundo". Entonces recuperamos sólo lo indispensable, desembarazándonos de lo sobrante. Es muy recomendable esta limpieza cada año. Librémonos de viejos papeles y trastos, que están obstruyendo nuestro ambiente.
Felices los que tienen tiempo para sonreír, o para ir a casa y jugar con sus hijos creciendo. Menos horas de trabajo significan más tiempo con la familia. Seamos como niños sorprendidos que se detienen para observar algo nuevo en cada paseo, sin prisas. Levantemos ligeramente el pie del acelerador de nuestra vida para oír música, leer por placer, meditar un poco, escuchar y acompañar a los demás. Vivir es un arte donde al final descubrimos un axioma: “Sufro lo que negué y lo que guardé, perdí. Tuve lo que gasté, pero siempre tendré lo que di”.
Antecedido por profusas apelaciones de las diferentes religiones al ascetismo y a la sobriedad, fue el poeta Robert Browning quien acuñó la frase: "Less is more” (menos es más). Recientemente desde el vanguardista universo cultural californiano, la revista “Coevolution” de híbrida influencia budista-hippie mantuvo que la gran sabiduría era coexistir con simplicidad voluntaria y austeridad franciscana. El redescubrimiento postmoderno de los bíblicos lirios del campo y las aves del cielo. Así nació el neologismo “downshifting” (que podría traducirse por cambiar a menos o desacelerar), con la fuerza de que sólo un término anglosajón sabe condensar y propagar.
Fue un movimiento de reacción contra la cultura yuppie de los “workcoholics”, adictos al trabajo. La resurgida pintada del mayo del ‘68: “No consumáis, no trabajéis”, como respuesta a la estresada vida del trabajador contemporáneo, regida por lo que Max Weber definió como el espíritu protestante generador del capitalismo, según el cual para que Dios nos quiera y acepte en el cielo previamente hemos de demostrar el triunfo en la tierra. Dos autores, Vicki Robin y Joe Domínguez, aportaron su grano de arena en la lucha contra el consumismo con un libro-guía de título sugerente, “La bolsa o la vida”, best-seller durante años. Se convirtieron en portavoces de una forma de vida más sencilla, en busca de la frugalidad, renunciando a caprichos y, en su caso, proponiéndose literalmente vivir de las rentas. Con esta fórmula detectaron de cuánto se puede prescindir, en sueldo y horas de trabajo. Buscaron un equilibrio vital más satisfactorio, si bien la fórmula americana no es trasplantable a la mentalidad europea, donde lo laboral cumple funciones de autoafirmación y de contribución al desarrollo social.
Desde el empacho de la abundancia inventamos el “lujo” de prescindir, de vivir con modestia para pensar con grandeza. Renunciando a competitivos puestos de inacabable jornada laboral, para descubrir recónditas vocaciones idílicas de bajo rendimiento económico, pero alta gratificación personal. Incluso los hábitos más simples de alimentación cambian drásticamente, para ganancia de salud y tiempo. El giro nutricio pasa del rojo al verde, del sangrante filete de búfalo al verdor de la huerta ecológica, renunciando a la pesada dieta chamuscada de cancerígena barbacoa, rebozada en colesterol y endulzada con azúcares industriales. O la parquedad del hogar con espacios vacíos frente a la opulencia sobrecargada de cachivaches tan suntuosos como inútiles. La existencia relajante requiere silencios en estancias desiertas, como la arquitectura minimalista de Mies van der Rohe, para dar cabida a la vida humana.
El dinero no da la felicidad, decimos los pobres… y es verdad. Sólo tenemos una vida, que está sazonada de pequeñas alegrías. Nuestra existencia merece algo más que diez horas de trabajo, dos de atasco, una de engullir, otra para arreglarse (eso quienes tengan arreglo) y, con suerte, ocho de sueño, que suman veintidós horas diarias. Apenas restan 120 minutos de “vida” por jornada. El mandato se decanta hacia “vivir más con menos dinero”, cambiar nivel de vida por calidad de vida. En definitiva, la versión modernista del hombre feliz que no tenía camisa o de las comunidades fundadas sobre la pobreza.
Un consejo: Limpiemos nuestra vida de lo superfluo. Un método simple es la mudanza ficticia. Imaginamos que cambiamos de vivienda, y empaquetamos las pertenencias de un cuarto, dejando el aposento "lleno de aire, como vino al mundo". Entonces recuperamos sólo lo indispensable, desembarazándonos de lo sobrante. Es muy recomendable esta limpieza cada año. Librémonos de viejos papeles y trastos, que están obstruyendo nuestro ambiente.
Felices los que tienen tiempo para sonreír, o para ir a casa y jugar con sus hijos creciendo. Menos horas de trabajo significan más tiempo con la familia. Seamos como niños sorprendidos que se detienen para observar algo nuevo en cada paseo, sin prisas. Levantemos ligeramente el pie del acelerador de nuestra vida para oír música, leer por placer, meditar un poco, escuchar y acompañar a los demás. Vivir es un arte donde al final descubrimos un axioma: “Sufro lo que negué y lo que guardé, perdí. Tuve lo que gasté, pero siempre tendré lo que di”.
Licenciatura en paternidad
Descubra la mejor carrera,... y la más difícil.
He pasado toda mi vida estudiando. He transitado por múltiples colegios, escuelas y facultades de distintas ciudades. Tengo diplomas en Ciencias y en Letras. Cuando acabé mi primera licenciatura en Física, comencé a trabajar como profesor de maestros, pero seguí estudiando Ingeniería, cursos de doctorado, postgrados y masters en Museología, pedagogía, tres oposiciones y finalmente, con treinta años, abandoné todos esos estudios académicos y profesionales, y me concentré en mi última singladura con la carrera más difícil. Ahora, tras 21 años de complejos estudios, estoy en mi último curso y el próximo junio espero graduarme en paternidad.
El currículum de paternidad es el más difícil del mundo, si exceptuamos el de maternidad que es, desde la matrícula, incomparablemente más… embarazoso. Ambos planes de estudio contienen innumerables asignaturas que abarcan desde la pediatría y nutrición, hasta pedagogía desde la cuna a la temible adolescencia, pasando por todas las materias escolares desde infantil, primaria y secundaria. La teoría no es lo peor; las prácticas resultan insufribles, con horarios diurnos y nocturnos en un calendario que abarca todos los días de muchos años. No se pueden cometer errores graves de ningún tipo, por lo que estos estudios son tan absorbentes que toda la vida debe girar de acuerdo a su programa.
Esta carrera sólo tiene dos ventajas, una falsa y otra verdadera. La primera consiste en que no se exige selectividad ni prueba de acceso, lo que se puede transmutar en un serio perjuicio porque en ocasiones inician estos estudios personas incapaces de terminar con éxito, y algunos de ellos llegan a abandonar pronto o tarde con graves consecuencias para todos. La verdadera ganga es que se puede estudiar y examinarse en grupo: normalmente en pareja con apoyo de familiares, especialmente de los insustituibles abuelos y abuelas. El intento de culminar tan espinosa carrera en solitario es heroico, aunque se conocen casos muy admirables.
Un inconveniente que agrava y complica la realización de estos estudios, sin mencionar lo costoso económicamente que resulta porque no hay becas en esta “universidad del hogar”, es que frecuentemente se combinan varios planes de estudio secuenciados, pero casi simultáneamente. La diplomatura sólo se consigue cuando apruebas el más reciente de los “programas”, es decir cuando el hijo menor cumple 18 años. Entonces todavía queda, hasta alcanzar la licenciatura, que se independicen, casen o, de alguna forma, se vayan de casa todos ellos. Esto puede significar otros 10 o 20 años adicionales. El doctorado, quienes llegan vivos para lograrlo, se produce cuando te dan el título de aitite (abuelo), y el cum laude cuando puedes sacarlos a pasear a tus nietos y nietas, y exhibir ante ellos y ante la sociedad toda tu sapiencia. La paternidad, como cualquier otra clase de estudios que requieren algunos sacrificios, resulta sumamente gratificante. Es la carrera más costosa, pero también la más correspondida. ¡Anímate si estás a tiempo y todavía no te has atrevido!
He pasado toda mi vida estudiando. He transitado por múltiples colegios, escuelas y facultades de distintas ciudades. Tengo diplomas en Ciencias y en Letras. Cuando acabé mi primera licenciatura en Física, comencé a trabajar como profesor de maestros, pero seguí estudiando Ingeniería, cursos de doctorado, postgrados y masters en Museología, pedagogía, tres oposiciones y finalmente, con treinta años, abandoné todos esos estudios académicos y profesionales, y me concentré en mi última singladura con la carrera más difícil. Ahora, tras 21 años de complejos estudios, estoy en mi último curso y el próximo junio espero graduarme en paternidad.
El currículum de paternidad es el más difícil del mundo, si exceptuamos el de maternidad que es, desde la matrícula, incomparablemente más… embarazoso. Ambos planes de estudio contienen innumerables asignaturas que abarcan desde la pediatría y nutrición, hasta pedagogía desde la cuna a la temible adolescencia, pasando por todas las materias escolares desde infantil, primaria y secundaria. La teoría no es lo peor; las prácticas resultan insufribles, con horarios diurnos y nocturnos en un calendario que abarca todos los días de muchos años. No se pueden cometer errores graves de ningún tipo, por lo que estos estudios son tan absorbentes que toda la vida debe girar de acuerdo a su programa.
Esta carrera sólo tiene dos ventajas, una falsa y otra verdadera. La primera consiste en que no se exige selectividad ni prueba de acceso, lo que se puede transmutar en un serio perjuicio porque en ocasiones inician estos estudios personas incapaces de terminar con éxito, y algunos de ellos llegan a abandonar pronto o tarde con graves consecuencias para todos. La verdadera ganga es que se puede estudiar y examinarse en grupo: normalmente en pareja con apoyo de familiares, especialmente de los insustituibles abuelos y abuelas. El intento de culminar tan espinosa carrera en solitario es heroico, aunque se conocen casos muy admirables.
Un inconveniente que agrava y complica la realización de estos estudios, sin mencionar lo costoso económicamente que resulta porque no hay becas en esta “universidad del hogar”, es que frecuentemente se combinan varios planes de estudio secuenciados, pero casi simultáneamente. La diplomatura sólo se consigue cuando apruebas el más reciente de los “programas”, es decir cuando el hijo menor cumple 18 años. Entonces todavía queda, hasta alcanzar la licenciatura, que se independicen, casen o, de alguna forma, se vayan de casa todos ellos. Esto puede significar otros 10 o 20 años adicionales. El doctorado, quienes llegan vivos para lograrlo, se produce cuando te dan el título de aitite (abuelo), y el cum laude cuando puedes sacarlos a pasear a tus nietos y nietas, y exhibir ante ellos y ante la sociedad toda tu sapiencia. La paternidad, como cualquier otra clase de estudios que requieren algunos sacrificios, resulta sumamente gratificante. Es la carrera más costosa, pero también la más correspondida. ¡Anímate si estás a tiempo y todavía no te has atrevido!
La prueba más rápida
Sobre la dificultad de evaluar los valores y atributos de una persona.
Hace años, en una distendida sobremesa entre docentes, alguien nos planteó una adivinanza maliciosa: “¿Cómo programaríamos un examen de duración limitada a cinco minutos para seleccionar entre un grupo de personas desconocidas a los mejores?”. Lógicamente preguntamos, los mejores en qué. El proponente, que disponía de una posible respuesta a la cuestión, lo complicó aún más. “Los mejores en todo, en cualidades físicas, intelectuales, éticas,… Además la prueba debe ser válida para cualquier edad, sexo, origen, lengua,…. Se trata de distinguir en un nutrido grupo heterogéneo de personas a quienes confiar una tarea con las máximas posibilidades de éxito”.
El problema era un creativo pasatiempo, porque no existe una única solución que además sea perfecta. Quizá al lector se le ocurra algún hallazgo original, que debiera compartir con todos. En aquella ocasión propusimos brevísimos tests de inteligencia cognitiva y emocional, o pruebas interculturales sobre conceptos matemáticos simples y compartidos en todas las civilizaciones.
El proponente, al final, nos dio la solución que provenía… del director de una academia militar norteamericana. Quizá sólo alguien así puede imaginar tal enigma… y tal desenlace. La prueba más rápida era simplemente… una carrera. Los primeros que llegaban a una meta distante eran “los mejores” en tan básico examen. Era la primitiva selección de la naturaleza, donde el cazador cavernícola debía ser un buen corredor, o la primera parte del triple lema olímpico: Citius, altius, fortius (El más rápido, el más alto, el más fuerte).
Con todo, el intrascendente acertijo resultó divertido y en su debate ulterior fructificaron ideas pedagógicas valiosas. Cuidar la condición física siempre es importante y signo de inteligencia para todas las personas, de cualquier edad y condición, incluidos quienes sufren problemas de movilidad y deben esforzarse especialmente; o que la actividad y la velocidad son meritorias, si determinamos previamente hacia dónde y por qué caminamos. Por mi parte, en tal hipotética situación y siendo de los que opinan que “correr es de cobardes”, añadiría dos fases: una lectura previa, donde se señale hacia dónde debe corretear cada uno en función del color de su camiseta, por ejemplo, para recoger un bolígrafo del mismo color; y de escritura, para copiar con letra legible el mensaje anterior antes de entregarlo en la meta.
Más complejo resulta medir las cualidades morales, que se podrían evaluar observando cómo se ayuda a los demás en tan fascinante experimento, si todo esto… fuese algo serio. Tan elemental sistema, en todo caso, podría servir para observar a los participante y elegir a unos u otros, ganadores o perdedores, cooperadores o competitivos, apresurados o pausados, en función de la tarea a asignar. Una carrera puede ser la metáfora de la vida: unos se esfuerzan sólo en ganar, otros en ir deprisa, y algunos reflexionan antes para luego actuar mejor.
Hace años, en una distendida sobremesa entre docentes, alguien nos planteó una adivinanza maliciosa: “¿Cómo programaríamos un examen de duración limitada a cinco minutos para seleccionar entre un grupo de personas desconocidas a los mejores?”. Lógicamente preguntamos, los mejores en qué. El proponente, que disponía de una posible respuesta a la cuestión, lo complicó aún más. “Los mejores en todo, en cualidades físicas, intelectuales, éticas,… Además la prueba debe ser válida para cualquier edad, sexo, origen, lengua,…. Se trata de distinguir en un nutrido grupo heterogéneo de personas a quienes confiar una tarea con las máximas posibilidades de éxito”.
El problema era un creativo pasatiempo, porque no existe una única solución que además sea perfecta. Quizá al lector se le ocurra algún hallazgo original, que debiera compartir con todos. En aquella ocasión propusimos brevísimos tests de inteligencia cognitiva y emocional, o pruebas interculturales sobre conceptos matemáticos simples y compartidos en todas las civilizaciones.
El proponente, al final, nos dio la solución que provenía… del director de una academia militar norteamericana. Quizá sólo alguien así puede imaginar tal enigma… y tal desenlace. La prueba más rápida era simplemente… una carrera. Los primeros que llegaban a una meta distante eran “los mejores” en tan básico examen. Era la primitiva selección de la naturaleza, donde el cazador cavernícola debía ser un buen corredor, o la primera parte del triple lema olímpico: Citius, altius, fortius (El más rápido, el más alto, el más fuerte).
Con todo, el intrascendente acertijo resultó divertido y en su debate ulterior fructificaron ideas pedagógicas valiosas. Cuidar la condición física siempre es importante y signo de inteligencia para todas las personas, de cualquier edad y condición, incluidos quienes sufren problemas de movilidad y deben esforzarse especialmente; o que la actividad y la velocidad son meritorias, si determinamos previamente hacia dónde y por qué caminamos. Por mi parte, en tal hipotética situación y siendo de los que opinan que “correr es de cobardes”, añadiría dos fases: una lectura previa, donde se señale hacia dónde debe corretear cada uno en función del color de su camiseta, por ejemplo, para recoger un bolígrafo del mismo color; y de escritura, para copiar con letra legible el mensaje anterior antes de entregarlo en la meta.
Más complejo resulta medir las cualidades morales, que se podrían evaluar observando cómo se ayuda a los demás en tan fascinante experimento, si todo esto… fuese algo serio. Tan elemental sistema, en todo caso, podría servir para observar a los participante y elegir a unos u otros, ganadores o perdedores, cooperadores o competitivos, apresurados o pausados, en función de la tarea a asignar. Una carrera puede ser la metáfora de la vida: unos se esfuerzan sólo en ganar, otros en ir deprisa, y algunos reflexionan antes para luego actuar mejor.
Separatistas irredentistas
En un pequeño planeta que viaja por la galaxia...
Cuando se va a exponer una propuesta políticamente incorrecta, y probablemente polémica, conviene fijar previamente la posición del autor, que primero siempre ha creído y creerá que la violencia no es éticamente aceptable, ni eficaz políticamente; y segundo, que nunca ha sido independentista, ni nunca lo será. Pero los separatistas existen y abundan en nuestro entorno, incluso en este esperanzador siglo XXI. Están en plena efervescencia, con una preocupante e inusitada presencia institucional. Cotidianamente la ciudadanía sufre sus embates, y sólo existe una legítima respuesta final admisible para su demanda secesionista: Si quieren separarse, que se separen.
Porque seamos concientes de que la brecha la están abriendo y ahondando ellos, quienes buscan la división. Si no aceptan los reiterados resultados electorales, ni les gustan nuestros dirigentes elegidos en las urnas democráticas, si desdeñan nuestro Parlamento, si no quieren que tengamos un poder judicial independiente, ni aceptan nuestra policía,… Si en sus escuelas sólo priman su cultura y su idioma, pero desdeñan los nuestros; si en sus medios de comunicación nos atacan inmisericorde e insistentemente; si no quieren saber nada de lo nuestro, y si todo esto ocurre desde hace años y décadas, y si todo esto no se reconduce, entonces nos abocarán al abismo de la traumática separación, en la que todos perderíamos mucho.
Dicho con toda claridad: Si España quiere separarse de Euskadi, que lo haga. Nosotros, los vascos que pensamos de una u otra manera, siempre seguiremos aquí, porque Euskadi es nuestro hogar, nuestro único refugio, nuestra última casa.
La mayoría de nosotros, los vascos, y ojalá la mayoría de españoles, franceses y europeos, no creemos en anacrónicas independencias decimonónicas de Estados obsoletos, ni menos aún en sojuzgadas dependencias, ni en codependencias obligadas, ni en contradependencias destructivas. Amamos la libertad desde el origen de los tiempos y supimos organizarnos democráticamente bajo el Árbol de Gernika, constituyendo la primera democracia de la que se tiene noticia.
Somos muchos, casi todos los seres humanos, los que soñamos y aspiramos a una plena y profunda interdependencia, en un plano de igualdad, de respeto a la diversidad y a las minorías, de integración de lo foráneo enriquecedor y de plurilingüe interculturalidad social. Siempre buscaremos la unidad en una Europa y en un mundo más justo, más solidario y más hermanado. Creemos en la libre adhesión de personas y pueblos a estimulantes proyectos comunes, sin imposiciones ni coacciones, mediante el diálogo pacífico y el pacto acordado, respetando todos los derechos humanos y, en su infinita complejidad, la identidad individual de cada persona y de cada pueblo.
Cuando se va a exponer una propuesta políticamente incorrecta, y probablemente polémica, conviene fijar previamente la posición del autor, que primero siempre ha creído y creerá que la violencia no es éticamente aceptable, ni eficaz políticamente; y segundo, que nunca ha sido independentista, ni nunca lo será. Pero los separatistas existen y abundan en nuestro entorno, incluso en este esperanzador siglo XXI. Están en plena efervescencia, con una preocupante e inusitada presencia institucional. Cotidianamente la ciudadanía sufre sus embates, y sólo existe una legítima respuesta final admisible para su demanda secesionista: Si quieren separarse, que se separen.
Porque seamos concientes de que la brecha la están abriendo y ahondando ellos, quienes buscan la división. Si no aceptan los reiterados resultados electorales, ni les gustan nuestros dirigentes elegidos en las urnas democráticas, si desdeñan nuestro Parlamento, si no quieren que tengamos un poder judicial independiente, ni aceptan nuestra policía,… Si en sus escuelas sólo priman su cultura y su idioma, pero desdeñan los nuestros; si en sus medios de comunicación nos atacan inmisericorde e insistentemente; si no quieren saber nada de lo nuestro, y si todo esto ocurre desde hace años y décadas, y si todo esto no se reconduce, entonces nos abocarán al abismo de la traumática separación, en la que todos perderíamos mucho.
Dicho con toda claridad: Si España quiere separarse de Euskadi, que lo haga. Nosotros, los vascos que pensamos de una u otra manera, siempre seguiremos aquí, porque Euskadi es nuestro hogar, nuestro único refugio, nuestra última casa.
La mayoría de nosotros, los vascos, y ojalá la mayoría de españoles, franceses y europeos, no creemos en anacrónicas independencias decimonónicas de Estados obsoletos, ni menos aún en sojuzgadas dependencias, ni en codependencias obligadas, ni en contradependencias destructivas. Amamos la libertad desde el origen de los tiempos y supimos organizarnos democráticamente bajo el Árbol de Gernika, constituyendo la primera democracia de la que se tiene noticia.
Somos muchos, casi todos los seres humanos, los que soñamos y aspiramos a una plena y profunda interdependencia, en un plano de igualdad, de respeto a la diversidad y a las minorías, de integración de lo foráneo enriquecedor y de plurilingüe interculturalidad social. Siempre buscaremos la unidad en una Europa y en un mundo más justo, más solidario y más hermanado. Creemos en la libre adhesión de personas y pueblos a estimulantes proyectos comunes, sin imposiciones ni coacciones, mediante el diálogo pacífico y el pacto acordado, respetando todos los derechos humanos y, en su infinita complejidad, la identidad individual de cada persona y de cada pueblo.
Pregunten al interesado
A favor de las consultas populares frecuentes.
Durante el caluroso verano pasado fuimos testigos de un divertido suceso ocurrido en plena vía pública. Un honorable anciano, vestido como un gentleman inglés que acudiese al hipódromo de Ascot, se desmayó en el Puerto Nuevo de Getxo y cayó al suelo, siendo prontamente atendido por varios paseantes. Una jovencita sugirió suministrarle agua, un joven propuso abanicarle, otro hombre indicó que mejor sería esperar a una ambulancia y, finalmente, una señora de edad apuntó darle un traguito de brandy de la cafetería próxima. Siguieron argumentando, insistiendo unos y otros, hasta que el propio desfallecido se incorporó parcialmente y atajó la discusión con una perentoria solicitud: ¡Cállense todos, y hagan caso a la dama! Nadie mejor que el interesado sabe qué le conviene en cada momento.
Lo mismo acontece con la mayoría de los temas sociales y políticos. Quizá nos iría mejor a todos si desde los gobiernos nos “informasen” menos y nos preguntasen más. A las familias, a los pensionistas, a los pobres, a los jóvenes, a los enfermos, a los presos, a los inmigrantes, a los televidentes,… Los políticos sí atienden y son sensibles a las presiones de los poderes fácticos, de los poderosos, de la banca,… pero descuidan excesivamente al electorado, a menudo incluso a su misma militancia interna, hasta que se acerca el tiempo de urnas y hay que movilizar nuevamente a las bases para llegar al conjunto de los votantes. Ahora, en pleno tiempo preelectoral, tras la hibernación cuatrienal, se encienden todos los cerebros de las cúpulas con propuestas magníficas… que volverán probablemente a dormitar tras las votaciones y los nombramientos.
Nos convendría a todos, seguramente incluso a los propios dirigentes, menos propaganda continua, menos adoctrinamiento simplón, menos críticas ajenas, menos autoritarismo y, a cambio, más democracia para dar protagonismo al pueblo, mejorar la interactividad social, fortalecer la sociedad civil, y –en definitiva- escuchar y auscultar a la ciudadanía mucho más y mucho mejor que sólo con una papeleta cada cuatro años.
Durante el caluroso verano pasado fuimos testigos de un divertido suceso ocurrido en plena vía pública. Un honorable anciano, vestido como un gentleman inglés que acudiese al hipódromo de Ascot, se desmayó en el Puerto Nuevo de Getxo y cayó al suelo, siendo prontamente atendido por varios paseantes. Una jovencita sugirió suministrarle agua, un joven propuso abanicarle, otro hombre indicó que mejor sería esperar a una ambulancia y, finalmente, una señora de edad apuntó darle un traguito de brandy de la cafetería próxima. Siguieron argumentando, insistiendo unos y otros, hasta que el propio desfallecido se incorporó parcialmente y atajó la discusión con una perentoria solicitud: ¡Cállense todos, y hagan caso a la dama! Nadie mejor que el interesado sabe qué le conviene en cada momento.
Lo mismo acontece con la mayoría de los temas sociales y políticos. Quizá nos iría mejor a todos si desde los gobiernos nos “informasen” menos y nos preguntasen más. A las familias, a los pensionistas, a los pobres, a los jóvenes, a los enfermos, a los presos, a los inmigrantes, a los televidentes,… Los políticos sí atienden y son sensibles a las presiones de los poderes fácticos, de los poderosos, de la banca,… pero descuidan excesivamente al electorado, a menudo incluso a su misma militancia interna, hasta que se acerca el tiempo de urnas y hay que movilizar nuevamente a las bases para llegar al conjunto de los votantes. Ahora, en pleno tiempo preelectoral, tras la hibernación cuatrienal, se encienden todos los cerebros de las cúpulas con propuestas magníficas… que volverán probablemente a dormitar tras las votaciones y los nombramientos.
Nos convendría a todos, seguramente incluso a los propios dirigentes, menos propaganda continua, menos adoctrinamiento simplón, menos críticas ajenas, menos autoritarismo y, a cambio, más democracia para dar protagonismo al pueblo, mejorar la interactividad social, fortalecer la sociedad civil, y –en definitiva- escuchar y auscultar a la ciudadanía mucho más y mucho mejor que sólo con una papeleta cada cuatro años.
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