"El amor es, sin duda alguna, lo que puede hacer comprender la eternidad; el amor confunde todas las nociones del tiempo; borra las ideas de principio y de fin; cree haber amado siempre al ser querido". |
Madame de Staël. |
El amor permanece: Son los seres humanos los que cambian
¡Vivan los que estudian!
Redescubriendo una antigua canción de éxito con música siempre evocadora y una inolvidable letra revolucionaria.
Las coplas resonaron igual de sugestivas que hace tantos años… ¡Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad! ¡Muera la tristeza, mueran los que odian! ¡Subid al mundo de los cielos, descended a los infiernos! ¡Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes! ¡Viva nuestra sociedad! ¡Viva la Universidad! ¡Vivan los que estudian! Definitivamente, el retorno a los claustros universitarios, por razón de los estudios de nuestros hijos, nuevamente nos permite –junto a la condición de no haber olvidado el latín que aprendimos- seguir admirando el Gaudeamus Igitur.
Se trata de una canción estudiantil de autor anónimo que proviene de la Edad Media. En origen se titulaba De brevitate vitae ("Sobre la brevedad de la vida") y se coreó inicialmente en universidades alemanas a mediados del siglo XVIII. La letra pudiera ser del siglo XIII, según un manuscrito en latín fechado en 1287 y encontrado en la Biblioteca Nacional de París. Las palabras de algunos versos son idénticas, aunque no aparece la expresión inicial "Gaudeaumus Igitur". La música se atribuye a Johann Cristian Grüntaus y fue reescrita en 1781 por el teólogo evangelista Chétien Wilhelm Kindleben. Johannes Brahms, incluyó esta melodía en su obertura "Akademische Fest-Ouverture", compuesta en 1880 para agradecer su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Breslau.
El pensador Paul Auguez señaló que “vivir, sufrir, morir son tres cosas que no se enseñan en nuestras universidades y que, sin embargo, encierran toda la sabiduría necesaria al hombre”. En las universidades se ofrecen muchas carreras, pero el aprendizaje del alumnado universitario se extiende también mediante otras actividades presentes en los campus, como las tunas en los actos solemnes. Escuchar recientemente el himno universitario de toda Europa, el "Alegrémonos pues", ha removido muchos recuerdos aportados por su melodía y su letra, que encierra grandes verdades.
Las estrofas son explícitas, con alguna como la quinta tan desenfadada que se suprime en las distintas versiones adoptadas por cada universidad. Sus enseñanzas bien merecerían ser reconocidas durante toda la vida, porque además de consejos para la juventud son reflexiones muy ilusionantes. Dicen sus versos traducidos a “romano paladín”: “¡Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes! Tras la divertida juventud, tras la incómoda vejez, nos recibirá la tierra. ¿Dónde están los que antes que nosotros pasaron por el mundo? Subid al mundo de los cielos, descended a los infiernos, donde ellos ya estuvieron. ¡Viva la Universidad, vivan los profesores. Vivan todos y cada uno de sus miembros, resplandezcan siempre! Nuestra vida es corta, en breve se acaba. Viene la muerte velozmente, nos arrastra cruelmente, no respeta a nadie. ¡Viva nuestra sociedad! ¡Vivan los que estudian! ¡Que crezca la única verdad, que florezca la fraternidad y la prosperidad de la patria! Viva también el Estado, y quien lo dirige. ¡Viva nuestra ciudad, y la generosidad de los mecenas que aquí nos acoge! ¡Muera la tristeza, mueran los que odian! ¡Muera el diablo, cualquier otro monstruo, y quienes se burlan! Florezca el Alma Mater que nos ha educado, y ha reunido a los queridos compañeros que por regiones alejadas estaban dispersos”. Maravillosas inspiraciones, para cualquier edad.
Nuestro cuento predilecto: La mujer del saco
La mujer del saco: Un cuento inventado hace 20 años que mis hijos siempre prefirieron antes de dormir.
- Éste es uno de los muchos cuentos que hace casi dos décadas inventamos Carmen y yo para nuestros hijos, Leire y Aitor. No fue el cuento más largo, hubo alguno que duró dos años, con semejanzas con “Dos años de vacaciones” de Julio Verne (puede descargarse gratuitamente en “El Aleph”). Tampoco el más imaginativo, como los de ciencia-ficción que pedían cuando fueron algo mayores; ni el de más personajes, pues hubo alguno en el que intervenía casi toda la amplia familia y algunas amistades transportados a la selva africana; ni quizá el de más miedo, como los que aseguraban emoción y sorpresa con un grito garantizado cada minuto.
Algunas pautas comunes de todas los historias solían ser que los personajes centrales, ¿por casualidad?, siempre eran una niña y un niño de las edades de nuestros hijos; pasaban aventuras arriesgadas, acababan triunfantes con un final feliz y aprendían alguna moraleja. La versión final de los cuentas fue refinada por las preferencias de sus oyentes, que insistían en los detalles minuciosos que alargaban el relato tanto como fuera necesario. La fábula que a continuación se condensa fue descrita –en muchas ocasiones- en narraciones que se extendían por más de una hora, con descripciones completas e historias colaterales. Pasemos a oír el cuento favorito de Leire y Aitor.
Había llegado la navidad y los pequeños habían esperado con ansiedad la visita de los abuelos, pero aquel año no vendrían porque la abuela estaba enferma. Los hermanos se entristecieron porque querían ver a sus abuelos y pasar la nochevieja con ellos. Tanta fue su insistencia, que los padres, que no podían viajar por razones de trabajo, decidieron que los niños tomarían un tren e irían solos en un viaje de una jornada. Les dieron mil consejos de no hablar con extraños, les prepararon la comida y la merienda, y les sentaron juntos en un compartimiento del tren junto con una señora muy guapa y amable que aseguró que les cuidaría durante parte del viaje.
El primer trayecto lo pasaron muy bien y comieron los bocadillos observando y comentando los paisajes. La señora conversó con ellos y antes de bajar en su estación, les recomendó nuevamente que no hablasen con extraños y que se abrigasen bien porque había empezado a nevar y el frío de la tarde se notaba a través de las ventanas del tren. Cuando la señora se fue, los niños se miraron con un poco de miedo al quedarse solos. Cuando vieron que la puerta del camarote se abrió y vieron entrar a una anciana completamente tapada y cubierta de nieve, se alegraron porque les haría compañía. Dejó un pesado saco que traía con ella en el asiento, junto a ella, y se quitó el gorro y la bufanda que traía empapados de aguanieve. Al ver su cara descubierta, los dos hermanitos de 8 y 5 años se asustaron. Parecía una bruja con el pelo blanco y un grano muy grande en la punta de la nariz. Les habló con una voz ronca que también les atemorizó.- ¡Hola! ¿Dónde vais? ¿Viajáis solitos los dos?
- Nos esperan nuestros abuelos en la última estación, pudo responder la niña, que era la mayor, con un hilo de voz.
- No creo que el tren llegue hasta allí esta noche, porque la nevada es muy fuerte y la vía estará cerrada.
El niño miraba fijamente el saco, que era muy pesado y estaba lleno con algo que parecía agitarse. Al oído se lo contó a su hermana, quien también quedó petrificada. Dentro del sucio saco, atado con una soga, había algo o alguien que trataba de salir.
- ¿Qué lleva en el saco?, se atrevió a preguntar el niño al final.
- Son sólo varios kilos de patatas que he comprado en el mercado, mintió la vieja dama.
- Éste es uno de los muchos cuentos que hace casi dos décadas inventamos Carmen y yo para nuestros hijos, Leire y Aitor. No fue el cuento más largo, hubo alguno que duró dos años, con semejanzas con “Dos años de vacaciones” de Julio Verne (puede descargarse gratuitamente en “El Aleph”). Tampoco el más imaginativo, como los de ciencia-ficción que pedían cuando fueron algo mayores; ni el de más personajes, pues hubo alguno en el que intervenía casi toda la amplia familia y algunas amistades transportados a la selva africana; ni quizá el de más miedo, como los que aseguraban emoción y sorpresa con un grito garantizado cada minuto.
Algunas pautas comunes de todas los historias solían ser que los personajes centrales, ¿por casualidad?, siempre eran una niña y un niño de las edades de nuestros hijos; pasaban aventuras arriesgadas, acababan triunfantes con un final feliz y aprendían alguna moraleja. La versión final de los cuentas fue refinada por las preferencias de sus oyentes, que insistían en los detalles minuciosos que alargaban el relato tanto como fuera necesario. La fábula que a continuación se condensa fue descrita –en muchas ocasiones- en narraciones que se extendían por más de una hora, con descripciones completas e historias colaterales. Pasemos a oír el cuento favorito de Leire y Aitor.
Había llegado la navidad y los pequeños habían esperado con ansiedad la visita de los abuelos, pero aquel año no vendrían porque la abuela estaba enferma. Los hermanos se entristecieron porque querían ver a sus abuelos y pasar la nochevieja con ellos. Tanta fue su insistencia, que los padres, que no podían viajar por razones de trabajo, decidieron que los niños tomarían un tren e irían solos en un viaje de una jornada. Les dieron mil consejos de no hablar con extraños, les prepararon la comida y la merienda, y les sentaron juntos en un compartimiento del tren junto con una señora muy guapa y amable que aseguró que les cuidaría durante parte del viaje.
El primer trayecto lo pasaron muy bien y comieron los bocadillos observando y comentando los paisajes. La señora conversó con ellos y antes de bajar en su estación, les recomendó nuevamente que no hablasen con extraños y que se abrigasen bien porque había empezado a nevar y el frío de la tarde se notaba a través de las ventanas del tren. Cuando la señora se fue, los niños se miraron con un poco de miedo al quedarse solos. Cuando vieron que la puerta del camarote se abrió y vieron entrar a una anciana completamente tapada y cubierta de nieve, se alegraron porque les haría compañía. Dejó un pesado saco que traía con ella en el asiento, junto a ella, y se quitó el gorro y la bufanda que traía empapados de aguanieve. Al ver su cara descubierta, los dos hermanitos de 8 y 5 años se asustaron. Parecía una bruja con el pelo blanco y un grano muy grande en la punta de la nariz. Les habló con una voz ronca que también les atemorizó.- ¡Hola! ¿Dónde vais? ¿Viajáis solitos los dos?
- Nos esperan nuestros abuelos en la última estación, pudo responder la niña, que era la mayor, con un hilo de voz.
- No creo que el tren llegue hasta allí esta noche, porque la nevada es muy fuerte y la vía estará cerrada.
El niño miraba fijamente el saco, que era muy pesado y estaba lleno con algo que parecía agitarse. Al oído se lo contó a su hermana, quien también quedó petrificada. Dentro del sucio saco, atado con una soga, había algo o alguien que trataba de salir.
- ¿Qué lleva en el saco?, se atrevió a preguntar el niño al final.
- Son sólo varios kilos de patatas que he comprado en el mercado, mintió la vieja dama.
Ellos no la creyeron y se apretaron más fuertemente la mano. Cuando apareció el revisor a pedir el billete a la viajera, les dijo que tenían un aviso de que un alud impedía el viaje y que tendrían que pernoctar en la siguiente parada. Preguntó a la anciana:
- ¿Los niños pueden pasar la noche en su casa? Tráigalos mañana a las nueve para que reanudemos el viaje.
- No queremos ir con esta señora, protestaron al unísono ambos niños, pero nadie les hizo caso.
La anciana les llevó a su casa y preparó una copiosa cena. Toda la comida estaba deliciosa, y aunque al principio los hermanos no querían probar nada, ni la leche, por temor a ser envenenados, finalmente cenaron de todo y repitieron cada plato y hasta el postre. Cuando se quedaron solos y se acostaron en el cuarto que la anciana les había preparado, comenzaron a hablar y volvieron a preocuparse.
- Nos ha querido engordar como a los pavos de navidad porque nos quiere comer esta bruja, dijo el niño.
- Vamos a estar despiertos toda la noche, dijo la niña, para que no pueda atacarnos cuando estemos desprevenidos.
- Tengo mucho miedo, dijo Aitor.
- Tengo mucho sueño, respondió Leire. Se dieron la mano y aunque quisieron mantenerse en vela, el cansancio y el ajetreo del día pudo con ellos y pronto se durmieron plácidamente.
- ¿Los niños pueden pasar la noche en su casa? Tráigalos mañana a las nueve para que reanudemos el viaje.
- No queremos ir con esta señora, protestaron al unísono ambos niños, pero nadie les hizo caso.
La anciana les llevó a su casa y preparó una copiosa cena. Toda la comida estaba deliciosa, y aunque al principio los hermanos no querían probar nada, ni la leche, por temor a ser envenenados, finalmente cenaron de todo y repitieron cada plato y hasta el postre. Cuando se quedaron solos y se acostaron en el cuarto que la anciana les había preparado, comenzaron a hablar y volvieron a preocuparse.
- Nos ha querido engordar como a los pavos de navidad porque nos quiere comer esta bruja, dijo el niño.
- Vamos a estar despiertos toda la noche, dijo la niña, para que no pueda atacarnos cuando estemos desprevenidos.
- Tengo mucho miedo, dijo Aitor.
- Tengo mucho sueño, respondió Leire. Se dieron la mano y aunque quisieron mantenerse en vela, el cansancio y el ajetreo del día pudo con ellos y pronto se durmieron plácidamente.
Al despertarse, la vela se había apagado y ambos sintieron que no podían mover los pies. Parecía que alguien les hubiera atrapado y no podían levantarse a abrir la ventana. De pronto, entró la extraña matrona y les gritó:
- ¡Despertaros, o perderéis el tren!
Con la luz vieron que un gato negro, muy gordo, estaba dormido y tumbado encima de la cama justo sobre sus pies. La anciana les dijo:
- No os asustéis del gato Micifuz que compré ayer en el pueblo. Venía metido en el saco porque el revisor no deja transportar animales en los vagones de pasajeros.
Así quedó aclarado el misterio y comprendieron todo. Tras desayunar con gran apetito y antes de subir al tren, dieron un abrazo y un beso muy fuerte a aquella cariñosa anciana que les había cuidado tan bien. Aprendieron que son las obras y no las apariencias las que diferencia a las personas, y que hay mucha gente bondadosa aunque tengan muchas arrugas o un grano feo en la cara. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
- ¡Despertaros, o perderéis el tren!
Con la luz vieron que un gato negro, muy gordo, estaba dormido y tumbado encima de la cama justo sobre sus pies. La anciana les dijo:
- No os asustéis del gato Micifuz que compré ayer en el pueblo. Venía metido en el saco porque el revisor no deja transportar animales en los vagones de pasajeros.
Así quedó aclarado el misterio y comprendieron todo. Tras desayunar con gran apetito y antes de subir al tren, dieron un abrazo y un beso muy fuerte a aquella cariñosa anciana que les había cuidado tan bien. Aprendieron que son las obras y no las apariencias las que diferencia a las personas, y que hay mucha gente bondadosa aunque tengan muchas arrugas o un grano feo en la cara. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
El mejor juguete
Colaboración de Esperanza Parte Ibarretxe (Madre política, nunca suegra, de Mikel Agirregabiria Agirre).
Las navidades son época de juguetes para niños y jóvenes: La elección preferible está al alcance de todos.Como abuela y maestra retirada, he comprobado con gran disgusto que los grandes almacenes reiteran un grave error en los gruesos catálogos que distribuyen por doquier con todo tipo de juguetes para cada edad. Junto a los juguetes clásicos, algunos demasiado sexistas, destaca la profusión de artefactos modernos que casi juegan solos. Compruebo con pesar que cada año está más ausente el mejor de todos los regalos posibles, adaptado a todas las edades infantiles y juveniles: el libro.
Cuando se escucha tantas quejas de la juventud que sólo saber jugar con videojuegos o tumbarse en el sofá ante la televisión y cuando nuestros índices de lectura en escolares y adultos están a la cola de Europa, sería muy aconsejable que ningún padre ni abuelo de hoy en día olvidasen que el libro es el mejor juguete. Los libros descubiertos a tiempo son objetos mágicos que actúan eternamente como fuente inagotable de alegría, educación, cultura y vida.
Sin COPE
La deriva radical de la radio de la Iglesia produce efectos de síncope por lo sesgado de sus contenidos.
Es noticia que el gobierno central se ha quejado enérgica y formalmente ante el prelado Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por los contenidos "obscenos, groseros y vejatorios" que aparecen en una repelente web de la COPE (www.cope.es/la_manana/...). La directora general de Asuntos Religiosos, Mercedes Rico Godoy, es tajante en su misiva señalando que “la CEE se ve desgraciadamente involucrada y que este bochorno no puede producirse con el amparo implícito de los obispos españoles".
La COPE es una emisora controlada por la Iglesia Católica, con el 45% del accionariado en manos de la CEE, 20% de las Diócesis, 3% de los Jesuitas, 2% de los Padres Dominicos,... En su ideario, aprobado en 1991, declara ser una “cadena radiofónica surgida de las iglesias diocesanas y de dos órdenes religiosas, asumida después por su CEE, confesionalmente católica y situada en el marco de los fines generales de la Iglesia y de su presencia evangelizadora en el ámbito de la opinión pública”.
Sus objetivos programáticos públicos aseguran difundir la doctrina y actividades de la Iglesia Católica, orientar a la opinión pública con criterio cristiano, y colaborar en la promoción humana, social y cultural de la sociedad en general. Finalmente, se presenta como altavoz de las enseñanzas y directrices de los pastores y del dinamismo eclesial de la Iglesia Católica.
Como católico, como demócrata, como ciudadano, como vasco,… me he sentido muchas veces insultado desde los micrófonos de la COPE. Por ello me sumo a la petición que ruega a la COPE -y a la Conferencia Episcopal- el mismo respeto a los demás y reconocimiento tolerante de la pluralidad que la Iglesia reclama –legítimamente- para sus creencias (que comparto) y para sus creyentes (entre los que modestamente me incluyo). Muchos pensamos que todos estaríamos mejor sin esta COPE. No permitamos que sigan creciendo los que opinan que también progresaríamos… sin esta jerarquía católica.
Es noticia que el gobierno central se ha quejado enérgica y formalmente ante el prelado Juan Antonio Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), por los contenidos "obscenos, groseros y vejatorios" que aparecen en una repelente web de la COPE (www.cope.es/la_manana/...). La directora general de Asuntos Religiosos, Mercedes Rico Godoy, es tajante en su misiva señalando que “la CEE se ve desgraciadamente involucrada y que este bochorno no puede producirse con el amparo implícito de los obispos españoles".
La COPE es una emisora controlada por la Iglesia Católica, con el 45% del accionariado en manos de la CEE, 20% de las Diócesis, 3% de los Jesuitas, 2% de los Padres Dominicos,... En su ideario, aprobado en 1991, declara ser una “cadena radiofónica surgida de las iglesias diocesanas y de dos órdenes religiosas, asumida después por su CEE, confesionalmente católica y situada en el marco de los fines generales de la Iglesia y de su presencia evangelizadora en el ámbito de la opinión pública”.
Sus objetivos programáticos públicos aseguran difundir la doctrina y actividades de la Iglesia Católica, orientar a la opinión pública con criterio cristiano, y colaborar en la promoción humana, social y cultural de la sociedad en general. Finalmente, se presenta como altavoz de las enseñanzas y directrices de los pastores y del dinamismo eclesial de la Iglesia Católica.
Como católico, como demócrata, como ciudadano, como vasco,… me he sentido muchas veces insultado desde los micrófonos de la COPE. Por ello me sumo a la petición que ruega a la COPE -y a la Conferencia Episcopal- el mismo respeto a los demás y reconocimiento tolerante de la pluralidad que la Iglesia reclama –legítimamente- para sus creencias (que comparto) y para sus creyentes (entre los que modestamente me incluyo). Muchos pensamos que todos estaríamos mejor sin esta COPE. No permitamos que sigan creciendo los que opinan que también progresaríamos… sin esta jerarquía católica.
Fiebres de diciembre
Cuidémonos de los dos extendidos timos navideños: la ‘tontería nacional’ y la ‘ilusión monetaria’.
La “cuesta de enero” se genera en el “consumismo de diciembre”, cuando se juntan dos tradicionales y generalizadas estafas. En primer lugar, el ‘impuesto a la pobreza’ en forma de loterías de Navidad y del Niño, donde gastamos sumas ingentes de dinero que sólo sirven para crear algún nuevo rico a base de que muchísimos infelices nos hagamos más pobres.
En segundo lugar, para quienes disponen de la “paga de navidad”, se produce lo que los economistas denominan la ‘ilusión monetaria’, por no aumentar el poder adquisitivo a pesar de recibir más sueldo. Al crecer en masa el salario de la población activa los productos se agotan antes, por lo que incrementan su precio. En diciembre con una nómina doble pagamos unos precios doblados en regalos y celebraciones. El truco es que con más dinero sólo compramos lo mismo.
Mejoremos fácilmente nuestra calidad de vida con dos simples consejos:
1º Nunca apostemos a ningún juego de azar. Mejor ingresar el dinero de quinielas y loterías en una hucha que abriremos en enero para recoger lo jugado en un año. Nos sorprenderemos de cuánto acumula y de que siempre toca.
2º Guardemos la paga extra hasta que termine la época de consumo desbocado en la campaña navideña. La misma paga que se evapora en diciembre, se cuadruplica en las rebajas de enero, cuando bajan notablemente los precios.
A la familia y a las amistades podemos regalarles desde este año 2004 una verdadera navidad de calidad, no de cantidad, con pequeños y originales obsequios hechos por nosotros mismos o buscados con antelación y cuidado. Recordemos que siempre el mejor regalo es compartir nuestro tiempo y afecto con los nuestros.
La “cuesta de enero” se genera en el “consumismo de diciembre”, cuando se juntan dos tradicionales y generalizadas estafas. En primer lugar, el ‘impuesto a la pobreza’ en forma de loterías de Navidad y del Niño, donde gastamos sumas ingentes de dinero que sólo sirven para crear algún nuevo rico a base de que muchísimos infelices nos hagamos más pobres.
En segundo lugar, para quienes disponen de la “paga de navidad”, se produce lo que los economistas denominan la ‘ilusión monetaria’, por no aumentar el poder adquisitivo a pesar de recibir más sueldo. Al crecer en masa el salario de la población activa los productos se agotan antes, por lo que incrementan su precio. En diciembre con una nómina doble pagamos unos precios doblados en regalos y celebraciones. El truco es que con más dinero sólo compramos lo mismo.
Mejoremos fácilmente nuestra calidad de vida con dos simples consejos:
1º Nunca apostemos a ningún juego de azar. Mejor ingresar el dinero de quinielas y loterías en una hucha que abriremos en enero para recoger lo jugado en un año. Nos sorprenderemos de cuánto acumula y de que siempre toca.
2º Guardemos la paga extra hasta que termine la época de consumo desbocado en la campaña navideña. La misma paga que se evapora en diciembre, se cuadruplica en las rebajas de enero, cuando bajan notablemente los precios.
A la familia y a las amistades podemos regalarles desde este año 2004 una verdadera navidad de calidad, no de cantidad, con pequeños y originales obsequios hechos por nosotros mismos o buscados con antelación y cuidado. Recordemos que siempre el mejor regalo es compartir nuestro tiempo y afecto con los nuestros.
Sin trabajo no hay descanso
"Si has tenido un mal día en el trabajo, piensa en quienes llevan meses en el paro". |
Oído por ahí... |
La flor verdadera
La flor natural, como la vida auténtica, tiene el don del olor, el color y el candor.
Dicen que las flores son palabras que hasta un niño de pecho puede entender. Un espíritu joven nunca deja de sorprenderse con la belleza límpida y efímera de cualquier flor. El “dígaselo con flores” es un conmovedor lenguaje anímico, que además no desmiente a Sigmund Freud cuando afirmó que “contemplar las flores es sedante, porque no despiertan emociones de conflicto”.
Un acertijo popular presenta la siguiente adivinanza: Frente a un gran escaparate que contiene más de mil flores artificiales, ha de señalarse la única flor natural escondida entre el millar de perfectas imitaciones de tela y plástico. No se permite tocar ni oler las flores separadas por un cristal. Este enigma presenta esquemática y metafóricamente el “problema de la elección de lo auténtico” entre la profusión de lo adulterado, como sucede en la vida real para encontrar un amor puro y sincero entre tanto disfraz de falsedad y engaño.
El misterio de la flor viva se solventa infaliblemente con métodos variados; citemos cinco…
- Es la única que no es enteramente perfecta, porque sólo lo artificial puede fingir la excelencia.
- Es la inigualable que con la luz variable abre y cierra sus pétalos.
- Atrae a insectos como moscas o abejas.
- Necesita cuidados como agua y abono.
- Crece, cambia y se marchita.
Lo mismo vale para detectar una vida (o una persona) auténtica, que puede parecer pobre ante artificiales y ficticias biografías ajenas que nos cuentan y que aparentan ser ilusiones ideales. Una existencia verídica siempre…
- Presenta leves imperfecciones, pero el conjunto en cualquier circunstancia puede demostrarse interesante y afectuoso.
- Oscila de temperamento según el momento, pero es capaz de mantener un tono vital risueño, esperanzado y animoso.
- Atrae problemas y conflictos, pero sabe dejar las situaciones y a las demás personas mejor de como estaban.
- Necesita cuidados como amor, amistad y solidaridad de sus semejantes, así como que se le hable y se le escuche.
- Madura, envejece y se extingue, pero sabe hacerlo con dignidad entendiendo que la vida es la interinidad por excelencia.
¡Ojalá nos mantengamos todos hasta el final de nuestros días… en la flor de la vida!
Dicen que las flores son palabras que hasta un niño de pecho puede entender. Un espíritu joven nunca deja de sorprenderse con la belleza límpida y efímera de cualquier flor. El “dígaselo con flores” es un conmovedor lenguaje anímico, que además no desmiente a Sigmund Freud cuando afirmó que “contemplar las flores es sedante, porque no despiertan emociones de conflicto”.
Un acertijo popular presenta la siguiente adivinanza: Frente a un gran escaparate que contiene más de mil flores artificiales, ha de señalarse la única flor natural escondida entre el millar de perfectas imitaciones de tela y plástico. No se permite tocar ni oler las flores separadas por un cristal. Este enigma presenta esquemática y metafóricamente el “problema de la elección de lo auténtico” entre la profusión de lo adulterado, como sucede en la vida real para encontrar un amor puro y sincero entre tanto disfraz de falsedad y engaño.
El misterio de la flor viva se solventa infaliblemente con métodos variados; citemos cinco…
- Es la única que no es enteramente perfecta, porque sólo lo artificial puede fingir la excelencia.
- Es la inigualable que con la luz variable abre y cierra sus pétalos.
- Atrae a insectos como moscas o abejas.
- Necesita cuidados como agua y abono.
- Crece, cambia y se marchita.
Lo mismo vale para detectar una vida (o una persona) auténtica, que puede parecer pobre ante artificiales y ficticias biografías ajenas que nos cuentan y que aparentan ser ilusiones ideales. Una existencia verídica siempre…
- Presenta leves imperfecciones, pero el conjunto en cualquier circunstancia puede demostrarse interesante y afectuoso.
- Oscila de temperamento según el momento, pero es capaz de mantener un tono vital risueño, esperanzado y animoso.
- Atrae problemas y conflictos, pero sabe dejar las situaciones y a las demás personas mejor de como estaban.
- Necesita cuidados como amor, amistad y solidaridad de sus semejantes, así como que se le hable y se le escuche.
- Madura, envejece y se extingue, pero sabe hacerlo con dignidad entendiendo que la vida es la interinidad por excelencia.
¡Ojalá nos mantengamos todos hasta el final de nuestros días… en la flor de la vida!
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