No lo hagas...
Desarrolla tu mente
El primer y el último oficio
¿Qué primer trabajo ejercimos? ¿Y cuál será nuestra última función?
El pasado 10 de junio se celebró en El Regato (Barakaldo) un emotivo homenaje dedicado a Julián Larrea. Es un personaje singular, polifacético y autodidacta, que desde su nacimiento en Trapagaran en 1929 ha ejercido numerosas profesiones y aficiones. En su juventud fue remero de trainera, y con 45 años (“cuando otros lo dejan”, según relata) se presentó con su hijo Amando a una competición como trontzalari (cortador de troncos con sierra). Ganó 11 campeonatos, actuando también como destacado aizkolari (con hacha). Su talento le permitió en 1969 ser el primer campeón de caza menor con perro, así como en otras 3 ocasiones.
Julián sobresale en agricultura, ganadería, caza, apicultura (aunque él prefiere llamarse médico de sus abejas que le pagan en miel), artesanía (talla de madera) o coleccionismo. Su espectacular baserri Monto en Gorostiza (un museo más que un caserío) reúne miles de piezas únicas en todos estos oficios y deportes autóctonos. Los anales recuerdan gestas antiguas y recientes, como el récord de cortar un tronco de 2,5 metros de desarrollo en 27 minutos… a los 75 años de edad. Pero muchos le reconocemos una proeza mayor: haber expuesto desinteresadamente todo su saber a 5.000 escolares que han pasado por su baserri en los últimos diez años con el programa “Ezagutu Barakaldo”.
Julián apenas pudo ir tres años a la escuela. Su recorrido vital y profesional nos recuerda los primeros oficios de la humanidad (agricultura, ganadería,…). Aprendiendo por sí mismo, forjado por el duro trabajo desde los 12 años, ha llegado a ser un consumado deportista, artista y museólogo. Pero su loable esfuerzo final está vinculado con la mejor clase de educación, la que nace desde la experiencia y la bondad con espíritu de seguir aprendiendo.
En el siglo XXI la primera labor que encomendamos a los más pequeños es el estudio y el aprendizaje. En consecuencia, la última función que todos podríamos desarrollar sería la enseñanza, con independencia de la trayectoria profesional que hayamos desempeñado. Primer y último oficio, único y para todos, también ejercido a tiempo parcial durante las etapas intermedias (como padres o como adultos): formarnos y educarnos colectivamente a lo largo de toda la vida.
Versión final: http://mikel.agirregabiria.net/2006/oficio.htm
El pasado 10 de junio se celebró en El Regato (Barakaldo) un emotivo homenaje dedicado a Julián Larrea. Es un personaje singular, polifacético y autodidacta, que desde su nacimiento en Trapagaran en 1929 ha ejercido numerosas profesiones y aficiones. En su juventud fue remero de trainera, y con 45 años (“cuando otros lo dejan”, según relata) se presentó con su hijo Amando a una competición como trontzalari (cortador de troncos con sierra). Ganó 11 campeonatos, actuando también como destacado aizkolari (con hacha). Su talento le permitió en 1969 ser el primer campeón de caza menor con perro, así como en otras 3 ocasiones.
Julián sobresale en agricultura, ganadería, caza, apicultura (aunque él prefiere llamarse médico de sus abejas que le pagan en miel), artesanía (talla de madera) o coleccionismo. Su espectacular baserri Monto en Gorostiza (un museo más que un caserío) reúne miles de piezas únicas en todos estos oficios y deportes autóctonos. Los anales recuerdan gestas antiguas y recientes, como el récord de cortar un tronco de 2,5 metros de desarrollo en 27 minutos… a los 75 años de edad. Pero muchos le reconocemos una proeza mayor: haber expuesto desinteresadamente todo su saber a 5.000 escolares que han pasado por su baserri en los últimos diez años con el programa “Ezagutu Barakaldo”.
Julián apenas pudo ir tres años a la escuela. Su recorrido vital y profesional nos recuerda los primeros oficios de la humanidad (agricultura, ganadería,…). Aprendiendo por sí mismo, forjado por el duro trabajo desde los 12 años, ha llegado a ser un consumado deportista, artista y museólogo. Pero su loable esfuerzo final está vinculado con la mejor clase de educación, la que nace desde la experiencia y la bondad con espíritu de seguir aprendiendo.
En el siglo XXI la primera labor que encomendamos a los más pequeños es el estudio y el aprendizaje. En consecuencia, la última función que todos podríamos desarrollar sería la enseñanza, con independencia de la trayectoria profesional que hayamos desempeñado. Primer y último oficio, único y para todos, también ejercido a tiempo parcial durante las etapas intermedias (como padres o como adultos): formarnos y educarnos colectivamente a lo largo de toda la vida.
Versión final: http://mikel.agirregabiria.net/2006/oficio.htm
Fiesta de la cereza
Epopeyas modernas
Las grandes conquistas requieren planificación y audacia. Aquí se aconseja sobre una de las mayores proezas contemporáneas.
El pasado sábado me levanté lleno de vitalidad, infundido de un inhabitual ánimo (que no de animosidad como recalca un locutor más madrugador que culto). Decidí que debía alcanzar alguna gesta especial, irrepetible, de aquéllas propias de edades pretéritas. Dudé por un momento entre revivir la conquista del monte Gorbea (1.481 metros de altitud) o ir de compras con Carmen. Opté por la alternativa más heroica: Ser arrastrado por toda la peregrinación de Ikea.
La hazaña fue conseguida, no sin toda suerte de percances y en un tiempo lejos del récord (6 horas y media, el doble de subir hasta la Cruz del Gorbea). Gracias a mi adiestramiento de 29 años de casado, puedo contarlo para prevenir a los amateurs más inexpertos. Éste es un aviso a navegantes para que no se precipiten, sin el debido entrenamiento, en aventuras tan aparentemente inocuas como potencialmente temerarias.
Ikea muestra un engañoso aspecto, como un supuesto pabellón industrial de dimensiones mucho menores que una montaña emblemática. Sin embargo, su interior contiene un alambicado laberinto con recorridos equiparables al ascenso de las grandes cumbres (tipo sietemil). Para dar una pista, Ikea contiene aproximadamente el mismo número de cocinas equipadas que una ciudad media y más camas que las hoteleras de su entorno en 40 kilómetros a la redonda.
Ikea no mantiene vías de escape, por lo que necesariamente debe ser conquistada por su pendiente de acceso y descendida por su vertiente de salida. Estando plagada de expediciones familiares que acampan en cualquier rincón, es muy elevado el riesgo de aludes humanos que podrían resultar catastróficos. En Ikea no funciona la brújula, ni el GPS, por lo que la única referencia es la maldita flecha del suelo que guía nuestros pasos con la precisión de una veleta alocada.
Lo mejor de Ikea es que dispone de numerosos puntos de avituallamiento, para evitar una mortandad que desanimaría a los más osados. Sus menús permiten reponer fuerzas y se distribuyen por todas sus plantas. Ya resulta sospechosa la invitación a una comida barata y nutritiva desde el umbral de la entrada, lo que es un indicio imperceptible de la dureza del desafío.
¿Alguien se imagina la energía consumida en intentar visitar en una tarde todas las habitaciones de todos los domicilios de nuestro barrio? Pues eso es Ikea. Conclusión: No lo intente sin una cordada especializada en largos recorridos y con sherpas profesionales en cargar grandes pesos. Después de encontrar, estibar, transportar y montar mi librería Billy (incluyo foto acreditativa), me he propuesto descansar otras dos décadas. Ratifico mi firme criterio de que ningún mueble es tan fascinante como los libros, incluso para quienes nunca los abren.
Versión final: mikel.agirregabiria.net/2006/epopeyas.htm
El pasado sábado me levanté lleno de vitalidad, infundido de un inhabitual ánimo (que no de animosidad como recalca un locutor más madrugador que culto). Decidí que debía alcanzar alguna gesta especial, irrepetible, de aquéllas propias de edades pretéritas. Dudé por un momento entre revivir la conquista del monte Gorbea (1.481 metros de altitud) o ir de compras con Carmen. Opté por la alternativa más heroica: Ser arrastrado por toda la peregrinación de Ikea.
La hazaña fue conseguida, no sin toda suerte de percances y en un tiempo lejos del récord (6 horas y media, el doble de subir hasta la Cruz del Gorbea). Gracias a mi adiestramiento de 29 años de casado, puedo contarlo para prevenir a los amateurs más inexpertos. Éste es un aviso a navegantes para que no se precipiten, sin el debido entrenamiento, en aventuras tan aparentemente inocuas como potencialmente temerarias.
Ikea muestra un engañoso aspecto, como un supuesto pabellón industrial de dimensiones mucho menores que una montaña emblemática. Sin embargo, su interior contiene un alambicado laberinto con recorridos equiparables al ascenso de las grandes cumbres (tipo sietemil). Para dar una pista, Ikea contiene aproximadamente el mismo número de cocinas equipadas que una ciudad media y más camas que las hoteleras de su entorno en 40 kilómetros a la redonda.
Ikea no mantiene vías de escape, por lo que necesariamente debe ser conquistada por su pendiente de acceso y descendida por su vertiente de salida. Estando plagada de expediciones familiares que acampan en cualquier rincón, es muy elevado el riesgo de aludes humanos que podrían resultar catastróficos. En Ikea no funciona la brújula, ni el GPS, por lo que la única referencia es la maldita flecha del suelo que guía nuestros pasos con la precisión de una veleta alocada.
Lo mejor de Ikea es que dispone de numerosos puntos de avituallamiento, para evitar una mortandad que desanimaría a los más osados. Sus menús permiten reponer fuerzas y se distribuyen por todas sus plantas. Ya resulta sospechosa la invitación a una comida barata y nutritiva desde el umbral de la entrada, lo que es un indicio imperceptible de la dureza del desafío.
¿Alguien se imagina la energía consumida en intentar visitar en una tarde todas las habitaciones de todos los domicilios de nuestro barrio? Pues eso es Ikea. Conclusión: No lo intente sin una cordada especializada en largos recorridos y con sherpas profesionales en cargar grandes pesos. Después de encontrar, estibar, transportar y montar mi librería Billy (incluyo foto acreditativa), me he propuesto descansar otras dos décadas. Ratifico mi firme criterio de que ningún mueble es tan fascinante como los libros, incluso para quienes nunca los abren.
Versión final: mikel.agirregabiria.net/2006/epopeyas.htm
Ante la muerte
Quienes hemos sido zarandeados por la pérdida de un familiar cercano, queremos compartir algunas emociones que nos han conmovido.
La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para algunos de nosotros. Los últimos días han representado un aluvión de sensaciones entremezcladas, algunas revividas y otras inéditas para los más jóvenes de nuestras familias afectadas. El fallecimiento de un ser querido siempre desencadena un cóctel de reflexiones y sentimientos que marca un hito en el curso de nuestras vidas. Todavía bajo el shock de la desgracia, queremos comunicar algunas de las enseñanzas de tan amargo trance.
Trascendencia. Frente al dolor añadido que a muchos enfermos graves de la misma dolencia, como en nuestro caso, les ha producido la frivolidad y el exceso de algunos medios de comunicación por la agonía y defunción de una popular cantante, queremos reivindicar una llamada al rigor y al respeto hacia quienes se enfrentan a una lucha postrera entre la vida y la muerte. ¡Adónde hemos llegado si convertimos en espectáculo frívolo incluso la antesala cruel de la hora suprema!
Agradecimiento. Hacia todas las personas que han atendido y ayudado a morir con dignidad a nuestro familiar. Especialmente merece todo nuestro reconocimiento y gratitud el servicio de oncología del Hospital de Cruces (Barakaldo), que personifican ejemplarmente facultativos con grandeza de alma como la joven doctora de nombre Aitziber.
Serenidad. La vorágine de tareas a desempeñar tras una muerte actúa como un eficaz letargo que espacia la intensa pena. En esa maraña de trámites hemos de reconocer el consuelo que ha significado la profesionalidad y la alta calidad humana de quienes actúan en tan luctuosas circunstancias. En particular, nos ha supuesto una sorpresa y un alivio el calmado pero diáfano sosiego (y felicidad interna) que reporta todo el personal de la funeraria, con trato diario con la muerte, en medio de un mundo desquiciado donde todos corremos acelerados e insatisfechos en pos de no sabemos muy bien qué. Hoy, algunos tenemos más claro que nunca que la muerte no termina todo.
Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/muerte.htm
La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para algunos de nosotros. Los últimos días han representado un aluvión de sensaciones entremezcladas, algunas revividas y otras inéditas para los más jóvenes de nuestras familias afectadas. El fallecimiento de un ser querido siempre desencadena un cóctel de reflexiones y sentimientos que marca un hito en el curso de nuestras vidas. Todavía bajo el shock de la desgracia, queremos comunicar algunas de las enseñanzas de tan amargo trance.
Trascendencia. Frente al dolor añadido que a muchos enfermos graves de la misma dolencia, como en nuestro caso, les ha producido la frivolidad y el exceso de algunos medios de comunicación por la agonía y defunción de una popular cantante, queremos reivindicar una llamada al rigor y al respeto hacia quienes se enfrentan a una lucha postrera entre la vida y la muerte. ¡Adónde hemos llegado si convertimos en espectáculo frívolo incluso la antesala cruel de la hora suprema!
Agradecimiento. Hacia todas las personas que han atendido y ayudado a morir con dignidad a nuestro familiar. Especialmente merece todo nuestro reconocimiento y gratitud el servicio de oncología del Hospital de Cruces (Barakaldo), que personifican ejemplarmente facultativos con grandeza de alma como la joven doctora de nombre Aitziber.
Serenidad. La vorágine de tareas a desempeñar tras una muerte actúa como un eficaz letargo que espacia la intensa pena. En esa maraña de trámites hemos de reconocer el consuelo que ha significado la profesionalidad y la alta calidad humana de quienes actúan en tan luctuosas circunstancias. En particular, nos ha supuesto una sorpresa y un alivio el calmado pero diáfano sosiego (y felicidad interna) que reporta todo el personal de la funeraria, con trato diario con la muerte, en medio de un mundo desquiciado donde todos corremos acelerados e insatisfechos en pos de no sabemos muy bien qué. Hoy, algunos tenemos más claro que nunca que la muerte no termina todo.
Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/muerte.htm
La vida en un momento
Hay bajo el cielo un momento para todo.
"Esencia de Mujer" es una película desigual, aunque cuenta con algunos parajes memorables. Al Pacino interpreta a Frank Slade, un retirado militar ciego y amargado que, antes de suicidarse, emprende un breve viaje final. En una inolvidable escena, Frank invita a bailar a una bella joven. Ésta se excusa: “No puedo, porque mi novio llegará en un momento”. Él responde: “En un momento, ¡se vive una vida!”, al tiempo que la conduce a bailar un tango.
En el diálogo, el protagonista comenta: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida. Si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando". Podríamos corregirle: la vida es como el tango. Acertando, equivocándose o, lo más frecuente, enredándose, hemos de seguir viviendo la vida y aprovechando al máximo cada instante.
Vivamos el presente, el regalo de cada día. Que cada momento sea eterno. Sintamos la vida y el amor en cada segundo. Que cada segundo sea profundo. Después de todo, vale la pena vivir la vida. Para bailar un tango, para vivir un amor, para descubrir lo que nos depara cada momento futuro. Quizá ya habremos vivido grandes momentos, pero seguro que nos quedan aún momentos gloriosos.
"Esencia de Mujer" es una película desigual, aunque cuenta con algunos parajes memorables. Al Pacino interpreta a Frank Slade, un retirado militar ciego y amargado que, antes de suicidarse, emprende un breve viaje final. En una inolvidable escena, Frank invita a bailar a una bella joven. Ésta se excusa: “No puedo, porque mi novio llegará en un momento”. Él responde: “En un momento, ¡se vive una vida!”, al tiempo que la conduce a bailar un tango.
En el diálogo, el protagonista comenta: "En el tango uno no se equivoca. No es como en la vida. Si uno se equivoca o se enreda, sigue bailando". Podríamos corregirle: la vida es como el tango. Acertando, equivocándose o, lo más frecuente, enredándose, hemos de seguir viviendo la vida y aprovechando al máximo cada instante.
Vivamos el presente, el regalo de cada día. Que cada momento sea eterno. Sintamos la vida y el amor en cada segundo. Que cada segundo sea profundo. Después de todo, vale la pena vivir la vida. Para bailar un tango, para vivir un amor, para descubrir lo que nos depara cada momento futuro. Quizá ya habremos vivido grandes momentos, pero seguro que nos quedan aún momentos gloriosos.
Versión final: mikel.agirregabiria.net/2006/momento.htm
Sergio Dalma: Bailar Pegados...
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