Niveles de información

Existen cinco escalas de profundidad en el grado de información y de formación que manejamos.

El primer nivel, descontando el nivel cero propio de gente desinformada y desconectada, sería el del “hombre de la calle”. Se pone al corriente con elementos básicos como los cotidianos informativos de televisión y algunos titulares de periódicos que ojea en ocasiones. Esta información se correlaciona con una formación básica.

El segundo nivel se refiere a los lectores habituales de prensa escrita, compradores regulares de un periódico de información general, y que acceden a fuentes complementarias a las cadenas abiertas de televisión (no deportivas), como emisoras variadas de radio. Son “personas informadas” que mantienen unas referencias generales sobre el conjunto de temas de actualidad que se tratan en los medios convencionales. Esta información permite mantener un nivel medio de formación.

El tercer nivel alcanzaría a personas “bien documentadas”, que acostumbran a leer varios diarios de tendencias distintas, revistas especializadas y acceso regular a Internet, además de medios audiovisuales variados y algunos en cadenas de pago. Pertenecen a este subgrupo los tertulianos, columnistas y otras especies habituales y presentes en los medios de comunicación. Son personas que mejoran su formación con esta calidad de información.

El cuarto nivel quedaría reservado a dirigentes políticos y sociales, con equipos y sistemas de información a su servicio, así como recursos de gestión de la documentación. Son quienes adoptan las decisiones públicas que afectan al conjunto de la comunidad. Esos líderes, de rostro conocida, que vemos frecuentemente aparecer en los medios de comunicación y que algunos consideran en la cúspide de la pirámide de la información. Pero existe una categoría superior.

El quinto nivel corresponde a quienes poseen o detentan el verdadero poder. Son quienes influyen decisivamente, guían, ordenan o asignan a los gestores de los poderes públicos desde el trasfondo opaco de los poderes fácticos, generalmente de recóndita e inmensa calado económico. Suelen ser personas poco famosas, que buscan pasar desapercibidos como meros regentes de sus respectivos sectores, pero rigen el mundo, decidiendo de qué nos informan y cómo nos forman.

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Lapsus cálami: Error al correr de la pluma

«Después de cortarle la cabeza, lo enterraron vivo» (La muerte de Mongomer, de Henri Zvedan).
«Guillermo no pensaba que el corazón pudiera servir para algo más que para la respiración» (La muerte, de Argibachev).
«Esta espada de honor es el día más hermoso de mi vida» (El honor, de Octave Feuillet).
«- Empiezo a ver mal -dijo la pobre ciega» (Beatriz, de Balzac).
«Tenía la mano fría como la de una serpiente» (Ponson du Terrail).
«El cadáver miraba con reproche a los que lo rodeaban.»
«¿Qué puede hacer un hombre muerto por una bala mortífera?»
«En las cercanías de la ciudad hubo rebaños enteros de osos que andaban siempre solos.»
«Por desgracia, la boda retrasóse quince días, durante los cuales la novia huyó con el capitán y dio a luz ocho hijos.»
«Excursiones de tres o cuatro días era para ellos cosa diaria.»
«¡Pobre María! Cada vez que percibe el ruido de un caballo que se acerca, está segura de que soy yo» (El duque de Monbazon, Chateaubriand).
«La tripulación del buque tragado por las olas estaba formada por veinticinco hombres, que dejaron centenares de viudas condenadas a la miseria» (Dramas marítimos, Gaston Leroux).
«-¡Vámonos! -dijo Peter buscando su sombrero para enjugarse las lágrimas» (Lourdes, de Zola).
«El duque apareció seguido de su séquito, que iba delante» (Cartas de mi molino, de Alphonse Daudet).
«Con las manos cruzadas sobre la espalda, paseábase Enrique por el jardín, leyendo la novela de su amigo» (El día fatal, de Rosny).
«Con un ojo leía, con el otro escribía» (A orillas del Rin, de Auback).
«El cadáver esperaba, silencioso, la autopsia» (El favorito de la suerte, de Octave Feuillet).

Gente al volante

Honradas y afables personas en el coche pierden la compostura, el civismo y la vergüenza.

Una extraña mutación acontece cuando la gente se pone al volante. Desaparece el modélico ciudadano que todos conocemos, Dr. Jekyll y, en su lugar, arranca el automóvil un desaprensivo Mr. Hyde. Personas meticulosas que jamás incumplirían la más mínima norma de convivencia en su comunidad de vecinos, suben a su todoterreno y lo aparcan a la vuelta de la esquina en medio de un paso de cebra mientras se van de compras.

La tolerancia, por no decir desidia y connivencia, de las autoridades y policías municipales ha dado como resultado ciudades donde el tráfico rodado sólo rige por la ley… de la selva. Basta describir algo cotidiano, para darnos cuenta de adónde hemos llegado. Cada tarde me encuentro con amplias avenidas de cinco carriles, donde las dobles y triples filas de coches mal aparcados apenas dejan una vía libre, o colegios en hora de salida donde los padres enseñan a su prole a aparcar de cualquier forma.

Si conducir significa desinhibirse del pudor, los conductores profesionales llevan la desfachatez a grados supinos. Los repartidores son delincuentes habituales, con premeditación y alevosía en pleno mediodía. Al final, todos aceptamos sin la menor esperanza ni de arrepentimiento, ni de castigo, que el garaje de turno aparque coches en aceras mientras los repara, con una policía municipal que mira al cielo, porque si mirase a cualquier otro lado vería infracciones por doquier.

Todos sabemos que un único coche equipado con cámaras informatizadas para poner multas podría amortizarse en un solo día, aunque las multas fuesen de apenas un euro. Si se impusiesen sanciones, si no se eludiese su pago, si las grúas se llevasen los vehículos de los caraduras,… viviríamos en otra realidad social donde la carrocería de un coche no ofreciese impunidad total.

El tráfico es un pésimo paradigma contemporáneo, que transmite un funesto mensaje a niños y a adultos: “Haz lo que te dé la gana, porque sólo los tontos cumplen las normas, sobre todo cuando no hay riesgo de multa”. Con ello, todo el entramado social queda en entredicho: Las normas parecen arbitrarias, sin sentido, el principio de autoridad se resiente, se contradice entre lo establecido y lo exigido; en definitiva, ser un buen ciudadano es propio de pusilánimes. Y así nos va,…

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Hace cinco años nació este blog

En realidad, nació en formato web antes de que se inventasen las bitácoras. Con alta frecuencia, casi día a día, apareció un artículo en mikel.agirregabiria.net, al tiempo que se remitía a numerosos medios impresos y digitales donde se publicaron en centenares de ocasiones. Hubo algunas jornadas en las que no remitimos ningún post.

Ahora hemos acometido la tarea retrospectiva de completar aquellos vacíos con una frase célebre, una foto llamativa o alguna presentación recopilatoria. Por eso, últimamente se han incluido tantas citas e imágenes en la fecha del día, para alimentar los lectores RSS de noticias sindicadas. Luego, estas entradas son reubicadas en meses anteriores, cerrando los intervalos vacíos.

De este modo, muy pronto, quedará una o más noticias en cada uno de los días desde que acudimos a nuestra primera cita con los lectores el uno de noviembre de 2001. Os invitamos a repasar los meses anteriores, para comprobar todas las nuevas incorporaciones.

Suscribo lo dicho por Kerry

El político estuvo imprudente en los detalles de referencia, pero acertó de pleno en la oportunidad y trascendencia de la educación.

En un acto ante estudiantes de California, el ex candidato demócrata a la presidencia norteamericana en 2004 alentó a su auditorio a “aprovechar al máximo los estudios, estudiar bien, hacer los deberes, hacer un esfuerzo para ser listo y desenvolverse bien. En caso contrario, uno acaba empantanado en Irak”.

Como toda eficaz sugerencia podría haber incluido tres mensajes en secuencia: Primero, la propuesta; segundo, las ventajas de seguir la indicación; tercero, los inconvenientes de no practicar la advertencia. En este sentido, quizá Kerry falló al no mencionar el inmenso beneficio de aplicarse pronto y a fondo en la escuela, y centrarse sólo en una de las terribles consecuencias de desperdiciar las etapas escolares.

El error fue apuntar en exclusiva y como uno de los peores destinos laborales el ser soldado, porque no es “políticamente correcto”, sobre todo ante la patriótica idiosincrasia estadounidense media. Sin embargo, en privado, en América o en Europa, todos reconocerían el espanto de terminar siendo “carne de cañón” en una lejana guerra, ni legítima, ni declarada, ni ganable.

A pesar de todo, la recomendación dictada por el senador demócrata es impecable: Estudia al máximo, ahora que puedes y que te facilitan todas los recursos para hacerlo, porque será la primera y mejor oportunidad que tendrás y porque el esfuerzo que ahora inviertas lo recuperarás con creces a lo largo de toda tu vida, en todos los aspectos, ya sean personales, familiares o profesionales.

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Como si fuera

Usamos demasiado el “si fuera” (rico, joven,...). Es más útil recurrir al “como si fuera”.

Me desperté como si fuera un niño. Me levanté como si fuera un sábado. Desayuné como si fuera verano. Fui a trabajar como si fuera víspera de un puente. Despaché todo como si fuera una máquina. Traté a todo el mundo como si fueran mis hermanos. Comí con algunos amigos como si fuera fiesta. Terminé el trabajo de la tarde como si fuera fácil. Me apresuré a regresar a casa, como si fuera el día de partida para las vacaciones.

Abracé a cada uno de mis hijos como si fuera el único. Besé a mi mujer como si fuera nuestra primera vez. Hablé con mis mayores como si fuera mi última oportunidad de llamarles por teléfono. Padres e hijos, nos constamos las novedades del día, y nos reímos como si fuera lo más divertido del mundo. Hasta la televisión, como si fuera lógico, habló de la paz como si fuera cierto.

Cenamos todos juntos como si fuera una gran celebración familiar. Disfrutamos de la comida preparada por todos como si fuéramos reyes. Apreciamos cada bocado como si fuéramos náufragos. Estiramos la velada como si fuera la última de vacaciones. Pasamos la noche como si fuera el fin del mundo. Nos dormimos como si fuéramos despreocupados bebés. Todo sucedió como si fuera mágico. Mañana también haré como si fuera hoy.

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Lo más visitado: EL PRINCIPITO

Hace muchos años, Carmen y yo fuimos de los primeros que incorporamos en la web nuestro libro favorito (y el de nuestros hijos), la más conocida obra de Antoine de Saint-Exupéry. Desde entonces, al principio en www.getxoweb.com/Principito y luego en www.agirregabiria.net/Principito, hemos recibido miles de visitas

Os invitamos a (re)leer este clásico de la literatura universal. Se vuelve a disfrutar su imaginativo texto siempre como si fuera la primera vez. Merece la pena recitarlo también en el original Francés, en euskara, en Inglés, Alemán, o Italiano.

Igualmente, pueden escucharse fragmentos en otras 100 lenguas, como euskera, esperanto,..