¿Lo vimos todos o no había poetas?
Por la cuesta de Gaztelueta, hacia Leoia desde Las Arenas, ellos subían y venían ellas. En grupos de dos o tres, de uniforme y con chaqueta. Ellos, de azul; de verde ellas. Se cruzan sin mirarse, o así lo aparentan, caminando sin parar por la estrecha acera. De pronto, uno se separa; otra se aparta y se enfrentan. Él la mira y… le mira ella.
Él parece el más alto; ella, la más bella. Se detienen un momento, unas palabras se franquean. Se ríen, se acercan. Para todos una pausa, para ellos quizá eterna. Luego siguen su camino, sus colegas les esperan. Quizá él no era el más alto, ni ella la más bella. Pero así les hacía parecer, la sonrisa con la que se alejan.
Versión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2006/pamores.doc
Por la cuesta de Gaztelueta, hacia Leoia desde Las Arenas, ellos subían y venían ellas. En grupos de dos o tres, de uniforme y con chaqueta. Ellos, de azul; de verde ellas. Se cruzan sin mirarse, o así lo aparentan, caminando sin parar por la estrecha acera. De pronto, uno se separa; otra se aparta y se enfrentan. Él la mira y… le mira ella.
Él parece el más alto; ella, la más bella. Se detienen un momento, unas palabras se franquean. Se ríen, se acercan. Para todos una pausa, para ellos quizá eterna. Luego siguen su camino, sus colegas les esperan. Quizá él no era el más alto, ni ella la más bella. Pero así les hacía parecer, la sonrisa con la que se alejan.
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