Sé blando hablando, no temblando; sé un duro maduro, redoblando.
En la vida y en las relaciones sociales, quizá lo más difícil sea elegir debidamente el grado de firmeza necesario en cada caso, en cada ocasión y con cada persona. Hasta los dioses y diosas están divididos por su consistencia, atribuyéndose la dureza al ancestral rol masculino y la blandura a la sexista representación femenina, siendo en la mitología romana sus prototipos extremos el duro Marte (dios de la guerra) y la blanda Venus (diosa del amor).
Los proverbios chinos, que son muy sabios, abundan en este tema. Aseguran que “El elemento más blando del mundo atraviesa el más duro”, se supone que refiriéndose al agua que perfora la piedra con su constancia, para remarcar que la insistencia es el poder de la impotencia, la tenacidad de la debilidad y la fuerza de la ternura. También advierten que, ante la hoguera de la adversidad, “el barro se endurece al fuego, mientras el oro se ablanda”. Incluso en la recomendación de flexibilidad advierte que “la lengua resiste porque es blanda, pero los dientes ceden porque son duros”. Finalmente, con su observación de que “la persona al nacer es tierna y débil, pero muere rígida y dura”, asocian el concepto de blandura a la vida y el de dureza a la muerte.
Se reconoce que el bienestar obra un efecto sobre la solidez de las personas, sugiriéndose que la falsa felicidad nos vuelve duros y soberbios incomunicándonos de los otros, mientras que la felicidad verdadera nos torna dulces y sensibles, encontrando el modo de extenderse a los demás. El equilibrio entre ser duro o blando es una cualidad difícil de adquirir y que, acaso sólo con la edad, se aprende a gestionar.
La dificultad radica en el difícil equilibrio entre un guante de seda para un puño de hierro. Lo idóneo es una prudente combinación de energía y modales, evitando ser siempre riguroso o siempre laxo, y escogiendo el equilibrio entre esos dos extremos, que en ello está el punto de la discreción. Quizá exista una fórmula perfecta y fácil de recordar: Conviene ser duro con los errores, pero blando con las personas. Como Kafka recomendaba, sin confundir nunca el asunto con la persona.
No renunciemos a corregir lo que está mal en el mundo, en nuestro entorno, en la vida. Ataquemos con dureza los problemas y busquemos soluciones, por difíciles que sean, sin renunciar a la utopía. Mas para ello, conviene comprender y respetar a todos los que podríamos hacer más y mejor, entendiendo las limitaciones y buscando la superación conjunta de nuestras flaquezas. En resumen, firmeza con nuestros objetivos y bondad con nuestros semejantes conforman el mejor espíritu.
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Agate deuna! Coros de Santa Águeda
Coro del Batzoki Ondarreta, cantando en la Plaza de la estación de Areeta (Las Arenas, Getxo). La letra puede verse en el blog de Imanol Landa.
El dinero justo
Tener suerte con el dinero es que nunca falte y que tampoco sobre.
Lo preferible es contar con el dinero apropiado, que es ni poco… ni mucho. Ser pobre debe resultar duro, frustrante y limitador, pero también el dinero en abundancia estresa, insensibiliza e idiotiza. El dinero es una bendición para el pobre y una maldición para el avaro. Séneca decía que “La mejor medida para el dinero es aquélla que no deja caer en la pobreza, ni permite alejarse mucho de ella”.
Hay que ser suficientemente rico para no verse atormentado por la penuria y suficientemente pobre para conocer el valor del dinero. El dinero es un bien y un mal en sí mismo. El dinero es la llave y la mancha del mundo. El dinero hace falta para ser honrados y para alimentar mantener el cuerpo y el alma.
Algún dinero evita preocupaciones; mucho, las atrae. Jean Paul Getty, el multimillonario que decía que si puedes contar tu dinero no eres un verdaderamente rico, señaló: “Cuando no se tiene dinero, siempre se piensa en él; y cuando se posee mucho dinero, sólo se piensa en él”. Está comprobado que el deseo de dinero, la codicia, crece con el dinero mismo.
El dinero que debería servir para alcanzar la felicidad, muchas veces la desbarata. Al dinero no hay que odiarlo, tampoco despreciarlo, sólo relativizarlo. El dinero es un buen sirviente, pero un mal amo. El dinero no debe ser sino el más poderoso de nuestros esclavos. Es mejor cantar que contar: No contemos el dinero, cantemos a la vida. Recordemos que hay gente con dinero y hay gente que es rica. No busquemos la riqueza en el dinero, sino en una forma honrada de adquirirlo y disfrutarlo.
Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/dinero.DOC
Lo preferible es contar con el dinero apropiado, que es ni poco… ni mucho. Ser pobre debe resultar duro, frustrante y limitador, pero también el dinero en abundancia estresa, insensibiliza e idiotiza. El dinero es una bendición para el pobre y una maldición para el avaro. Séneca decía que “La mejor medida para el dinero es aquélla que no deja caer en la pobreza, ni permite alejarse mucho de ella”.
Hay que ser suficientemente rico para no verse atormentado por la penuria y suficientemente pobre para conocer el valor del dinero. El dinero es un bien y un mal en sí mismo. El dinero es la llave y la mancha del mundo. El dinero hace falta para ser honrados y para alimentar mantener el cuerpo y el alma.
Algún dinero evita preocupaciones; mucho, las atrae. Jean Paul Getty, el multimillonario que decía que si puedes contar tu dinero no eres un verdaderamente rico, señaló: “Cuando no se tiene dinero, siempre se piensa en él; y cuando se posee mucho dinero, sólo se piensa en él”. Está comprobado que el deseo de dinero, la codicia, crece con el dinero mismo.
El dinero que debería servir para alcanzar la felicidad, muchas veces la desbarata. Al dinero no hay que odiarlo, tampoco despreciarlo, sólo relativizarlo. El dinero es un buen sirviente, pero un mal amo. El dinero no debe ser sino el más poderoso de nuestros esclavos. Es mejor cantar que contar: No contemos el dinero, cantemos a la vida. Recordemos que hay gente con dinero y hay gente que es rica. No busquemos la riqueza en el dinero, sino en una forma honrada de adquirirlo y disfrutarlo.
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Binta y la gran idea
Genial cortometraje de Guillermo Fesser nominado al Oscar. Es parte de la película "En el mundo a cada rato" rodada en Senegal con la ayuda de UNICEF. Muestra el mundo de Binta, una niña de siete años, que pone en marcha una obra de teatro infantil, para expresar el deseo de su prima de ir a la escuela. Idóneo para trabajar la interculturalidad con el alumnado.
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