Lo confieso, me gusta la política, para debatir, para convencer, para avanzar con todas las demás personas. No me gusta el politiqueo para vencer, para engañar, para ganar a toda costa.
Lo reconozco tengo amistades en otros partidos, casi en todos (¡es que hay algunos tan pequeños que no conozca a nadie!). Incluso tengo amigos entre los de mis colores preferidos, y no me hacen extrañas jugarretas; al revés, nos reímos, sobre todo de nosotros mismos.
Lo acepto, me divierto. Me gustan ver los resultados, de los partidos... políticos en cualquier día de elecciones. Predecir los datos, acertar... o fallarlos. Es una afición simple, de siempre, de alguien que no aprecia los deportes, excepto el ajedrez y ahí todo es tan refinado y cortés.
Peor aún, ahora como blogger disfruto el doble. Porque unos pocos lectores me siguen y alguna amable interlocutora, por pena, incluso me comenta. Y así enredo el doble. Y a algunos no les gusta, y eso me halaga,... porque parece que aún me queda alguna influencia remota, desde el vacío exterior, desde el febril ciberespacio.
Peinando canas y como un chiquillo. Desde la plataforma, plural y sólida, de
Politika 2.0, con el excelente grupo que nos relacionamos, reímos y comemos, lanzamos tres (eran tres) iniciativas casi consecutivas, tardías y destinadas al fracaso:
Hamaika minutu (para presentar a los líderes de forma más humana),
Aurreko Eguna (para reflexionar mejor el día más necessario) y
HautaGaua (para invitar a degustar el microblogging de la democracia). Y todo bajo la inspiración de ese neologismo de
Polírica, una política lírica.
Pero brotaron las semillas, florecieron, parecían enlazar con flores de encuentro las trincheras estáticas de la guerra eterna. Pero una noche triste, ahora, la realidad opaca se impuso y el sueño se desvaneció. Era pronto, estaba mucho en juego, no podía ser, no podía permitirse, no había llegado
el tiempo de la primavera polírica. ¿O sí?
Tags Technorati: polírica | poesía | noche triste.
Este post fue ocasionado por el daño que generaba este otro, escrito por quien de menos se esperaba y que reducía a personas en meras etiquetas.