Una metáfora de la vida política con un solo mensaje: Es mejor la cooperación que la confrontación. Era una vecindario como otro cualquiera. Compartían un espacio común más de setenta vecinos. Treinta de ellos, el grupo principal, opinaban de una manera; otra parte importante, que representaba un tercio del total, discrepaba en algunos aspectos; el tercer subconjunto también reunía más de una docena; otros cuatro coincidían en otra perspectiva y aún quedaban tres vecinos que iban por libre, con sus propios criterios.
La situación del inmueble era complicada. Había que resolver un grave problema económico y persistían serias dificultades de convivencia en aquella vecindad. Algunos opinaban que bastaba una mayoría simple para decidir los presupuestos y tomar todas las medidas necesarias… para la totalidad de los vecinos. Se citaron por corrillos para asegurarse una mayoría suficiente. Empezaron a calcular los votos para convocar una asamblea ya controlable. Siempre había sido así. Por fortuna, la presidenta sugirió que había que actuar de modo más inclusivo.
Decidieron parlamentar en el portal, donde todos podían escucharse. Se pidió que los dos equipos principales acercasen sus posturas para crear una amplia mayoría consensuada. Así lograron que 55 de los 75 convecinos estuviesen dispuestos a colaborar. A continuación, los trece vecinos del tercer grupo incorporaron sus aportaciones y se conformó un acuerdo con 68. Sólo faltó integrar a los 4 componentes unidos y sumar las últimas contribuciones de los 3 elementos singulares. Las decisiones que así se adoptaron vincularon a todos, que se sintieron copartícipes de lo pactado. Aquella comunidad se llamó
polírica (combinación de política lírica).