Acaba el Zinemaldia 2007
Concha de oro a la mejor película: ‘Mil años de oración’ de Wayne Wang.
Concha de plata al mejor director: Nick Broomfield por ‘Battle for Haditah’.
Concha de plata al mejor actor: Henry O por ‘Mil años de oración’.
Concha de plata a la mejor actriz: Blanca Portillo.
Premio especial del jurado: ‘Buda explotó por vergüenza’ de Hana Makhmalbaf por ‘Siete mesas de billar francés’. Más en la vía: BlogDeCine.
Releyendo Siddhartha, la novela alegórica de Hermann Hesse
- Escribir es bueno, pensar es mejor. La inteligencia es buena, la paciencia es mejor.
- Las palabras no sirven para explicar un sentido secreto.
- El mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral.
- Fuera del nirvana no existe nada más: únicamente palpita el vocablo nirvana.
- Nirvana no es tan sólo un término. Nirvana es un pensamiento.
- ¿No había acaso muerto de verdad, desapareciendo para renacer bajo una forma nueva?
- Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme.
- Había vivido la vida del mundo y de los placeres, pero sin formar parte de esa existencia.
- Respiró profundamente y, por un momento, al sentir frío, se estremeció. Nadie estaba tan solo como él.
- Es un breve escaparse del dolor de ser yo, una breve narcosis contra el dolor y lo absurdo de la vida.
- ¡No tengo derecho a juzgar la vida de otro! Tan sólo para mí, únicamente para mí he de juzgar, elegir, rechazar.
- Encontramos consuelo, alcanzamos la narcosis, aprendemos artes para engañarnos. Pero lo esencial, el camino de los caminos, ese no lo hallaremos.
- Bello y gozoso era el caminar por este mundo, de manera tan infantil, tan despierta, tan abierta a lo cercano, tan confiada.
- Olía todo a hipocresía, todo aparentaba tener sentido y felicidad y belleza, mas, sin embargo, todo era ignorancia y putrefacción.
- Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia.
- El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar.
- Le habían capturado el mundo, el placer, las exigencias, la pereza y, por último, también, aquel vicio que por ser el más insensato, siempre había despreciado más: la codicia.
- Es lo que los necios llaman magia y creen que es obra de demonios. Nada es obra de los malos espíritus, estos no existen. Cualquiera puede ejercer la magia si sabe pensar, esperar, ayunar.
- Caminaba el buda con una sonrisa escondida, sosegada, tranquila, parecida a la de un niño sano; llevaba el hábito y hacía sus pasos igual que todos los monjes, según unas reglas exactas.
- Tantas personas, tantos miles de personas poseen la más dulce felicidad. ¿Y por qué yo no? Incluso son personas malas, bandidos y ladrones, y tienen hijos y los aman, y son amados por ellos. Únicamente yo no lo tengo.
- Durante muchos años creyó solamente en el río, y en nada más. Había observado que la voz del río le hablaba; de ella aprendió, la voz lo fue educando e instruyendo, el río era su Dios.
- Puedo amar a una piedra, a un árbol o a su corteza. Son objetos que pueden amarse. Pero no a las palabras. Por ello, las doctrinas no me sirven, no tienen dureza, ni blandura, no poseen colores, ni cantos, ni olor, ni sabor, no encierran más que palabras.
- El mundo no es imperfecto ni se encuentra en vías de un lento perfeccionamiento. No, es ya perfecto en cada instante: cada pecado lleva en sí la gracia, en cada niño alienta ya el anciano, todo recién nacido contiene en sí la muerte, todo moribundo, la vida eterna
- La mayoría de los seres humanos, son como las hojas que caen de los árboles, que vuelan y revolotean por el aire, vacilan y por último se precipitan al suelo. Otros, por el contrario, casi son como estrellas: siguen un camino fijo, ningún viento les alcanza, pues llevan en su interior su ley y su meta.
- (...) Enseñó la doctrina del sufrimiento; Habló sobre el origen del dolor y sobre el camino para reducir ese dolor. Su oración era sencilla y serena. La vida era dolor, el mundo estaba lleno de sufrimiento, pero se había hallado la liberación del dolor: tal liberación estaba en manos del que seguía el camino del buda.
- Esto es lo que pensé y saqué en claro al escuchar tu doctrina. Y es al mismo tiempo la razón por la que seguiré mis peregrinaciones...; no para buscar otra doctrina que sea mejor, pues sé que no existe, sino para irme alejando de todas las doctrinas y de todos los maestros, y alcanzar yo solo mi objetivo o perecer.
- No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo samsara o del todo nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Nos parece que es así porque nos hacemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real.
Durante su búsqueda, Siddhartha experimentó los extremos de la indulgencia y la severa austeridad, sin hallar satisfacción en ninguno.
— My name is M. Only M (@musicandsoularg) April 22, 2024
La revelación llegó al escuchar a un padre instruir a su hijo en la afinación de un sitar: "Si estiras demasiado la cuerda, se romperá; si no la… pic.twitter.com/QB01JuXchu
La felicidad real,... y la imaginaria
Happiness 😁 pic.twitter.com/y1k49PDlZ4
— Alvin Foo (@alvinfoo) October 25, 2023
El "móvil-cámara" es falso (fake), pero la felicidad es verdadera. Mientras las redes sociales digitales te hacen creer que eres sabio, fotógrafo y con muchos amigos... virtuales.
Otras citas sobre la felicidad, que explican el secreto de dónde encontrarla.No escribo para enseñar, sino para instruirme
Nos gusta leer,...
Parodias del exceso de corrección política
Cada mañana nacemos de nuevo
El arte de pensar en equilibrio, entre dudas y certezas
La duda como motor del conocimiento
La duda ha sido una de las herramientas más poderosas de la humanidad para descubrir nuevas verdades. Descartes, el filósofo racionalista, afirmó: "Dudo, luego existo", en su famosa Meditación metafísica. Para él, el acto de dudar no solo probaba la existencia del yo pensante, sino que abría la puerta a una búsqueda de verdades más sólidas. Esta postura resalta que la duda, lejos de ser un obstáculo, es el primer paso hacia el conocimiento.
Sin embargo, la duda no es solo un método filosófico, sino una experiencia humana fundamental. Nos enfrenta con la incertidumbre del mundo y con nuestras propias limitaciones. La duda nos impulsa a cuestionar nuestras creencias, nuestras certezas y, en última instancia, nuestra comprensión del mundo. Tal como lo expresó Voltaire, el célebre filósofo de la Ilustración: "Quien es incapaz de dudar es incapaz de aprender".
En este sentido, la inteligencia no es simplemente una capacidad para acumular datos o resolver problemas, sino también la habilidad de mantener un equilibrio entre la duda y la certeza. Un individuo verdaderamente inteligente reconoce que muchas verdades son temporales, sujetas a revisión, y que el escepticismo razonable es una condición necesaria para el progreso del conocimiento.
Las certezas que construyen sentido
Por otro lado, las certezas son indispensables para navegar en la vida cotidiana. Sin ellas, estaríamos constantemente paralizados por la indecisión. Ciertamente, la duda puede estimular la curiosidad y la investigación, pero en algún momento necesitamos puntos de anclaje: certezas que nos permitan actuar y tomar decisiones. El filósofo Ludwig Wittgenstein, en su obra Sobre la certeza, nos recuerda que hay conocimientos que aceptamos sin cuestionar, sobre los cuales se construyen todas nuestras creencias y acciones. Estas certezas son como el suelo bajo nuestros pies, el punto de partida para toda reflexión posterior.
La certeza no es siempre sinónimo de rigidez. Muchas veces, las certezas que adoptamos son flexibles y pueden adaptarse a nueva información. Las teorías científicas, por ejemplo, son "verdades" aceptadas hasta que se encuentren nuevas evidencias que las cuestionen. El físico Albert Einstein revolucionó el mundo de la ciencia al demostrar que muchas de las "verdades" de la física newtoniana no se sostenían en contextos de velocidades cercanas a la luz o en campos gravitacionales intensos. Aun así, los principios de la mecánica clásica siguen siendo "ciertos" dentro de sus límites.
Esto nos lleva a una reflexión clave: nuestras certezas no tienen que ser absolutas para sernos útiles. Incluso las verdades parciales o contextuales nos ofrecen la estabilidad que necesitamos para avanzar.
La inteligencia: Entre la duda y la certeza
La inteligencia, en este marco, no es la posesión de un conjunto de respuestas correctas, sino la capacidad para moverse entre la duda y la certeza con agilidad. Un individuo inteligente sabe cuándo dudar y cuándo aferrarse a una convicción. Sabe que algunas preguntas no tienen respuestas definitivas, y aun así, sigue explorando.
El escritor y filósofo Albert Camus, en su obra El mito de Sísifo, plantea que la vida misma es un acto de balance entre la certeza y la duda. En su análisis del absurdo, Camus describe a Sísifo, el hombre condenado a empujar una roca montaña arriba solo para verla caer una y otra vez. Este mito es una metáfora de la vida humana: la inteligencia consiste en aceptar la falta de respuestas absolutas sin caer en la desesperación. Es en la búsqueda, no en la resolución definitiva, donde radica la verdadera riqueza del pensamiento.
Otro gran exponente de esta tensión fue el poeta y pensador alemán Johann Wolfgang von Goethe, quien expresó en Fausto: "Quien duda de todo se pierde, y quien no duda sobre nada es un insensato". Goethe nos invita a encontrar el equilibrio, a no ser presa de la duda paralizante ni de la certeza ciega. Solo entonces podemos alcanzar una inteligencia más plena, consciente tanto de los límites de nuestra comprensión como de su potencial.
La duda y la certeza en el conocimiento científico
El progreso científico es un claro ejemplo de cómo la duda y la certeza coexisten en el avance de la inteligencia humana. Cada descubrimiento se basa en el cuestionamiento de lo que se sabía hasta entonces. La ciencia es, en esencia, un proceso de poner a prueba nuestras certezas.
El biólogo Charles Darwin, al desarrollar su teoría de la evolución por selección natural, dudó de las explicaciones teológicas predominantes de su tiempo sobre el origen de las especies. Su capacidad para cuestionar estas ideas le permitió formular una de las teorías más influyentes en la historia de la ciencia. Sin embargo, también necesitaba certezas: datos empíricos, observaciones meticulosas, para construir su teoría.
Este ciclo de duda y certeza, retroalimentándose, es fundamental para el desarrollo del conocimiento. Incluso los científicos más brillantes reconocen que sus teorías están sujetas a revisión. Como dijo el físico Richard Feynman: "El conocimiento científico es una estructura de preguntas más que de respuestas".
Las sombras de la certeza: El peligro del dogmatismo
A pesar de la importancia de la certeza en nuestras vidas, también debemos ser conscientes de sus peligros. Cuando la certeza se convierte en dogmatismo, se cierra la puerta a nuevas ideas y a la posibilidad de cuestionar. Como advertía el filósofo Bertrand Russell: "Lo más dañino en la vida no es la ignorancia, sino las certezas absolutas". Las certezas inamovibles nos conducen al estancamiento del pensamiento y al rechazo de lo diferente, lo nuevo o lo incómodo.
El dogmatismo puede tomar muchas formas, desde las ideologías políticas hasta las creencias religiosas, pero en todas ellas se observa una característica común: la incapacidad para admitir la posibilidad de error. La inteligencia, por el contrario, está intrínsecamente relacionada con la apertura a la posibilidad de estar equivocado.
Conclusión: El equilibrio como forma de sabiduría
La vida humana es un viaje entre la duda y la certeza. Ninguna de las dos puede dominar completamente sin que algo se pierda en el proceso. La inteligencia reside en la habilidad de mantenernos en ese espacio intermedio, donde la duda nos permite explorar nuevas ideas y la certeza nos proporciona estabilidad para actuar.
- “Duda de todo. Encuentra tu propia luz”. – Buda.
- “La duda es el principio de la sabiduría”. – Aristóteles.
- “Quien nunca duda, nunca ha aprendido”. – Charles Darwin.
- “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. – Aristóteles.
- "La duda es el segundo nombre de la inteligencia". – J. L. Borges.
- "La duda es una condición incómoda, pero la certeza es ridícula". – Voltaire.
- "Si comienza uno con certezas, terminará con dudas; más si se acepta empezar con dudas, llegará a terminar con certezas". – Francis Bacon.
- “El problema del mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que los estúpidos están llenos de confianza”. – Charles Bukowski.
"Borges dice que toda la cultura proviene de un peculiar invento griego: la conversación. De pronto, un grupo de hombres decidieron algo extraño: intercambiar palabras sin rumbo fijo, aceptar las opiniones del otro, aplazar las certezas, admitir las dudas".
— literland (@literlandweb1) August 24, 2024
Juan Villoro
📷Jorge… pic.twitter.com/SXNkrALVRk
El valor de la introversión
Suscribimos las tres recomendaciones finales de Susan Cain : 1º Detengan la locura del constante trabajo en grupo. 2º Vayan al desierto (tengan sus propias revelaciones, como Buda). 3º Echen una mirada a lo que hay dentro de su propio bagaje y por qué lo pusieron ahí.
La extraversión (mejor que decir extroversión) ha devenido en un valor de moda, desde el momento en que se asumió como necesario el trabajo en grupo. Y, por falso silogismo, se arrinconó a la introversión como una actitud a corregir. Sin embargo, y como recomienda la Wikipedia, lo óptimo es "obrar en función de un equilibrio entre la introversión y extraversión, sin seguir una forma fija de responder al mundo".
La educación misma ha incurrido en esa apuesta desmesurada por la extraversión, ignorando el inmenso potencial de la introversión. Lo adecuado sería analizar y explotar ambas fórmulas para convertirnos en ambivertidos, sabiendo estar a gusto en plena soledad, donde se forja la personalidad, y en medio de la gente, donde contribuimos con la acción que sigue a la reflexión.
Los ambivertidos, en general, se adaptan más fácilmente a la vida y a sus dificultades, al tiempo que tienen más éxito al tratar con personas. Se dice que son, a menudo, los mejores profesores, directivos y buenos padres. Los bloggers suelen tender a la ambiversión, dado que se requiere simultáneamente una capacidad de volcarse en la escritura cotidiana mientras se asiste al espectáculo de la vida social.
Más conferencias TED subtituladas (ya hay muchas charlas traducidas).
Máximas del “pequeño Buda
- Vive todos y cada uno de los días como si fuera el último de tu vida. Un día tú acertarás.
- Niños en el asiento delantero pueden causar accidentes. Accidentes en el asiento trasero pueden causar niños.
- Si no puedes ayudar, molesta. Lo importante es participar.
- Si crees que el mejor camino para llegar al corazón de un hombre es por el estómago, es mejor que sepas que estás apuntando muy alto.
- Si eres capaz de sonreír cuando todo está errado, es porque ya descubriste en quien poner toda la culpa.
- Quien da importancia a pequeñas cosas es esposa de japonés.
- Mujeres son como piscinas: sus costos de mantenimiento son muy elevados comparados con el tiempo que pasamos dentro de ellas.
- Nunca, nunca bebas cuando conduzcas. Puedes derramar la cerveza.
- Por mayor que sea el agujero donde caigas, sonríe. Todavía no hay tierra encima.
- Algunos jefes son como las nubes. Cuando desaparecen el día se vuelve maravilloso.
- Errar es humano. Colocar la culpa en otro es estratégico.
- Los hombres mentirían mucho menos si las mujeres no preguntaran tanto.
- La mujer se casa pensando que él un día cambiará. El hombre se casa pensando que ella nunca cambiará. Ambos se equivocan.
- Todo tu futuro depende de tus sueños. ¡No pierdas tiempo, vete a dormir!
- Las personas inteligentes están siempre llenas de dudas… (¿Será verdad?)
- Si todo lo que es bueno y delicioso dura poco, yo ya debería estar muerto hace mucho tiempo…
(Humor, un poco basto, recibido por e-mail masivo)
Con-vencedores y con-vencidos
Es eterno el tema de vencedores y vencidos. La ley del universo y de la historia es contundente: ¡Ay de los vencidos! Pero los vencedores más célebres parece que se sorprendieron de lo significa vencer sin convencer. Napoleón señaló: “Lo que más me extraña de este mundo es la impotencia de la fuerza. De los dos poderes, fuerza e inteligencia, a la larga el sable siempre es vencido por el espíritu” o “Un gobierno que sólo se sostiene en las bayonetas es un gobierno vencido”. Su gran adversario, el Duque de Wellington, también opinaba que “Únicamente una batalla perdida puede ser más triste que una batalla vencida”.
Más recientemente otros han hablado de vencedores y vencidos. Pinochet se delató cuando declaró: “Aquí no hay ni vencedores ni vencidos, pero sepan estos últimos”... Más cercanamente, Fraga Iribarne declaró: “La victoria en la guerra sólo se consigue cuando se hace ganar también a los vencidos”,… en la etapa de la transición. El mismo Juan Carlos I recordaba que “No quería, a ningún precio, que los vencedores de la guerra civil fueran los vencidos de la democracia”. Pero la mejor cita es la de un clásico (Lucano): “¡Tan miserable es salir vencedor en una guerra civil!”.
La humanidad no ha conocido hasta la fecha sino una historia de odio, donde no cabían más que dos héroes: Hamlet, el impotente, y Macbeth, el vencedor. Y ambos son atormentados por espectros. Con ese maniqueo esquema bipolar, de buenos y malos, de vencedores y vencidos,… hemos crecido. Los filósofos lo mitigaron, pero no lo superaron. Nietzsche sugirió “También los vencedores son vencidos por la victoria”, o Maquiavelo creyó “Los pueblos sométense voluntariamente al imperio de quien trata a los vencidos, no como enemigos, sino como hermanos”.
Son insuficientes consejos como éstos, porque suponen que debe haber vencidos: “Con la misma mano con que vence, protege a los vencidos. El vencedor siempre honra al que ha vencido. Es perdonar al vencido, el triunfo de la victoria. La mayor satisfacción del vencedor consiste en perdonar al vencido. La paz es conveniente al vencedor y necesaria al vencido”. Ya no queremos victorias, ni victorias ni victoriosos que impliquen vencidos. La concordia crea invencibles, invencibles convencidos y sin vencidos. Quien domina por la fuerza no ha vencido a su enemigo. Preferimos el amor, en cuyas contiendas es indiferente vencer o ser vencido, porque siempre se gana.
Quizá, en ocasiones, la vida nos vence, y el sentimiento de vencidos se mantiene. Pero no es vencido sino quien creer serlo. Ya no aspiramos a ser vencedores de otros, sino de nosotros mismos como Buda predica: “vencedor es quien se vence a sí mismo”. Sin necesidad de que nos enfrentemos los unos con los otros, la vida nos somete a una escuela de adversidad, frente a la desigualdad, frente a la enfermedad, frente a la muerte. La naturaleza humana nos orienta hacia la solidaridad con las víctimas, con quienes generosamente no buscan revancha sino el fin del infortunio para todos.
El concepto vencer es propio del caduco lenguaje militar: en una civilización madura el gran verbo es convencer. En la guerra, sea quien sea el que se pueda llamar vencedor, no hay ganador, sólo perdedores, sólo hay vencidos; en la paz, todos somos ganadores y vencedores de nosotros mismos. Una sana democracia no acoge vencedores y vencidos, sino que sólo caben convencedores y convencidos. Pidamos a nuestros dirigentes que se transmuten, y convirtámonos cada uno de nosotors, en vendedores de paz ante nuestros convecinos.
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