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Los ojos del hermano eterno: la búsqueda infinita de la justicia

Hay relatos escondidos que son joyas de nuestra infancia. Esas historias que se cuentan a los nietos, metáforas que les conducirán durante toda su vida. Como el libro
"Los ojos del hermano eterno" 
es una fábula filosófica ambientada en la antigua India, obra del autor austriaco Stefan Zweig (ver en otros posts).

La historia (se puede
leer en este PDF completo) sigue a Virata, un guerrero y hombre justo que, atormentado por el sufrimiento que causa incluso en actos de buena voluntad, decide renunciar a la violencia y a cualquier forma de poder.

A lo largo de su vida, busca la justicia absoluta, pero descubre que cada acción tiene consecuencias inesperadas y que el verdadero equilibrio no reside en el poder ni en la renuncia total, sino en la comprensión profunda del destino humano.

Es un relato corto pero profundo, que reflexiona sobre la moral, la justicia y el sentido de la vida, con un tono casi místico y lleno de simbolismo.

Stefan Zweig nació el 28 de noviembre de 1881 en Viena, Austria. Fue un novelista, dramaturgo y biógrafo reconocido por su estilo elegante y su capacidad para profundizar en la psicología de sus personajes. Escribió novelas, ensayos y biografías de personajes históricos.

Perseguido por el nazismo debido a su origen judío, emigró a Brasil, donde se suicidó junto a su esposa en 1942, abrumado por el avance de la Segunda Guerra Mundial y la destrucción de la Europa que amaba.

Además de Los ojos del hermano eterno, entre sus obras más célebres destacan Carta de una desconocida, Momentos estelares de la humanidad y El mundo de ayer, su conmovedora autobiografía. 

El mejor pasaporte

©Mikel AgirregabiriaMás que nunca, viajar y elegir libremente un horizonte con futuro es el deseo universal de la Humanidad: Elige el mejor visado.

El gran escritor austriaco Stefan Zweig escribió en sus memorias: “Antes de 1914, la Tierra era de todos. Todo el mundo iba adonde quería y permanecía allí el tiempo que deseaba. No existían permisos ni autorizaciones. Me divierte la sorpresa de los jóvenes cuando les cuento que viajé a la India y América sin pasaporte y que en realidad jamás en mi vida había visto uno. La gente subía y bajaba de los trenes y de los barcos sin preguntar ni ser preguntada, no tenía que rellenar ni uno del centenar de papeles que se exigen hoy en día. No existían los salvoconductos, ni visados, ni ninguno de esos fastidios; las mismas fronteras que aduaneros, policías y gendarmes han convertido en una alambrada, a causa de la desconfianza patológica de todos hacia todos, no representaban más que líneas simbólicas que se cruzaban con la misma despreocupación que el meridiano de Greenwich,…”.

Dicen que “Si quieres a tu hijo, déjalo viajar”. Pero, ¿qué es viajar? ¿Cambiar de lugar? No. Viajar es… cambiar de ilusiones y de prejuicios. Viajar es… nacer y morir a cada paso. Viajar es… pasear un sueño, pero hay mucha diferencia entre viajar para ver países y para ver pueblos. Porque las gentes, son lo más interesante de todas las maravillas que nos rodean.

Viajar representa en el mundo simbólico y en el mundo real de nuestros contemporáneos la utopía máxima de la libertad para vivir donde cada uno prefiera. Cada día, muchos de nuestros semejantes mueren tratando de escapar de un continente o aspirando a vivir en otro país.

Pero viajar también la mejor metáfora de huir de un modo de vida que nos esclaviza, que nos aprisiona con una subyugante rutina de la que no cabe escapar. Un trabajo aburrido o un barrio inhóspito son el destino de muchos de nuestros iguales. Pero se puede eludir todo ello; cabe la esperanza de un salvoconducto para residir en otros parajes: La educación, que es el pasaporte que abre todas las puertas de la vida. Incluso muchos títulos universitarios se transfiguran, para sus subversivos estudiantes, en salvoconductos directos hacia la vida opulenta.

El Informe a la UNESCO coordinado por Jacques Delors, "La Educación encierra un tesoro”, define a la Educación como «un pasaporte para la vida». La educación, en el siglo XXI más que nunca, es el mejor legado que los padres y la sociedad pueden otorgar a los más jóvenes, infinitamente mejor que una herencia económica, un apellido o una nacionalidad. Con una buena educación podremos comprendernos mejor a nosotros mismos, entender y apreciar a los demás y participar solidariamente en la obra colectiva de convivir en sociedad.

Elijamos e invirtamos todo lo posible en nuestra educación y en la de los nuestros seres más queridos: es el mejor seguro para la vida e, incluso, un pasaporte para la eternidad. Ser y sentirse soberano para viajar y, sobre todo, para ser autor y protagonista de su propia vida es lo que diferencia al ser humano libre de un esclavo. Toda libertad esta íntimamente ligada al conocimiento y a la madurez que sólo se alcanza con una larga y esforzada formación, que pronto se descubren gozosas para quienes se adentran por las veredas mágicas de la cultura.

Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2005/pasaporte.htm