Hay días, sobre todo en un verano de AlicanTerapia (más posts), que parecen repetirse con un ritmo tan previsible que casi podríamos recitarlos de memoria: levantarse temprano, antes andar ahora nadar unos largos en la piscina, escribir unas páginas, conversar y aprender con amistades de todas las edades y disfrutar de la naturaleza y del entorno.
Lejos de ser un signo de monotonía, la rutina es un espacio de cultivo. Como dijo Gustave Flaubert: «Sé regular y ordenado en tu vida para ser vehemente y original en tu obra».
La rutina nos da la estructura sobre la que construimos. La piscina, por ejemplo, no es solo ejercicio: es una forma de meditación en movimiento. El agua obliga a un diálogo interior. Al nadar, uno se encuentra con su respiración, sus pensamientos, y el ritmo cadencioso calma la mente y abre espacio a la creatividad. He resuelto más problemas en el silencio líquido de una piscina que en muchas tormentas de ideas.
Luego está la escritura diaria. No siempre se escribe bien, algunos casi nunca lo hacemos, pero siempre se entrena la mirada. La costumbre de sentarse ante la página vacía enseña humildad: hay días fecundos y otros baldíos, pero la rutina hace el trabajo. La gran escritora Joan Didion, a la que pronto dedicaremos un post, apuntó: «Escribo para saber lo que pienso».
Por último, las conversaciones con vecinos y amigos, de aquí y de allá, de niños a abuelos. Algunos ven en ellas una distracción; para mí son parte esencial de la rutina. Son laboratorios de ideas, espacios donde uno se expone a lo que no sabe. Nada reemplaza una buena charla, con risas o con silencios compartidos, para sentir que la vida tiene textura.
La rutina no es prisión. Es un andamiaje. Gracias a ella podemos explorar lo incierto sin miedo de perdernos. O como decía Séneca: «La vida sin un plan es errar al azar».
Así, cada día que parece igual es, en el fondo, diferente. Porque somos diferentes después de cada brazada, de cada frase escrita, de cada conversación. Y esa es la magia de la rutina bien elegida: nos mejora. Añade a la rutina diaria un poco de lectura, otra dosis de aprendizaje y un montón de amor. Así será más feliz.
"Nada sucede dos veces
— literland (@literlandweb1) July 23, 2024
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano..."
Wislawa Szymborska pic.twitter.com/cHuqW7AKPW