Sólo pude alargar mi mano hacia mi esposa Carmen, y las yemas de nuestros dedos se tocaron. Antes de convertirnos todos en luz, dos ideas sacudieron mi mente: Cuánto la quería a ella y a nuestros hijos, y que la humanidad debió comenzar mucho antes a imaginar un acuerdo educativo. Desperté y comprendí que, por esta vez, sólo había sido una pesadilla.
El fin de la vida
Sólo pude alargar mi mano hacia mi esposa Carmen, y las yemas de nuestros dedos se tocaron. Antes de convertirnos todos en luz, dos ideas sacudieron mi mente: Cuánto la quería a ella y a nuestros hijos, y que la humanidad debió comenzar mucho antes a imaginar un acuerdo educativo. Desperté y comprendí que, por esta vez, sólo había sido una pesadilla.
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