Dignidad máxima ante la muerte
Geografía cambiante: Lecciones de la historia
¿Qué es y por qué ser blogger?
Días que son como un haiku
Texto Efímero: Otra iniciativa de A Fortiori Editorial
Es un juego preparado por A Fortiori Editorial para el verano. Consiste en aportar ideas en Twitter junto con la etiqueta #textoefimero. No tiene otra pretensión que haceros pasar un buen rato a la vez que os provocamos para que saquéis vuestro lado más brillante aunque efímero y soltéis los mejores pensamientos, el pálpito del momento o las frases más ingeniosas que os vengan a la mente utilizando como herramienta Twitter, que, en principio, convierte en efímeros los mensajes que volcamos, y en cualquier momento pueden desaparecer, como lágrimas en la lluvia.
La imagen superior procede del Twitter de Texto Efímero, que reúne los tuits efímeros. El resultado será publicado en un libro y también se leerán algunos tuits en la Cadena SER en el programa del fin de semana “A vivir que son dos días”. Conviene leer las condiciones exactas en el blog oficial.
El segundo gran Julio,... el de los viajes de ensueño
Sic transit gloria mundi
La misma Luna
Versión para imprimir en: mikel.agirregabiria.net/2007/mismaluna.DOC
Los blogs son...
Éste es mi rincón, jardín de los recuerdos y pensamientos; etéreo y efímero Edén, en Ruypster's Blog.
Los blogs son las paredes del aseo de Internet. Jean-Remy von Matt, creativo y publicista
fundador de la agencia Jung von Matt (Vía Surfeando).
Un blog es básicamente un diario el cual está disponible en Internet. Definición clásica.
Un blog es un cofre de tesoros, donde guardamos recuerdos y aprendizajes que preferimos compartir con quien nos lee... Una de mis definiciones.
... Iniciada una recuperación de definiciones sobre lo que es una bitácora, o blog en esta fecha. Será de actualización continua... Technorati tag: definición de blog.
Santa Semana
Hace apenas una generación, estas fechas representaban una época hogareña, de recogimiento familiar, de baja actividad y, para los creyentes, de oración. Ahora se ha transformado simplemente en un fugaz trajín vacacional allí nos concentremos todos los urbanitas, en un lapso delimitado por la “operación salida” y por la “operación retorno”. Las modernas procesiones consisten en visitar lejanos rincones cuyos lugareños buscan las mismas respuestas viajando hacia nuestro país.
Todo ello quizá sea el signo de que cuanto más rasante es el vuelo contemporáneo del espíritu, tantos más kilómetros recorremos, buscando lo que seguramente hallaríamos en un viaje interior con quietud y orientación. Así podríamos superar la melancolía de un omnipresente hedonismo efímero que insinúa su falsedad tras la experiencia de su vertiginosa evaporación.
Vivimos tiempos de falsa exploración, de desmedida decoración, coloración, edulcoración, pignoración y minoración. Demasiada oratoria y poca oración. Necesitamos más valoración ética, elaboración mental, colaboración social, incorporación de lo trascendente, quizá genuina adoración. De esa exaltación definida como una admiración trascendental demostrada con vocación.
Consideremos la reincorporación de la oración, que soslayando su matiz religioso reúne reflexión y proyecto de vida. La oración (o meditación) debiera ser la llave del día y el cerrojo de la noche. La mejor oración (o cavilación), al comenzar la jornada, es desear no malgastar el tiempo. Quien se levanta de la oración (o introspección) con mejor disposición, ya ha logrado respuesta a su demanda.
En Semana Santa, probemos a recuperar esa respiración del alma. No importa la fórmula de la oración (o introversión): basta reconocer nuestra humana condición y postrarnos ante Dios (Naturaleza, Providencia o lo que nos es Superior). Quizá así vislumbremos por qué estamos aquí…
Versión final en: http://mikel.agirregabiria.net/2006/ss.htm
Repaso al verano
Nada como las vacaciones estivales para comprender el esfuerzo humano por aprehender la vida, que como agua recogida con las manos se nos escurre entre los dedos. Aunque nuestro corazón se rige por su propio calendario, con la alegría alarga los días y con la tristeza encoge las fechas, la medida de luz solar parece dilatar en todos nosotros los minutos que adornan cada hora diurna del veraneo.
En verano nacen seres maravillosos que tienen de vida un día, una semana o un mes. En tan breve lapso de tiempo revolotean a nuestro alrededor, proclamando lo efímero de una existencia que, en su caso, no sobrepasa una estación del año. Son un aviso para las personas que también sentimos cómo ha volado otro verano y que nos esperan meses de trabajo en serie y en serio.
Amigo lector: Si la displicencia por el fin de las vacaciones le surge, no se preocupe, no es el único. Pero no vale la pena disgustarse porque ya se terminó el verano; mejor sonreír porque sucedió. Un proverbio sueco declara que "una vida sin amor es como un año sin verano". A la espera del próximo estío, que como las golondrinas acudirá a su cita excepto el último año, nos queda el recurso de convertir nuestra vida en una permanente pasión con un poco de ternura, algo de amistad, bastante cordialidad, mucha vocación y raudales de optimismo.
El tren de la vida
Todos vamos en el mismo convoy.
El 11M será recordado como la masacre de los trenes de la muerte. Nos urge una terapia colectiva que anule los perversos efectos de la violencia. Necesitamos una imagen que se superponga a los fotogramas del horror, no para olvidar pero sí para continuar con nuestra convivencia.
Busquemos la metáfora del “Tren de la vida”. Así se tituló una memorable película de Mihaileanu que narra las desventuras de los habitantes de una aldea judía centroeuropea, que, ante la proximidad de los nazis en 1941, deciden fabricar un tren similar a los utilizados por los alemanes... y autodeportarse. Pero no hacia un campo de concentración, sino primero a Rusia para llegar finalmente a Palestina. Algunos de los judíos se disfrazan como soldados y oficiales de las SS, adoptando sus modos hasta el punto de articularse una extraña comedia sobre la apocalíptica tragedia del Holocausto.
La mejor alegoría la existencia quizá sea la que compara la vida con un viaje en tren. Una aventura llena de embarques felices y desembarques dolorosos, con infortunios luctuosos y también con algunas sorpresas agradables en el camino. Cuando nacemos y subimos al tren, generalmente nos encontramos en un vagón con dos personas queridas que nos explicarán el sentido del camino: nuestros padres, que no siempre estarán con nosotros en este periplo. Lamentablemente, ellos se bajarán en alguna estación antes que nosotros para no volver a subir más, dejándonos huérfanos de su cariño irreemplazable. Pero nuestro viaje vital proseguirá; conoceremos otras interesantes personas durante la travesía, hermanos y familiares entrañables, colegas y amigos cordiales, amores e hijos maravillosos. Muchos de ellos sólo realizarán un corto paseo con nosotros, otros estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas, hasta que seamos nosotros quienes nos apeemos del tren.
En este tren también viajaran personas amables que deambularán de vagón en vagón para socorrer a quien lo necesite. Otros, quizá sean molestos acompañantes de viaje, que se aburran o molesten a los demás, pero ellos serán quienes peor travesía se lleven. Veremos subir a bordo a muchos en el tren, y otros muchos descenderán, dejándonos todos recuerdos imborrables. Algunos pasajeros a quienes más queramos quizá deban sentarse en otros vagones alejados. El viaje lo haremos juntos, pero separados de ellos, aunque tal vez podamos acercarnos a ellos en alguna oportunidad venciendo las dificultades.
El viaje estará lleno de esperas, llegadas, despedidas y partidas. Pletórico de sueños, fantasías, gozos y pesares. Sabemos que este tren sólo realiza un viaje, el de ida, y que jamás retorna hacia el pasado. Tratemos, entonces, de viajar de la mejor manera posible, intentando relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo que tengan de mejor, recordando siempre que necesitaremos nuestro mutuo apoyo en algún momento del viaje.
Dentro del convoy se desarrolla el drama de la humanidad. Gente de toda raza, que conversa o calla, que trabaja o dormita, que colabora o discute, que nace o muere. Gente que ama u odia, que acepta o reniega, incluso contra el mismo viaje. El tren circula impasible, transporta gentil y pacientemente a todos, sin distinguir entre amargados o comprometidos. Nadie puede evadirse, sólo se vive dentro del tren, donde podríamos ejercer plenamente la libertad y la fraternidad. Elijamos entre disfrutar o padecer colectivamente el tránsito, porque de cualquier modo el convoy seguirá avanzando raudo hacia nuestra definitiva parada.
El gran misterio de este veloz tren de la vida es que no sabemos en qué estación descenderemos: 2004, 2005,... En cada jornada se suben y bajan personas. ¿Quién subirá hoy? ¿Quién bajará? Cuando llegue nuestra parada, allí acabará el viaje para cada uno de nosotros. Confiemos que todos nos reunamos en una gran estación central algún día para reencontrarnos. Que esta parábola nos ayude a mejorar nuestra concordia en este efímero viaje, juntos todos en el único tren de la vida.
Materia con tendencia a morirse
Los más diversos acontecimientos, ya sean felices o luctuosos, demuestran una decidida predilección a la baja de todos los sistemas y tejidos mortales, una ineluctable propensión de la carne humana a descomponerse más o menos vertiginosamente, con una irrefrenable predisposición y querencia de expiración que resulta harto preocupante. La vida no es sino un complejo cúmulo de fenómenos que se oponen a la muerte... sublimemente. Basta una única excepción de un solo eslabón aislado en tan prolija y milagrosa cadena, para determinar el final... de otro infinitesimal... ser vivo... que creyó... que vivía.
Ante tan infalibles leyes de la prosaica coexistencia en un espacio vacío fruto de un “big bang”, afanosamente nos debatimos en sociedad de socorro mutuo para abordar la quimera de la supervivencia antes de la axiomática extinción individual y colectiva. Sólo con la máxima clarividencia superaremos los avatares del odio siempre innecesario que amarga la injusta, infausta y trágica (¿pre?)existencia terrenal, durante un lapso temporal siempre demasiado efímero. Por tan fastidiosas razones resonando bajo los sones del postrero juicio final, acepten el consejo de este quejumbroso bufón: ¡Tómense unas dulces vacaciones y a la vuelta hablaremos de la política y otras menudencias! ¡Ah, cuídense de no precipitar la gran transición propia o ajena por las prisas de conducir impulsivamente para tratar de huir de la misma realidad que les espera allí donde vayan! Y, por favor, ¡no pierdan nunca esa lánguida costumbre de… vivir!