¿En las próximas elecciones qué elegiremos: políticos, obispos o artistas?
Con esta precampaña encrespada con bajas y altas pasiones convendría recordar que se trata de escoger diputados y senadores. Los obispos y los artistas, por no mencionar a otros colectivos que ya aparecerán, tienen sus propios sistemas de representación, que no son nada parecidos (para bien o para mal) al sistema democrático de las urnas.
Además de las rebajas de impuestos o los cuatrocientos euros, los especialistas en mercadeo electoral han comenzado a sacar otros conejos de las chisteras. En el centro de los argumentos de baja estofa que se pregonan, están los derechos y deberes de algunas minorías, que sumadas no son nada insignificantes: emigrantes (cuyo voto empieza a pesar), homosexuales, camareros,… o simplemente quienes prefieren algo más allá de un bipartidismo desbocado.
Con un mínimo de raciocinio y sosiego se podría pedir a obispos y artistas que se preocupen de su obra, para que nos siga atrayendo ahora que las estadísticas de ambos anuncian una caída en picado en interés, adeptos y vocaciones. Y a los políticos, una de dos: Que no metan a colectivos en su propaganda, o que los metan a todos: banqueros, empresarios, sindicatos, religiones, profesiones,…
En el fondo, es la vieja historia de agitar dineros, miedos y esgrimir ídolos sacros o profanos, que siempre funciona con un electorado pusilánime y desinformado. El romano “
panem et circenses” (pan y circo). Quizá, entre las costumbres ibéricas a cuidar y proteger, figuran en lugar destacado los
carpetovetónicos derivados del
amiguismo:
arribistas,
chaqueteros, pesebreros (estómagos agradecidos),... ¿No hay algún partido que propugne una mejor formación ciudadana, una plural información política y una democracia participativa?
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