Los tres días últimos he sido testigo circunstancial de tres actos electorales convocados por tres partidos distintos, en Portugalete, Bermeo y Getxo. En los tres casos se había reunido bastante gente para escuchar a los dirigentes. Los espacios estaban dispuestos de forma similar, con algunos asientos en el escenario y filas de sillas, las primeras reservadas para los cargos públicos de partido en cuestión. Los simpatizantes, o público en general, se repartían en los asientos finales, los pasillos central y laterales o al fondo. Muchos estaban de pie, y abundaban las personas mayores, de una edad media superior a la de los políticos en activo.
Los mitines duraron bastante, en algún caso más de hora y media. Algún líder sí observó que había que concluir porque veía demasiada gente de pie, casi sin posibilidad de moverse. Un gesto de "polírica" hubiese sido pedir que se levantaran todos los cargos de delante, en el escenario o en las primeras filas, y que allí se acomodasen las personas de más edad que llevaban muchos minutos de pie. Si la Iglesia hizo su aggiornamiento dando la vuelta al altar para mirar al público, la política debe representar mejor su papel de "servicio a los demás". En los mítines no había sino simples asientos de madera, pero los quienes esperan recibir nuestra confianza de que serán buenos servidores públicos, debieran ejemplificar que no aspiran a "poltronas" cediendo sus sillas a los demás, al menos una vez cada cuatro años cuando se está pidiendo el voto.