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Dirigentes Digitales

Son una raza aparte los designados a dedo, quienes triunfan frecuentemente en la administración y en las grandes empresas donde no interesan los resultados o no importan los clientes. Son el producto más elaborado de la ineficacia colectiva y la prueba más contundente de la mediocridad galopante en los monopolios y centros oficiales (donde llegan a ‘menistros’ si se han aprendido el disco rayado contra la oposición): Mutaciones que se alzan sobre el mismo “Principio de Peter” y que asombran por la altura de su ineptitud.

Los dirigentes digitales (DD) son distinguibles por su aspecto. Su perdida mirada vidriosa de inteligencia recóndita, inexplorada e ignota, es la característica más destacable. Una expresión facial que explícitamente dice: "de esto que me hablas hoy, tampoco tengo ni la más remota idea". Ello resulta muy tranquilizador para la alta dirección, que reiteradamente los reeligen sin pensárselo dos veces. Sus cerebros son pozos insondables capaces de tragarse cualquier problema, por complejo que sea, con la plena seguridad de que allí nadie logrará desenterrarlo. Los administrados rápidamente advierten que es imposible no ya dialogar, sino incluso responder a semejantes personajes. Al traspasarles una problemática nueva, los DD corroboran su perfecta idiotez mediante una técnica insuperable: hacen un breve resumen de lo que creen haber entendido, que obviamente no tiene nada que ver con lo solicitado, pero con tal convicción y tozudez que obliga a desistir a cualquiera que no reúna la paciencia de Job con la inteligencia de Einstein. Estos "agujeros negros" digieren cualquier dificultad, transmitiendo tranquilidad a sus jefes, que saben que jamás les volverán con temas a resolver relativos a la temática cedida, dado que se encuentra soterrada bajo la plúmbea losa de la estulticia supina e infranqueable.

Los DD son manifiestamente simpáticos. Por su torpeza, claro está. Resultan imposibles de imitar por los humanos lúcidos, porque la insinceridad aparecería. Su tosquedad es patente hasta en su movilidad y motricidad elementales. Caminan con dificultad, pensando: "ahora el pie izquierdo, ahora el derecho, el izquierdo,...". No son multitarea. Si caminan, no mastican chicle, porque acabarían liándose. Aunque de formas muy diversas, sus cabezas mismas ya manifiestan a las claras su cortedad de entendimiento. Ello queda realzado en su rostro con un permanente rictus de sorpresa por las cosas más simples. Son gente que cae bien, nunca "enteradillos que se las saben todas". Siempre son los últimos en enterarse y casi nunca del todo. Son capaces de sorprenderse con cuestiones triviales, porque su coeficiente de inteligencia comparable al de un cachorro les depara alegrías cotidianas. Una fuente inagotable de sorpresa son sus propias responsabilidades: después de años en una dirección pueden continuar con la retahíla de ¡Ah!, pero eso… ¿también es competencia nuestra?

Los DD son gente leal, fiel y, sobre todo, agradecida. Desde lo más profundo de su corazón y desde lo menos dormido de su mente no aciertan a comprender porqué ellos están allí, y no dejan de ponerlo de manifiesto. En su ausencia de malicia, son plenamente sinceros en sus constantes muestras de gratitud e incluso de servilismo ante quien los nombró, que a su vez se siente más seguro en su puesto dada su manifiesta superioridad respecto a sus DD y, como con los demás no tratan, acabar por creerse seres superiores por la referencia con los cretinos que han logrado reunir a su alrededor para darse la justa medida de sus capacidades.

Los DD aceptan cualquier reto y cualquier responsabilidad. En su ausencia absoluta de capacidad para discriminar entre lo justo y lo arbitrario, entre lo debido y lo que no procede, pueden admitir cualquier "marrón" y son los "chivos expiatorios ideales" si las circunstancias lo requieren. Normalmente su torpeza y estupidez les ahorra gran cantidad de enemigos, porque la talla de los adversarios mide a sus oponentes, y es sumamente difícil encontrar enanos espirituales de tal calibre.

Los DD son gente amistosa. El mundo circundante suele ser considerado con la lógica que les aporta la metáfora familiar. La despreocupación que demuestran en su actividad profesional se compensa con su reiterado interés por todos los familiares de sus interlocutores. Si alguien espera que sugieran soluciones o acepten consejos no obtendrá sino buenas palabras sobre cómo criar a los niños. En su área de conocimiento preferida, donde creen haber triunfado,..., por lo menos hasta que sus hijos tienen siete años y comienzan a no poderles seguir ni en sus razonamientos, ni menos aún en sus deberes escolares.

Los DD son felices y transmiten alegría. Jamás se les ve agobiados con problemas o sumergidos en la depresión. Pueden llegar a sentir alguna forma liviana de estrés en su esfuerzo por comprender algo, pero la bienaventurada naturaleza que les guía y les protege, a falta de una racionalidad desarrollada, pronto les hace desistir en su intento de superar su propio umbral de discernimiento del entorno más elemental.

Los DD son prudentes y fiables. Prefieren las soluciones convencionales, porque barruntan que podrán alcanzar a entenderlas de algún modo. Para apartar los métodos innovadores suelen recurrir a un par de aforismos de entre la media docena de refranes que conocen y que suele constituir todo su bagaje cultural. "Primero organizar y luego informatizar", por ejemplo, pueden llevar diciéndolo desde hace veinte años, y seguir utilizándolo sin muestras de desgaste. Con técnicas de dilación encadenadas suelen hurtarse de cometer errores, y raramente se equivocan porque nunca deciden nada y menos por sí mismos.

Los DD son polivalentes. Dado que no valen para nada y que ya han estado ocupando otra plaza de responsabilidad durante lustros, igualmente son trasladables a cualquier otro puesto sin riesgo alguno de que lo hagan peor. Su inoperancia universal les valida para ocupar cualquier destino sin detrimento de eficacia, habida cuenta de que siempre parten del grado ínfimo.

Los DD son grandes “solucionadores” de problemas, porque cuentan con una habilidad difícilmente localizable en los otros mortales: No sólo pueden "pudrir" cualquier temática, sino que incluso llegan a olvidarse enteramente de su existencia, con lo cual no apesadumbran a quien los nominó con las contrariedades inevitables que las resoluciones de problemas suelen requerir. Generalmente los mismos jefazos llegan a extraviar por completo el problema, e incluso los afectados acaban comprendiendo que no se ocupará de su asunto el DD, dado que ya estará en vías de olvidarse del siguiente tema. Su velocidad de tratamiento de conflictos es, por lo tanto, muy elevado, dirigiéndolos primero al congelador y luego a la papelera.

Los DD crean equipos fuertemente compenetrados. Sus subordinados alcanzan un mayor nivel de integración que bajo la batuta de directores responsables, debido a que deben defenderse de la obtusidad del directivo digital. Además, y por regla general, los DD promueven un "pelotilla manducón", género poco catalogado pero reconocible porque gratuita y desinteresadamente asume competencias que no le corresponden, con el único ropaje de la complacencia del DD quien delega en él gran parte de la gestión que nunca ha comprendido ni llegará a comprender. El resquemor común y generalizado hacia el mandón más que hacia el propio DD, y el esfuerzo de apechugar con el caos provocado, actúa como aglutinador de los subalternos, llegándose a crear un clima jovial y lúdico ante el desconcierto del desbarajuste cotidiano.

Los DD son perdurables y dejan huella de su desatinada gestión. Su contrastada ineficacia les asegura una vida profesional dilatada y su ausencia total de resultados les reporta un recuerdo imborrable entre sus apesadumbrados subordinados, e incluso entre sus pacientes y desesperados administrados. Su actuación monolítica, sin fisuras ni alteraciones, sin estar sometidas a vaivenes, dado su inmovilismo mental incapaz de mudar un criterio propio porque nunca existió ni podría existir, deja de ellos una memoria nada borrosa y aunque su mandato resulte corto, para sus sufridores siempre les habrá parecido una eternidad.

Los DD son pacientes y complacientes con sus subordinados. Siempre les dedican tiempo y parecen intentar descifrar sus reivindicaciones. Con una parsimonia desmedida que perdura hasta que los subalternos comprenden que en aquella mollera abstrusa nunca penetrará la luz del conocimiento, los DD mantienen su máximo esfuerzo de comprensión del que son capaces para intentar entender a aquellos extraños seres que también trabajan en la misma oficina, pero cuyos necesidades e intereses (y no digamos los de los administrados o lejanos clientes) resultarán para siempre completamente velados para los pusilánimes DD, quienes se deben en cuerpo y alma a servir a quien graciosamente los nombró.

En icono Medem, o no cine

"La pelota vasca": Una película que merece ser vista antes de juzgarla.

El escritor Okakura Kazuko decía que “el pueblo hace la crítica de la pintura con el oído”. Ahora también parece que algunos valoran una película sin verla, sólo escuchando a quienes la condenan… sin haberla contemplado tampoco. Recuerde que los críticos pueden llegar a ser constructivos (que no ha sido el caso con Medem), pero nunca serán objetivos. Si desea disponer de una opinión propia sobre “La pelota vasca”, sólo existe un método lógico: Véala. Si le resulta imposible encontrar una proyección por la limitada distribución en cines, recurra a la versión disponible en Internet a través de los programas P2P como Overnet (http://www.overnet.com/) o KaZaA (www.kazaa.com).

Vivimos en la era de los prejuicios, que son la razón de los tontos según Voltaire. Einstein lo señaló: “¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Viaje a Euskadi con esta película. Según Anatole France, “Viajar no es cambiar de lugar, sino cambiar de ilusiones y de prejuicios”. Julio MeneM, de apellido palindrómico, ha dirigido una película de ida y vuelta sobre la tragedia vasca, un decidido alegato contra la violencia. Defiende inequívocamente a todas las víctimas, sin subordinarse a ningún interés político. Es el mensaje sobre una realidad contemporánea de un artista competente, de un cineasta vasco que se declara no nacionalista, pero que ama a su tierra.

Pruebe “La piel contra la piedra”, óigala, siéntala y dictamine por sí mismo. Sin censuras, sin prevenciones. Lo demás sería decir: Amén icono, no cinema.

Lo que sí sabemos

Las conjeturas no deben cegar nuestras certezas inmutables

Hemos de seguir viviendo, incluso hemos de acudir a votar, y nos sentimos en un mar de dudas, tras el océano de sangre del 11M. El dolor enturbia nuestra mente, pero de nuestra alma emergen simultáneamente las convicciones más firmes. Tuvo que ser Albert Einstein quien declarase, ante el dilema de la bomba atómica en plena II Guerra Mundial: “La paz no puede mantenerse por la fuerza...sólo se consigue mediante la comprensión”. Incluso sin la inteligencia del científico pacifista, todos sí sabemos bien que…

Con la muerte de los demás nunca nadie puede ganar nada en ningún lugar del mundo.
La violencia, la guerra, los ejércitos y las guerrillas sólo causan más masacre y horror.
La democracia, la justicia y la paz son el único camino para toda la humanidad.
Son culpables todos aquellos que buscan victorias por la fuerza de las armas.
Ninguna guerra está justificada; ni ninguna causa vale un solo muerto.
No se puede vencer sin sembrar el odio; convencer es el método.
La inocencia asesinada clama el desprecio hacia los belicosos.
La paz es verdad, justicia, solidaridad, hermandad y amor.
La guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz.
La paz comienza justamente donde la ambición termina.
Ante las urnas que hable nuestro pacífico corazón.
La paz es un empeño que nos concierne a todos.
No hay caminos para la paz; la paz es el camino.
Jamás hubo una guerra buena o una mala paz.
La justicia elimina los obstáculos para la paz.
Votemos paz aquí, ahora, para todos, ya.
Si queremos paz, sembremos la paz.
Nadie sino nosotros traerá la paz.
Demos una oportunidad a la paz.
La paz está en nuestras manos.
No tememos a la paz.
La paz es posible.
La paz vendrá.
¡PAZ!

Valor de una vida

Sabemos el precio de todo y el valor de nada.

Vivimos en un momento histórico tan mercantilizado que desde muy pequeños nos enseñan a cuantificar en dinero el importe de casi todo. Parece que todo se pudiese comprar, alquilar o vender. “El precio justo” no ha enseñado a tasar mercancías y servicios, pero los noticiarios nos informan y demuestran que, desgraciadamente, también se pueden adquirir con dinero valores, principios, órganos o personas.

Había una antigua estimación que aseguraba que el cuerpo humano, por las materias químicas que lo componen, apenas valía 98 centavos de dólar. Posteriormente, a la luz de la posibilidad de fusión de la materia para producir energía eléctrica, la empresa Du Pont afirmó que con la masa de un ser humano medio se podría producir más de 85.000 millones de dólares, en kilovatios-hora facturados a precio de mercado según la ecuación de Einstein E=mc2.

Lo cierto es que el valor de una vida humana ha sido muy variable, en función de factores tan arbitrarios como la época histórica, el continente, la nacionalidad, el sexo o la edad,… Hace apenas 60 años, en Europa los nazis convertían a un ser humano, proscrito por ser judío, gitano u homosexual, en productos de utilidad para el Reich: se comercializaba su grasa para elaborar jabón, sus huesos para fabricar fertilizantes, sus cabellos para la industria textil... Sólo el campo de Auschwitz entregó 60 toneladas de cabello a una fábrica de fieltro, que pagó por ellas 30.000 marcos.

La esclavitud fue abolida, pero pervive todavía hoy día, en nuestra misma civilizada sociedad la creciente trata de personas, impunemente por “razones macroeconómicas de globalización” que justifican el trabajo infantil o para la omnipresente explotación sexual. Y se han amplificado las migraciones impulsadas por el subdesarrollo y la miseria, enmascaradas por necesidades del mercado laboral o simples motivos de servidumbre doméstica. Éxodos desatados por intereses financieros y, al tiempo, combatidos con pretextos de delincuencia congénita; destierros masivos donde la vida de los afectados no vale casi nada.

Incluso los tribunales o las compañías de seguros establecen cuantías muy variables para compensar la muerte en accidente de dos personas similares, solamente por el hecho de que uno sea un ejecutivo y el otro un vagabundo, o porque uno sea un adulto y otro un anciano o un niño. No valen lo mismo un soldado norteamericano o uno iraquí, o dos civiles de ambos países, ni se toma la Humanidad el mismo cuidado en su educación y ni siquiera en su sepelio. Por no citar la aberración que representa la proliferación de los abortos provocados, aunque se respete y compadezca a quienes transigen con ello.

Todos creemos en el valor infinito de cada vida humana. Para muchos, las personas fuimos creadas a imagen y semejanza de Dios. Pero, ya sea porque existe un Ser Supremo o porque existen otros seres humanos, lo ineludible es que todos nos debemos al cuidado de nosotros mismos y de los demás. Los dos primeros artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos lo condensan admirablemente en dos frases dignas de ser aprendidas de memoria: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Ojalá que algún día se cumplan en toda su extensión tan excelsos deseos.

Ciencia contra casino

El “no va más” del juego derrotado gloriosamente por el “sí va más” de la tecnología.

El pasado marzo tres ingeniosos jugadores derrotaron al Casino del Hotel Ritz de Londres, en una operación que al cabo de nueve meses ha sido declarada legal. La primera noche ganaron 200.000$ y volvieron al día siguiente para embolsarse otros 2.000.000 de dólares, mediante un sofisticado dispositivo láser y un microchip escondidos en un teléfono celular. Una microcomputadora conectado a un escáner láser supo deducir con una precisión de 6 casillas dónde caería la bola en función de su posición y velocidad de lanzamiento, así como del giro de la ruleta, en menos de dos segundos enviando un mensaje a la pantalla del móvil antes de que se escuchara el clásico "rien ne va plus".

El grupo, formado por una rubia húngara descrita como "guapa y elegante" y dos acompañantes serbios, fue arrestado por Scotland Yard a petición del casino, quedando en libertad bajo fianza durante nueve meses y sin poder abandonar el Reino Unido. Esta semana la policía ha renunciado a pedir su procesamiento porque no se ha cometido ningún acto delictivo contra la Ley del Juego. Esta Ordenanza británica promulgada en 1845 condena a los timadores que interfieren físicamente el trayecto de la bola o el movimiento de la ruleta, pero no prevé que su trayectoria pueda ser calculada.

El “trío del láser” ha quedado en libertad sin cargos y con todas sus ganancias, gracias al aprovechamiento de las nuevas tecnologías que han sabido ampliar a 6/37 la probabilidad de acertar (1/37), que se cobra a 36 veces lo apostado. El azar, excepto la incertidumbre de Heisenberg, no existe a escala macroscópica: sólo es complejidad de un problema resoluble algún día. Einstein dijo que “Dios no juega a los dados”; entonces, ¿por qué todavía quedan humanos que sí juegan al azar?

El Aznar y la necesidad

Entre casualidades y obligaciones, mejor olvidar a Aznar.

"El Azar y la Necesidad" fue un popular y polémico ensayo sobre la filosofía natural de la biología moderna publicado en 1970 por Jacques Monod, Premio Nobel de Medicina en 1965. Toma su título de la antinomia descubierta por Demócrito: "Todo lo que existe en el mundo es fruto del azar y de la necesidad". Monod apostaba por una "ética del conocimiento" de la que pueda surgir una inédita moral humanista para asumir nuestras libertades y responsabilizarnos de nuestras vidas.

En lo trascendente, Monod no contradijo la celebérrima cita de Einstein, "Dios no juega a los dados", aunque la palabra "azar" signifique "dado" en árabe. La Física señala la naturaleza cuántica, indeterminista y probabilística de la materia y de la energía, pero sigue siendo válida la reflexión de Edouard Pailleron, "¿El azar? Pero si es Dios de incógnito", o la versión de Anatole France, "El azar es tal vez el seudónimo de Dios, cuando no quiere poner su firma".

En lo contingente y más periodístico, ¿qué necesidad hay de seguir hablando de Aznar, y de su "necesidad creada" de ser homenajeado descubierta por "interesado azar"? El azar y la necesidad nos libró de alguien que, quizá, representaba el apotegma de Camus: "La necesidad de tener razón: señal de espíritu vulgar". Si hasta Dios prefiere, en ocasiones, figurar en el anonimato, ¿no son ridículas siempre nuestras necias ínfulas de grandeza?

El frío no existe

Estos días invernales son propicios para aprender una enseñanza ética de la física moderna.

Una difundida historia apócrifa cuenta que un profesor universitario retó a sus alumnos con una espinosa cuestión: “¿Dios creó todo lo que existe?". Un audaz estudiante respondió: “Sí, todo lo hizo Dios”. Entonces el profesor arguyó: "Si Dios todo creó, también hizo el mal, y si nuestras obras son el reflejo de nosotros mismos, entonces Dios debe ser malvado".

Los alumnos callaron ante tan contundente respuesta, hasta que otro estudiante levantó tímidamente su mano y repreguntó al docente, tras pedirle permiso para ello: “¿Profesor, existe el frío?”. El profesor hubo de reconocer que, según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Volvió a insistir el aprendiz: "¿Y existe la oscuridad?”. Nuevamente el catedrático confesó: “Por supuesto que tampoco existe, dado que la oscuridad sólo es ausencia de luz”. Finalmente, el joven concluyó con una pregunta retórica: “¿Quizá tampoco exista el mal no, sino como ausencia del bien?”. Cuenta la leyenda que aquel alumno era Albert Einstein.

Quizá sea valiosa esta anécdota, aunque no sea verídica y aunque muchos llamen a Dios con distintos nombres. Lo verdadero es que en la Naturaleza sólo existen magnitudes positivas, que llamamos con denominaciones como calor, que es energía molecular transferida de un sistema de mayor temperatura a otro de menor, o luz, que es otra forma de energía. De la misma forma tampoco en economía existe la pobreza, sino como ausencia o mal reparto de la riqueza. Lo que existe y se puede sumar para distribuir es calor, luz o riqueza; no se puede acumular frío, oscuridad o pobreza.

Los seres humanos estamos plenamente capacitados para percibir las diferencias de temperatura, de luz, de riqueza o de bondad. Ojalá aprendamos pronto que sólo podremos disfrutar de los bienes que pusieron a nuestra disposición, si los compartimos debidamente entre todos.

Querida imaginación

En la lucha contra la realidad, la humanidad sólo tiene un arma: la imaginación. Llevemos la imaginación al poder.

Julio Verne sentenció que “Todo lo que una persona puede imaginar, otra podrá hacerlo realidad”. Somos lo que somos, porque primero lo hemos imaginado. Imaginar es elegir. Imaginar es construir. La imaginación produce fuerza. La imaginación gobierna. El poder creador de la imaginación ha inspirado, sin excepción, todo el progreso de la historia. Si lo creemos, creamos un nuevo mundo.

Sentido común lo puede tener cualquiera; lo que falta es imaginación. En todo, pero más en el amor, la imaginación traspasa los límites de la realidad. Lo de menos es ver las personas o las cosas fuera de nosotros; lo importante es sentirlas en nosotros. Lo que se ve puede perderse de vista; lo que se imagina, vive siempre por toda la eternidad. Entusiasmo es el estado de ánimo en el cual la imaginación ha triunfado sobre el raciocinio. El mismo Einstein creía que “La imaginación es más importante que el conocimiento”.

El imaginativo,… ¡con qué facilidad saca de la nada un mundo! En el punto donde se detiene la realidad, comienza la imaginación. El uso creativo de la imaginación no es sólo la fuente del arte, sino también de la ciencia, porque la imaginación suministra el impulso inicial en todo progreso social. Había tanta imaginación en la mente de Arquímedes como en la de Homero.

André Bretón sugirió el mejor efecto de imaginar. “Querida imaginación: Lo que amo sobre todo en ti es que no perdonas”. La imaginación es el “gran estímulo”, el volcán de deseos, la madre de las utopías,... convertidas en realidad. Pero para evitar que la imaginación se desmorone en fantasías es preciso constancia, esfuerzo y sabiduría. La imaginación sin erudición es como tener alas y carecer de pies. Para volar es preciso saber despegar… y aterrizar. Toda imaginación procede del corazón y de la voluntad; no confundirla con el espejismo, piedra angular de la insensatez.

La imaginación es activa, animosa, fecunda y desprendida; la reflexión calculando se hace cobarde y cicatera. La imaginación nos consuela de lo que no podemos ser; y el humor, de lo que somos. Pero la imaginación nos encamina y guía hacia un futuro mejor. Imaginemos que cada día es el último que brilla para nosotros, y así aceptaremos agradecidos un día que no esperábamos vivir ya, una jornada donde podremos ayudar en algo.

Nosotros, las personas reales, estamos repletos de seres imaginarios. Con razón se ha dicho: “Dejemos las mujeres bonitas para los hombres sin imaginación” o “El viaje sólo es necesario para las imaginaciones menguadas”. La imaginación es el ojo del alma. La imaginación es un corcel sobre el que galopar, aguijoneados por la espuela de la curiosidad que nos arrastra hacia los proyectos más difíciles pero necesarios: la justicia, la igualdad, la solidaridad, la paz, la libertad, la educación,...
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Versión final en: mikel.agirregabiria.net/2006/imagina.htm