Franklin nació en una familia pobre y numerosa (fue el decimocuarto hijo de un total de diecisiete hermanos, cuatro hermanastros de padre y el resto hermanos de padre y madre). Dejó la escuela a los diez años para trabajar inicialmente en la fábrica de velas y jabones de su padre, para luego hacerlo en la imprenta de su hermano y posteriormente en su propia imprenta. Gradual pero muy tempranamente fue triunfando como científico y como político.
Según aumentaba su fama y fortuna, también crecían sus adversarios y enemigos. Uno de ellos, un intelectual rico e influyente, arremetió en su contra durante su segunda campaña a la Asamblea General de Filadelfia. Consciente de las dificultades que esta rivalidad le traería en el futuro, Benjamín Franklin decidió ganarse la amistad del asambleísta pidiéndole un favor: Aprovechando su reputación como coleccionista de libros, le envió una carta solicitándole en préstamo “un volumen escaso y curioso” que el rival envió encantado, sintiéndose muy halagado por la solicitud. Desde ese momento nació una amistad que se mantuvo hasta la muerte del Padre Fundador de los EE.UU.
Recordad la máxima que Franklin había aprendido de pequeño que dice: “Es más probable que te haga otro favor alguien que ya te ha hecho uno previo que no uno que te lo debe a ti”. Ese es el truco: Si quieres gustarle a alguien, pídele un favor.
Este tipo de comportamiento, la Disonancia Cognitiva, se puede observar a todo nivel y en cualquier ámbito, cuando las circunstancias nos obligan a actuar de forma incorrecta para nuestros estándares (por ejemplo, en guerras, en situaciones sociales conflictivas,...); para reducir el malestar emocional, tendemos a justificar las acciones con conceptos grandiosos como defensa de la patria, de la religión, y similares.