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Los días de cada mes y sus recuerdos asociados

Los días de cada mes y sus recuerdos asociados
Como en la imagen del Día del Recuerdo (en inglésRemembrance Day; también conocido como Día de la Amapola -ver posts sobre ello-Día del Armisticio o Día de los Veteranos), cada día del mes tiene su recuerdo, para agradecer y para celebrar, para evocar una persona o una causa. El algo muy subjetivo y personal, pero los bloggers compartimos nuestra intimidad  extimidad.

Cada día, no importa el mes ni el año, repasamos qué nos evoca esa mañana. Una persona que amamos, una causa por la que luchamos o todo aquello que da sentido a nuestras vidas y nos hace felices como individuos, familias, amistades, sociedades o parte de esa inmensa humanidad. 

Os recomendaros preparar vuestro propio listado para repasar y repensar lo que es esencial para conformar vuestro presente y para alegrar cada amanecer. Sigue nuestra lista por días. 

  1. Día Internacional de las personas Mayores. Nacimiento de mi suegra Esperanza. Mayo 1925
  2. Dos de Mayo, una fecha histórica y la calle de Bilbao donde nuestro padre trabajaba. Mayo 1808.
  3. Repaso personal, en el día que nací yo mismo. Abril 1953
  4. Lanzamiento del Sputnik 1. Octubre de 1957.
  5. Nacimiento de nuestro hijo Aitor y de nuestra sobrina Amaia. Junio 1986 y Septiembre 1987
  6. Muerte de mamá. Abril 1961
  7. Nacimiento de nuestra nieta Léa. Diciembre 2017
  8. Nacimiento de nuestra sobrina Ane. Mayo 1989
  9. Día de Europa. Mayo 2000.
  10. Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo. Noviembre 2002. #ScienceDay.
  11. Día Mundial de la Población. Julio 1990.
  12. Día Internacional de la Juventud. Agosto 1999.
  13. Día Mundial de la Radio. Febrero 1946. #RadioDay.
  14. Boda de nuestra hija Leire. Julio 2007
  15. Nacimiento de Napoleón Bonaparte. Agosto 1769.
  16. Nacimiento de nuestra hija Leire. Junio 1983
  17. Día Mundial de Internet. Mayo 2005.
  18. Nacimiento de mi suegro Manuel. 1921
  19. Nacimiento de mi hermano Juan Ma. Abril 1952
  20. Llegada del primer ser humano a la Luna. Julio 1969
  21. Nacimiento de mi hermano Javi. Enero 1956
  22. Día Mundial del Agua. Marzo de 1993.
  23. Día Internacional del Libro. Abril 1989.
  24. Nacimiento de nuestro nieto Julen. Febrero 2010
  25. Nacimiento de mi esposa Carmen. Enero 1955
  26. Nacimiento de nuestra nieto Mateo y de nuestra boda. Febrero 2014 y Agosto 1977
  27. Nacimiento de nuestro padre Juan. Diciembre 1920
  28. Día de los Santos Inocente. Diciembre Año 2.
  29. Nacimiento de Miguel de Cervantes. Septiembre 1547.
  30. Día Internacional de la Amistad. Julio 2011.
  31. Día Internacional de la Solidaridad. Agosto 2000.

Cien razones para la alegría

1. Porque estamos vivos. 2. Porque tenemos muchos amigos y amigas. 3. Porque tenemos ropa de abrigo. 4. Porque conocemos y nos relacionamos con gente de otros países. 5. Porque tenemos familia. 6. Porque tenemos unos padres que nos quieren. 7. Por conocer a personas que son buenos ejemplos para nosotros y nosotras. 8. Porque tenemos profesores que nos “aprenden”. 9. Porque estoy contento de tener hermanos. 10. Porque no dormimos en la calle. 11. Porque tenemos comida. 12. Porque tenemos una educación digna. 13. Porque no tenemos que huir con nuestra familia a otro lado del país por persecución. 14. Porque en clase no pasamos frío. 15. Porque tenemos maestros y maestras que nos enseñan. 16. Porque no tengo problemas con mis compañeros. 17. Porque tengo unos familiares espectaculares. 18. Porque tenemos salud. 19. Porque podemos leer o escuchar las palabras de un libro. 20. Porque el beso de la mañana de una madre es maravilloso. 21. Porque veo el sol cada día del año. 22.Porque estamos en clase para aprender. 23. Por ver las estrellas y la luna. 24. Por estar en una biblioteca como bibliotecario. 25. Porque estoy orgulloso y satisfecho de mis padres. 26. Porque tenemos un gran profesor. 27. Por poder correr por las calles. 28. Porque podemos disfrutar de los cuadernos nuevos. 29. Porque tenemos casa. 30. Por tener compañeros de otros países y saber de su cultura. 31. Por tener a toda mi familia. 32. Por estar relajado en mi cama. 33. Por levantarnos cada día. 34. Porque hay recursos que pueden curar enfermedades graves o salvarnos la vida. 35. Porque tenemos agua. 36. Porque ha llegado a clase un niño nuevo. 37. Porque tengo un padre y una madre. 38. Porque voy a la escuela y aprendo. 39. Porque me despierto y oigo a los pájaros cantar. 40. Porque estamos enamorados y enamoradas. 41. Porque no vamos descalzos. 42. Porque tenemos muchos años por delante. 43. Porque tenemos libros nuevos en la biblioteca. 44. Porque tenemos biblioteca. 45. Porque sabemos y podemos leer. 46. Porque hay muchas cosas que descubrir. 47. Por tener una hermana y dos primas que me apoyan en todo. 48. Porque tenemos sentimientos. 49. Por no tener que vivir bajo las órdenes de un dictador. 50. Porque esta mañana he escuchado Hey Jude de los Beatles.
51. Porque sabemos que en el mundo nunca estamos solos. 52. Porque en el futuro habrá muchos momentos buenos. 53. Porque mi madre hace la mejor comida del mundo. 54. Porque nos hacen regalos. 55. Porque somos jóvenes y éste es el momento de la vida que más se disfruta. 56. Porque tengo un hermano y no soy hijo único. 57. Porque todos los que conozco tienen buena salud. 58. Porque tenemos calefacción para estar calientes. 59. Por no tener una enfermedad grave. 60. Porque el próximo 23 de este mes será mi cumpleaños. 61. Porque aunque tuve que dejar a unos amigos cuando me fui de mi país, ahora tengo otros. 62.Porque podemos ver los patos nadando en el río. 63. Porque tenemos coincidencias. 64. Por poder ver la luz del sol cuando nos levantamos. 65. Por poder pasear por un bosque. 66. Por el aire que respiramos. 67. Por ver florecer los árboles en primavera. 68. Porque podemos ver volar a los pájaros, a las libélulas y a las mariposas. 69. Porque no tenemos miedo. 70. Porque podemos ver crecer a los niños pequeños. 71. Porque estamos muy unidos. 72. Porque podemos oler las flores. 73. Porque tenemos fuerza para seguir adelante con la vida. 74. Porque dentro de poco iremos al instituto. 75. Porque nuestros padres trabajan para que no nos falte nada. 76. Por haber tenido la oportunidad de recibir buena educación. 77. Por no nacer en tiempos de guerra. 78. Por poder ayudar a niños y niñas que tienen dificultades. 79. Por haber llegado al 2007. 80. Por haber cumplido 12 años. 81. Porque hay mucha gente que confía en mí. 82. Por tener el don de poder comunicarnos. 83. Porque gracias a este blog, otros conocerán los motivos de nuestra alegría. 84. Porque tenemos un blog donde leer y escribir cosas interesantes. 85. Porque podemos hacer un mundo mejor colaborando y aportando nuestra gota de agua. 86. Porque tenemos unos cuantos amigos en dos colegios asturianos. 87. Porque podemos probar la gastronomía de otros países. 88. Por tener corresponsales con quien comunicarnos. 89. Por tener una abuela que me hace comidas deliciosas. Por conocer a personas que son buenos ejemplos para nosotros y nosotras. 90. Por tener deseos de ser alguien en la vida. 91. Por ser responsables y saber lo que tenemos que hacer. 92. Por poder conocer las maravillas del pasado. 93. Por tener inteligencia. 94. Por tener gente sabia a nuestro lado. 95. Porque podemos viajar a otros países. 96. Por podernos comunicar con algunos escritores. 97. Por poder disfrutar de los colores de la naturaleza. 98. Por poder descubrir cosas nuevas cada día. 99. Por poder reír y 100. Por poder realizar nuestros sueños.

Conexiones interpersonales

Pasé una hora en el banco con mi padre, ya que tenía que transferir algo de dinero. No pude resistirme y le pregunté... ''Papá, ¿por qué no activamos tu banca por Internet?'' ''¿Por qué iba a hacerlo?'' Me preguntó... 

'Bueno, así no tendrás que pasar una hora aquí para cosas como hacer una transferencia. Incluso podrás hacer tus compras por Internet. Todo será muy fácil'' Me entusiasmó la idea de iniciarle en el mundo de la banca por Internet. 

Preguntó: ''Si lo hago, ¿no tendré que salir de casa?'' ''Sí, sí''. le dije. Le conté cómo ahora hasta te pueden entregar la compra en la puerta de casa y cómo Amazon te lo entrega todo. Su respuesta me dejó sin habla. 

Con mucha parsimonia me respondió: "Desde que he entrado hoy en este banco, me he encontrado con cuatro de mis amigos, he charlado un rato con el personal, que ya me conoce muy bien. Sabe, estoy solo... esta es la compañía que necesito. Me gusta prepararme y venir al banco. Tengo tiempo suficiente, es el contacto físico lo que anhelo. Hace dos años, enfermé. El dueño de la tienda donde compraba fruta vino a verme, se sentó junto a mi cama y lloró. Cuando tu madre se cayó hace unos días mientras daba su paseo matutino, nuestro tendero local la vio e inmediatamente cogió su coche para llevarla corriendo a casa, ya que sabe dónde vivimos. ¿Tendría ese toque "humano" si todo se hiciera online? ¿Por qué querría que me lo entregaran todo y obligarme a interactuar sólo con mi ordenador? Me gusta conocer a la persona con la que trato y no sólo al "vendedor". La tecnología no es vida... Pasar tiempo con la gente... No con los dispositivos"

Es un texto que circula por las redes, de autor desconocido.

Todos nuestros coches...

Simca 1000, hacia 1974. mi primer coche
En orden cronológico, comenzando por un Simca 1.000 de cuarta mano, 42 CV DIN, que nos dejó mi padre. Con él aprendimos toda la mecánica, porque le fallaba todo: encendido, motor, carburador, frenos, palieres, cerraduras, pintura,... Lo peor era la pésima carrocería que estaba oxidada e incluso carcomida. Por todas partes, menos en los bajos del habitáculo donde llevábamos un estanque con agua que entraba por alguna parte, pero no se desalojaba a pesar de retirarle unos tapones que llevaba al efecto. Si lo dejabas unos días aparcado, quedaba marcado su perímetro por el óxido que se desprendía en cada portazo. Lo disfrutamos, y sobre todo lo reparamos, entre 1973 y 1975.
G23Enlace
Nuestro primer coche comprado: Seat 127 CLX 4 puertas (máximo equipamiento) de 45 CV. Comprado, a plazos, a finales de 1975 estaba reluciente incluso el vano motor que te mostraban en el concesionario de lo que ahora es Bidarte en Bilbao. Todavía sin reposacabezas de serie, y apenas alguno opcional que no ofrecía ninguna garantía en caso de choque.
Opel Corsa TR 1.2
Opel Corsa TR 1.2 de 55 CV (parece que ahora no encontramos una foto propia). Comprado hacia 1986 resultó magnífico en todo su recorrido. Lo elegimos TR para ampliar maletero, pero sin puertas traseras por mejorar la rigidez y para que los hijos pequeños no pudiesen salir inopinadamente. Todavía no llevaba ABS, si EPS.

De hecho es el único caso en el que hemos repetido (de marca y modelo, aunque evolucionado) en la familia con un moderno Corsa (foto), automático en 2009. La imagen sobre el párrafo no corresponde a nuestro automóvil concreto, aunque era similar en color y carrocería.
Renault 21 2.0 Automático
Nuestro primer automático, Renault 21 2.0 Automático de 120 CV. Comprado en 1990. Dio un magnífico resultado hasta que con 130.000 km el motor comenzó a fallar. Extraordinaria la caja de cambios automática ZF de, eso sí, sólo cuatro velocidades. Fue una extraña compra porque resultó más barato que su equivalente manual, dado que estuvo pedido por un comprador minusválido que finalmente no lo adquirió y el concesionario quería desprenderse de él.
Ford Mondeo
Ford Mondeo 2.0 (nuestro último no automático, con 136 CV), comprado en 1996. Su compra también tuvo su anécdota dado que lo compramos por catálogo a un concesionario de Gipuzkoa cuando trabajábamos en Iurreta y no teníamos tiempo ni para acudir a elegir coche. Tampoco lo recogimos, ni nunca visitamos el concesionario, sino que nos lo trajeron a nuestro lugar de trabajo (EITB en Iurreta) y se llevaron el automóvil anterior.
Audi A6 1.8 T Multitronic
Audi A6 1.8 T Multitronic (de éste hemos posteado largo y tendido), comprado en 2003. Fue una especie de regalo de Carmen, que aparece en la foto, por mi quincuagésimo cumpleaños y para cambiar la matrícula BI con la que nos paraban demasiado por el Sur. Propenso a averías, especialmente en su cambio automático Multitronic, cuyo costoso fallo a los 90.000 km supuso una avería de más de 7.200 euros (y eso que no fue sustituida por una nueva, sino por una reparada).

El próximo vehículo será híbrido, lo más probable, o enteramente eléctrico,...
Finalmente fue en Lexus CT 200h en verano de 2016,...
El 28 de febrero de 2019 recogimos nuestro Tesla Model 3.

Diablogs

Padre: Vale, ya sabemos que podemos leer tu blog, pero tú también podrías contarnos cómo te ha ido el día en la escuela…Cual don Alonso Quijano, que por leer en exceso novelas de caballerías terminó con los sesos secos, la sobreabundancia de información provoca pesadillas y aventuras inciertas.

Me sucedió una extravagante alucinación por creerme un moderno caballero andante. Desperté de un sueño extraño. Como de costumbre, impelido por el insomnio, me dirigí casi sonámbulo a mi cuarto de máquinas. Allí bullía el ordenador secundario, pero desperté el portátil principal. Al repasar el correo electrónico y comprobar dónde me habían publicado algún artículo remitido, nada parecía alterado; luego, comprendí que se avecinaba una madrugada extraña.

Al encenderse la pantalla empezaron a salir y rodearme personajes vestidos de carnaval. Dos remedaban a El País y El Mundo. Uno faroleaba, ‘Yo publico más’; el otro replicaba,’Pero yo estoy más cerca del poder… económico’. No le di gran importancia. Supuse que seguiría aún dormido, pensando qué escribir sobre la base del sueño recién truncado. La incorporación de nuevos personajes, Estrella Digital entre otros, me impresionó definitivamente: Aquello no era racional.

Debatían sobre prensa impresa y on-line, pero nadie respondía a mi pregunta de cómo publicar en sus ‘Cartas al Director’. Entonces se escuchó a Gumersindo Lafuente, ex-director de elmundo.es, que con rotundidad decía: “Los periódicos tradicionales ya están muertos,... Quieren dominar algo que se les ha escapado de las manos. Tienen miedo de sus propias webs". Luego surgieron otros diablos de aquella caverna de Platón, gurús de blogs, ecos de podcasting,… Finalmente desperté y tecleé esto.

Quizá todo sea culpa de mi rutina diaria. De camino al trabajo escucho tres emisoras de radio, Radio Euskadi, Euskadi Irratia (en euskera) y Radio 5 Todo Noticias. En un semáforo me regalan el primero de los seis diarios gratuitos, El Bolsín. Luego recojo, QUÉ!, ADN, El Nervión, 20 Minutos y Metro. Estoy suscrito a la versión digital de dos diarios de pago, El País y DEIA, que ojeo en sus versiones íntegras en PDF. Al mediodía, ojeo con Google Reader las noticias sindicadas de mis 240 preferidas webs (2.0, en varios idiomas).

Al anochecer, repaso Internet y zapeo entre los más de 100 canales de televisión vía Euskaltel. Sólo después de leer todo esto, incluidos 150 blogs, escribo cada día al menos un post en mi blog.agirregabiria.net, y remito el texto a unos 200 medios de comunicación (digitales en su inmensa mayoría).

A falta del ingenio de Don Quijote, y sólo con sus mismas visiones de malignos molinos de viento a los que vencer, los bloggers debemos medir nuestras fuerzas, limitar nuestras fuentes y especializarnos a fin de aportar algo con valor propio. Hoy, seguramente, tampoco lo he conseguido; pero quede aquí mi modesto testimonio.
Versión .DOC para imprimirVersión para imprimir: mikel.agirregabiria.net/2006/diablogs.doc

Mi pantalón de la suerte

La historia verídica de una prenda que fue el talismán para estudiar una difícil carrera.

Aunque no soy supersticioso, he de reconocer que debo mi licenciatura a una prenda de vestir. En casa nunca nos faltó nada hasta la muerte prematura de nuestra madre. Luego la dura ausencia del cariño maternal, se compensó con los cuidados de nuestro padre y de una tía abuela. El dinero no sobraba, y entre mis agridulces recuerdos infantiles siempre destacarán unas indestructibles botas negras que calcé durante años, en invierno y en verano, y un abrigo azul demasiado grande, heredado de algún pariente y que siempre aborrecí con vehemencia.

Al llegar a la universidad con ayuda de las becas, debimos hacernos responsables de nuestro propio vestuario con pequeños trabajos de clases particulares. Recuerdo que durante casi los tres primeros años de carrera contaba únicamente con unos pantalones de color beige, que mensualmente lavaba, planchaba y secaba en domingo. Aquellos pantalones repetidos día a día me avergonzaban, y en mi aula prefería no pasearme, y menos aún salir hasta la cafetería universitaria que nunca visité.

Para que no se viesen mis viejos pantalones, me quedaba a repasar los apuntes entre clase y clase. Llegaba pronto, me sentaba en mi sitio y nunca me levantaba hasta concluir todo el horario. Descubrí que así era muy fácil superar las asignaturas, con aquella labor constante e inmediata. Bastó aquel hábito de ordenar y revisar los apuntes en los tiempos muertos para concluir con el mejor expediente de la promoción la licenciatura en física teórica, sin apenas estudiar fuera de la facultad. En casa me dedicaba a leer incansablemente novelas prestadas por la Biblioteca Municipal de Bidebarrieta, y mi única mesa de trabajo fue una liviana tabla de madera colocada entre los brazos de una anticuada e incómoda silla.

Nuestros hijos y muchos de los jóvenes de hoy disponen de amplios cuartos individuales, docenas de ropajes, libros y ordenadores por doquier. Pero me queda la duda de si hemos sabido transmitirles debidamente aquel afán por la lectura, aquella convicción presentida de que el único camino de progreso y felicidad es el trabajo y el estudio a lo largo de la vida. ¿Dónde pueden encontrarse pantalones como aquéllos, que no sientan bien, que te sientan al banco del esfuerzo, pero que te catapultan hacia el apasionante descubrimiento del sentido de una vida responsable, comprometida y dedicada a la vocación y a la cultura?

Sabio Fabio

La felicidad impide llevar un diario, sea un periódico o un simple memorando en un cuaderno.

Lope de Vega creó un personaje imaginario con quien hablar para convertir los monólogos en diálogos. Su reconocido soneto "Mientes Fabio" termina así: "¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo? / — ¿Y cómo no entenderlo? — ¡Mientes, Fabio, / que yo mismo que lo digo, no lo entiendo!". La vida y, más aún, la felicidad son asuntos demasiado intrincados para quien esto suscribe y, por ende, para mi sempiterno interlocutor Fabio. Esto pensaba yo, a la sombra de mis Ficus Benjamina, tras un largo viaje en coche, y sin apetitos para pergeñar alguna reflexión en mi weblog kideak.blogspot.com por el consejo: "Si conduces, no escribas".

Mas es preciso continuar. Dicen que en la vida, lo más difícil no es empezar, ni siquiera acabar, sino seguir y persistir sin abandonar. Así pues, sólo una nota de perseverancia ante la inocultable falta de inspiración. Cada uno de nosotros prefiere un lema, una divisa con la que se identifica. Hace tiempo, elegí dos. Una que Cervantes pone en boca del Quijote: "Podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo les será imposible", que declara la voluntad de no ceder jamás ante las desgracias. La segunda, menos literaria pero más realista, más madura procede del pragmático político Theodore Roosevelt, que fue Premio Nobel de la Paz en 1906: "Haz lo que puedas, con lo que tengas, donde te encuentres". Esta segunda máxima, interpretada en términos de humanidad, apela a que siempre cabe hacer el bien, sin importar dónde ni cómo estemos.

"Déjate, Fabio, servir" es un refrán para dar a entender que los honores u obsequios no deben ser rehusados. Pero no existe mayor honor que cuidar a los demás. Mi padre, sabiamente nos decía: "¿Qué prefieres: ayudar o ser ayudado?". En vacaciones es muy fácil sacar un poco de tiempo, aún a costa de cumplir con el diario personal, para auxiliar a los demás. Ya lo señaló el genio de Beethoven: "El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad".

Los dos Ficus de ramas enlazadas siguen deshojándose lentamente. No existe mejor metáfora de la brevedad de la vida que esas hojuelas amarillentas que caen. Antes de morir debieron cumplir con su misión, respiraron para toda la comunidad que forma el árbol, transformaron el aire y el agua en savia vivificante. Mueren, sí, pero proclamando que han vivido con integridad, cumpliendo con su deber hasta el momento final. ¿Ahora entienden por qué a uno de estos Ficus le llamo Fabio?

Querido Abuelo: Entre tú y yo, cuéntame tu vida

Entre la veintena de libros regalados y cruzados en esta Navidad, aún de papel por tradición o para niños pequeños, destacamos la promesa que representa un libro casi sin letras: "Querido Abuelo: Entre tú y yo, cuéntame la historia de tu vida".

El libro, de tapa dura y con un coste de 16,5€ en Amazon, es un libro que el abuelo (abuela, madre o padre) regala a un niño o niña para rellenarlo entre ambos con texto e imágenes. Reúne 60 preguntas cuidadosamente diseñadas en paginas a cumplimentar indicando cómo fue la vida del adulto en su niñez, cuáles eran sus gustos, su canción favorita de joven, cuáles eran sus juegos favoritos,...

"Querido Abuelo: Entre tú y yo, cuéntame la historia de tu vida"  puede ser uno de los regalos más emocionantes que puede dedicar un abuelo a CADA UNO de sus nietos, pero no basta comprarlo,... hay que escribirlo y relatarlo, dejándolo escrito para la posteridad para que cada niña descubra sus raíces, su árbol genealógico, las tradiciones familiares, los problemas a los que se enfrentó y las soluciones que aplicó,...
Querido Abuelo: Entre tú y yo, cuéntame tu vida
Algunas de las 60 cuestiones a responder, cada una de ellas en una sola página:
  • ¿Qué querías ser de mayor?
  • ¿Cómo conociste a la abuela?
  • ¿Cómo te sentiste cuando supiste que ibas a ser abuelo?
  • ¿Qué pensaste cuando me vistes por primera vez, recién nacido?
  • ¿Ves algo en mí que te recuerde a otras personas de nuestra familia?
  • ¿Cuáles han sido los momentos más felices y más difíciles de tu vida?
  • Recuérdame alguno de los mejores momentos que hayas pasado conmigo.
  • Me gustaría saber más cosas sobre mi madre o mi padre cuando eran niños o jóvenes.
  • Dime algo que desconozca de ti, de tus aficiones, de tus sueños,...
  • ¿Cómo te gustaría que te recordaran?

Cómo nace y se hace un Alejandro Magno

Su increíble biografía, que en sus 32 años de vida le llevó a conquistar todo el mundo conocido, cuenta que tuvo como padre a Filipo II de Macedonia y como maestro a Aristóteles. Su mejor cita es:
- Debo a mi padre el vivir, pero debo a mi maestro el vivir bien.
- I am indebted to my father for living, but to my teacher for living well.
- Je dois à mon père de vivre mais je dois à mon professeur de vivre bien.

William James Sidis según James Thurber en The New Yorker

¿Dónde están ahora? ¡Día de los inocentes! por James Thurber. The New Yorker, sábado 14 de agosto de 1937, 22-26.

Una tarde nevada de enero de 1910, alrededor de cien profesores y estudiantes avanzados de matemáticas de la Universidad de Harvard se reunieron en una sala de conferencias en Cambridge, Massachusetts, para escuchar a un orador llamado William James Sidis. Nunca antes se había dirigido a una audiencia y al principio se sintió avergonzado y un poco incómodo. Sus oyentes tenían que prestarle mucha atención, porque hablaba con una vocecita que no se escuchaba bien y puntuaba su charla con risas nerviosas y estridentes. Un mechón de cabello rubio le caía sobre la frente y unos penetrantes ojos azules se asomaban desde lo que uno de los presentes describió más tarde como un rostro "parecido a un duendecillo". El orador vestía medias de terciopelo negro. Tenía once años.

A medida que el niño se familiarizó con el tema, su timidez se derritió y llegaron a los oídos de sus oyentes las palabras más notables que jamás habían escuchado de labios de un niño. William James Sidis había elegido como tema de su conferencia "Cuerpos de cuatro dimensiones". Incluso en este selecto grupo de caballeros eruditos, hubo quienes fueron incapaces de seguir todos los procesos del pensamiento del niño. Para los legos que estaban presentes, la cuarta dimensión, como se demostró esa noche, debía de haber encajado perfectamente en su definición coloquial: "un reino especulativo de relaciones incomprensiblemente involucradas". Cuando todo terminó, el distinguido profesor Daniel F. Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts se sintió impulsado a predecir a los periodistas, que habían escuchado con profundo desconcierto, que el joven Sidis crecería hasta convertirse en un gran matemático, un líder famoso en el mundo. de Ciencia.

William James Sidis, que a la edad de once años apareció en las portadas de los periódicos de todo el país, era un estudiante de Harvard en ese momento. Para explicar cómo llegó allí, debemos mirar a su padre, el fallecido Boris Sidis. Nacido en Kiev en 1868, el padre Sidis llegó a este país, aprendió inglés y fue a Harvard, donde se graduó en 1894. Su especialidad era la rama de la psicoterapia que se ocupa de aliviar las enfermedades nerviosas y los desajustes mediante sugestión mental. Escribió un libro titulado "La psicología de la sugestión" y estaba muy interesado en los experimentos para transmitir la sugestión mediante el estado hipnótico. Creía que en los primeros años el cerebro es mucho más susceptible a las impresiones que en la vejez. Cuando nació su hijo en 1898, nació, por así decirlo, en un laboratorio. Boris Sidis dirigía entonces un instituto psicoterapéutico en Brookline, Massachusetts. Era un admirador y amigo del fallecido William James, y le puso a su hijo el nombre de ese gran psicólogo.

Boris Sidis comenzó sus experimentos con su hijo cuando el pequeño William tenía dos años. Parece que indujo una especie de estado hipnoidal mediante el uso de bloques alfabéticos. Los rápidos resultados que obtuvo deleitaron su mente científica. El niño aprendió a deletrear y leer en unos meses. Al cabo de un año podía escribir tanto en inglés como en francés en la máquina de escribir. A los cinco años había compuesto un tratado de anatomía y había ideado un método para calcular la fecha en que había caído cualquier día de la semana durante los últimos diez mil años. Boris Sidis publicó varios artículos en revistas científicas describiendo los logros de su bebé. A los seis años, el niño fue enviado a una escuela pública de Brookline, donde sorprendió a sus maestros y alarmó a los demás niños al superar siete años de escolarización en seis meses. Cuando tenía ocho años, William propuso una nueva tabla de logaritmos, empleando 12 en lugar del habitual 10 como base. Boris Sidis publicó un libro sobre su increíble hijo, llamado "Filisteo y genio", y entró en Quién es quién en Estados Unidos .

El niño maravilloso tenía nueve años cuando su padre intentó matricularlo en Harvard. Podría haber aprobado los exámenes de ingreso con facilidad, pero las autoridades universitarias, sorprendidas y avergonzadas, no le permitieron realizarlos. Continuó realizando sus maravillas en casa y comenzó a estudiar latín y griego. No le interesaban los juguetes ni ninguno de los placeres normales de los niños pequeños. Los perros le aterrorizaban. "Si veo un perro", le dijo William a alguien en ese momento, "debo huir. Debo esconderme. Me gusta el gato. No puedo jugar, porque mi madre tendría que estar allí todo el tiempo, porque de la posibilidad de que pueda ver un perro." Su principal recreación parece haber sido viajar en tranvía con sus padres. El mayor Sidis le explicó los traslados y le interesó por los nombres de calles y lugares. Incluso antes de cumplir cinco años, William había aprendido a recitar todas las horas y estaciones de un complejo horario ferroviario. De vez en cuando recitaba horarios para los invitados mientras otros niños recitaban rimas de Mamá Ganso o cantaban pequeñas canciones. Quienes lo recuerdan en aquellos años dicen que tenía algo de la intensidad de un adulto neurótico.

En 1908, a la edad de diez años, a William James Sidis se le permitió matricularse en Tufts College, en Medford. Viajaba diariamente desde Brookline con su madre, quien estaba tan interesada en su fenomenal desarrollo mental como su padre. Siempre iban y venían de la universidad en tranvía. El joven asistió a Tufts durante un año y finalmente, en 1909, cuando tenía once años, Harvard le permitió matricularse allí como estudiante especial. Se matriculó como estudiante de primer año al año siguiente, y así se convirtió en miembro de la promoción de 1914. Cotton Mather, en 1674, se había convertido en estudiante de primer año de Harvard a la edad de doce años, y probablemente debido a este distinguido precedente, William Sidis se le permitió matricularse a esa misma edad. Era una fuente de asombro para sus compañeros de estudios y para el profesorado; algunos de los periódicos asignaron periodistas para cubrir "el caso Sidis".

Se pierde en el registro cómo se convenció a William para hablar ante los eruditos eruditos en enero de su primer año en Harvard, pero se sabe que mostró un gran interés en escuchar las conferencias de otros y se unió fácilmente a las discusiones grupales sobre metafísica. En su tiempo libre empezó a componer dos gramáticas, una latina y otra griega. Sin embargo, la presión de sus estudios y su repentina fama comenzaron a hacerle efecto, y no pasó mucho tiempo después de su notable discurso cuando sufrió un colapso general. 

Su padre dirigía un sanatorio en Portsmouth, New Hampshire, en ese momento, y William fue trasladado allí de urgencia. Cuando finalmente regresó a Harvard, estaba retraído y tímido; no se le pudo persuadir para que volviera a dar una conferencia; Comenzó a mostrar una marcada desconfianza hacia la gente, miedo a la responsabilidad y una inadaptación general a su vida anormal. No se relacionaba mucho con los estudiantes y huía de los periodistas, pero estos lo arrinconaron, por supuesto, el día de su graduación como Licenciado en Artes en 1914. Tenía dieciséis años. Entonces vestía pantalones largos y se enfrentaba a los periodistas que bajaban al Yard con menos sensación de vergüenza que cuando era un niño con bragas. Pero en él se habían desarrollado claras fobias. "Quiero vivir la vida perfecta", dijo William a los periodistas. "La única manera de vivir la vida perfecta es vivirla en reclusión. Siempre he odiado las multitudes". Por "multitudes" no fue difícil leer "gente". Entre los que se graduaron con William James Sidis ese día se encontraban Julius Spencer Morgan; Gilbert Seldes; y Vinton Freedley y Laurence Schwab, los productores de la comedia musical. Los periodistas no les prestaron atención.

A los dieciséis años, William James Sidis era un chico grande y, cuando ingresó en la Facultad de Derecho de Harvard, ya no era la figura incongruente que había sido. Los periódicos tenían poco interés en sus idas y venidas. Asistió discretamente a la facultad de derecho durante tres años y aparentemente fue un estudiante brillante, pero su principal interés eran las matemáticas, y en 1918 aceptó un puesto de profesor en una universidad de Texas. Su fama le precedió, pero incluso si no lo hubiera sido, la extrema juventud de este profesor de matemáticas habría sido suficiente para convertirlo en una curiosidad. Se encontró en el centro de un interés que le molestaba y le consternaba. De repente renunció a su puesto y regresó amarga y silenciosamente a Boston, donde vivió en la oscuridad durante algunos meses.

Fue el 1 de mayo de 1919 cuando el nombre del joven Sidis volvió a ocupar las primeras planas de los periódicos. Con una veintena de jóvenes más, participó en una manifestación comunista en Roxbury y fue llevado ante el tribunal municipal como uno de los cabecillas del grupo y, de hecho, el mismo individuo que había portado la horrible bandera roja en su desfile. En el estrado de los testigos, Sidis demostró ser más franco y sincero que discreto. Anunció ante un tribunal estupefacto que para él no había más dios que la evolución; Cuando se le preguntó si creía en lo que representa la bandera estadounidense, dijo que sólo hasta cierto punto. En un momento dado, para instrucciones del magistrado, se lanzó a explicar la forma de gobierno soviética. Su inclinación marxista se había desarrollado durante un período de varios años. Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra, se declaró objetor de conciencia y en varias ocasiones expresó la opinión de que los problemas del mundo eran causados ​​por el capitalismo. Un policía que había ayudado a disolver el desfile de los radicales identificó a Sidis como el hombre que llevaba la bandera roja. El oficial dijo que le había preguntado a Sidis por qué no llevaba la bandera estadounidense, y que Sidis respondió: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!". Al regresar al estrado, el famoso prodigio negó vehementemente haber hablado alguna vez con el testigo y haber dicho alguna vez a nadie: "¡Al diablo con la bandera estadounidense!" Repitió que se oponía a la guerra y que creía en una forma de gobierno socializada. Después de una pausa, anunció que, en realidad, había llevado una bandera estadounidense, tras lo cual, ante el asombro de la sala del tribunal, sacó una bandera estadounidense en miniatura de su bolsillo. Fue condenado a dieciocho meses de cárcel por incitación a disturbios y agresión. Apeló y, mientras estaba en libertad bajo fianza de 5.000 dólares, desapareció del estado en el que había sorprendido a profesores eruditos y a policías patrióticos. Marcó el comienzo de un nuevo y curioso modo de vida para el joven.

Durante los cinco años siguientes, William James Sidis parece haber logrado la "vida perfecta" de la que había hablado el día de su graduación: la vida de reclusión. Aparentemente vagaba de ciudad en ciudad, trabajando como empleado, o en alguna otra función menor, por un salario que sólo le permitía subsistir. En 1924 volvió a aparecer en las noticias cuando un periodista lo encontró trabajando en una oficina en Wall Street, por veintitrés dólares a la semana. Estaba consternado al ser descubierto. Dijo que todo lo que quería era ganar lo suficiente para vivir y trabajar en algo que requiriera un mínimo de esfuerzo mental. Los últimos periodistas que bajaron a su oficina para entrevistarlo no lograron verlo. Había dejado su trabajo y había vuelto a desaparecer.

Dos años más tarde, en 1926, Dorrance & Company, una editorial de Filadelfia que imprime libros "vanidosos", es decir, libros publicados a expensas de los autores, publicó un volumen llamado " Notas sobre la colección de transferencias". Fue escrito por un tal Frank Folupa. Frank Folupa, según descubrió un periodista despiadadamente ingenioso, no era otro que William James Sidis. Nuevamente lo atropellaron y lo entrevistaron. Anunció que durante mucho tiempo había sido un "peridromófilo", es decir, un coleccionista de transferencias de tranvía. Él mismo había acuñado la palabra. Su libro (ahora agotado) tenía trescientas páginas y era un tratado erudito y laborioso sobre el origen, la naturaleza y la clasificación de nada más y nada menos que los trozos de papel que los conductores de tranvía entregan a los pasajeros cuando solicitan transbordos. Muchos psicólogos y analistas deben haber estado interesados ​​al leer en los artículos que el genio del niño precoz que había asombrado al mundo académico dieciséis años antes había florecido de esta manera extraña. El libro es digno de examen. Sidis escribió un prefacio al volumen, que comenzaba así: "Este libro es una descripción de lo que es, hasta donde sabe el autor, un nuevo tipo de pasatiempo, pero que a primera vista parece tan razonable como , tan interesante y tan instructivo como cualquier otro tipo de colección de moda. Esta es la colección de transferencias de tranvías y formas afines. El propio autor ya ha recopilado más de 1600 formas de este tipo." El prefacio revela, en otro lugar, que el autor no carecía de cierto humor. "Podemos mencionar", decía, "el interés geográfico y topográfico, tanto en la exploración como en el análisis de las transferencias mismas. También están las interesantes luces que una colección de este tipo arroja sobre la política en la que necesariamente están involucradas las empresas de tránsito". ; aunque difícilmente recomendamos que este interés político se lleve lo suficientemente lejos como para inducir al coleccionista a tomar partido en tales disputas. Y nuevamente: "Uno puede encontrar mucha diversión con las transferencias: se dice que un estudiante de la Universidad de Harvard se encontró en una calle coche y, deseando un viaje extra, le pidió al revisor un transbordo. Cuando se le preguntó "¿A dónde?" "En cualquier lugar", dijo. El conductor le guiñó un ojo y dijo: "Está bien". Te transferiré a Waverly. Posteriormente se rieron del estudiante cuando contó la historia y se le informó que el asilo para débiles mentales estaba ubicado en Waverly ". Sidis también incluyó en su prefacio algunos versos que había escrito cuando tenía catorce años. Comienzan:

Desde los trenes subterráneos en Central, se toma un transbordo y se va a Allston o Brighton o a Somerville, ya sabes; En los automóviles desde Brighton, haga transbordo al metro de Cambridge este y tome un tren hasta Park Street o Kendall Square, al menos.

"Conocemos", concluye el autor, "a alguien a quien realmente le ayudó a tomar el camino correcto al recordar un fragmento de uno de estos versos". El libro analiza todo tipo de transferencias: tipos estándar, tipo Ham, tipo Pope, tipo Smith, tipo Moran, transferencias Franklin Rapid, transferencias Stedman. De este último (para darle una idea), el Sr. Sidis escribió: "Transferencias Stedman: esta clasificación se refiere a un tipo peculiar elaborado por cierta imprenta de transferencias en Rochester, Nueva York. Las peculiaridades de la transferencia Stedman típica son el límite de tiempo tabular. ocupando todo el extremo derecho de la transferencia (ver Diagrama en la Sección 47) y la combinación de fila y columna de ruta de recepción (u otras condiciones de recepción) con el medio día que ya hemos discutido en detalle".

Un año después de la publicación de su libro (al parecer sólo se vendió a unos pocos peridromófilos más), Sidis regresó a la ciudad de Nueva York y volvió a conseguir un trabajo como empleado en una empresa comercial. A su habilidad y experiencia en el trabajo de oficina en general, el genio matemático había añadido ahora, irónicamente, la capacidad de operar una máquina sumadora con gran velocidad y precisión, y le gustaba alardear de este logro. Vivía en 112 West 119th Street, donde se hizo amigo de Harry Freedman, el propietario, y su hermana, la señora Schlectien. Sidis ya no está con ellos y no te dirán adónde ha ido, pero te reenviarán cualquier correo que llegue por él. Aprecian al joven y aprecian su deseo de evitar la publicidad. "Tenía una especie de amargura crónica, como mucha gente que ves viviendo en habitaciones amuebladas", dijo recientemente Freedman a un investigador de la curiosa historia de William James Sidis. Sidis solía sentarse en un viejo sofá en la sala de estar de Freedman y hablar con él y su hermana. Sidis les dijo que odiaba Harvard y que cualquiera que enviara a su hijo a la universidad es un tonto: un niño puede aprender más en una biblioteca pública. Con frecuencia hablaba de su pasión por coleccionar transfers. "Él puede decirle cómo llegar a cualquier calle de cualquier ciudad de los Estados Unidos con un solo billete de tranvía", dijo el Sr. Freedman con asombro y admiración. Parece que Sidis mantiene correspondencia con peridromófilos en varias otras ciudades y de esta manera se mantiene al día con la situación del tranvía y los transbordos. Una vez, el joven bajó de su habitación un manuscrito en el que estaba trabajando y le pidió a la señora Schlectien si podía leerle "algunos capítulos". Dijo que resultó ser un libro del tipo "Buck Rogers", sobre aventuras en un mundo futuro de maravillosos inventos. Ella dijo que estaba genial.

William James Sidis vive hoy, a la edad de treinta y nueve años, en un dormitorio del destartalado extremo sur de Boston. Por una fotografía de él y de sus actividades, este disco está en deuda con una joven que recientemente logró entrevistarlo allí. Lo encontró en una pequeña habitación empapelada con el diseño de enormes flores rosadas, considerablemente descoloridas. Había una cama grande y desordenada y un enorme baúl medio abierto. En una pared colgaba un mapa de Estados Unidos. Sobre una mesa junto a la puerta había un paquete de transferencias de tranvía cuidadosamente unidas con un elástico. Sobre una cómoda había dos fotografías, una (sorprendentemente) de Sidis como el niño genio, la otra una chica de rostro dulce con gafas con montura de concha y un elaborado saludo de Marcel. También había un escritorio con una pequeña y antigua máquina de escribir, un Almanaque Mundial , un diccionario, algunos libros de referencia y un libro de la biblioteca que el visitante del joven recogió en un momento dado. "Oh, vaya", dijo Sidis, "esa es sólo una de esas historias de delincuentes". Dirigió su atención hacia la pequeña máquina de escribir. "Puedes cogerlo con un dedo", dijo, y así lo hizo.

William Sidis, de treinta y nueve años, es un hombre corpulento y corpulento, con una mandíbula prominente, un cuello grueso y un bigote rojizo. Su cabello claro cae sobre su frente como lo hizo la noche que dio una conferencia a los profesores en Cambridge. Sus ojos tienen una expresión que varía desde la ingeniosa hasta la cautelosa. Cuando es cauteloso, tiene una especie de dignidad incongruente que de repente se rompe en el alegre abandono de un niño de vacaciones. Parece tener dificultades para encontrar las palabras adecuadas para expresarse, pero cuando lo hace, habla rápidamente, asiente bruscamente con la cabeza para enfatizar sus puntos, hace gestos con la mano izquierda y, de vez en cuando, emite una risa curiosa y jadeante. Parece disfrutar mucho e irónicamente de llevar una vida de irresponsabilidad errante después de una infancia de escrupulosa reglamentación. Su visitante encontró en él cierto encanto infantil.

Sidis trabaja ahora, como de costumbre, como empleado en una casa comercial. Dijo que nunca permanece mucho tiempo en una oficina porque sus empleadores y compañeros de trabajo pronto descubren que él es el famoso niño prodigio y que no puede tolerar un puesto después de eso. "La sola visión de una fórmula matemática me enferma físicamente", dijo. "Todo lo que quiero hacer es ejecutar una máquina sumadora, pero no me dejan en paz". Resultó que una vez le ofrecieron un trabajo en la Eastern Massachusetts Street Railway Company. Parece que los funcionarios creían con cariño que el joven mago de alguna manera sería capaz de resolver todos sus problemas técnicos. Cuando se presentó a trabajar, le presentaron un montón de planos, gráficos y documentos llenos de estadísticas. Uno de los funcionarios lo encontró una hora después llorando en medio de todo. Sidis le dijo al hombre que no podía soportar responsabilidades, ni pensamientos complejos, ni cálculos, excepto en una máquina de sumar. Tomó su sombrero y se fue.

Sidis tiene un nuevo interés que le absorbe actualmente más que los traslados en tranvía. Se trata del estudio de ciertos aspectos de la historia de los indios americanos. Da clases a media docena de estudiantes interesados ​​una vez cada dos semanas. Se reúnen en su dormitorio y se acomodan en la cama y en el suelo para escuchar el intenso pero vacilante discurso del otrora prodigio. A Sidis le preocupa principalmente la tribu Okamakammessett, a la que describe como una especie de federación proletaria. Ha escrito algunos folletos sobre la tradición y la historia de Okamakammessett y, si se le solicita adecuadamente, recitará poesía de Okamakammessett e incluso cantará canciones de Okamakammessett. Admitió que su estudio de los Okamakammessetts fue una consecuencia de su interés por el socialismo. Cuando la joven mencionó la manifestación del Primero de Mayo de 1919, miró el retrato de la niña en su cómoda y dijo: "Ella estaba en ella. Era una de las fuerzas rebeldes". Él asintió vigorosamente con la cabeza, como complacido con esa frase: "Yo era el abanderado", prosiguió. "¿Y sabes qué era la bandera? Sólo un trozo de seda roja". Él soltó su risa curiosa. "Seda roja", repitió. No hizo ninguna referencia a la imagen que tenía de sí mismo en los días de su gran fama, pero su entrevistador supo más tarde que en una ocasión, cuando un alumno suyo le preguntó a quemarropa sobre su precocidad infantil e insistió en una demostración de sus habilidades matemáticas. Sidis logró con dificultad expulsarlo de la habitación.

Sidis reveló a su entrevistador que tiene otro trabajo en marcha: un tratado sobre las inundaciones. Le mostró la primera frase: "California ha adquirido considerable fama gracias a su supuesto clima". Parece que estuvo en California hace unos diez años durante sus andanzas. Su visitante se animó, por fin, a mencionar la predicción, hecha por el profesor Comstock del Instituto Tecnológico de Massachusetts allá por 1910, de que el niño que ese año daba una conferencia sobre la cuarta dimensión a una reunión de eruditos crecería hasta Sé un gran matemático, un líder famoso en el mundo de la ciencia. "Es extraño", dijo William James Sidis, con una sonrisa, "pero, ya sabes, nací el Día de los Inocentes".

―Jared L. Manley (James Thurber) 1

1 En Los años con Ross Thurber escribió: "Era uno de los '¿Dónde están ahora?' serie, para la cual hice la reescritura (Grossett & Dunlap, 1957, p. 210)". Pero Jared Manley era el seudónimo de Thurber. "Bernstein escribe: 'A principios de 1936, Thurber comenzó a escribir (en realidad a reescribir, ya que algunos de los mejores reporteros de The New Yorker, como Eugene Kinkead, estaban haciendo la investigación) una serie de perfiles breves y retrospectivos. Bernstein también revela que Jared L. Manley fue un nombre que Thurber improvisó cuando escribió su primer artículo sobre un viejo boxeador basado en las iniciales del boxeador John L. Sullivan y Manley basado en "el arte varonil de la autodefensa".'" — Privacidad, Información y Tecnología.

2 Norbert Weiner, que estaba en la reunión del club de matemáticas, escribió: "El joven Sidis, que entonces tenía once años, era obviamente un niño brillante e interesante. Su interés estaba principalmente en las matemáticas. Recuerdo bien el día en el Club de Matemáticas de Harvard en el que GC Evans, ahora jefe retirado del departamento de matemáticas de la Universidad de California y amigo de toda la vida de Sidis, patrocinó al niño en una charla sobre las figuras regulares de cuatro dimensiones. La charla habría dado crédito a un alumno de primera o segunda dimensión. estudiante de posgrado de cualquier edad, aunque todo el material que contenía era conocido en otros lugares y estaba disponible en la literatura. El tema me lo había hecho familiar EQ Adams, un compañero de mis días en Tufts. Estoy convencido de que Sidis no tenía acceso según las fuentes existentes, y que la charla representó el triunfo de los esfuerzos sin ayuda de un niño muy brillante ( Ex-Prodigy , Simon & Schuster, p. 131 - 132)".


4 Cfr. Siete mitos del fracaso por Dan Mahony: "Las investigaciones muestran que la mayoría de los niños prodigio llevan vidas productivas. Al igual que Sidis".

PDF  Mecanografiando por Bill Paton.

¿Qué fue de los viejos de la manada?, elogio de la vejez

¿Qué fue de los viejos de la manada?, elogio de la vejez
Reproducimos este artículo "¿Qué fue de los viejos de la manada?" de Carmen Posadas en XLSemanal. Incluimos algunos resaltes propios en negrita. Constituye todo un elogio de la vejez (etiqueta Vejez que creamos, adicional a la de madurez). "Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena", apuntó Ingmar Bergman.

Hace sesenta y cuatro años, William Golding aterró al mundo con su novela El señor de las moscas. En ella se cuenta la historia de un grupo de niños solos en una isla desierta y cómo, alejados de la civilización, se convierten poco a poco en salvajes hasta llegar a cazar y matarse entre ellos. Esta fábula se ha leído siempre como parábola de lo que ocurre cuando se pierden las referencias y se obvian las normas que hemos ido dándonos para conformar eso que llamamos ‘sociedad’.

Hace poco, sin embargo, una amiga uruguaya me hizo ver esta misma situación desde un punto de vista distinto, pero igualmente inquietante. Recordaba ella que años atrás en el parque Kruger de Sudáfrica se produjo la siguiente situación (leer el caso en este enlace). Para repoblar una zona del parque en la que no había elefantes, se trasladó a cuarenta ejemplares jóvenes. Poco después se descubrió que estos animales se habían vuelto muy violentos y habían atacado a turistas y a sus propios congéneres. Introdujeron en esa manada elefantes viejos y la violencia se redujo hasta desaparecer. ¿Qué había ocurrido? Simplemente que la agresividad de los jóvenes en plena explosión de testosterona no tenía como antídoto la jerarquía y el ejemplo que proporcionaban los viejos.

Este experimento se relacionó con otra observación similar, esta vez con seres humanos como protagonistas. Se ha estudiado, por ejemplo, que las tribus que logran sobrevivir mejor a las sequías que con tanta frecuencia asolan África son las que tienen más integrantes de edad. En este caso, la experiencia de los años sirve para buscar agua o alimentos, pero también para mantener el orden y la concordia en situaciones difíciles. Todo esto hizo reflexionar a mi amiga sobre algo que seguramente ustedes han pensado también.

¿No será que esta sociedad nuestra, adoradora de la juventud, en la que los viejos imitan a los jóvenes y no al revés como antes ocurría, se está quedando huérfana de algo fundamental? ¿No será que en el altar de la eterna juventud regido por «mi edad no está en mi DNI sino en mi espíritu, etcétera» estamos sacrificando un papel que es fundamental en la sociedad? El de guía, el de referencia, el de la experiencia.

Posiblemente la situación no sería tan grave si los viejos (y digo la palabra con toda intención, ya basta de eufemismos tontos), además de abdicar de nuestro rol, no estuviéramos adoptando además el comportamiento infantiloide imperante. Ahora lo guay es ser espontáneo, transgresor, impulsivo, y eso está muy bien en un joven. Pero los jóvenes no necesitan que los imitemos. Necesitan más bien referentes, modelos, y difícilmente puede uno ser modelo de nada si se comporta como un quinceañero.

Hay quien piensa aún que ser padre consiste en convertirse en colega de sus hijos. Recuerdo que cuando mis hijas eran pequeñas me preguntaban en entrevistas si yo era su mejor amiga, a lo que yo respondía que no, que era su madre, que me parecía más importante. Me granjeé tremenda fama de madrastra entre los entrevistadores de revistas del cuore, pero me dio igual. Sigo creyendo que no ayudamos a nuestros hijos cuando nos ponemos a su altura, porque ellos necesitan mirar hacia arriba y no hacia el costado y mucho menos hacia abajo.

En la novela de Golding (ver en vídeo), los niños convertidos en salvajes comienzan a adorar y a temer una cabeza de jabalí ensangrentada y llena de moscas. A falta de otros modelos, convirtieron al ‘Señor de las moscas’ en su referente. ¿No estará pasando lo mismo con nuestros jóvenes? Así parece sugerir lo que uno lee a diario. Niños que violan a niños, bullying, acoso, burla… Eso por no mencionar comportamientos que todos ya damos por buenos como hablar mal a los padres, a los maestros, faltas de respeto, desobediencia y caprichos sin fin. Hay quien piensa que poner coto a ciertas conductas es coartar libertades. Yo, en cambio, me pregunto si no estaremos haciendo un flaco favor a las generaciones venideras abdicando de lo que siempre ha sido responsabilidad de los viejos de la manada: servir de guía, de muro de protección y también, por qué no, de contención.

"El balcón en invierno" de Luis Landero


Un doble descubrimiento, de dos realidades que conocíamos parcialmente: La obra "El balcón en invierno" de Luis Landero, a través de una locución de Carmen Pardo y su proyecto de "Lectura expresiva". Os comparto un par de vídeos para que disfrutéis como ha sido nuestro caso. Un canal YouTube de Carmen Pardo para deleitarse con estas narraciones y su web con locuciones antológicas.

Esta revelación proviene del grupo de WhatsApp del blog colectivo "Despertar a la escritura", fruto de un taller organizado por BBK Sasoiko en la primavera del 2020. Purificación Mínguez, una de las componentes del dicho blog, ya nos había comentado la labor de Carmen Pardo y su proyecto de "Lectura expresiva", al ser una discípula suya.

Cuando la prosa fluye, con una selección de "El balcón en invierno" la impaciencia nos conduce irremisiblemente a leer la novela, en el caso de no haberlo hecho ya,... "El balcón en invierno" es la narración emocionante y autobiográfico de una infancia en una familia de labradores en Alburquerque (Extremadura), y una adolescencia en el madrileño barrio de la Prosperidad. 

Es también el relato de por qué oscuros designios del azar un chico de una familia donde apenas había un libro logra encontrarse con la literatura y ser escritor. Y de sus vicisitudes laborales en comercios, talleres y oficinas, mientras estudia en academias nocturnas, empeñado en ser un hombre de provecho. Pero dispuesto a tirarlo todo por la borda para ser guitarrista, y vivir como artista. Y en ese universo familiar de los descendientes de hojalateros, surge un divertidísimo e inagotable caudal de historias y anécdotas en el que se reconoce la historia reciente. 

El texto de Luis Landero comienza así: Apoyado en el balcón de su casa, vacilando entre la vida agitada del exterior y la novela que ha comenzado a redactar pero que no acaba de gustarle, el autor se ve sorprendido por la memoria de una charla que ocurrió hace más de cinco décadas, en un balcón distinto a éste, con su madre. «Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con cincuenta, había fallecido en mayo, y ahora se venía un porvenir dudoso pero al mismo tiempo halagüeño».
Entrevista en un garaje, parecido al que fue uno de los trabajos de Luis Landero.
Recomendamos la compra de la obra y no el truco "Filetype PDF".

¿Carbura la Comisión del 11-M?

Sensaciones por los "errores y negligencias" reconocidos ante la Comisión Parlamentaria sobre el 11-M.

Hace muchos años cuando era joven y pobre (aún conservo una de estas cualidades), mi padre me regaló un SIMCA destartalado. Continuamente debía llevarlo a un taller barato, donde un "chapuzas" intentaba arreglarlo. Siempre recordaré los conocimientos de mecánica que me brindó, porque pronto supe que él podía enseñarme todo lo que NO hay que hacer. Una vez, tras desmontar enteramente el carburador para soplar un chiclé, lo volvió a ensamblar sobrando una docena de pequeñas piezas que arrojó directamente a la basura, indicando que el fabricante incluía componentes innecesarios. Ahora, cada vez que leo las extensas y aburridas crónicas sobre la investigación parlamentaria del 11-M recuerdo el mismo asombro que experimenté cuando mi carburador se aligeraba en cada revisión.

La mayor matanza terrorista ocurrida en Europa, donde murieron 190 personas y casi 1.500 resultaron heridas, se espesa y transmite en unas agotadoras sesiones donde se enmarañan contradictoriamente conclusiones y confusiones. Pero asoma una verdad incontrastable: Entre la neblina de "medias verdades", "retraso de la verdad" y "gestión de la información" hubo ánimo de mentir y engañar. Parece probado que Aznar y su gobierno pretendieron que hasta el 16-M no funcionase el CNI, expresando con estas siglas el Coeficiente Nacional de Inteligencia.

Aún con todo, el electorado el 14-M, con esa intuición que no es sino la razón actuando deprisa, descubrió lo mismo que más trabajosamente revelará la comisión parlamentaria. Recordando a Bécquer, "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!", podríamos añadir que no hace mucho, ¡qué solos estaban los cuerdos!

Homenaje a una fecunda aplicación

En la vida de casi todos nosotros, ella es la más descriptiva, sugestiva, creativa y de una gran aplicación.

No me importa que tu padre sea demasiado acaudalado. Te elijo y prefiero a ti, incluso por encima de todas tus hermanas, porque tú dominas la palabra mientras que ellas sólo son prácticas, quizá más calculadoras, más presentables, más memoriosas o más viajeras. También sé que tienes hermanastras casi gemelas, pero la auténtica eres tú. Tan bien acabada, tan multilingüe, tan sabia, tan lírica, tan poética, tan elocuente... y tan modesta.

Algunos ya amamos a tus predecesoras, pero tú eres incomparablemente más sutil, más inteligente, más culta, más cuidadosa con los pequeños detalles que marcan la diferencia. Ellas eran más mecánicas, más burdas y mucho menos místicas. Tú, en cambio, eres más comprensiva y sabes corregir con delicado cariño, señalando alternativas y sugiriendo opciones, sin perder nunca la compostura.

Al principio puedes parecer fría a quienes no han descubierto tus secretos ocultos, tras tu velo blanco ribeteado de azul y gris, tan expectante y tan diligente. Pero muy pronto te muestras con todos tus encantos, tan acogedora y tan hermosa, sobre todo cuando te aderezas con las infinitas opciones recónditas que pueden decorar tu bello rostro. Tú simbolizas la voz armoniosa de prosa deslumbrante y melodiosa; tú sabes construir mensajes diáfanos y persuasivos con la mejor arquitectura verbal.

Tú has escrito las mejores líneas de la literatura contemporánea y estás predestinada a ser la voz escrita de la humanidad del siglo XXI. Posees un vertiginoso poder que dadivosamente tú ofreces y que injustamente llega a atribuirse incluso al mediocre talento de pobres espíritus como el mío. Ahora mismo puedo sentirte con mis dedos temblorosos cuánto engrandeces, amplificas y agigantas mi pobre inspiración con tu multiplicadora capacidad de expresión, que pule y proyecta brillantez estilística.

Tú dominas todos los idiomas que yo conozco,… y muchos más. Tú sabes todas las palabras que yo aprendí con esfuerzo y dedicación,… y muchas más. Tú eres capaz de esquematizar mis ideas, profesionales o lúdicas, y puedes llegar a producir una impresión favorable de mi pobre raciocinio. Contigo me siento seguro, afianzado, capaz de transmitir mis ideas para que puedan ser más compartidas por otras personas, más allá de ti y de mí.

Por todo esto y por mucho más, por acompañarme cada madrugada en mis insomnios, por acercarme tanta sabiduría y por ofrecerme mi única oportunidad de expresión, te amo… mi querida aplicación Microsoft Word.

Escaños infantiles

EN MI PUEBLO DE VACACIONES INFANTILES, UBIDE (ANTES UBIDEA), DE DONDE PROCEDÍA MI ABUELA PATERNA.Esta propuesta surge de una antigua idea adaptada a los tiempos modernos desde la perspectiva de un educador. La anécdota original fue de Theodore Hoover, primer decano de la Escuela de Ingeniería de Stanford y hermano del Presidente norteamericano Herbert Hoover. En cierta ocasión dibujó de memoria un plano de la herrería de su padre en Iowa y puso un círculo pequeño cerca de la fragua. Al preguntársele qué significaba indicó: "Un asiento para niño", donde podía sentarse un muchacho a observar el trabajo del herrero, escuchar la conversación de los mayores y soñar mientras centelleaba la forja ante sus ojos.

Muchos recordamos ese asiento que ocupamos de niños, y que bien pudo ser un saco en la trastienda del almacén único del pueblo, como la tienda de "Margari" llena de provisiones y con cajones de cereales diversos en mi inolvidable Ubidea. Desde ese ángulo situado en los confines del mundo todopoderoso de los mayores, los niños atendíamos, escuchábamos y aprendíamos. De vez en cuando nos encomendaban algún recado. "Muchacho, trae esa caja", ordenaba alguien, y nuestras manitas torpes y frágiles se tornaban cuidadosas y firmes para no derramar el contenido. Desde aquel asiento los niños espiábamos los chismorreos del pueblo y decidíamos cuáles creer y cuáles desechar. A veces habladurías y temas que no eran adecuados para nuestros oídos, pero todo era parte del emocionante proceso de aprendizaje y de criterio entre lo bueno y lo malo. Lo cierto es que el número de asientos para niños ha desaparecido de forma alarmante a través de los años. Fueron sustituidos por la imperfecta televisión, aparte del dilatado tiempo escolar. Algunos añoramos aquel "escaño infantil", como inmejorable observatorio donde se captaban los infinitos matices del humano razonamiento y del humano sentir, y cuyas enseñanzas nunca olvidaremos. El proverbio dice "Allá va el niño, donde le tratan con cariño". Y desde aquel asiento vivimos una serie de "desilusiones felices" que acabaron con nuestra infancia.

Solicitamos recuperar esos escaños infantiles en todos los foros públicos actuales, y que dupliquemos su efecto mágico entre niños y adultos: Que la infancia recupere sus butacas en las barreras de la experiencia, y que la presencia de los niños regule la conducta de los adultos en los escenarios más decisivos. Que se oiga una advertencia que parece olvidada: ¡Que hay niños delante! De este modo, la función de regulación puede ser recíproca. Imaginemos que en los Parlamentos y en los Ayuntamientos se disponga una Fila Cero en las sesiones plenarias, con veinte o treinta niños observando atentamente qué hacen sus mayores. Seguro que desaparecerían muchos espectáculos improcedentes de nuestros prebostes, enfrentándose e insultándose con nunca lo harían los chiquillos. Víctor Hugo dijo que "Cuando un niño nos mira, se siente que Dios nos sondea". Sólo un docente puede comprender lo que es "saltar a la pista" de un(a) (j)aula, ante varias decenas de pares de ojos que todo lo escrutan. Seguro que con más escaños infantiles, los niños aprenden a comprender a los adultos, y que ante la presencia de los niños los adultos aprenden a no comportarse como. adultos, porque los niños adivinan qué personas les aman (don natural que con el tiempo se pierde), y aprecian no lo que somos, sino lo que queremos ser (de ahí su reputación como fisonomistas intuitivos).

Esta sugerencia va muy en serio, como todo lo relacionado con los niños de quienes hemos de reaprender. casi todo lo que olvidamos al inflarnos con la edad. Abramos las escuelas para que el fermento de los niños se desborde por toda la sociedad. Así seremos más concientes en todas nuestras actuaciones de que existen niños, acreedores del máximo respeto y que enlazan el pasado con el futuro. La ancestral sabiduría china proclama: "De niños todos hermanos, de mayores todos enemigos". Seamos niños. Las grandes personas son aquéllas que no pierden ni su corazón inocente, ni su poder de crecer, ni su insurrección genuina por la que dicen: lo "único que quiero es todo". El niño es el padre del hombre, porque siempre habrá un niño en el hombre verdadero.